Arte y militancia: La Franela y el sonido impoluto

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Arte y militancia: La Franela y el sonido impoluto

30 Septiembre 2018

Por Agustín Ocaño

 

Una vez encontrada la representación musical con el dinamismo de la sociedad y la interpelación política, vamos direccionando el clamor popular con la canción y su significado. Entendiendo las cuestiones de épocas, caminamos por el sendero de lo colectivo para tratar de ver cuál es el sentido de la música que va provocando la interpelación propia de cada persona. La consistencia en un punto principal que no se diferencia del contexto en el que nos paramos, aquel de lo nacional y popular. Nuevamente nos detenemos a escuchar el realismo artístico que hace manjar en el sistema social. Es que a pesar del ocultamiento mediático, las interpretaciones personales se transforman en interpretaciones colectivas de difusión.


Las cualidades sonoras construyen y hacen formaciones de lucha. Se diferencian de las representaciones y dominaciones, para enfrentarse a poderosos a través de escritos. El alarido musical, en la blanca y responsable virtud de empoderamiento ciudadano, nos hace dar cuenta que hay algo oculto en cada punto de encuentro. No hablamos de invisibilidad, sino de tratar de ver y diferenciar aspectos personales que sobrepasan el individualismo para convertirse en un colectivo popular. Así se logra hacerle frente a la hegemonía comunicacional que bastardea a los y las artistas para seguir buscando cuál es la mano empresarial que lo sostiene.
“Los músicos tenemos motivos para apoyar”, dice un comunicado del año 2013, en donde una vez más estaban del lado de una mujer argentina, Cristina Kirchner. Artistas de la talla principal de la sociedad Argentina se mostraron en muchas oportunidades cercanos al proyecto nacional y popular. Es que las distintas ramas de músicos/as han demostrado que la transformación cultural impide el ahogamiento del pueblo y sirve como sinónimo de lucha. Es la capacidad de entender las negaciones por culpa de la naturalización de las cosas y así no caer inmersos en la etapa de destrucción personal. Estos emblemas del entendimiento artístico son quienes descubren a simple vista cómo el sector conservador hace énfasis en el ataque a las mediaciones. Los y las derechistas acérrimo/as impiden que el sentido de la música impacte de lleno en la sociedad, para que nadie capte las formas en que ese sonido indica el descubrimiento de cuestiones políticas que sobrepasan la realidad.
 
 
El propio sentido de las cosas

“Fue tan bueno”, indica unas de las canciones de La Franela que puede verse y entenderse desde distintas formas y en distintos ámbitos. El sólo hecho de creer que parte de una persona hace rememorar contextos que circulan en un lugar con salida cercana. Es como el pensamiento de cosas que podrían regresar. El comenzar a ser una entidad sonora que continuamente se escucha en dispositivos, hasta terminar en un himno personalizado en alguien. Marca realmente un magnífico escape a la actualidad del país.
Durante el año 2014, momento en el que sale a la luz el magistral sonido con palabras reales y sentimientos encontrados, estábamos sumergidos en el apoyo cultural hacia un proyecto y persona que representaba vehementemente los puentes de conexión entre cada artista. Un pueblo que veía del otro lado una homogeneización constante con puntos de responsabilidades políticas y sociales, como así también la cultura artística que por primera vez formaba parte de un proyecto de país. Muchos y muchas creerán que “La Franela” tiene un destino marcado y que sus integrantes se la juegan al decir las cosas. Y sí, es así. “Con el gobierno de Cristina Kirchner la gente vivía mejor, comía y subsistía” decían en el 2017. La banda dejó clara su posición. Son quienes luego levantaron la mano para hacer de sus canciones un hito musical que formaría parte del recuerdo popular y el regalo hacia un colectivo de personas. Aquellas donde su único interés es tratar de entender por qué las distintas comitivas se ensucian las manos en teclados de dinero concentrado. Es importante entender cómo la mayoría de las canciones de esta banda de rock se transformaron en un sinónimo de capacidad. Una forma de entender distintos vocablos para saber en qué lugar de la historia estamos parados, y así hacernos eco interno para explayarse en la sociedad. 

A mí sí, ¿a vos?

