Alejandro Parisi: “No me considero escritor, soy narrador porque vengo de otra clase social”

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    Tapa libro Delivery
ENTREVISTA LITERARIA

Alejandro Parisi: “No me considero escritor, soy narrador porque vengo de otra clase social”

10 Diciembre 2023

AGENCIA PACO URONDO dialogó con Alejandro Parisi, guionista y escritor argentino que acaba de reeditar Delivery, su primera novela publicada en el 2002 por Sudamericana. Además es autor de El ghetto de las ocho puertas (2009), Un caballero en el purgatorio (2012), La niña y su doble (2014), Hanka 753 (2017) y Los pájaros negros (2021) entre otros.

Año 1999, el fin de un siglo y de una década que dejó a la sociedad de rodillas y a un país al borde del caos. Martín tiene veinte años y recorre las calles en un ciclomotor haciendo delivery de empanadas. Su vida familiar se reduce a un padre con el que se lleva mal y una madre de la que no conserva ningún recuerdo. Su futuro es incierto. Hasta que, al simple reparto de empanadas, suma un nuevo trabajo: delivery de cocaína. Entonces se abre otra puerta. Más responsabilidades, mucho dinero, fiestas y excesos. Anestesiado por la velocidad, envuelto en una indolencia brutal, dedica el resto de su tiempo a dormir, a deambular entre relaciones superficiales que terminan con el final de cada noche.

La primera novela de Alejandro Parisi mantiene, dos décadas después de su publicación original, una vigencia incontestable en un país cada vez más hostil, poblado de jóvenes que buscan sobrevivir y hacer pie a cualquier costo para escapar de su destino.

APU: ¿Cómo fue tu acercamiento a la lectura y la literatura?

Alejandro Parisi: Fui al colegio de curas desde los 4 a los 18 años, en Lugano. Yo quería jugar a la pelota, salir con chicas, esa era mi vida. Los veranos íbamos a San Clemente, veía que mi vieja leía, éramos cuatro en un departamento de un ambiente. Y mi vieja cambiaba los libros, ahí empecé leyendo Patoruzú, Condorito, esos que uno lee en la playa. Hasta que agarré uno de la colección Robin Hood, El mundo perdido de Arthur Conan Doyle. Ahí empecé a leer los veranos, pero siempre me gustó escribir desde la primaria. Me lo tomé en serio, me crucé con un grupo de pibes que eran más grandes que yo, me enseñaron a leer, a Rimbaud, Verne, Bukowski, y me formaron. Luego fui al taller literario y empecé a leer más sistemáticamente, siempre muy ecléctico, de un lado para el otro.

APU-¿Son importantes los talleres literarios?

A.P.: El taller sí porque era muy errático, no tenía formación, disciplina, paciencia. Es entregar texto una vez por semana. Escribía cuando tomaba un whisky porque creía que la literatura era eso y no es así, hay que estar pilas para escribir, después tomás el whisky tranquilo. Esa sistematización me ayudó a entender que el taller literario te educa en un montón de cosas. Lo más importante es cortar el nexo afectivo con lo que vos escribís, lo hice a los 18 años, cuando uno es muy leche hervida, y pensás que cuando te critican el texto te están criticando como algo personal. En el taller aprendí eso, entendés que lo que se evalúa es el texto. Es algo que vas aprendiendo.

APU-¿Cómo comenzaste a escribir Delivery?

A.P.: El libro es una novela de iniciación total. No está basada en mi vida. No es autobiográfica. Pero me movía en ese ambiente. Nosotros salíamos los sábados a la noche con dos grandes amigos, uno trabajaba en un negocio de empanadas y teníamos que hacer tiempo para que él termine y repartiera. Veía la vida de los pibes, un horario partido, muy sacrificado, cobraban mal. Esto es a fines de los `90. Lo que describo es entre el `97 y el 2000 previo al estallido del 2001. Estábamos todos mal, salía a buscar trabajo con el menemismo, la noción de que no hay futuro, de que vas a la escuela, te rompés el culo, y no sirve de nada. Es curiosa la similitud con lo que estamos viendo ahora. La escribí en ocho meses, tenía una libreta que la iba escribiendo por escena. Cuando se publicó la novela me agarró el 2001, Luis Chitarroni decidió publicarla y salió en octubre del 2002. En diciembre me fui a vivir a España y perdí contacto con la novela, se saldó luego en Coto a los dos meses.

“Para mí la literatura es un espacio de esparcimiento en el sentido intelectual”.

APU: El contexto social en el que transcurre la novela y la historia de los personajes, ¿se lo pueden asimilar con la situación actual de crisis?

A.P.: El contexto social es parecido porque estos pibes son de clase media. No son pibes pobres, pero con un azar de lo que viene que no saben qué van a hacer. Hay una escena donde el Negro caga a pedos a Martín porque se fumó un porro. Eso habla mucho de mi generación. Nosotros salimos de la dictadura, fumamos porros y hoy los pibes fuman porros en la calle, no lo estoy condenando. La cocaína fue la droga del neoliberalismo. Así como en los `60 fumaban porro para salir de la realidad, en los `90 tomaban falopa para trabajar, para hacer guita.

