La Revolución cultural en Valeria del mar

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La Revolución cultural en Valeria del mar

17 Diciembre 2018

Por Daniel Mundo

Como todos los años, cuando llega esta fecha me doy cuenta de la importancia que tiene el espacio en mi vida. Me mudo por cuatro meses. Me vengo a la costa a trabajar. El espacio nos parece por lo general algo indiferente, que está ahí tan solo para ser atravesado, pero no tiene relevancia porque el problema consiste en saber qué hacemos con nuestro tiempo. Pero bueno, ahora advierto que lo que hacemos con nuestro espacio tiene también consecuencias fundamentales para nuestra vida. Casi sin percibirlo, aconteció una revolución cultural en Valeria del Mar. A ver si les suena: está por empezar la temporada veraniega y la obra de reforma urbana que se encaró este año está sin terminar, y con muchas probabilidades de que quede así. Se ve que es una política nacional. Toda una novedad económica.

En términos criollos lo llamaría modernización. Sé que cuando el progresismo habla de “modernización”, y yo soy progresista, es como si pronunciara una mala palabra. La modernización es mala porque acaba con un estilo de vida que si bien nadie quiere vivir, sus valores son entrañables. Fuimos educados para decir: la vida frenética de la city es insalubre mientras que la vida apacible de los pueblitos es placentera. Lo pensamos mientras miramos el plasma en nuestro dpto. del microcentro. Modernizarse es progresar. Y Valeria del Mar progresó.

Antes de seguir por esta línea el lector merece saber que Valeria del Mar viene arrastrando un ACV desde hace por lo menos una década. Toda la zona, en verdad, está moribunda. La decadencia se palpa. Es un pueblito de clase media/media que se mantiene con vida a costa de degradarse. Todavía nos cuesta aceptar lo que hace ya un par de años que está instalado. Denominémoslo La Guerra de los Precios. A ver quién puede vender la comida más barata sin que lo que se oferta pierda su forma perceptual de comida. 100 gr X 22 p, ponele.

Siempre me gustó la clase social que tiene sus casas de veraneo en Valeria porque no son los copetudos de Pinamar ni los niu rich de Cariló. Es como una clase media trank, digamos. Le gusta cambiar el auto. Le gusta Brasil o un hotel all incluive en alguna isla de Cuba, son profesionales, etc. Ustedes entienden a lo que me refiero. No es mala gente. Camina siempre por una cornisa. Tiene una pyme. Su familia es una pyme que debe crecer, ahorrar, invertir y sobrevivir. Una clase social a la que este gobierno le dio un cross en la mandíbula de tal magnitud que la hizo trastabillar hasta las cuerdas. Y no encuentra aire por ningún lado. Recuerden el ACV que ya la había dejado knockout.

Obviamente que hay otras clases sociales que están infinitamente peor que ella, porque ya están en el piso y le siguen dando patadas en el bocho. Ella está como dos escalones más protegidos que estas otras clases sociales. Algún francotirador aislado sin duda fue derribado sin paracaídas por las políticas neoliberales (cierran 25 pymes por día, según el informe de la UCA), pero como clase, resiste. Se queja, tiene razones en quejarse, pero aguanta. Sin duda una gran proporción de ella vio reducido su poder adquisitivo, le cuesta llegar a fin de mes y achicó los gastos súper superfluos como los libros o el cine. Pero resiste y se merece unas vacaciones.

A este poblado con esta gente llegó la modernización. Como me dijo mi amigo, el librero Gerardo: al turista le gusta que el asfalto llegue hasta el borde del mar. Y es tal cual. Uno no quiere creerlo, más bien quiere imaginar que lo que lo rodea puede llamarse naturaleza, y que vive en un poblado con calles de tierra y árboles, y que caminar descalzo por las calles de arena es muy cool, pero todo esto es una ficción. Es como si se quisiera cambiar el mundo hablando más despaaaaaaaaaaciooooooooooooooo. Nosotros, por ejemplo, en nuestra pizzería, recién este año incorporamos el delivery. Odiamos al turista que viene de vacaciones y quiere que le lleven la comida cortada hasta la mesa. El año pasado, y por obligación, tuvimos que poner el débito. Preferimos lo orgánico a lo artificial. No nos gustan las familias que enchufan a sus hijos al smartphone mientras los padres se aburren en un silencio hostil. Y conocemos muy bien a esas familias.

Bueno, llegó la hora de que el gobierno local, que tuvo una política de indiferencia total para con esta localidad durante muchos años, se lo conceda. Le cumpla su sueño. Pero como todo sueño cumplido, tiene un costo. Escuchen lo que están buscando. Quieren que el turista deje de vivir dependiente de su auto, e intervinieron la ciudad para logarlo. Quieren que el turista logre unas vacaciones felices autonomizándose de su automóvil, sin advertir que en los últimos años solían verse por la zona más automóviles que gente. Tal vez el gobierno local está considerando a Valeria del Mar como un laboratorio social donde va a chequear si la sociedad es realmente manipulable o no. El viejo método de mano dura-caricias-mano dura-caricias tal vez logre cambiar hábitos muy arraigados. Como sea, el turista y su flia van a tener que dejar el auto a varias cuadras del mar. Y caminar por el asfalto hasta la orilla misma, como si saltaran directamente del macadam a las olas. Habría que proponerles que inmunicen la zona de los radares que circunnavegan el globo así el turista también se independiza de su smartphone. Volveríamos a la familia atada por el amor y la comprensión. A los diálogos profundos entre padres e hijos. Al cariño que nunca debimos haber dejado que nos quitaran. Pero bueno, todavía estamos en el año 2018.

