Elogio de las redes sociales

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Elogio de las redes sociales

14 Febrero 2014

Por Yael Crivisqui

El milenio social media nos viene dando muchas cosas buenas, malas y regulares. Para los que somos hermanos en la digitalización - digo "hermanos” porque muchos nacimos, crecimos y “maduramos” al compás de los procesos informáticos- fue clave: ha influido para ganar y perder elecciones, revolucionó la forma de informar, creó el único medio de acceso que logró achicar brechas sociales y podemos decir que es gracias a las redes sociales que las marcas tienen una relación amistosa con los consumidores. Ya no se venden productos o propuestas, se venden historias y experiencias.

Es cierto también que las redes se utilizan para contar intimidades, buscar amigos y encontrar pareja. Mi generación ha sido casi pionera en cuanto a la exposición de intimidades, gustos e ideas. El tema está en no hacer de este fenómeno una costumbre con el pasar del tiempo. De hecho, es importante comprender que las redes sociales bien utilizadas pueden ser una gran herramienta. Al menos en el palo de la redacción, la música, el diseño, el arte y la cultura en general, hay obras que podrían morir sin pena ni gloria si no existiera Internet.

Este progreso en los medios de comunicación sociales ha permitido que quienes nos desarrollamos profesionalmente en ellos podamos exponer nuestros trabajos libremente, sin sufrir censuras. Muchas de nuestras creaciones que probablemente en los grandes medios no tendrían lugar, hoy tienen su rincón en sitios web y pueden ser vistos por quienes decidan así hacerlo. A su vez, estas personas pueden criticar con la misma libertad con que los otros expusieron.

Sin embargo, en todos los medios surgen inconvenientes e Internet no es la excepción. Ciertamente, la velocidad - uno de sus rasgos característicos - puede ser un arma de doble filo. El pseudoperiodismo no ha sabido comprenderlo y ha jugado torpemente con la veracidad de la información que manejan. Se olvidan de que en el instante en que “suben” una noticia la misma comienza a circular a una rapidez incalculable. Esto ha ocasionado más de una vez daños gravísimos, ya que muchas cosas no se chequean antes de ser publicadas. El ejemplo más cercano es el de la situación vivida en Córdoba y otros puntos del país los primeros días del diciembre pasado.

Uno puede dar mil vueltas y analizar de variadas formas el milenio social media, pero hay algo que es indiscutible: la información es de todos, no existe la propiedad privada. Lo que está dentro de la red es público por más trabas legales y derechos de autor que le quieran imponer.

Constantemente me pregunto qué tan distintas pudieron haber sido las cosas durante la última dictadura cívico-militar-clerical si hubiera existido Internet. Supongo que Walsh podría haber viralizado su investigación “Operación Masacre”  y el efecto seguramente habría sido mucho más efectivo. Quizás la sociedad argentina se hubiera enterado antes de lo que estaba pasando. También imagino que Conti, Santoro, Urondo, Gelman, Constantini, entre otros, podrían haber expuesto sus manuscritos en blogs y portales para no tener que enterrarlos y quemarlos, o enviárselos a algún amigo que los escondiera bien para luego poder editarlos y convertirlos en muchos de los libros que hoy conocemos. Hasta por ahí se podría haber armado algo así como lo es la radio o el blog zapatista, donde se transmiten programas y se comunican acciones urgentes sobre sus luchas utilizando pseudónimos, cambiando los IP.

El ruido, quizás, hubiera sido tremendo. Ahora bien, ¿La gente hubiera reaccionado con la misma rapidez con que reacciona actualmente para armar convocatorias “de cacerola”?, ¿El servicio de inteligencia de los milicos hubiera sido el mismo que utilizan actualmente los yanquis para hacer servicio de espionaje en Latinoamérica?

Son preguntas retóricas, al fin y al cabo.