Opinión: Ahora dicen que Binner es el Che Guevara

Opinión: Ahora dicen que Binner es el Che Guevara

22 Agosto 2011

 Las consecuencias de un modelo que no produce, no genera empleo, fuga capitales y reprime implotaron a fines de los 90 en América Latina. Desde entonces, han surgido gobiernos con un gran condimento popular: Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador y los países centroamericanos del ALBA.

La contraofensiva oligárquica no se hizo esperar. Conducida por los grandes medios de comunicación erosiona la legitimidad de estos gobiernos, unifica a opositores partidarios (le importa un pepino la ideología que profesen) y llegado el caso alienta los golpes de Estado (Venezuela 2001, Bolivia 2008, Honduras 2009, Ecuador 2010).

Reocupar Argentina es un objetivo central para los neoliberales, porque combina dos características. Por un lado es la tercera economía de la región, con un PBI superior a muchos países de Europa Occidental (Grecia, Dinamarca, Finlandia, Portugal, Irlanda). Por otro, de las cinco economías más grandes de América Latina es quién más duro le ha pegado al capital: quita de la deuda, retenciones del 35% o más a la soja y al petróleo, estatización de las AFJP. Es decir: combina tamaño de la torta y gobierno anti financiero. Es por eso que en la plaza Syntagma de Atenas, los manifestantes elevaban globos con la bandera argenta. Argentina tiene un modelo para salir de la crisis internacional: que la bancarrota la paguen los que la siguen levantando con pala.

El oligopolio Clarín no solo se está jugando el valor de sus activos empresariales, que se redujeron entre un 30 y un 50% de 2008 a la fecha. También tiene la responsabilidad histórica de conducir a la Antipatria a una restauración neoliberal. Sigue la fórmula de su hermana mayor, la española Prisa: deslegitimar, unificar y golpear.

Alentar golpes no puede, dada la feroz carnicería desatada por los militares ¿argentinos? durante la última dictadura y la política de concientización en derechos humanos desarrollada desde 2003. Unificar a la oposición partidaria es un trabajo arduo, sobre todo tratándose de una clase que durante 30 años fue educada con la concepción de que hacer política es aparecer en los medios, repetir sus mandatos y ser famoso. Deslegitimar tampoco parece accesible: el gobierno nacional alcanzó enormes cuotas de legitimidad social, aún cuando tuvo patriadas contra el núcleo duro del sentir conservador como es la Sociedad Rural y su sagrada renta agraria.

Algo aprendieron de la batalla contra las retenciones. Necesitan políticos que corran al gobierno por izquierda. Que sean más militantes en Derechos Humanos, que exijan más estatizaciones y mayor alcance de la Asignación Universal por Hijo. Candidatos que marchen al costado de los cómplices civiles del genocidio pero que tengan un programa recontra revolucionario (que no aplicarán jamás). Cumplieron esta tarea servil fuerzas con alguna legitimidad por combatir en los 90: el ¿troskista? MST, el ¿maoísta? PCR y su bifurcación, el MIJD (conducido por un personaje fuera de toda categoría, Raúl Castells) y por último, dos referentes centrales de la militancia nacional y popular, Pino Solanas y Alcira Argumedo.

Este derrumbe de Pino y Alcira en la etapa fina de sus vidas solo es comparable a la claudicación del Colorado Ramos como embajador menemista. ¿Qué puede haber llevado a personas tan lúcidas y con una vida entera de compromiso por un país más justo a defeccionar en el final? Cualquiera fuera la respuesta, los libros de Argumedo y las películas de Solanas no son menos certeras por un quiebre en el trayecto último de sus biografías. La historia está hecha por seres humanos.

Pulverizado el prestigio y las posibilidades electorales de estas fuerzas, la oligarquía necesita con urgencia un nuevo actor que erosione por izquierda al kirchnerismo. La performance de Hermes Binner tanto en los comicios santafesinos (a tres puntos de perder con el capocómico Del Sel) como en las primarias (10%) ha sido muy modesta. Pero se agranda al recortarse contra los dos candidatos duros de la oligarquía: Duhalde y el hijo de Alfonsín. Así que Clarín encontró un nuevo Che Guevara que le enrostra al capitalismo K su revolución social: un par de cientos de escuelas, un discurso que subraya la transparencia y la joya de la provincia, el 82% móvil para los jubilados (que se paga parcialmente con dinero de Nación).

Detrás de la esperanza blanca del progresismo, acude el enjambre de microempresarios especialistas en estética de izquierdas: el propietario de ATE, Víctor De Gennaro (¿se imaginan a Abdala con Binner?), el desmantelador de Libres del Sur Humberto Tumini (que acaba a despedir al 50% de sus diputados: Cecilia Merchán) y la inminente vedette de calle Corrientes, Victoria Donda. Le pusieron a Hermes una hermosa estrella guevarista de cinco puntas en la boleta y le gritan en cada acto “acá tenés los pibes para la liberación” (?). Acaban de incorporar dos caricaturas del pensamiento crítico de los 90: Martín Caparrós, que pasó de reivindicar la voluntad de la JP revolucionaria a conducir un auto alemán importado y Jorge Lanata, que cuando le pega “perseguido” se refugia en su mansión en San Ignacio (Punta del Este) o el Central Park neoyorquino. Es raro que Maristella Svampa aún no haya entrado al socialismo suizo.

Le critican al modelo K su dependencia con la soja y la economía extractiva y se convierte en su adalid el gobernador que más claramente expresa al capital sojero. Cuestionan la opulencia de Puerto Madero y los precios inalcanzables de las viviendas y cierran con la clase media alta rosarina, que levanta torres desalojando villas a palo y goma. Y en materia de Derechos Humanos… el socialismo santafesino fue autoridad política en las represiones y asesinatos de 1989 y 2001.

Es probable que Binner haga una buena elección en octubre. Y Clarín va a contratar el paquete entero: tiene a la patronal sojera, el boom inmobiliario y el progresismo blanco en la misma fuerza. Y cuatro años para convencer a nuestro Pueblo. Pero para entonces será 2015. (Agencia Paco Urondo, por José Ottavis)