“Está en juego la autonomía de la política”

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“Está en juego la autonomía de la política”

20 Noviembre 2015

 

Por Manuel Barrientos y Walter Isaía

 “Las decisiones que toma el gobierno de Cristina se pueden compartir o rechazar. ¡Pero son decisiones políticas! Y si gana Macri, se está tomando la decisión de no decidir políticamente nada”, explica Alejandro Horowicz, profesor de Sociología de la UBA y autor de libros fundamentales para entender la Argentina del último siglo: “Los cuatro peronismos” –que cumple treinta años en este 2015- y “Las dictaduras argentinas: historia de una frustración nacional”.

En el diálogo, Horowicz lee la segunda vuelta electoral en un contexto global dominado por la “bancocracia”, explica que el respaldo de Domingo Cavallo a Mauricio Macri no es “una casualidad biográfica, sino una política orgánica” y asegura que la gran novedad de la elección fue el surgimiento de un movimiento que expresa la “voluntad política de abajo”.

En una entrevista que le realizamos en 2011, planteó que Cristina Kirchner podía generar un quinto peronismo si se daban una serie de condiciones. ¿Qué sucedió?

Alejandro Horowicz: No se cumplieron. La primera condición era la posibilidad de construir un nuevo programa para el partido del Estado. Una de las fortunas históricas para el primer peronismo es que ingresa al ruedo en el mismo momento en que se produce un cambio de época para el conjunto del orden político planetario. La derrota del fascismo, la victoria de los Aliados, la preponderancia de dos potencias que organizan ese ciclo que va desde 1945 hasta 1989/1991, configura un mundo determinado, donde un hombre al que nadie puede creer que era un conservador -como Richard Nixon- podía decir “keynesianos somos todos”, porque ese era el orden económico-político global. El programa del primer peronismo encaja en ese orden internacional y es un programa posible para el bloque de clases dominante de la sociedad argentina. Eso no quiere decir que les producía una enorme alegría, pero era un programa que podían tomar como propio en ciertas condiciones políticas. El problema es que hoy el programa de ese partido global es el programa de la bancocracia, y las formas de resistencia a esa bancocracia no constituyen un programa de por sí. Son un conjunto de medidas que permiten -en distintas situaciones y con distintas perspectivas- zafar de los golpes más duros, en algunos casos; y en otros, ni eso. Lo que se ve acá, en la Argentina, es que el bloque de clases dominantes, muy compactamente, está alineado detrás de una candidatura. Y no de la otra. No hay división.

¿Esta alineación es reciente?

AH: No, es anterior, porque el nuevo programa que construye el bloque de clases dominante lo hace con el ingeniero Celestino Rodrigo en 1975. Conviene recordar que las condiciones de tomar el salario como variable de ajuste y la idea de la rentabilidad por todo horizonte se produce en esas condiciones. Cuando uno mira qué pasa después de que termina la dictadura burguesa terrorista en 1983, uno ve un hilo de continuidad muy firme. Y esa continuidad es la que permite una “democracia de la derrota”, por la cual, votes a quien votes, los mismos hacen lo mismo. La biografía de Cavallo permite ver cómo el tipo que es presidente del Banco Central de la dictadura, y que transforma la deuda privada en deuda pública, es el mismo que organiza la Convertibilidad con Menem, y el mismo al que le estalla la Convertibilidad con De la Rúa. No es una casualidad biográfica: es una política orgánica.

¿En 2001/2003 se interrumpe ese proceso?

AH: Es una crisis que lo vuelve materialmente imposible. Vos podés discutir si pagás o no pagás cuando tenés con qué pagar. Durante los últimos diez meses del gobierno de De la Rúa se fugaron las reservas completas del Banco Central, no era una discusión sobre si había o no había… En esas condiciones, el gobierno de Kirchner tiene muy pocas posibilidades de un manejo distinto hasta que, en 2006, la recomposición de las reservas y una política de negociación con los organismos financieros internacionales y, sobre todo, con los acreedores privados, permite una recuperación de la autonomía de la política. Y es algo que la “democracia de la derrota” no supone, porque implica un automatismo de los poderes fácticos.

¿Esos poderes fácticos tuvieron alguna vez un candidato tan propio como Macri? ¿Es decir, que no integrara el partido militar o fuera líder de un partido pretendidamente popular?

AH: Es cierto que es la primera vez que no tienen el instrumento de las fuerzas armadas. Esta es la verdadera novedad política. Pero cuando uno mira el entramado de los liderazgos políticos y ve el proceso del propio Frente para la Victoria, no casualmente se llama así y no peronismo; porque no estamos hablando de un nominalismo vacío. Sino que nos referimos a que el peronismo, como partido, hace muchos años que no existe, porque es una cáscara que se enciende un rato antes del proceso electoral y se apaga un día después. ¿Quién conoce algún debate al interior del Partido Justicialista?

