La Bahía Blanca de Ricardo Margo

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La Bahía Blanca de Ricardo Margo

03 Febrero 2018

Por Diego Kenis

“Ricardo Recorte”, lo llaman en Bahía Blanca, donde los muros virtuales y de concreto le piden: “Ricardo, no seas avaro”. El insólito responsable municipal de Cultura, Ricardo Margo, decidió vaciar de financiamiento estatal los corsos de febrero, que habían sido recuperados junto a los feriados quitados por la dictadura y se constituyeron en un punto fuerte, colorido y festivo de la agenda bahiense, con cientos de concurrentes volcados en las calles de los barrios y el centro la ciudad.

El recorte de Margo redujo a cero el aporte para los corsos céntricos y podó casi dos tercios del presupuesto de los barriales. Se plasma en una geografía ilustrativa de su impronta clasista: en su segundo año, el macrismo municipal quitó los corsos de las calles céntricas y los limitó a los barrios, lo que supone un serio retroceso en el camino de integración del centro con las comunidades y movimientos culturales barriales.

Se veía venir, por el perfil de Margo y por las señales que dio desde que asumió el cargo por el que pasaron predecesores suyos de antagónico trayecto y muy superior valoración. En sus dos años en la función, derramó fondos públicos sobre la contabilidad de Ricardo Arjona y se nutrió de un cuerpo de “asesores” bien remunerados, entre los que se cuenta la esposa del director actual de Radio Nacional Bahía Blanca. El dispendio no alcanzó, entre otras cosas, para las horas extras de los trabajadores de los museos bahienses, de fama continental: el excelente Museo de Arte Contemporáneo y el singularísimo Ferrowhite, tesoro de la cultura ferroviaria nacional, comenzaron a cerrar sus puertas los sábados y domingos por determinación de Ricardo Recorte.

La nueva víctima son los corsos. Peores aún que la decisión son las razones esgrimidas. El funcionario reconoció abiertamente que suspende el dinero a las murgas por razones políticas, ya que “son contestatarias”. “Ellas dicen ser contestatarias, pero si están tan en contra del Estado pedirle dinero al Estado es morderse la cola”, dijo Margo al semanario La Nueva Provincia.

Ese primario razonamiento podría aplicarse mejor a los medios de comunicación que reciben una millonaria pauta estatal pero critican lo que llaman “gasto público”. Con la expresión, el funcionario que vela por la coherencia ajena pulverizó la propia: dos meses antes había esgrimido cuestiones de seguridad como motivos de los primeros recortes. El macrismo del diálogo y el consenso castigó al que apuntó como contestatario, algo que no habían hecho las gestiones del kirchnerismo y el massismo. 

Sólo en la capital del cartón pintado puede un hombre así ocupar ese lugar. Su currículum vitae, disponible en la web municipal oficial, consta de dos páginas y media, el grueso de sus antecedentes es en cargos políticos durante gobiernos radicales y sólo el del nazi rumano Remus Tetu, líder de la Triple A local, emanaba más humo. Tetu se declaró mecánico al escapar de Europa en 1949, pero ya en Argentina se otorgó a discreción lauros académicos de grado y doctorado en sociología. Siete décadas después, Margo se adjudica estudios de posgrado sin haber completado ninguno de grado y enumera cargos de docencia universitaria ejercidos sin concurso alguno.

La coincidencia de estilos sirve para recordar la figura del nazi rumano, cuya pertenencia suele cargarse al peronismo, que lo contrató profesor a principios de los 50 y lo designó interventor de las Universidades del Sur y del Comahue en 1975, lo que desencadenó el accionar criminal de la Triple A sobre sus comunidades. Pero también fue una firma peronista —la de Jorge Taiana padre— la única que lo cesó como docente universitario, en 1973, una medida que negaron una década más tarde —con los crímenes ya consumados— los radicales primaverales bahienses que otorgarían a Ricardo Margo los únicos antecedentes de relativa seriedad que hoy incluye su currículum.