En la novela hay un realismo, una cámara subjetiva que no te muestra el mundo del pibe. Una micro realidad. Los pibes de ahora están más curtidos con un montón de cosas. Tienen más información que nosotros. Pero al mismo tiempo están más desprotegidos. Nosotros teníamos redes más gruesas, la sociedad era otra y las familias no estaban tan quemadas. Para mí el 2001 nos cambió a todos. Tranquilamente Martín podría ser un pibe de Rappi pero en otro contexto.

APU: El protagonista continuamente busca a la madre que no conoce, desea verla, se la imagina, en medio de esa búsqueda aparece Romy que ocuparía ese lugar de madre. ¿Qué tan importante es la relación con la madre?

A.P.: La madre es el faro. Y creo que Martín duda en pegársela o no, y Romy viene a ocupar el lugar de la madre claramente. Es el ancla a la realidad. Todos alguna vez nos cruzamos con una Romy que nos ordenó los patitos. Sobre todo a esa edad. Cuando te creés que sos inmortal y hasta que ves que el que hacías lo mismo que vos, se fue para el otro lado. Y ahí te entra miedo. Es lo que le pasa a Martín. Y la madre funciona como una ausencia y también como pregunta ¿Por qué? ¿Y por qué nadie le quiere hablar? La personalidad de él tiene que ver con eso. Es un pibe que se quiebra cuando le hacen un té. Está tomando falopa con tres pendejas en pelotas y no le pasa nada. Pero le hacen un té y se quiebra. La madre está muy presente. Yo quería que estuviera presente. Es un canal para humanizar al personaje.

APU: ¿Por qué escribir historias?

A.P.: A mí me gusta contar historias. Me crié escuchando historias de mi abuela. Me gusta hablar con la gente. De hecho, yo vivo de escribir libros que no firmo. De historias de gente que llega a una época de su vida y quiere contar. Me gusta escuchar. Pero hay algo de la escritura que te permite una distancia y hablar. ¿No? Sin que te saquen la ficha, no cuento lo que me pasa.

Leer y escribir son dos actividades que disfruto mucho. Tuve casualidades que me permiten hoy vivir de escribir. Para mí es muy importante porque es un trabajo que me costó mucho lograrlo y aceptarlo.

APU: ¿Y la aceptación de ser un escritor?

A.P.: Yo no me considero escritor, yo soy narrador porque vengo de otra clase social, en mi clase social no hay escritores. Y el desafío de decir, yo quiero escribir pero tengo que tener una herramienta para vivir. Si me dedico a esto me tiene que ayudar. En mi caso me fui con la novela a vivir a España en la crisis del 2001 con mi mujer. Me llevé 10 ejemplares y me los olvidé en una casa por la mudanza de los primeros meses. Al año me llama la chica de la casa que es catalana y me dice, “mi novio leyó la novela quiere hacer una película”. Yo estaba trabajando ocho horas por día de mozo. Me junté con él y resultó que era el hijo de una productora muy importante. El productor me dice “quiero que dejes todo, que escribas el guion de mi película”. Le digo que no puedo, que tengo que vivir de algo y seguir trabajando de mozo para vivir. Entonces me consiguió un trabajo de guionista en una televisión española. Empecé a trabajar y nunca se hizo la película, pero pude conseguir un oficio. Luego empecé a escribir los libros que me pedían.

APU:¿Qué recomendación podés dar para aquellos que se inician a la escritura?

A.P.: Que lean, leer es maravilloso. Me gusta mucho leer porque me saca del presente. Esta novela Delivery es de un presente total. Necesito tiempo para pensar porque a la larga se te cae la careta. Leer y escribir es una ventana, es mostrar otro tiempo y espacio. Mis personajes no leen, no gustan del fútbol, hacen lo contrario de lo que hago. Para mí la literatura es un espacio de esparcimiento en el sentido intelectual.

APU: Escribiste tres novelas sobre historias de personas que vivieron el  Holocausto. ¿Que opinión tenés sobre el atentado terrorista del grupo Islamita Hamas y la guerra entre Israel-Palestina?

A.P.: Hay mucha ignorancia en el tema del Estado de Israel, el pueblo judío es mucho más grande que el Estado de Israel, no todos los judíos y israelíes están de acuerdo con su política. Por otro lado se dice que estamos en contra del sionismo; si un grupo de judíos no se hubiera proclamado sionista, los judíos no tendrían un lugar donde vivir en el mundo porque los matan por todos lados. Cuestionar el sionismo es no conocer la historia del pueblo judío, al mismo tiempo podemos criticar la política exterior del estado de Israel. Después es terrible lo que pasó, vos tenés a Hamás que tiene a los palestinos de rehenes, que el cuartel de Hamás está debajo de un hospital de Palestina. Mandás a decapitar a bebés y después te escondés ahí. Los palestinos son víctimas, al mismo tiempo nunca ningún país árabe le abrió la puerta a los palestinos Y a los judíos los vienen atacando desde que existe el judaísmo, entonces a veces en el discurso de izquierda por oponerse al anticolonialismo se cae en el antisemitismo, o el antisemitismo se maquilla con el anticolonialismo.

Es inhumano por donde lo quieras ver. Israel tiene un problema que está gobernado por la ultraderecha israelí y los israelíes no todos están de acuerdo entonces se confunde todo, acá hay algo antisemita, sobre todo de la izquierda latinoamericana.