Entre La Higuera y Quebracho Herrado

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Entre La Higuera y Quebracho Herrado

03 Mayo 2020

por Rodolfo Cifarelli

 

"¿Y los héroes, los héroes de verdad?", grita

con una histeria perdonable Ernesto Sábato, ese anarquista

que la sociedad gracias a Dios ha podido recuperar.

Oscar Masotta, «Sur» o el antiperonismo colonialista,

en Revista Contorno 7/8, julio de 1956.

 

No crea, Guevara, pues, que le estoy pidiendo

a usted un examen o reexamen de nuestro problema argentino.

Ernesto Sábato, Carta a Ernesto Guevara, 1º de febrero de 1960

 

 

Como brevísima introducción es necesario indicar que el período comprendido entre los años ´50 y los años ´90 del siglo pasado, a nivel global, contempló el auge y la declinación de los intelectuales como fuerzas no materiales que operaban con alta repercusión en los espacios de la vida social, y cuyos trabajos resultantes constituían la parte más sólida de ese magma de acaecimientos múltiples al que todavía llamamos "cultura". En este período surge, se consolida y se desvanece la figura de Ernesto Sábato, que tanto en su obra escrita como en sus intervenciones mediáticas dejaba entrever, tras sus enunciados, el ejercicio de un arbitraje moral de la política y del arte, a la manera de otros intelectuales clásicos del periodo.

 

Señalamos como el primer texto hito de Sábato volcado polémicamente a la coyuntura del momento a El otro rostro del Peronismo (1956), una carta abierta a Mario Amadeo French, ex canciller del dictador Lonardi. El otro rostro es una catilinaria de retórica inspirada en la que Sábato determina culpas a diestra y siniestra para concluir en que ningún sector ha sido inocente en la "caída" de la sociedad en el peronismo: condena al "régimen demagogo" sin esquivar el señalamiento de las "inequidades" de la revolución "libertadora". La conclusión del texto deja implícita una posible solución: un sistema que supere las contradicciones abiertas por el golpe de septiembre de 1955, un régimen democrático con contenido social. Como repetirá a lo largo del tiempo, la forma de tomar partido se expone como "objetiva" y, consecuentemente, se ubica en el centro de la cuestión, "equidistante" de los extremos.

 

Pocos años después, otro texto hito es su famosa carta a Guevara de 1960 (que encabeza con "Admirado Guevara"), en la que si bien insiste con la caracterización de Perón y del peronismo de la carta a French, ya no aboga por una democracia social y afirma que es necesario ligar la revolución cubana con un proceso de liberación de nuestro país. La hora del derrocamiento de "tiranías" y ensalzamiento de "libertadores" ha pasado, en las que se incluían comparaciones que hoy nos parecen absurdas (Perón=Batista, Aramburu=Fidel Castro): llegaba el tiempo de levantar una rebelión ante las condiciones de vida a las que nos someten los «imperialismos».

 

«(…) el movimiento peronista tuvo aspectos negativos y aún nefastos, desde el punto de vista de la dignidad humana (servilismo, corrupción, persecución, torturas), la personalidad del general Perón sigue siendo para nosotros una personalidad tortuosa y corruptora, pero el pueblo peronista es el pueblo trabajador y con él debemos llevar hasta sus últimas consecuencias el proceso que ha de darnos la liberación económica y política, así como ha de echar las bases para la unidad del continente latinoamericano, tal como Bolívar y San Martín lo imaginaron y tal como las grandes potencias imperiales lo han impedido hasta hoy.»

 

De 1961 es Sobre héroes y tumbas, la obra más importante de la producción sabatiana, verdadera summa narrativa compuesta por tres historias principales: a) la educación sentimental de un adolescente, Martín, abandonado por su madre, enamorado de una misteriosa joven, Alejandra ("aquella muchacha descendiente de unitarios y sin embargo partidaria de los federales, en aquella contradictoria y viviente conclusión de la historia argentina"), y protegido por Bruno (un alter ego de Sábato), b) la fuga de Lavalle tras la derrota de Quebracho Herrado y su posterior ejecución y c) el proceso de decadencia y locura de Fernando Vidal Olmos, padre de Alejandra y narrador del Informe sobre Ciegos, un relato con autonomía propia dentro de la novela.

En SHyT queda bien establecido que allí donde Borges no presentaba querella alguna con sus antepasados ("los pretéritos nombres de mi sangre: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez..."), Sábato, hijo de inmigrantes, se alzaba como una opción "integradora".

« (…) la Argentina no sólo era Rosas y Lavalle, el gaucho y la pampa, sino también ¡y de qué trágica manera! el viejo D'Arcángelo con su galerita verde y su mirada abstracta, y su hijo Humberto J. D'Arcángelo, con su mezcla de escepticismo y ternura, resentimiento social e inagotable generosidad, sentimentalismo fácil e inteligencia analítica, crónica desesperanza y ansiosa y permanente espera de ALGO (…).»