Otro ejemplo: cambiaron el recorrido del micro local, que ahora deja a los empleados de toda la zona a unas diez cuadras de distancia. Era realmente algo exótico ver a un turista subido a uno de esos micros, eso es cierto: los turistas no se movilizan en ellos, se mueven en auto. Si los turistas no usan el ómnibus, ¿para qué queremos los ómnibus? Lo bueno de esto no sólo es que liberan a la zona de ruidos molestos como motores y caños de escape en estado deficiente, sino que el turista ve caminando al lado de su ventanilla, por la avenida principal, una horda de laburantes cantando la marsellesa. Es muy conmovedor ver a estos jóvenes explotados ir a sus lugares de trabajo cantando semejante himno, pero al turista no le gusta. Y tiene razón: es de mal gusto arruinar así un silencio tan armónico.

Además, achicaron el mástil de la rotonda. Ya sé que decir “achicaron el mástil de la rotonda” no suena muy grave, pero para nosotros, los locales, es muy grave. El mástil es como el falo de Valeria, con toda la confusión que merece este chiste. Primero se propusieron extirparlo. Algunos vecinos enervados se acercaron a la municipalidad y obligaron a sus representantes a rever la medida. Entonces lo achicaron y lo reasfaltaron con ladrillos rojos. De allí hasta el mar cubrieron la avenida con esos ladrillitos, al mejor estilo Cacciatore. Sabiendo que esas calles solo son transitadas durante los meses más calurosos del año (enero y febrero), y principalmente en el horario del mediodía (entre las 11 am y las 4 pm, pongamos), es lógico que pongan ese cemento que incrementa la sensación térmica mientras te quema los pies (para esa altura es muy probable que la goma de la ojota ya se haya derretido). No hay árboles. No hay ni una gota de sombra, como se dice. Sol a morir. Bien por los niños que sobrevivan. Tal vez en unos años techen esas calles con chapa.

Las dos cuadras principales de la ciudad las hicieron peatonales. En términos abstractos está buenísimo, en términos concretos no sirve para nada. Cuando se piensa en una peatonal se imagina un local al lado de otro y de otro, con una muchedumbre empujándose de acá para allá. Bueno, eso no podrá ocurrir nunca en Valeria. No hay locales o los locales están cerrados desde hace años. La avenida es tan amplia como la 9 de Julio, la avenida más grande del mundo. Si se gobierna por medio de Google maps, lo que se hizo es un golazo. En la realidad es un problema. Es cierto que sin las veredas los turistas tenían que caminar por la calle esquivando autos y motonetas. Eso es cierto. Ahora, con las veredas, la localidad se va pareciendo a Santa Mónica, Los Ángeles. Rompieron las calles y reacomodaron los cordones para que los autos no puedan estacionar sobre la avenida principal. Para qué se hicieron las veredas si no es para usarlas. ¡Turista, si querés naturaleza, te vamos a dar naturaleza! Es la naturaleza de National Geographic. ¡Qué color! ¡Qué contrapicados hermosos!

La modernización implica también unos fundamentales puentes de madera que colaboran y mucho a que los simples mortales podamos atravesar los médanos que nos separan del mar. Son médanos de hasta veinte metros de altura. También muchas veces estos médanos nos separan del viento mortal que arruina los días de playa. Sin duda que estos puentes resultan muy útiles y beneficiosos. Los románticos se quejan de que ahora no se puede ver el mar mientras se emprende la subida del médano, pero bueno, yo como atravesador de médanos puedo asegurar que me gusta hacerlo por esos puentes. Lo que pasa es que están hechos de una madera blanda e innoble como el pino, y tienen la menor cantidad de pintura posible para garantizar su vida tan solo por unos meses. Tienen que vivir unos meses, hasta las elecciones. En un año, algunas tablas ya estarán levantadas, otras estarán podridas, otras aguantarán debajo del clavo. La madera sabe que tarde o temprano también le llegará su hora. En términos políticos, esto es un negoción para un puñado de políticos ganadores y de viejos aristócratas multimillonarios que quieren seguir robándole al municipio. Una gran familia.

En términos sociales podría imaginarse que significó trabajo para los que están al borde de la línea de la pobreza. Nada que ver: a los albañiles que acomodaban los ladrillitos los trajeron del conurbano bonaerense. Cuando terminen sus tareas y regresen a sus hogares, ese mismo día estoy seguro que caerá la tropa de asalto de la Federal, un par de camionetas Halcones y mucho personal de pie del servicio penitenciario provincial. Vienen todos los años. Es una fauna que merece su foto.

Valeria está ubicada en lo que supo ser una hermosa zona que mezclaba mar y bosques plantados hace medio siglo. El asesinato de Cabezas representó un parte aguas. La mafia nativa supo sobrevivirlo un tiempo, pero luego el torbellino de su propia corrupción se los llevó por delante. Hubo unos años casi acéfalos, donde El Padrino no terminaba de morir y los jóvenes no alcanzaban a crecer. Eso pertenece al pasado. Ahora gobiernan los jóvenes (fue una noticia muy repetida luego de las elecciones de 2015: Martín Yeza era el intendente más joven de la historia argentina). Como sea, la cantinela más escuchada hoy por hoy en Valeria se resume así: va a ser una temporada donde habrá mucha gente (en los últimos años hubo más autos que gente, por cierto, pero bueno, ahora los autos están siendo perseguidos). Va a haber mucha gente pero no va a tener plata. Veremos qué derrama la miseria.