Opinión: 10 años del 19 y 20, fin del neoliberalismo y contradicciones presentes

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Opinión: 10 años del 19 y 20, fin del neoliberalismo y contradicciones presentes

20 Diciembre 2011

En diciembre de 2001 se condensaron y estallaron reclamos que venían de la década del 90. Las causas profundas de esas protestas fueron producto de la política neoliberal enmarcada en los lineamientos del Consenso de Washington y aplicada por Carlos Menem durante su mandato presidencial. Algunos antecedentes del plan fueron elaborados y aplicados por la última dictadura militar.

El contenido antipopular de este programa causó numerosas contradicciones que incentivaron fuertes reclamos del campo popular. El desguace del Estado y las privatizaciones subsiguientes fue resistido en algunos lugares como SOMISA donde sólo la militarización de la fábrica pudo terminar con la lucha de los trabajadores. La política económica en general y las políticas de flexibilización laboral en particular fueron duramente cuestionadas por el MTA, la CTA y la CCC junto a otras organizaciones. Hasta dirigentes cómplices con el menemismo, como Rodolfo Daer participaron de algunos de los nueve paros generales contra las políticas del gobierno.

Los reiterados recortes a la salud, educación y otras áreas del Estado también fueron cuestionados. El ajuste al gasto público fue resistido en numerosas jornadas de protestas realizadas por los trabajadores estatales, siendo una de las más emblemáticas la instalación de la Carpa Blanca por los docentes en Plaza Congreso. Por su parte, el ataque a los haberes de los jubilados recibió respuesta del grupo de Plaza Lavalle conducido por Norma Plá hasta su muerte.

Sin ser un reclamo orgánico se gestó también una conciencia que revalorizó el rol del Estado en la regulación de la economía y en la ocupación de áreas estratégicas. Además, existió un hartazgo con la corrupción de la etapa simbolizada por la Corte Suprema de Justicia menemista y permaneció vigente el reclamo de los Organismos de Derechos Humanos por poner fin a las leyes de impunidad. También siguió latente una conciencia antiimperialista que repudiaba las relaciones carnales con Estados Unidos y buscaba para poner fin a la subordinación a los dictados de los organismos multilaterales de crédito. “Fuera el FMI” y el “No pago de la deuda externa” fueron dos de las principales consignas sostenidas por muchas organizaciones en esta etapa de resistencia.

Quizás el peor flagelo que nos legó el menemismo fueron los elevados índices de desocupación, pobreza e indigencia. Al calor de la desindustrialización, las privatizaciones, la valorización financiera y la pérdida de puestos de trabajo surgieron las organizaciones de desocupados. Puebladas, piquetes y cortes de ruta fueron creciendo a medida que el modelo se profundizaba en su política de saqueo, entrega y miseria.

El modelo kirchnerista y el fin del neoliberalismo

La década del 90 fue sin dudas una etapa de derrotas para los sectores populares. Sin embargo la acumulación de poder producto de la lucha y las protestas estableció una nueva correlación de fuerzas que permitió un programa alternativo de gobierno para poner fin a 25 años de neoliberalismo. Luego del 19 y 20 y de la gestión duhaldista los gobiernos de Néstor y Cristina se pararon sobre estas demandas y terciaron políticamente a favor del campo popular.

La política económica tuvo un giro importantísimo. A partir de una dirección conciente y con un objetivo preciso se aprovechó la coyuntura internacional para introducir una serie de medidas de neto corte popular. Primó la valorización productiva, la protección industrial y el incremento del gasto público. El sector servicios, ícono de la etapa menemista, sufrió un duro golpe con el congelamiento de tarifas. La exportación de soja fue gravada con retenciones para financiar medidas distributivas y el Estado cobró nuevamente importancia, tanto en la regulación económica, como en la estatización parcial de algunas áreas como el Correo Argentino, Aguas Argentinas, Tandanor, Aerolíneas Argentinas y las AFJP.