Tal vez el último fue en 2005 entre Cristina Kirchner y Chiche Duhalde.

AH: Sí, el problema de la transversalidad abrió un debate, serio e importante, porque se planteaba que, como había sido colonizado el sistema de partidos políticos por esa “democracia de la derrota”, lo que importaba era reagrupar a quienes habían resistido eso. Esa era la transversalidad.  Y la otra transversalidad es la que le permite a Cavallo estar en cualquier lugar de cualquier partido cuando haga falta. Por eso no es casual que Cavallo respalde a Macri.

Macri señaló en alguna entrevista que era una emergente de la crisis de 2001.

AH: La idea de que el emergente de 2001 es, simplemente, un movimiento popular es una ingenuidad. Una crisis tiene muy diversos emergentes antagónicos.

En España, por ejemplo, la emergencia de Podemos fue contrarrestada con el surgimiento de Ciudadanos, que no deja de ser una cáscara de ex funcionarios del Partido Popular.

AH: La idea de que un conjunto de partidos queda deslegitimado no supone que sus ideas políticas se terminaron. En todo caso, que algunos de sus actores políticos ya no son capaces de convocar; que hay una desvalorización de sus activos. Pero Macri ha comprado al radicalismo a precio de remate y ha tomado las viejas ideas del desarrollismo, sin la inteligencia política y la mirada estratégica que tenían Frondizi y Frigerio. Entre Rogelio Frigerio abuelo y el nieto que es economista del PRO median dos bibliotecas, la universidad pública y la Unión Soviética.

¿Lo mismo que de un Pinedo a otro?

AH: Esa distancia es imposible de recorrer.

Una de las grandes virtudes de su libro clásico “Los Cuatro Peronismos” es que lee a ese movimiento en el contexto histórico global. Sin embargo, se observa que el actual debate político y periodístico en la Argentina es muy localista. ¿Cómo se lee globalmente ese balotaje?

AH: En la Argentina prevalece una mirada muy provinciana. Y es un dato absolutamente relevante. Lo que está en discusión es la autonomía de la política. Uno puede estar todo, más o menos o nada de acuerdo con el gobierno de Cristina. Y está en su más perfecto derecho. No considero de ningún modo que votar en blanco sea un acto pro-imperialista. Es un disparate. Votar es del género de los anónimos: yo puedo votar lo que me parezca y decirte a vos cualquier otra cosa. Por eso después gana quien gana y desaparecen todos los que lo votaron. Las decisiones que toma el gobierno se pueden compartir o rechazar. ¡Pero son decisiones políticas! Y si gana Macri, se está tomando la decisión de no decidir políticamente nada. Se está reconstruyendo el modelo que suponía la Convertibilidad respecto de las decisiones económicas. Si el Banco Central se queda sin política monetaria, ¿para qué querés el Banco Central?

¿Tan directamente como eso? Muchos plantean que el macrismo representa una vuelta a los 90.

AH: No, para nada. Una cosa es volver a la estructura política de los 90, y otra es volver en literalidad a los 90. Cuando Macri dice que no va a hacer ciertas cuestiones, por lo menos al comienzo, no está mintiendo: no se puede hacer. Pero sí hay algo sencillo que se puede hacer: si Macri gana, rápidamente arregla y endeuda a la Argentina. Con esa plata fresca, durante dos años se puede hacer un festival. Y vamos a descubrir que muchos de los que votaron K van a reprochar que el actual gobierno “era muy dogmático”. Pero después viene el momento en que hay que pagar la fiesta. Y pagar la fiesta no es un chiste, porque lo aprendimos dura y trabajosamente. La novedad es que hay un segmento muy importante de la sociedad argentina que no está dispuesto a dejarse arrastrar tan tranquilamente a esto. Hay una militancia que ha surgido –y más allá de si vota a Scioli o en blanco- y que va a resistir el planteo de la política de Macri y la va a resistir en la calle. No es que se vota y se termina. Si Macri gana, va a tener enfrente todo lo que es dinámico en la sociedad argentina. Y eso no es un chiste.

¿Cómo observa las acciones de ese movimiento que surgió desde abajo luego de la primera vuelta?

AH: La dirigencia es lo que la dirigencia todos sabíamos que es: bastante poco. Lo que hemos descubierto es que la voluntad política de abajo existe. Y esa puesta en movimiento supone la posibilidad de una nueva dirigencia.