Un discurso con aplausos macristas

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Un discurso con aplausos macristas

09 Marzo 2014

Por Juan Ciucci

La apertura del la Asamblea Legislativa a cargo de la Presidenta es uno de los momentos políticos más importantes del año. No sólo por la trascendencia del acto, sino por la capacidad innegable de Cristina Fernández de Kirchner para ordenar los debates y las propuestas del momento.

En esta oportunidad, la atención también pasaba por ser la anteúltima vez que como Presidenta lo haría. Fue un discurso sólido, con una recuperación de los avances de la década ganada, las necesidades presentes y los desafíos por venir (ver discurso completo).

Pero sin dudas el trago amargo que transitamos fue la condena a la protesta social que Cristina realizó. Ya lo dijimos alguna otra vez, ante mensajes similares (ver nota). Pero como se reiteran los argumentos, debemos reiterar la crítica a esas palabras presidenciales.

Es comprensible que desde el Gobierno Nacional se intenten establecer parámetros de convivencia en los cuales se eviten enfrentamientos y posibles disturbios. Pero centrar esos intentos en la condena a las formas de expresión que el Pueblo se da es erróneo. Y proponer una legislación al respecto es peligroso (ver nota). Como un producto del 2001, el kirchnerismo debe apostar a transitar los conflictos sociales sin represión ni judicialización.

Esas protestas y movilizaciones callejeras, para peor, parecieran ser consideradas conflictivas en el discurso presidencial sólo cuando las llevan adelante sectores de izquierda, con una mención explicita al PTS. Es cierto que veníamos de importantes movilizaciones y cortes de calle organizados por ese partido, pero por el peso de este discurso transmitido por cadena nacional, la alusión resultó inapropiada.

En las calles es donde se consiguen las conquistas sociales, en tensión permanente con las instituciones del Estado. En esta década vimos como esos instrumentos nos permitían recuperar derechos, pero siempre fue con el Pueblo en las calles que pudieron consolidarse esos avances. Las grandes leyes de estos años nos encontraron marchando por el país, para reafirmar que aquello que se discutía en ámbitos institucionales era una cuestión de todos.

Y los modos de hacerlo no siempre pueden ser pacíficos u ordenados. No siempre se puede ir a Plaza de Mayo, muchas veces la única oportunidad que tenemos es cortar una calle, para poder hacer visible el conflicto. Si el piquete nace por la expulsión de los trabajadores de las fábricas, continúa hoy porque dentro de esas fábricas logran invisibilizar el conflicto. Al salir a la calle, ya toma estado público. Y no sólo por el caos vehicular, sino por la acción común que implican esos cuerpos movilizados.

Nuestras tradiciones nacionales y populares se encuentran hermanadas con las movilizaciones, con los piquetes, con la resistencia, con el espacio público ocupado, tanto para protestar como para festejar. No es parte de nuestro adn condenarlo. No por nada la bancada del PRO aplaudió gustosa ese pasaje del discurso presidencial, incluso en un ridículo esfuerzo por ser televisados. Son ellos los que le temen a las movilizaciones, los que abogan y son cómplices del orden instaurado. Años de lucha nos han enseñado que el pueblo empoderado sólo puede defender sus conquistas en las calles.