El día que explicaron a Charly García

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LIBROS DE ROCK NACIONAL

El día que explicaron a Charly García

05 Noviembre 2023

A nada ni a nadie que sirva para agigantar la grandeza de nuestro artista más importante de todos los tiempos va a recibir de mí una crítica negativa, aunque lo que se diga sea burdo y repetitivo, o sea tan sofisticado que solo lo puedan entender unos iniciados (en psicología, en música, en filosofía o en lo que sea). Rápidamente me siento aliado al personaje y al proyecto, porque lo único que importa es comprender e invitar a otros a comprender a nuestro genio más grande. Esto es lo que intenta hacer Dante Sandrigo en su flamante libro: Charly García: el vicio de la eternidad. Un análisis filosófico y poético de su obra.

Lo que hace Sandrigo es esto, para mí: le explica a la eternidad lo que dicen las letras de Charly, banda a banda, disco a disco, tema a tema. No sé si es un género que me guste (¿qué género sería? No leí otros libros con este formato, la verdad, aunque mi hija me asegura que ya hizo esto con las letras de Taylor Swift), pero me parece válido porque él tanto o más (o menos) que yo escuchó miles de veces las bandas, los discos y los temas de Charly, pero no creo que en el futuro nadie vaya a tener el tiempo suficiente para escucharlo como lo hicimos nosotros, que lo escuchamos en cassette, en vinilo, en cd, en Spotify y en el soporte que sea, porque es una música y una letra que nos acompañó desde que nacimos —escribo en plural porque por lo general no confío en la primera persona del singular, pero en este caso porque efectivamente estoy hablando en nombre de miles de personas, millones de argentinos que crecimos escuchando a Charly, que crecimos y cambiamos gracias a Charly.

Quiero decir: para nosotros, tal vez, el libro de Sandrigo sea repetitivo, pues ya pensamos (reflexionamos, lloramos y amamos) algunas de las canciones de Charly, pero para las nuevas generaciones la apropiación, la explicación o el comentario de sus letras, lo que Charly quiso decir o lo que presumimos que Charly dijo en sus canciones, puede ser de mucha ayuda —debo confesar que algunas canciones que “sabía de memoria” recién asumieron su significado contundente leyendo este libro de Sandrigo, evidentemente no debo confiar ni en mi memoria ni en mi interpretación. Sandrigo nos despliega lo que las letras de Charly (a veces más allá de Charly mismo) nos dicen sintética y magistralmente.

Desplegar un comentario de un verso supone un riesgo, pues el verso suele ser deslumbrante y puede desvalorizar cualquier explicación, sucede a veces en el libro, pero bien vale la pena correr el riesgo al ridículo si el resultado es un proyectil al futuro para que éste entienda nuestro pasado, nuestra formación, lo que vivió la Argentina durante el final del siglo XX y comienzos del XXI, y que una persona, Carlitos-Charlie-Charly García, no solo lo puso en palabras y en música, también lo mostró en diferentes facetas, desde distintos ángulos, a veces de modo velado o indirecto, a veces de modo directo y mirándonos a los ojos. Nadie como él lo hizo nunca en nuestro país.

Sandrigo desglosa tema por tema, y si bien no se detiene en todos los versos de las canciones, sí elabora las 208 canciones que Charly compuso.

Sandrigo desglosa tema por tema, y si bien no se detiene en todos los versos de las canciones, sí elabora las 208 canciones que Charly compuso. Algunas las contextualiza; en otras, explica a quién se refieren; otras las considera autorreferenciales; otras, himnos generacionales; indica en algunas los cambios que sufrieron desde una primera versión grabada en vivo, por ejemplo, a cuando quedaron plasmadas en estudios (cosa que los que leímos los dos tomos del libro de Roque di Pietro: Esta noche toca Charly, ya lo sabíamos), como sea, a casi todas Sandrigo las enriquece con sus aportes. Es increíble, o lo sería si no se tratase de Charly García, pero la enorme mayoría de esas 208 canciones soportan un análisis minucioso, y ni siquiera así su brillantez se opaca un poco, aún quedan muchas otras posibilidades de interpretación y disfrute, porque esto es lo que aporta Charly: no solo una inteligencia muy sofisticada y unas dotes inigualables para captar en pocas palabras lo que le pasa a millones de personas, sino también y principalmente hacerlo por medio de un goce compartido (es lo que habría logrado Charles Chaplin según el decir de Walter Benjamin, que tanto revuelo trajo en su momento dentro del pensamiento “crítico”). Sandrigo adjetiva como “espléndida”, “emblemática”, “notable”, “de las más inteligentes”, decenas de las canciones de nuestro genio, y considera “Eiti Leda” como “la más grande canción de Charly, quizás de la música universal”.

