Opinión: Los aportes de Macri y Barba a la filosofía occidental

Opinión: Los aportes de Macri y Barba a la filosofía occidental

13 Mayo 2012

“Deo sive Natura” (Dios o la Naturaleza): tal vez en esa sentencia radique el más importante legado de la filosofía de Baruch Spinoza (1632-1676).

Dios es inmanente, no trascendente. Está “en todas las cosas”, y allí podemos percibirlo a través de sus infinitos atributos. “Panteísmo” han querido ver algunos en esta concepción del mundo.

Ya Giordano Bruno –en 1600- había sido quemado por la Inquisición en el Campo dei Fiori romano por –entre otras cosas-  pensar cosas parecidas, mientras que Baruch tuvo que soportar su excomunión del judaísmo en la  Ámsterdam del mismo siglo y su “Etica según el orden geométrico” sólo pudo ver la luz luego de su muerte.

Para Spinoza Dios es, a su vez, la única “sustancia”. Es decir, es aquello que realmente “es” y permanece siempre por encima de todo cambio. Lo que cambia son los “modos” de aquello que permanece. Así, por ejemplo, nosotros en tanto hombres que nacemos, envejecemos y morimos somos “modos” de la sustancia, modos de Dios. Somos parte del incesante devenir del tiempo. Efectivamente, “en todo está Dios” o bien “todo está en Dios”, porque no hay diferencia entre Dios y el conjunto de lo que –en tanto “mundo” o “naturaleza”- ha existido, existe y existirá en el espacio y el tiempo por siempre jamás.

Pero se produce un giro copernicano en el Buenos Aires de 2012, lo cual nos invita a tomar conciencia del aporte que la dupla Macri/Barba están haciendo a la historia de la filosofía. Lo que parece una inocente campaña publicitaria que –sin que se entienda fácilmente su significado- empapela desde hace semanas nuestra ciudad, costeada con incalculables millones salidos de nuestro bolsillo y de los brutales ahorros a que el gobierno urbano nos tiene acostumbrados en obras públicas, educación, salud y subtes, posee un significado oculto que requiere de gran esfuerzo para ser develado. Lo que nos está diciendo este mensaje es que ya no es Dios el que “está en todo” sino que el que “está en todo” soy yo. Yo estoy en todo. Gracias Macri, gracias Barba por revelarme la buena nueva, ya no tengo que depender de ningún Dios para estar en todo, en las estrellas más lejanas, en los orígenes de la Tierra, en las los dientes de los tiburones, en los primeros organismos multicelulares que habitaron los mares arcaicos, en el subte del que no se quieren hacer cargo, en los pies de Messi y en las formas de Shakira.

El Jefe de Gobierno y su Rasputín ecuatoriano se han montado sobre los hombros de los filósofos que los precedieron para abrirme el camino de esta nueva conciencia. ¡Gracias!¡Gracias!¡Gracias! ¿Cómo no los voy a votar a partir de ahora, si gracias al descubrimiento Pro he llegado a la iluminación de saberme Dios?

Pero de pronto me veo asaltado por la duda. ¿Y si después de todo sólo me están vendiendo un buzón? ¿Y si no sigo estando más que circunscripto a mi simple y dura vida cotidiana? ¿Y si Barba-Macri en realidad no han superado a Spinoza sino apenas utilizado inescrupulosamente los dineros ciudadanos para una campaña burdamente amarilla? ¿Y si en última instancia fuese superior la filosofía expuesta en una contratapa de Barcelona, donde se puede ver la foto del ingeniero Macri dentro de la gran BA de la campaña junto a la acotación “en nada estás vos”?

Sólo Dios lo sabe.

En todo caso me tranquiliza Borges: si Buenos Aires es “tan eterna como el agua y el aire”, todo esto no será más que una perdida mancha en la historia de la Reina del Plata, como lo fue la fiebre amarilla del siglo XIX.