“La soledad del subversivo”: novela de Marco Bechis en días que se replantea los límites de lo indecible

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    Presentación soledad del subersivo
    Foto: MALBA
LITERATURA Y DICTADURA

“La soledad del subversivo”: novela de Marco Bechis en días que se replantea los límites de lo indecible

17 Septiembre 2023

La “novela” de Marco Bechis, La soledad del subversivo, tal vez no tenga mejor momento para salir en Argentina, ahora que siniestramente se están replanteando los límites de lo decible y que, una vez más, la verdad pide ser revisada. Primero se publicó en italiano y ya lleva allí varias ediciones; ahora le toca la prueba de fuego de pasar por el tamiz crítico de nuestro inclemente país, que muchas veces juzga actos y obras con anteojeras ideológicas que cercenan la mirada del Bien al miope punto de vista propio.

Marco Bechis es el director de varias películas cuya temática es la última dictadura cívico-militar, en la que él estuvo secuestrado y que es lo que narra en esta crónica. Como hizo en sus registros fílmicos, aquí también lo enfoca desde una perspectiva singular, poniendo en cuestión las concepciones que querrían dar por cerrado el caso. De un lado y del otro. En marzo de 1976 había importantes focos de la guerrilla que celebraron como una victoria el Golpe, pues en su fantasía bélica lo consideraban un paso más en la escalada de violencia que llevaría a los poderosos a su propia catástrofe. Todos sabemos lo que pasó.

Su gran obra, una de las obras “literarias” más emblemáticas sobre la dictadura, es su película Garage Olimpo, que se estrenó en 1999 y deberíamos desempolvar y volver a mostrar, para que aquellos que no leyeron y lo ignoran todo o casi todo de lo que pasó en esos duros años tengan un acercamiento realista y vibrante, no ideológico, a nuestro pasado ya no tan reciente.

Me explico: Garage Olimpo comienza mostrando cómo una adolescente, amiga de la hija del comisario de la Policía Federal, coloca una bomba debajo de la cama de éste, que se detonará cuando se acueste. Luego se pasa a contar la historia de una chica que enseñaba a leer y escribir en una villa, y que es secuestrada por un “grupo de tareas”.

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Tapa La soledad del subersivo

Las condiciones de vida, la tortura, los golpes físicos y psicológicos, la indeterminación de cualquier realidad, salvo la de saber que se estaba en poder de ellos y que eran ellos los que decidían la vida y la muerte de los que estaban allí encerrados, constituyen una constante agobiante en la película, en la que se cruzan hechos auténticos con otros hechos también auténticos, pero que no tenían relación entre sí, y los enhebra en una historia única. La bomba al comisario de policía con “los vuelos de la muerte”, por ejemplo (voy a espoliar: la última toma de la película, filmada desde un avión de las Fuerzas Armadas, muestra el Río de la Plata como una bandera marrón sacudida por el viento mientras suena el himno “Aurora” y el espectador queda atrapado en un llanto que interrumpe cualquier reflexión, no importa la cantidad de veces que hayas visto la película; es un final conmovedor y problemático).

En La soledad del subversivo estamos en presencia de una historia similar, que esta vez es la historia personal de Bechis, narrada como una crónica novelada. Bechis vuelve (no se entiende por qué) de Italia y, más o menos al mes de su regreso, es capturado por fuerzas parapoliciales. Como en Garage Olimpo, aquí también se focaliza en un detalle, un matiz, pero un detalle y un matiz fundamentales. Cuando Marco vuelve al país, ya con la dictadura instalada y en pleno “proceso” de producción de desapariciones (los centros clandestinos de desaparición de personas, la “traducción” local de los campos de exterminio nazis, son uno de los aportes de la Argentina a la historia del siglo XX; otro aporte, antes, fue la picana eléctrica; otro, después, el Juicio a las Juntas Militares), se encuentra con un compañero con el que militaba antes de su viaje a Italia.

Es una línea sutil y muy compleja, que ahora la derecha pro-militar quiere desempolvar.

Hacía un mes que la pareja de éste había sido secuestrada. En la charla que tienen, en la charla que Bechis recuerda haber tenido, el compañero, “sin medias tintas”, lo invita “a pasar a la clandestinidad, me iba a conseguir documentos falsos y una pistola para que llevara siempre encima. Además de una pastilla de cianuro”. Este es el detalle y el matiz que considero fundamentales, semejantes a la colocación de la bomba al comienzo de Garage Olimpo. Lo que indica este matiz no es la absoluta inocencia de unos y la absoluta culpabilidad de los otros, como a veces se tiene la impresión de que se quiere resolver la historia, sino algo más viscoso, mucho más complejo, algo así como un delirio compartido y la desproporción desmesurada entre unos actos “subversivos” y “justicieros”, y lo que una parte de la sociedad argentina concibió como la manera de “juzgarlos” y eliminarlos.

Es una línea sutil y muy compleja, que ahora la derecha pro-militar quiere desempolvar. Eso sí, para hacerlo, lo que me parece que hicieron estos mascarones de proa de unas Fuerzas Armadas envalentonadas fue decirles a los testigos, parientes de personas que fueron asesinadas por las organizaciones guerrilleras en el primer lustro de la luctuosa década del setenta, que se estudien los alegatos que dieron las víctimas y los familiares de las víctimas de la dictadura desaparecedora volcadas en el inolvidable libro Nunca Más. La manera en que éstos narraron sus casos en el problemático acto que organizó la candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, hace unos días en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, recuerda el tono irreparable que se lee en ese libro.

Villarruel hasta llegó a imitar el famoso discurso que dio Néstor Kirchner en 2003: “No tengo miedo ni les tengo miedo”. Temo que Marx se haya equivocado cuando aseguró al comienzo del XVIII Brumario que cuando la historia se repite, lo que fue trágico se vuelve comedia. Cualquiera que se aferra a consignas del pasado está condenado a no entender las nuevas condiciones históricas. Consigna mata argumento. Como decía Hannah Arendt, nosotros ahora tenemos la misión de comprender. El libro de Bechis puede ayudarnos a no dudar de la merecida condena que recibieron los culpables, que no se va a negociar y, a la vez, a abrir la historia a matices silenciados.