Sandrigo (no) exagera cuando dice, envalentonado, que “Charly García es el mejor artista de la canción popular del mundo”, aunque me alegra no haber sido yo el que lo dijo, pero a la vez me pone muy feliz que alguien lo haya hecho, pues comparto esta convicción. No sé si El mejor, el número 1, porque en el mundo hay algunas otras estrellas brillantes, pero sí uno de los 5 mejores, tal vez uno de los 3 mejores, tal vez el mejor de todos, pero que tuvo la mala suerte de nacer en un país económica y conceptualmente dependiente. Si Charly hubiera nacido en un país de habla inglesa, ¿quién tiene dudas de que su influencia y su repercusión hubieran sido muy diferentes? Todos sabemos el deseo de pasar al inglés que dominó a Charly allá por los años ochenta, y cómo Joe Blaney, el productor que él tanto respetaba, lo disuadió: sus metáforas pertenecían a una lengua dominada: el argentino. Su inconsciente pertenecía al argentino. Quizás en este dato menor reside la grandeza de nuestro poeta nacional (Sandrigo lo considera un poeta, y yo también). 

Sandrigo (no) exagera cuando dice, envalentonado, que “Charly García es el mejor artista de la canción popular del mundo”.

Pero bueno, voy a decir un par de cosas que me irritaron del libro. En algunas interpretaciones Sandrigo se ve superado por la crítica, y plantea cuestiones que no compartimos, como cuando al comienzo afirma que “no se hicieron trabajos serios analizando sus características compositivas”, despreciando los más de una docena de libros que elaboraron con profundidad la obra del genio, desde el temprano de Mara Favoretto: Charly en el país de las alegorías, hasta el más reciente de Diego Madoery: Charly y la máquina de hacer música (como ya dije varias veces, la obra de Charly se desglosa en diferentes niveles: las letras, la música, las interpretaciones en vivo, sus apariciones mediáticas, sus trasnoches, sus apropiaciones y traducciones, etc.; Sandrigo permanece en un nivel de análisis). 

Lo ridículo es cuando afirma que nadie se percató del error sintáctico en “El día que apagaron la luz”, pues él cree que “a la frase le falta una preposición: lo correcto —escribe— es “el día EN que apagaron la luz” (la mayúscula pertenece a Sandrigo). Error. “Que apagaron la luz” es una proposición incluida adjetiva (PIA), funciona como adjetivo de día. No entiendo para qué Sandrigo se pone en maestro de lengua, aunque sí entiendo cuando sostiene que “en nuestra opinión y a la distancia” tiene razón Patricia Perea con que hubo un ensañamiento injusto del músico para con ella cuando la llamó Peperina: tal vez le salió el provincialismo del alma. El último error que voy a indicar compete a un verso de “De mí”, un tema que para la crítica inaugura la etapa auto referencial del genio. Sandrigo escribe: “no pienses que estoy solo, estoy comunicado con todos los demás”, cuando Charly escribió: “estoy comunicado con todo los demás”. Es una diferencia mínima, tal vez sutil, pero fundamental.

El primer recital al que fui en mi vida, fue Bicicleta, en Obras. El primer disco que compré fue Vida, de Sui Generis. Todo esto sucedió cuando ya había empezado la década del ochenta, es decir, cuando Charly ya había creado (y des-creado) algunas de las bandas de rock más trascendentales de la Argentina, y yo tenía trece años. Sigo pensando algo que ya dije muchas veces: la obra de Charly García es enorme, tanto por su tamaño como por su calidad. Sin embargo, va a seguir creciendo en el futuro, cuando tengamos más capacidad de procesar la información que irradia este fenómeno.