Relato de Marcela: "Atrapada por la mafia yakuza"

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Relato de Marcela: "Atrapada por la mafia yakuza"

11 Septiembre 2014

Por Maximiliano Van Hauvart Duart

El Foro desarrollado en Mar del Plata trajo una multiplicidad de voces de diversos países del mundo que aúnan fuerzas para combatir la explotación laboral, la trata de personas y la prostitución. Dentro de esas voces estaba Marcela.

Biografía

Marcela Loaiza nació el 20 de Febrero de 1978 en Armenia Quindío (Colombia). Su madre Libia, después de haber ganado el divorcio, se fue con ella y sus dos hermanos menores a Pereira.

Loaiza hizo la primaria en un instituto del Barrio Cuba, barrio de clase trabajadora. Pasando por tres colegios durante su bachillerato, finalizó su último año en el Colegio Académico Nocturno. Estudió sistemas e inglés en el SENA.

Además de su formación profesional, fue mercaderista, impulsadora, bailarina en discotecas y vendía perfumes por revistas.

Japón y los yakusa

Lo que sigue a continuación es la historia que Marcela ha contado innumerables veces periodistas, corresponsales y cronistas de diversos medios internacionales.

Como consecuencia de la pérdida de su fuente laboral, Loaiza se puso en contacto con unas personas en busca de una oportunidad laboral que la ayudara a mantener a su hija y a su madre. La oferta: dos mil dólares de viáticos, un pasaporte holandés falsificado y la posibilidad de hacer dinero como bailarina en discotecas en Tokio. Le habían dicho que la prostitución era opcional. Tenía 21 años cuando todo sucedió.

Una vez arribada en Tokio la situación tuvo un giro inesperado que la llevaría a un total de dieciocho meses de cautiverio y explotación sexual bajo la supervisión y control de los Yakusa, la mafia japonesa conocida por la explotación sexual, el tráfico de drogas y la fuerte presencia en el mercado negro.

El cambio de nombre y la apropiación de documentación fue el menor de los problemas. Si no conseguía clientes, Marcela se sometía a una sesión de golpes con un bate de aluminio como castigo y advertencia. Presenció la muerte frente a ella una noche.

“Fue una noche, mientras hacíamos la calle, los guardianes, como siempre, nos controlaban y nos intimidaban con baldes de metal y cadenas en sus manos. De pronto comenzó a escucharse un ruido ensordecedor de motos ninjas y todos comenzaron a correr. Era la mafia china que disputaba ese territorio a los Yakuza. Con otra compañera corrimos y nos escondimos en un contenedor de basura, nos cubrimos de basura, cerramos la tapa, pero podíamos ver por un haz de luz. Sabíamos que los chinos mataban a las prostitutas de los Yakuza para debilitarlos, porque éramos su principal fuente de ingresos. De repente vimos a una mujer, también colombiana, que corría hasta que su tobillo quedó atrapado en unas cadenas que le tiraron unos chinos, como si fuera ganado. Cuando se acercaron, ella les suplicó que no la maten, que tenía dos hijos a los que extrañaba y que sólo quería abrazarlos una vez más antes de morirse, que haría cualquier cosa a cambio. No la escucharon, comenzaron a destrozarla con golpes de cadena, su sangre brotaba y comenzó a caernos a nosotras dentro del contenedor.”

Violada y golpeada, terminó más de una vez internada en un hospital de Japón. Entre 10 y 25 hombres por día, durante siete días a la semana.

El escape

En su primer libro titulado “Atrapada por la mafia Yakuza”, la sobreviviente relata el escape de ese infierno que la tuvo atrapada durante más de un año. Fue la insistencia y la perseverancia lo que dio sus frutos. Paso unos meses insistiéndole a un cliente para le diera una mano y la posibilidad de volver a un vida normal. Un cambio de look y un boleto de tren fue la salvación para llegar a las puertas de la Embajada de Colombia pidiendo ayuda entre sus heridas, cortes y cicatrices del cautiverio y la explotación. Cuando la mafia se enteró de lo sucedido, le comunicaron que si quería salir con vida debía saldar su deuda de cincuenta mil dólares.

Vuelta a casa

Marcela contó en el II Foro que su madre no le dirigió la palabra durante un tiempo. La recuperación física y psicológica llevó su tiempo. No fue fácil y menos con el tormento de las vivencias y los sueños que se repetían.

El periodismo colombiano lo le facilitó las cosas. Los periodistas querían saber con cuántos hombres había estado, cuánto ganaba y si tenía descansos. Uno de los titulares de la prensa fue: “Marcela Loaiza: La puta arrepentida presenta su libro”.

La historia se hizo conocida muchos años después de ese fatal suceso. Su marido y sus tres hijas son el pilar fundamental que le permite seguir adelante. Mientras lucha para concientizar a los hombres de las consecuencias de pagar por sexo. La fundación que lleva su nombre ayuda psicológicamente a mujeres, hombres, niños, niñas y adolescentes que fueron expuestos a la trata.