Por otra parte el gobierno ya no se subordinó a los dictados del FMI. Para combatir la valorización financiera se bajaron las tasas de interés., se incrementó la emisión monetaria y se estableció el control de capitales., medidas contrarias a las recetas del organismo. Además se aplicó una política de desendeudamiento que tuvo su momento más alto cuando se aplicó una importante quita a la deuda externa con los acreedores privados.

Ese modelo fue exitoso en el plano económico pero también en el plano social. Lo más destacable son el abrupto descenso en los índices de pobreza, indigencia y desocupación. La mejora del salario en los trabajadores en blanco fue a la par de la restitución del Consejo del salario, la reapertura de paritarias y la derogación de la Ley Banelco. Cabe mencionar también la recomposición de los haberes de los jubilados y la incorporación de nuevos sectores al cobro de la jubilación.

El Ministerio de Desarrollo Social por su parte desarrolló varios programas para combatir la desocupación. La creación de 5 millones de puestos de trabajo fue lograda mediante el auge de la industria, la construcción y sectores de la economía social. Ya para 2004 la protesta de desocupados tuvo una brusca caída debido a las mejora en la situación económica. Complemento de estas políticas fue la creación del Plan Federal de Viviendas.

Para sostener el consumo popular se tomaron varias medidas. A partir de 2006 la Secretaría de Comercio Interior desarrolló una política activa de control de precios y de congelamiento de algunos productos. Además de las retenciones a ciertas producciones agropecuarias se prohibió la exportación de carne cuando la demanda interna lo requirió.

La lucha de los Organismos de Derechos Humanos tuvo su fruto en la anulación de las Leyes de Obediencia Debida y Punta Final y la reapertura de las causas de los represores. Además se pasó a retiro a todo el generalato vinculado al proceso y la Corte Suprema de Justicia menemista fue desmantelada.

A diferencia del gobierno menemista el kirchnerismo apostó a la construcción de la Patria Grande. Luego de la derrota del ALCA en Mar del Plata logramos un Mercosur fortalecido, la UNASUR en crecimiento y un nuevo organismo que integran los países de América Latina y el Caribe (CELAC). El importante rol jugado por Argentina en la Masacre de Pando y las excelentes relaciones bilaterales con Venezuela indican la importancia estratégica de nuestro país para dos de los países de la región que más roces tienen con el imperialismo norteamericano.

Las contradicciones actuales

Sin lugar a dudas los gobiernos de Néstor y Cristina han sido expresión de todas las demandas condensadas los días 19 y 20 de diciembre de 2001. El neoliberalismo fue derrotado pero el modelo kirchnerista no está exento de contradicciones. Hoy nos encontramos frente a una sociedad más justa e inclusiva en comparación con la década del 90 pero con varias asignaturas pendientes. Es más, el propio éxito del modelo kirchnerista ha originado nuevas contradicciones. Tres han cobrado vital relevancia en el último tiempo: Las luchas de los precarizados, tercerizados y trabajadores informales en general, la lucha de los sin techo (o los hacinados) mediante las tomas de tierras y la pelea de las poblaciones que intentan no ser expulsadas de sus tierras debido al avance de la frontera sojera.

Las causas de los asesinatos políticos que han ocurrido últimamente reside en estos nuevos problemas. Los muertos en Formosa o el asesinato de Cristian Ferreyra son inexplicables sin el crecimiento de las empresas de agronegocios. Las pérdidas de vida durante las tomas en el Indoamericano y en Jujuy en buena medida se explican por el auge de la construcción y el correspondiente encarecimiento del valor del suelo. El asesinato de Mariano Ferreyra es incomprensible sin tener en cuenta como el crecimiento en los índices de ocupación provocó demandas por la mejora en la calidad del empleo.

Todas estas son nuevas tensiones que habrá que darle solución. El gobierno nacional puede encontrarles una salida desde una orientación favorable para los sectores populares. Para lograrlo deberá reconocer estos problemas, no ocultarlos y pararse sobre los sectores en lucha para darle un cauce positivo a sus reclamos. De la mima manera que actuó frente a las demandas de la década del 90 deberá hacerlo ante estos nuevos desafíos. Solo así profundizaremos el modelo y construiremos el país justo e igualitario que muchos anhelamos.