Crónica del Festival Boutique Cuero 2019

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Crónica del Festival Boutique Cuero 2019

27 Enero 2019

Por Franco Dall’Oste
Fotos de Leo Coulon para RVT Producciones

Todo empezó un día comprando maderas en un local de Mar del Plata. Había acompañado a un amigo que estaba construyendo algunas instalaciones para el Festival -estuvieron a cargo de Estudio Oso- cuando tuve un presentimiento: que el sentido del evento tenía que ver con ese ambiente rústico, con la idea de comprar unas maderas y construir algo con las manos. Más tarde, entre mates, pintura, lijas y las letras C-U-E-R-O recortadas y apoyadas sobre el pasto, junto a él y su compañera nos pusimos a imaginarnos lo que nos esperaba.

El festival se haría en Sierra de los Padres, en el camping La Casualidad. Contaba con una zona central donde estaría el escenario; al sur de esta, había un laberinto de setos altos y recién podados, mientras que al norte, entre los árboles y arbustos, habían claros perfectos para tirarse a tomar mates o dormir una siesta al sol. Más allá, una pileta paradisíaca era seguida de metros y metros de pasto verde con arcos, cancha de fútbol-tenis y de voley; y, al final de todo, un monte fresco y cómodo donde podríamos acampar.  

Después nos pusimos a pensar en el nombre, “CUERO”, ¿qué nos decía? ¿qué quería transmitir esa palabra? Ese día nos salieron 3 o 4 cosas, pero a lo largo de todo el Festival me quedé con una que las integra: que está hecho con las manos, con el cuerpo; con la piel expuesta, con el sol quemando la espalda y la cara transpirada. Porque a diferencia de otros, este Festival no está hecho por una gran productora filial de la filial de qué se yo qué otra productora yankee, con CEOs y plata para alquilar inmensos predios en medio de la ciudad, llenarlos de sponsors y revolear un line-up como un batido de nombres e influencers al azar. No, Cuero está hecho por un puñado de pibes y pibas -que se congregan en RVT Producciones- como vos y como yo, que se mandaron en plena macrisis a construir un espacio único que integre no sólo la música (y no sólo el rock, concepto ya desgastado hasta el hartazgo) emergente e independiente, sino también el teatro -estuvieron Los Bla Bla, Noelia Custodio y Srita. Bimbo, Campo, Mano a Mano circo, entre otres-, pintura y muralismo -Diego García Conde y NARB Visuales-, instalaciones y proyecciones -Estudio Oso, Disawk, Macumba; Juani Angaroni y Florencia Ondona-, charlas, feria de diseño-organizada por Femur Familia-, de discos -Disquería Felina de La Plata- y muchísimo más.

El plato fuerte

Quizás la música sí fue el plato fuerte del evento, pero hasta en los recitales de Un Planeta -siempre prolijo y contundente-, Ca7riel -pura energía y magnetismo-, Pérez -buen cierre-, Femigangsta -bien incluida en el line-up-, Gutiérrez, Yataians, Ibiza pareo, Villa Diamante, Rumbo Tumba, Kaleema, Emisario Submarino, Ex colorado, Kuripana Kasapalma, Franca, Ceres, Chila, Zoka y De Queruza (quisiera reseñar a todes pero no terminaría más la nota), se pudo percibir que algo flotaba en el aire, un sentimiento de comunidad, de integración de las partes y de sincera comodidad. Y con Los Espíritus este sentimiento llegó a su climax: con un show de casi 2 horas y media -Prietto terminó pidiendo que la gente chifle para seguir todavía más-, con un sonido arrollador como siempre, y con una soltura y diversión increíbles, la banda que era el plato fuerte del sábado terminó por asentar y explicitar eso que ya todos y todas sentíamos por dentro.

