Listas negras en Ministerio de Cultura: somos lo que hacemos

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Listas negras en Ministerio de Cultura: somos lo que hacemos

01 Febrero 2016

Por Redacción APU*

La noticia del viernes 29 de enero de 2016 (sí, claro, día nacional del ñoqui) fue que había listas negras en la puerta de todos los edificios del Ministerio de Cultura. Si estabas en la lista, te impedían el ingreso a tu oficina. Ésa fue la anécdota que repitieron 493 compañeras y compañeros. Durante una jornada signada por la movilización y las asambleas, supimos que esa cifra se triplicará en los próximos días.

¿Ésa es la escuálida pluralidad, la anoréxica revolución de la alegría que prometieron Mauricio Macri, Cambiemos y, por supuesto, Pablo Avelluto, cuando lo nombraron Ministro de Cultura? Así parece. Y, por si no se avivaron todavía, ahora está más que claro que se referían a la redistribución de la alegría entre los garcas.
Los que no lo son tanto (o sea, los que no son tan garcas), así como los que reciclaron su gorilismo de izquierda o de derecha y le pusieron un voto de confianza a toda esta pelotudez de colores, deberían empezar a hacer algo porque (ya) son (también) responsables de nuestra desaparición como trabajadores y de la bancarrota de un país entero.

Ustedes y nosotros, somos lo que hacemos. Lo mismo vale para los hijos de puta, los indiferentes, los mezquinos o los incautos. Caminemos por la vereda que caminemos, bajo el sol o por la sombra. Por supuesto, también vale para los que no supimos ver lo que se venía, o no quisimos escuchar lo que faltaba o la dejamos pasar confiando en la vida eterna.

Tenemos para discutir muchas cosas. Tenemos para aprender muchas otras. De lo bien o de lo mal que se tramitó la política durante los gobiernos de Néstor y de Cristina. Del rol que jugaron las organizaciones K, como también del que jugó la izquierda y del que jugamos los que sin tener inscripción partidaria ni laburo territorial alguno, apoyamos “el modelo”.

El balance corre para todos los de buena voluntad. Y si no empezamos a escribirlo, aunque más no sea, en borrador, no nos va a alcanzar el aliento para hacerlo en el futuro. El escenario es globalmente hostil. Me refiero no sólo a la coyuntura nacional, sino a “la época”. Sobre todo, a las condiciones de posibilidad de la democracia en un contexto de ofensiva biopolítica de las corporaciones en todo el planeta.

Porque el de Cambiemos es, en principio, un gobierno democrático, legítimo desde el punto de vista del procedimiento electoral y sus resultados. Sin embargo, para satisfacer los compromisos asumidos con las corporaciones e imponerlos al conjunto de la sociedad, este gobierno debe aceitar las herramientas represivas, fascistas, policiales. Y es ahí donde empieza a tallar una profunda contradicción para debatir con los votantes de Cambiemos. Porque, a la luz de esos procedimientos, no podemos seguir considerando al que Macri preside, un gobierno “democrático”. Al menos no en su “espíritu”.

Una democracia genuina debería asegurar que TODAS las representaciones políticas de la sociedad (las de las mayorías, pero también las de las “minorías”) participen del ejercicio gubernamental (tanto sea en los procesos ejecutivos como en los legislativos). Es claro que eso no es lo que está ocurriendo. Por el contrario, es ostensible que Macri gobierna desatendiendo la “opinión” de casi la mitad de la población que no lo eligió. ¿Qué clase de democracia se formatea a partir de esos modales excluyentes?
Si los que hoy nos gobiernan, antes sostenían que ignorar el reclamo de la comunidad Qom acampada en la 9 de Julio era una postura antidemocrática por parte de CFK, ¿cuánto más antidemocrática es la actitud de desconocer el reclamo de cientos de miles que, en todo el país, marchamos por la libertad de Milagro Sala, denunciando además la criminalización de la protesta social? ¿Cuánto más democrático es que el ministro de Cultura sostenga, muy suelto de cuerpo: “Antes de reunirme con los sindicatos, renuncio”?

La democracia, entre otras cosas, se apoya en el derecho a vigilar el desempeño de los gobernantes dado que el pueblo no renuncia a su soberanía sino que la “delega”, temporalmente (sólo temporalmente), en sus representantes. ¿Por qué resalto la expresión representantes? Macri es el presidente de todas y todos los argentinos. Pero ni él ni Cambiemos representan al 100% de los ciudadanos. Por lo tanto, para que rija una democracia cabal, todas las demás representaciones deben poder ser ejercidas. Las nuestras como ciudadanos, opositores o no, hace 50 días que están virtualmente suspendidas. El argumento de no llamar a sesiones extraordinarias porque el gobierno “no cuenta con mayoría” en el Congreso, es un ardid antidemocrático de acá a la Luna... ida y vuelta.

En este contexto, considerar la resistencia en términos de venganza, es la peor consideración que podríamos hacer. El desafío es otro y más complejo. Habría que empezar por entender la sintaxis básica del idioma PRO. Es la única manera de entablar una conversación distinta con los votantes de Cambiemos, que supere la mera reacción. Luego, reunir el campo popular a partir de un balance (¿por qué no plantearlo en términos de “sinceramiento”?). Construir un proyecto nuevo en el que la inclusión y la sustentabilidad no se pongan condiciones, una a la otra. Y, por supuesto, no abandonar la calle. Ni el impulso de transformar la vida. Porque somos lo que hacemos. Y esto también corre para todos.

* En el marco de la persecución política y despidos que sufren los trabajadores del Ministerio, esta columna no puede ser firmada por su autor