Irse de vacaciones, por Dani Mundo

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    Gabriela Canteros
    Ilustración: Gabriela Canteros

Irse de vacaciones, por Dani Mundo

22 Enero 2023

Por un motivo u otro, por motivos normales y otros no tanto, vivo a contramano de nuestra sociedad, y si bien esto me da un poco de bronca, por otro lado me hace sentir orgulloso. ¿Quién, además, puede estar a favor de nuestra sociedad, la sociedad de ellos, los egoístas, los satisfechos de sí mismos, pero también la nuestra, la del progresismo bienintencionado? Hay que salir campeones del mundo para reconciliarnos por unos minutos.

Un ejemplo: es raro pero basta mirar un poco alrededor para percibir que todo el mundo quiere enamorarse, como si todos y todas necesitaran que los quieran, necesitaran querer, conocer a alguien que lo flashee y lo vuelva loco/a, y ser felices y coger a destajo; yo hace años en cambio que me opongo a estos con-tratos elementales y no quiero hacerlo —esto suponiendo que alguien tenga el poder o la capacidad y la suerte para decidir qué hacer o qué no hacer en estas cuestiones, yo realmente no creo que alguien lo logre —posiblemente el caso de los hombres sea diferente que el de las mujeres.

Igual, lo más obvio de mi vida a contracorriente del resto viene por otro lado: cuando todo mis amigos están preparándose para irse de vacaciones, ya agobiados por el año denso de trabajo que tuvieron y ese calor húmedo e infernal que va desatándose en diciembre, en ese mismo momento yo me voy apoltronando, acumulando energías y paciencia para enfrentar otro verano de trabajo a full, de domingo a lunes, diez o más horas por día, gobernando un negocio como si fuera una familia. Todos y todas sabemos que es un negocio y no una familia, y sin embargo el clima de trabajo es muy buena onda (es cierto, esto no es muy típico de una familia normal; lo es en nuestra familia de padre, dos nenas, tres gatas y amigos y amigas). Es buena onda pero es desgastante. Agobiante. Lo es para mí pero mucho más para el resto del personal, sin duda.

Esto que digo puede parecer una queja, pero no lo es, es una descripción: al fin y al cabo es la forma de vida que elegí y sigo eligiendo. Lo que sucede es que estamos atendiendo y sirviendo comida a gente que posiblemente esté en el mejor momento de su vida… o por lo menos de su año: ESTÁ DE VACACIONES, ¿qué más quieren? Pagan, y pagar les da derechos, parece. Quieren descansar y recargar energía —¿para qué otra cosa se van de vacaciones si no?

A veces pienso que lo más triste de nuestra vida tardocapitalista es este deseo continuo, persistente de irse de vacaciones, como si vivir de vacaciones fuera lo mejor que les pudiera ocurrir en su existencia.

Todo el mundo básicamente quiere irse de vacaciones. A veces pienso que lo más triste de nuestra vida tardocapitalista es este deseo continuo, persistente de irse de vacaciones, como si vivir de vacaciones fuera lo mejor que les pudiera ocurrir en su existencia. Pero bueno, una cosa es desear irse de vacaciones y otra ESTAR de vacaciones. Nosotros atendemos a gente que está de vacaciones, que ya alquiló el lugar donde va a vivir, que conoce dónde está o tiene ganas de conocerlo, y que reza para que le toque lindo clima. Si el clima se atormenta, empiezan a aparecer problemas, que se reflejan en la cena: malhumores, falta de paciencia, caprichos de grandes y pequeños, etc. Nosotros somos una pizzería (no sé si hay algo más popular y más básico que una pizzería), y sin embargo funcionamos de otra cosa muchas veces: básicamente de descarga: es más fácil enojarse con la camarera (hasta hacerla llorar, pasa seguido), que con la propia mujer o con el propio hombre con la/el que se tiene que acostar en la misma cama.

Los hijos son todo un tema aparte. Son los auténticos y únicos amos del complejo familiar, hasta el punto que deciden dónde comer y qué va a comer toda la familia. De este lado del mostrador, pareciera que todo consiste en mantenerlos satisfechos y contentos, haciéndoles creer que son lo más hermoso que hay (y lo son, solo que únicamente lo son para sus padres y alguna tía desprevenida). El combo es letal, letal para la criatura y letal para todo el resto. No es casualidad que para que una pareja tenga un rato de soledad deba poner al bebé enfrente de la pantalla del smartphone, pero tampoco es inocuo o insignificante —por otro lado, y lo vemos cotidianamente, con su soledad la pareja tampoco sabe muy bien qué hacer. Sí, ya sé, todos y todas lo único que quieren es ser felices, ¡qué fácil! Pero la felicidad no es un estado, es un camino lleno de ripios, acantilados y oasis (que como todo oasis que se precie, termina siendo falso, una mera alucinación del sediento).

Lo que nunca cambia, es el pobre sujeto que desea, siempre el mismo, idéntico, igualito a sí mismo. Las únicas vacaciones que merecerían este nombre son aquellas en las que uno/a puede dejar a su yo en casa y subirse al auto, al tren o al avión sintiéndose otro/a, SIENDO otro/a.

Por un motivo u otro me fui de vacaciones un montón de veces. Después de las vacaciones necesito unos días para reinstalarme en una cotidianidad distinta. La verdad es que desde hace muchos años no entiendo el concepto de vacaciones, cómo puede ser que la gente en lo único que piensa es en cuándo le toca irse de vacaciones, qué libro se va a llevar para descansar y cuán cerca estarán los amigos para hacerse unos asados. Hay que renovar energías y prepararse para enfrentar otro año. Playa río Madrid montaña mar laguna Miami Brasil donde sea, con tal de que sea otro lugar. Lo que no cambia, lo que nunca cambia, es el pobre sujeto que desea, siempre el mismo, idéntico, igualito a sí mismo. Las únicas vacaciones que merecerían este nombre son aquellas en las que uno/a puede dejar a su yo en casa y subirse al auto, al tren o al avión sintiéndose otro/a, SIENDO otro/a y con ganas de describirlo. Es fácil decirlo, casi imposible lograrlo. Cuando yo lo logré, fueron vacaciones muy cortas, de una noche, de algunas horas en una noche, estados de alienación extáticos, viajes de ida sin regreso… hasta que a la mañana siguiente te encontrás de nuevo enroscado en un cuerpo que desconocés, abrazado a la almohada o al inodoro, tratando de resetear tu cerebro como si fuera un verdadero rompecabezas tridimensional y cubista.