Moulián: “En Chile, tenemos una izquierda o una “antiderecha” que no aparece” (parte II)

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Moulián: “En Chile, tenemos una izquierda o una “antiderecha” que no aparece” (parte II)

12 Septiembre 2011

Publicado en el sitio de Conadu, por Federico Montero y Yamile Socolovsky I . Moulián continúa el análisis sobre el movimiento social en Chile y su relación con la transición a la democracia y el desgaste de los partidos. Aborda también los desafíos en la educación superior y el lugar de Chile en Latinoamérica.

 

Una de las cosas que llamaba la atención tenía que ver con que un movimiento estudiantil como éste no tuviera un acompañamiento visible por parte de organizaciones de docentes.

No hay mucha organización en torno a los profesores. En la Universidad de Chile, por ejemplo, tenemos instituciones representativas amplias -el Senado Universitario es una de ellas- pero se dedican a la gestión interna de la universidad. No existen sindicatos docentes que, además de defender a los profesores universitarios, defiendan un proyecto de educación superior. Hoy día, los profesores nos encontramos mezclados con funcionarios de los mismos sindicatos y ni siquiera estamos agrupados por ramas. Por lo tanto, hay pocas instancias representativas para los profesores.

También se incluyen reclamos como instalar el co-gobierno en aquellas universidades en donde no existe o conseguir la gratuidad de algún segmento de la educación. ¿Considera que hay posibilidades de avanzar en este tipo de demandas?

Con respecto a esto último, no estoy de acuerdo con la gratuidad sino que cada uno pague según sus ingresos. Es decir, que los pobres no paguen pero sí los que tienen mayores ingresos. Este fue un sistema que existió en Chile. Lo que hace la reforma universitaria es introducir este tipo de sistema de pagos. Antes la universidad era gratuita -yo fui a la Universidad Católica y me eduqué junto a compañeros que no podían pagar nada y concurrían gratuitamente. Esto desapareció y se instaló un sistema en el que cada uno pagaba de acuerdo a sus ingresos y no de acuerdo a sus necesidades, que sería la gratuidad total. Es difícil pero es algo que se puede ir obteniendo gradualmente porque significa un desvío de fondos estatales muy grande. En definitiva, se debe tender a que la Universidad de Chile y las demás universidades cabeceras fuesen gratuitas; y que las universidades privadas tengan los aranceles más accesibles posibles. Eso también generaría una reducción de los aranceles, que actualmente son muy elevados. Ha crecido la matrícula universitaria, pero a costa de que los padres se endeuden. Por eso, uno de los reclamos tiene que ver con las tasas de interés de los créditos.

En definitiva, la demanda hacia una mayor gratuidad tiene que ser una de las cosas que surjan de este movimiento, porque también los estudiantes lo han puesto en el tapete. Esta es una de las consignas. Es discutible que no exista gratuidad total para todos, incluso para el que tiene; pero esa tradición en Chile no existe. La reforma instaló otra tradición, que tiene sus dificultades en cuanto a cómo se demuestra el ingreso de las personas y los engaños que algunos pueden instalar frente a eso.

En relación a los procesos políticos que se están viviendo en América del Sur, y teniendo en cuenta la distancia de Chile con respecto a lo que algunos analistas mencionan como un “giro a la izquierda” de la región -con mayores o menores grados de radicalidad- ¿en qué lugar ubica a Chile?

Ciertamente Chile puede ubicarse a la vanguardia de la retaguardia. Somos el país más atrasado en materia de calidad política de las coaliciones gobernantes. La Concertación ya era bastante incompetente, pero por lo menos manejaba un discurso anti-neoliberal. Ahora estamos en manos de una derecha que no va a ser fácil sacar del gobierno y tenemos una izquierda o una “antiderecha” que no aparece. Si no fuera por los estudiantes movilizados, la sociedad chilena hubiera seguido en el silencio en el que se encontraba. El silencio se explica porque se trata de una sociedad acostumbrada a que hablen los partidos políticos, una cuestión que también se ha puesto en el tapete a partir del reciente proceso estudiantil. Esto es un punto de inflexión para que los movimientos sociales se hagan oír y conduzcan. Si bien, como decía, estamos acostumbrados a la construcción partidaria, podemos afirmar que actualmente los partidos han quedado “colgados de la lámpara”. Incluso el Partido Comunista no da signos de vida. Aparecen sus líderes pero no emerge un proyecto alternativo al que existe actualmente. En ese contexto, nos enfrentamos ante un momento muy interesante y significativo, en tanto comienzan a aparecer liderazgos de movimientos sociales que, aunque estén conectados políticamente con partidos, se centran en los propios movimientos. Los medios de comunicación, que son los que instalan en la agenda lo que ocurre en la sociedad, le están dando una gran importancia al movimiento estudiantil. No han podido silenciarlo porque sus iniciativas son demasiado visibles como para poder ocultarlas. En ese punto, los líderes estudiantiles han sido muy astutos.