Pero no terminó ahí: la propuesta continuó el sábado a las 4 de la mañana con una Fiesta Sigilosa y un fogón. La primera era una fiesta electrónica con auriculares y 3 djs (Mundo Perro, Cuarentena y Bailen Room), entre los cuales el usuario podía alternar apretando un botón en el mismo dispositivo. Resultado: un mar de doscientas personas brillando verdes, rojas y azules, bailando y disfrutando entre las instalaciones y las proyecciones dispuestas entre los árboles. El segundo fue un círculo de al menos cien personas rodeando un fogón cuyas llamas parecían alcanzar a la luna que brilló como un inmenso reflector toda la noche, mientras se podían oír las dulces melodías de Forasteros de Madera -una propuesta acústica con violin, banjo, bajo y guitarra criolla-.

El domingo a la tarde, a su vez, hubo otro set de djs (Villa Diamante y Rumbo Tumba) en el centro del laberinto, con degustación de Jagermeister incluida.

Las manos en la tierra

Un día antes del Festival fui con mi amigo a instalar el cartel del escenario. Cuando llegamos al camping nos encontramos con el detrás de escena: pibas y pibes yendo y viniendo de acá para allá con herramientas en las manos, recorriendo el predio que se extendía como una alfombra de pasto por varios cientos de metros; gente armando el escenario o descargando equipos; el grupo de cocina desgrasando el pollo y dorando kilos y kilos de cebolla; y los chicos de la productora con las manos repletas de tierra por haber cavado la zanja para enterrar unos cables.

Eso mismo vi los dos días del Festival, y -creo- es lo mismo que vieron todas y todos los que asistieron, desde aquellos que pagaron entrada, hasta los y las artistas que se quedaron a acampar y se integraron al mismo sentimiento de comunidad que el resto. A su vez, que los shows siempre fueran puntuales, con un muy buen sonido y una escenografía que acompañó al hermoso diseño que imaginó TEG Estudio, ayudó mucho a que esto se sienta tanto abajo como arriba del escenario.

La Feria de Diseño contó con una linea de stands repletos de posters, postales, cuadernos, productos de cerámica, ropa y muchísimos productos más, muy bien presentados y con precios súper asequibles. Lo mismo sucedió con la comida y la bebida: nunca faltó y siempre estuvo a la altura.

¿Se imaginan tener que entretener a mil personas durante dos días enteros y una noche? Y sin embargo, dio la sensación de que no quedó un bache de tiempo sin que la organización nos estuviera proponiendo algo nuevo. Las mil personas recorrían el predio como una gran carpeta sobre la cual iban apareciendo, aquí y allá, nuevos shows y entretenimientos -o bien los recitales, o las mesas de ping-pong, el fogón, las fiestas con auriculares o encontrar el centro de un laberinto-. Incluso el domingo a la mañana se pudo participar de la charla con el juez de garantías Juan Tapia, el abogado y periodista Juan Manuel Suppa Altman, y Gabriel Díaz, de la Agrupación Marplatense de Cannabicultores, quienes hablaron sobre la plantación de cannabis, la historia de su ilegalidad en la Argentina y abordaron distintos casos para comprender mejor cómo actúa el código penal en cada caso.

El clima acompañó todo el fin de semana, como si se hubiese acoplado al ánimo colectivo de constante paz y diversión. No hubo desmanes, ni ningún tipo de discordia en ningún momento, ni tampoco la invocación a la famosa y trillada cultura del reviente de otros tiempos.

De nuevo: en la palabra “Cuero” se transmite con muchísima fuerza lo que fue el Festival, una articulación de esfuerzos de pibes y pibas laburando para construir un espacio repleto de actividades, que integró todas las artes, en un ambiente hiper cómodo y divertido. Y esta tercera edición es, a su vez, un escalón más en la construcción de una posición y un prestigio en la escena que ya, de sobra, merecen, no sólo por haber sido ambiciosos con el line-up, o por el gran nivel organizativo, sino por ese plus que han podido encontrar en lo que se genera en cada une de les que pudimos estar ahí, en esa experiencia colectiva.