Política y espectáculos: nuestros enemigos

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Política y espectáculos: nuestros enemigos

29 Julio 2016

 

Por Daniel Mundo

Hace ya muchos años los politólogos Chantal Mouffe y Ernesto Laclau introdujeron en el vocabulario político el concepto de “antagonista”, pretendiendo así suavizar el de “enemigo”, que tantas connotaciones bélicas y decisionistas trae consigo. Creo que hay que desenterrar este concepto, y convertirlo en la viga maestra de nuestro pensamiento político… hasta volvernos reduccionistas, simplistas, pero nunca obvios.

El enemigo es aquél con el que hay que luchar para imponer un horizonte político. No es alguien sustancial, aunque así nos lo quieran hacer creer: es contingente porque depende de la circunstancia histórica. Como los amigos y los compañeros de ruta. Sólo que algunos enemigos, los fundamentales, sobreviven a las circunstancias históricas. En este momento que estamos viviendo nuestro enemigo es por supuesto Macri y su equipo de expertos neo-post-liberales, que hablan, actúan, dicen algo, se desdicen, “rectifican”, se corrigen, nos hacen creer que aprenden sobre la marcha como si lo que hicieran y afirmaran no tuvieran consecuencias demoledoras automáticas. Ahora bien, sería un error pensar que ellos son el auténtico enemigo: ellos son el mascarón de fuerzas obvias que no encontraron otro modo de actuar que a través de estos títeres de peso (puede suceder que estos títeres sean también parte de esa fuerza, pero la fuerza reactiva es más que cualquiera de sus elementos, incluso más que todos sus elementos sumados; para bien y para mal la derecha perdió la capacidad de dar golpes de Estado militares o económicos: por primera vez en la historia ganó en elecciones libres). La denuncia de esas fuerzas viene planteándose por lo menos desde que Murmis y Portantiero, a comienzos de los años setenta, anunciaron el famoso “empate” histórico entre proyectos enfrentados de país. Ese empate entre populismo e ínfulas aristocráticas hoy está más vigente que nunca.

¿Cómo desarmar este discurso que le permitió a las fuerzas reactivas ganar la batalla electoral? Primero, siendo conscientes de que esos términos idiotas como “felicidad”, “pobreza cero”, corrupción, y los pasitos de baile y los globos son términos y prácticas trascendentes políticamente hablando. Cada gesto invoca un mundo, un mundo no anunciado.

Un camino para comprender lo ocurrido consistiría en darle sentido político a estos discursos, es decir develar el mundo repetido y obvio, que sin embargo pareciera no dicho y oculto. Otro camino consistiría en comprender que el sentido de estos gestos se afinca en un hábito asentado de diversas maneras. Se trataría de reflexionar cómo se asienta el hábito, cómo toma consistencia y se convierte en nuestra visión del mundo. Creo que hoy la acción más importante de preparación cultural la lleva a cabo lo que llamamos el periodismo espectacular. Es la lógica misma de funcionamiento de los medios. Escándalo y reitin. Pensar que esos personajes mediáticos que nos divierten o nos alteran los nervios son inocuos es sobreestimar nuestro poder: lo inocuo, lo idiota, lo banal constituyen nuestros enemigos más potentes. Nuestro enemigo puede ser la mano izquierda si ésta se negara a teclear lo que le ordena el pensamiento. Nuestro enemigo puede ser nuestro pensamiento, si éste se negara a esforzarse para romper el sentido común en el que se instala tan cómodo, y dictamina lo que está bien, lo que está mal, lo imperdonable y afrentoso. Encarnaría el efecto de un discurso omnipresente.

En este sentido, los Fantino, los Lanata, los Tinelli, los Leuco, los del Moro, los Rial, los Kusnetzoff, los Pergolini, pero también los Morales y los Barragán, son más dañinos que los Macri. Son los que permanecen mientras estos pasan, a pesar de la famosa consigna antipolítica del 2001: Que se vayan todos, que daba a entender que los políticos permanecen mientras los gobiernos caen. La consigna debería estar dirigida a los auténticos enemigos políticos, los que de hecho fogonearon la consigna. Macri como outsider del campo, como hijo millonario y empresario exitoso, representa ese instante postpolítico en el que se fueron “todos” y gobierna el espectáculo. Espectáculo acá no sólo significa que cada palabra y cada acto fue previamente planificado y ensayado para que parezca espontáneo, no sólo significa que cada palabra y cada acto debe responder a lo que el público desea escuchar y vitorear; significa la dificultad que tiene nuestra mano izquierda o nuestro pensamiento para romper, desarmar, repensar sentidos comunes tan fuertemente asentados que nos hacen creer que constituyen la totalidad de lo pensable. Macri pasará, como pasó Cristina. La historia decidirá su sentido. Nosotros pertenecemos a la generación de Susana y Mirta, ellas y tantos otros como ellas son nuestros auténticos líderes políticos.