En relación a los procesos de cambio en América Latina, muchos de ellos surgieron como resultado de grandes crisis sociales, asociadas al fracaso de la implementación muy estricta de los modelos neoliberales. En Chile este horizonte no pareciera estar a la luz aunque estas crisis y movilizaciones abren una posibilidad. Ante esto, los partidos políticos actuales están silenciosos, conformistas; uno no sabe bien qué piensan. Aun así, este movimiento social tiene que conectarse con los partidos, ya que éstos siguen existiendo y, cuando el movimiento se desmovilice, son los que pueden tomar la conducción de las negociaciones a partir de las ideas de reforma lanzadas por los estudiantes. En este sentido, es muy importante ver cómo se desarrolla este movimiento; mi opinión es que tiene que seguir sosteniendo sus iniciativas. Luego también habrá que registrar lo que sucede en el futuro con estos incipientes liderazgos. En 2012 tendremos elecciones municipales; ése es el momento en el que los partidos recuperan la conducción. Pero ante este escenario, sería bueno que hubiera un partido en contrapunto con los movimientos sociales. Es importante que sigan existiendo, que el Colegio de Profesores y la COMFECH no se vayan a sus casas, que sigan planteando sus reclamos. Quizá no en estado de movilización pero sí de deliberación continua y de disposición de temas.

¿Usted cree que en este “estado de desconcierto” de las fuerzas políticas existentes, éstas tienen la capacidad de, finalmente, lograr asumir algunos de los contenidos de esta lucha y llevarlas a la producción de algún resultado político o debería emerger alguna fuerza nueva?

Tiene que emerger algo nuevo. Los partidos políticos no pueden seguir siendo lo que son: partidos desconectados de las bases e internamente oligárquicos. La conducciones partidarias parecen no dar cuenta de lo que está sucediendo. En este sentido, es necesaria una democratización de los partidos que incluya una recepción de los movimientos sociales con sus demandas. Allí podremos ver cómo se sitúan estos movimientos ante un proceso semejante, una vez que dejen el estado de movilización. Como decía anteriormente, los partidos, aun con sus deficiencias, se recuperan en las elecciones y empiezan a asumir la conducción de las demandas sociales. Pero generalmente lo hacen sin haberse modificado plenamente, de la misma manera como lo hicieron anteriormente. Por eso, los movimientos sociales tienen que ser capaces de presionar a los partidos, de imbricarse con ellos en un proyecto de nueva izquierda para Chile. Si uno ve lo que fue la Concertación, la verdad que no encuentra mucho hilo para cortar en ese sentido.

¿Y en el caso de Marco Enríquez-Ominami?

El desempeño electoral de Ominami fue un factor interesante. Si no hubiese sido por Ominami, habría ganado Frei, pese a lo mediocre que era y en el marco de una elección infortunada. Ominami logró sacar el 20% de los votos pero después también cayó en un silencio. El Partido Progresista -creado por él- no estuvo muy presente en estas movilizaciones. Por otra parte, no tiene otros liderazgos visibles fuera de la propia figura de Ominami o de su padre [adoptivo, Carlos, ex senador y ex Ministro de Economía], de quien también se puede decir que es un político interesante. Las otras figuras desaparecieron del escenario y habrá que ver qué ocurre en las próximas elecciones municipales. Ominami tiene el desafío de hacer una campaña de nuevo tipo, como la que hizo en las elecciones presidenciales.

En mi opinión, este partido expresa algo más interesante que la Concertación, pero el largo silencio después luego de las elecciones lo ha invisibilizado. Eso es negativo como movimiento global. En este sentido, considero que debió haber estado más conectado, por ejemplo, con lo que está ocurriendo con las movilizaciones. Su continuidad tensionará por lo menos con lo que fue la Concertación y tensionará incluso al Partido Comunista que se ha terminado por refugiar en una especie de vagón de cola de la Concertación para conseguir solamente tres parlamentarios. Insisto, la situación de los partidos es muy mala pero la crisis no es tan profunda como para decir que nos encontramos con una “crisis gestativa”. No es tan profunda porque las tasas de crecimiento de la economía chilena siguen siendo altas.

Lo que sí ha ocurrido es que se ha empezado a notar que la desigualdad es mayor, sobre todo por el alza de los precios de los alimentos que se ha generado durante el gobierno de Piñera. Esto tiene que ver con un fenómeno global, en tanto el mundo está inmerso en una crisis de ciertos productos. Pero el precio del cobre continúa siendo alto y, por lo tanto, la balanza de pagos chilena sigue siendo superavitaria. Esto permitiría que el gobierno pueda financiar reformas en el sistema educativo. Si no lo hace es porque no tiene proyecto o porque están esperando negociar con los estudiantes en la medida en que se calmen. El gobierno espera una desmovilización y que los estudiantes se vean obligados a volver a las aulas. Esto le permitiría negociar “a la baja”. Se da cuenta que tiene que negociar pero quiere que le resulte barato. Por otra parte, también quiere, sobre todo, que los estudiantes no acumulen triunfos. En ese sentido, el paro de 48 horas le vino muy bien a la movilización. Fue positivo. Pese a que la Central Única de Trabajadores quizás no esté bien vista por todo el mundo, logró asociarse muy bien con la dinámica que lleva adelante el movimiento estudiantil. (Agencia Paco Urondo)