Arte y contexto: a propósito de Marta Minujín, el Partenón y el Nunca más

  • Imagen

Arte y contexto: a propósito de Marta Minujín, el Partenón y el Nunca más

16 Marzo 2017

“hola queridos amigos, la semana pasada posé con uno de los containers de recolección de libros prohibidos en el CCRecoleta. Sosteniendo el libro NUNCA MAS, el libro que liberó todos los otros libros prohibidos, quiero dar a entender esa idea, QUE NUNCA MAS UN LIBRO SEA PROHIBIDO. Mi Partenón es el Partenón de la paz y de la tolerancia en la diversidad, con libros prohibidos de todas las partes del mundo. Nunca se me hubiera ocurrido banalizar semejante atrocidad. No me malinterpreten. LOS QUIERO y por favor depositen libros prohibidos en cualquier época y en cualquier momento y en cualquier país. Abrazos brillantes y ARTE ARTE ARTE, Marta”, posteó Marta Minujín (incluidas las faltas de ortografía y los gritos icónicos) un día después del 8M en su muro de Facebook.

El descargo, la ocurrencia de un ¿nuevo? Partenón (esta vez) de “libros prohibidos”, la convocatoria abierta (acrítica en relación a su propio antecedente) y el emplazamiento de la obra en el Centro Cultural Recoleta, así como algunos otros asuntos justifican estas reflexiones breves y, seguramente, apresuradas.

Las primeras preguntas que se me impusieron cuando ví el post de la convocatoria (Minujín al lado de un contenedor de basura para reciclar, en ademán de tirar allí un ejemplar del informe Nunca más) que a esta hora ya fue eliminado (cada palabra de este texto resuena, me resuena, con la brutalidad de otra escena), fue: ¿qué falla o enigma concierne a una obra que necesita ser validada por su autora antes, incluso, de que esa obra tenga alguna materialidad? ¿Qué tipo de ideología o de ética o de valoración estética sustenta una obra basada en el desecho/rescate de libros que, alguna vez, fueron censurados y ahora se convertirán en los ladrillos simbólicos de la réplica de uno de los emblemas de la cultura clásica occidental?
 
Envuelta en mis propias dudas, recordé la circunstancia del estreno de la película El bonaerense, de Pablo Trapero. Era el año 2002. Quizás, el mes de agosto. Como es la costumbre, la distribuidora había organizado funciones para periodistas en el complejo comercial cercano al cementerio de La Recoleta. Inesperadamente, irrumpió el director y dijo, más o menos, lo siguiente: “El bonaerense es una ficción. Así hay que mirarla y disfrutarla, sin tomar en cuenta el contexto histórico”.

El “contexto histórico” de aquellos días eran la fragilidad del gobierno de Eduardo Duhalde (tras la crisis de diciembre de 2001 que había ocasionado la caída de Fernando De la Rúa), el descenso en picada de la moneda, el aumento incesante de la población de pobres e indigentes, el crecimiento del movimiento piquetero, la recuperación de fábricas por parte de los trabajadores.

En aquellos días aún nos era próximo el asesinato a mansalva de los activistas Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (miembros del Movimiento de Trabajadores Desocupados), ocurrido el 26 de junio de ese año, en las cercanías del Puente Pueyrredón. La represión ordenada por Felipe Solá (gobernador de la provincia de Buenos Aires) y que pasó a la historia como “la masacre de Avellaneda”, fue perpetrada por miembros de la Policía Bonaerense.

Tal fue el “contexto histórico” que Trapero pedía que pasáramos por alto al mirar una película filmada en escenarios reales, con policías y patrulleros de verdad, pertenecientes a una institución poco menos que intachable.

El Partenón de Minujín

A un costado el hecho de que, en los ’60, el por art protagonizó una revuelta contra la institución artística y la fetichización (mercantil y académica) del arte. A un costado el hecho de que Marta Minujín fue una de las artífices de la versión criolla de esa protesta (más ruidosa, colorida y lisérgica que política, hay que decir). A un costado el hecho más que evidente de que, en 1983,  el “Partenón de libros” fue “concebido como un monumento a la democracia y a la educación por el arte” al cubrir la réplica metálica con libros, oportunamente, “desaparecidos” por la dictadura cívico-militar. ¿Qué valor adquiere hoy, ese mismo gesto? ¿Se trata del “mismo gesto”?

Y si fuera así, tirar a la basura el Nunca más como acto iniciático de la nueva  colección, ¿admite la lectura única, lineal que propone Minujín?  No a todo.

No porque, en primer lugar, ese libro recopiló todos los relatos en primera persona que sentaron las bases para el juzgamiento y la condena de los responsables del secuestro y asesinato de otras miles de personas.

No porque, en segundo lugar, desechar el Nunca más equivaldría a hacer desaparecer el único libro que contiene la palabra de los sobrevivientes y a través de ella, la de los muertos. Es decir, la prueba del genocidio en sus más recónditas extravagancias. Es mediante ese gesto, que Minujín imita la actitud de la institución militar y de la Iglesia: negar los hechos.

No porque, en tercer lugar, el “Partenón de los libros prohibidos” estará emplazado en el Centro Cultural Recoleta, espacio público perteneciente a la órbita del Gobierno de la Ciudad, es decir, del PRO. Gobierno y partido que, en diez años de gestión, demostraron un desprecio nauseabundo por la verdad histórica, la justicia y la memoria de las víctimas de terrorismo de Estado. Basta recordar la campaña agitada por el ex Ministro Darío Lopérfido para reinstalar la “teoría de los dos demonios”, lo que ocasionó su eyección del cargo, fruto del repudio que le propinaron la comunidad artística y la intelectualidad porteñas en pleno.

No porque, finalmente, Marta Minujín no está convocando a una intervención política en la voluntad de amplificarla a través de la toma de conciencia de lxs que accedan a participar en ella. Marta Minujín, apenas, se imita a sí misma (una vez más, se configura como la gran imitadora de originales célebres o consagrados), pero pasa por alto que el contexto político de 2017, no es el mismo que el de 1983.

Hoy, a diferencia de lo que ocurrió aquel año, la democracia y la república son coartadas discursivas en boca de un gobierno que se columpia al borde del despotismo y la traición a la patria. Un gobierno dispuesto a desposeer a la sociedad de la memoria histórica, de los instrumentos de la justicia, y de la búsqueda de la verdad. En este contexto, ¿a qué intereses favorecen o alivian el “gesto”, ¿el arte? y la rúbrica de Marta Minujín?

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).