Y mientras Borges denigraba sin ambages al peronismo (al que, en sus opiniones políticas públicas, rasamente míticas, definía como una mera reverberación del rosismo), Sábato enfrentaba la cuestión "responsablemente", y de esta responsabilidad venía la obligación de instaurar una medida que impusiera equidistancia entre las fuerzas vivas gorilas y las masas peronistas. No detestaba a esas masas ni apostaba a suprimirles los derechos conquistados como los gorilas racistas de la revista Sur para que volvieran a diluirse en la situación pre 1945. Por el contrario, esas masas eran vitales para el crecimiento y la defensa misma del país como nación soberana. Porque, para Sábato, lo positivo del peronismo era que había rescatado del federalismo el sentido real de la unión nacional y había avivado las relaciones entre el capital y el trabajo con un sentido social inédito. Lo negativo era haber pagado ese precio tan alto que para Sábato era la figura concreta de Perón, que en SHyT está contrapuesta entre bastidores, como el genio maligno que manda a quemar iglesias, a la figura "pura" de Lavalle.

Con la secuencia incesto/parricido/suicidio que afecta a los Vidal Olmos, Sábato metaforiza la decadencia de la república conservadora que el patriciado liberal había edificado a su imagen y conveniencia. El suicidio a lo bonzo en el altillo de la casona familiar es el sacrificio que sellará el destino de los Vidal Olmos. La casona es, en sí, un Aleph de nuestra Historia. Es hacia allí donde Alejandra conduce a Martín a conocer a Pancho Olmos, su bisabuelo e hijo de Celedonio Olmos, un alférez que acompañó a Lavalle en su marcha final. Pancho es una reliquia viviente, nació en 1858 (cuando aún Rosas vivía). Como esos personajes de Faulkner que rememoran la guerra de Secesión (por ejemplo, Rose Coldfield de ¡Absalón, Absalón!), el bisabuelo narrará a Martín, a pedido de Alejandra, la historia de su familia y la historia del otro linaje que converge con los Vidal Olmos, el de Bonifacio Acevedo (no casualmente el apellido de la madre de Borges), tío abuelo de Pancho.

Esta visión de SHyT sobre la decadencia unitaria y su continuación política, el patriciado liberal de la república conservadora y ganadera, es lo que lo aparta a Sábato de Mallea, Mujica Lainez y ,ciertamente, de Borges. Estos se veían como dignos eslabones de esa tradición unitaria, que desembocaría en la hegemonía del patriciado liberal y defendían, de modos y con resultados literarios muy distintos, su preservación. Mallea trataba de justificar el orden conservador metafísicamente (Historia de una pasión argentina), Mujica Lainez, más lúcido, adoptaba una melancolía que entreabría la puerta de una crítica (como sucede en La casa y en Aquí Vivieron) y Borges era, en realidad, el más intransigente: no hay lugar en sus textos para una discusión posible contra la sangre de la que orgullosamente afirmar ser heredero. Sábato no compartía ninguna de esas variantes. Había que purgar esa tradición (conservar el funcionamiento "republicano") e inocularle lo que a su vez había que preservar del peronismo ("la justicia social"), lo que significaba una salida sin sangre, "progresista", que evitara otra guerra civil.

Por supuesto que antes de Sábato, el obstáculo que representaba el predominio del patriciado liberal a la conformación de una nación soberana, ya había sido analizado y denunciado largamente desde Saldías a Jauretche, pero la novedad de Sábato radicaba en la forma en que trataba la cuestión. Sobre héroes y tumbas es una totalización narrativa (una de las más compactas de nuestra literatura) que nos proyectaba desde mediados de los ´50 a las guerras civiles, integrando en el mismo tejido al Arlt de Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931), al Marechal del Adán Buenosayres (1948), al pathos dostoievskiano y al esoterismo de fuentes diversas. Todo esto sin dejar de reescribir a su modo a Faulkner: si para éste las familias patricias del sur estadounidense estaban malditas por haber sostenido la esclavitud, para Sábato, el patriciado liberal también estaba maldito por haber provocado un orden fingido y exclusivo para pocos que había dado lugar a la emergencia de la "demagogia" peronista. Y no solo esto: Alejandra y Martín y Parque Lezama eran mucho más cercanos que Oliveira, la Maga y el Pont des Arts.

Una de las razones de la persuasión exitosa de Sábato en los sectores medios, en general poco sensibles a cambios radicales o bruscos, es que se cargaba en los hombros la faena de exorcizar fanatismos y extremismos: nada de direcciones obreras ni de autoritarismos oligárquicos. El resultado mismo de esta operación era un juicio "moral" que ordenaba ideológica e imaginariamente el campo de fuerzas en conflicto. Esto se ejemplifica claramente en SHyT, con el contrapunto entre el bombardeo a Plaza de Mayo y la quema de las iglesias. Sábato ve en esta acción y reacción la constitución de un círculo vicioso a romper, y en esa ruptura anidaría la posibilidad de una nueva comunidad. "No son verdaderos peronistas", dice Martín cuando intenta sacar una imagen de una iglesia quemada. Es el trabajo para el futuro: en esta escena, más que el gorilismo antiperonista, está el germen de todos los neoperonismos que quisieron, de una forma u otra, desbancar a Perón.