A todos y todas nos interpela algo, políticamente hablando. Cuando la música se mete en estas cuestiones de resonancia social algo sucede en cada persona. Es como una eficacia frente al fracaso del derechismo absurdo y los hegemónicos. Tenemos que entender que cuando de sonidos y canciones hablamos nos referimos a un discurso en el orden de generar un impacto de conciencia en la sociedad que va enmarcado con la cultura popular. Hay canciones como “Puente”, también de La Franela, que nos invita a reconocer cuestiones básicas de aprendizaje social, que le hacen sentido a la persona. Un claro ejemplo de conexiones internas y externas que se encaminan para desarrollarse en la cotidianeidad y así procurar que cada uno y una entienda desde el lugar que más cómodo le sea.
Lograr identificarse con un modelo puede ser un dolor para los y las artistas. Aunque muchos de ellos y ellas no temen ni deben nada a nadie. Ninguna cosa debe ser de carácter tenebroso. Es más, la lucha parte de escritos en carácter de reclamo por la libertad aprisionada en enfrentamiento con otros medios. Y desde ahí hablan, desde la confrontación con los sectores mediáticos hegemónicos que no soportan la comunicación recíproca entre la masa popular con los y las cantantes. Intentan denostar cualquier letra, sonido y hasta opinión por el sólo hecho de seguir destruyendo las cuestiones culturales, artísticas en conjunción con lo social. Ningún sector conservador o grupo concentrado puede discutirle a bandas como la que transitamos en estas líneas. ¿Por qué? Porque son quienes caminan y recorren gran parte de nuestro país y la patria grande. Pueden deslizarse y hacer fijaciones constructivas dentro de un modelo de país a través de la música. Pueden hacer relumbrar lo que consideran bueno para el pueblo a través de un micrófono con aires asombrosos de creatividad. Pueden representar a gran parte de la sociedad y ver lo que les aqueja a cada uno y una. Pueden relucir lo que quieren para el futuro y lo que ven del presente. Pueden incomodar a la clase alta y hacérselo notar. Pueden coincidir con los gobiernos desde el 2003 al 2015, porque tienen el derecho. Pueden y entienden desde donde se están parando en la Historia argentina y latinoamericana.


Es necesario entender lo que producen cada una de estas cuestiones en la persona. Cómo el simbolismo de la música nos deja inmersos e inmersas en procesos de relaciones y circulación que reflejan las situaciones cotidianas. Porque cuando las canciones actúan por destino propio y no se entremezclan con las relaciones de poder, son una demostración que se están parando frente a quienes se repliegan en la tergiversación absurda de la vida. Hacernos eco de lo que hablan esos temas es mirar de reojo distintos ejes que forman las dinámicas diarias. Entender por qué me está diciendo eso, con qué propósito y hasta qué lugar me quiere llevar. Un claro ejemplo de terminar con el silencio de los medios, hasta hacerlos relucir con canciones que van a impactar nacionalmente. Terminar con una construcción desde el lado mediático por sobre la audiencia, y darnos cuenta que del otro lado también hay algo para decir. La Franela nos dice muchas cosas, el rock nos dice muchas cosas y el sonido, en mezcla con palabras, nos indica que mayoritariamente hay algo oculto en cada letra, donde es una o uno quien tiene que sacarlo a la luz.
Es notable cómo muchos de los estilos musicales se unen por un sólo grito. El sonido puede ser diferente, pero el planteo es el mismo. Pop, Rock, Cumbia, Folklore, entre otros, tienen la capacidad de llevar adelante un único discurso social. Desde ese punto, consideramos importante a la música sabiendo que el sentido de la música “está ligado a las articulaciones en las cuales dicha música ha participado en el pasado”, diría un tal Vila. Es por eso que no nos podemos alejar de ningún estilo en particular, porque en la mayoría de los casos las luchas sociales se enmarcan con el arte.

Lo clave de todo esto es que pudimos recorrer diferentes cuestiones de la cultura y el arte que se desarrollan en el ámbito popular. La conexión entre la música, la sociedad y la política nos golpean el hombro para que nos demos cuenta de que algo nos están diciendo. Es el momento de plantarse en un lugar y desde ahí reflejar las distintas transformaciones a la que nos lleva la música y los y las artistas, los y las autores/as. Caer a la existencia diaria es parte de la realidad y así enfrentar a la sombría comunicación hegemónica que tiene aliados neoliberales y destructores de la masa. 

Es importante centrarnos en el rock para demostrar, una vez más, que puede haber una conjunción con distintos ámbitos de la sociedad y estilos musicales. Durante estas líneas se pudo desarrollar la idea amplia de desconcentración de estigmatizaciones que fueron puestas como sentido común desde las relaciones familiares, hasta el discurso televisivo. Así también, los proyectos políticos  nacionales y populares que forman parte de la lucha desde hace años, donde los músicos encontraron el abrazo colectivo que nunca tuvieron y que perdieron hoy en la actualidad. Asimismo, nos damos cuenta que más allá de la practicidad y los recursos teóricos obtenidos durante nuestra vida, no podemos dejar de lado el aprendizaje urbano de cada ciudadano. Si descuidamos esa parte, ponemos en riesgo un proyecto de país con virtudes sociales, políticas, económicas y culturales. El arte salva, pero nosotros y nosotras somos quienes tenemos que hacer que ese arte reavive el fuego interior que ahora quieren volver a apagar.