Jaque al Pastor: el acoso sin derribo a un Papa para la Historia
Pedro le pide a María que les cuente ‘las palabras del Salvador’, que ella había escuchado y ellos no.
> ‘Lo que está escondido para vosotros os lo anunciaré’, responde María Magdalena.
Entonces les habla de una visión que tuvo de Jesús y de una conversación con Él, adentrándose en algunos detalles. Los demás la escuchan hasta que el relato alcanza un aspecto controversial para Andrés y Pedro, quienes la interrumpen.
Andrés, dirigiéndose a los demás, dice> ‘No sé lo que piensan los demás, pero estas cosas me parecen muy extrañas. Parece que nos está contando enseñanzas diferentes a las del Salvador.’
Luego interviene Pedro> ‘¿Habría Jesús hablado en privado con una mujer, en lugar de abiertamente con nosotros? ¿Él la prefería a nosotros?’
Mateo defiende a María y reprime el ataque sobre ella> ‘Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla?’
Evangelios de María Magdalena y de Tomás [‘Apócrifos’; Biblioteca de Nag Hammadi].
#000> Disclaimer: el enfoque de este documento será deliberadamente crítico. En las antípodas de un obituario complaciente o una hagiografía. Evitando, por igual, eventuales ‘descuidos’ hacia la difamación o la adulación gratuita. Buscando discernir entre la crítica genuina y la difamación ad hominem; entre la legítima sospecha y la especulación conspiranoica; entre la duda razonable y la mala intención.
#01> Un spoiler tardío: Roma nunca cayó
La figura del Papa trasciende la encarnación institucional de un liderazgo religioso, pues el Sumo Pontífice [traducción de Pontifex maximus] es heredero directo, y portador, de uno de los tres grandes títulos imperiales del poder político romano en sus tres subespecies: el de Princeps [el 'primer ciudadano'], representativo del poder político civil del Senado; el de Imperator, representativo del poder político militar del Emperador; y el de Pontifex maximus, en manos de algún celebérrimo representante electivo, y representativo, del poder político religioso.
Como es sabido, auto designarse divinidad es uno de los anacronismos clásicos de cualquier déspota no comunista que se precie. En el caso de Roma, fue Augusto quien fusionó su ya desbocado poder imperial con el poder divino y con el civil. Arrebatando para sí el título de Pontifex maximus en el año 12 antes de Cristo. Título que el papado no usurpó ni espuria ni ilegítimamente a la autoridad romana. Más bien lo absorbió de forma consentida, cuando el pagano emperador Graciano, ya en épocas del cristianismoniceno como Religión de Estado, rechazó el título de Pontifex maximus en el 382dC.
Luego lo sucedido en Roma en el 476dC no fue una ocupación bárbara, sino una transición institucional convencional. Un default político. El Papa heredó la maquinaria de un Estado que los ‘bárbaros’ no buscaban ni destruir ni usurpar, sino integrarse en él: el primer post emperador, Odoacro [líder de una revuelta entre la tropa romana ¡por impago!], mantuvo el Senado y las leyes. Jamás gobernó como Imperator sino como Rex de la península itálica, subordinado al paraguas legitimador de Nueva Roma: una Constantinopla no sólo capital del Imperio Romano de Oriente, sino también última capital romana unificada.
El postrero emperador de la decadencia, Rómulo Augústulo, simplemente huyó en un metafórico e imaginario helicóptero. Tan es así que Odoacro le perdonó la vida, y ni siquiera lo forzó al exilio. Un rex al cual le era imperativo demostrar que no estaba usurpando el Imperio romano; sino que, bien al contrario, no era más que un instrumento al servicio [formal] de la reunificación. De hecho, las insignias imperiales y demás parafernalia romana occidental fueron enviadas en ofrenda a Constantinopla. Además de que el poder político civil, no sólo el religioso, siguió siendo ejercido por el Papa, como ya lo era desde hace más de un siglo.
De ahí la analogía, salvando las inconmensurables distancias, con la Gran Crisis argentina de 2001. En ambos casos, lo que murió no fue el Estado, sino un sistema político agotado. En Roma, el Senado seguía existiendo, pero como un club de notables sin influencia real. En Argentina, la Constitución no se abolió, pero su credibilidad se desmoronó.
De hecho, si en el 2001 criollo no hubiese aparecido una figura como la de Duhalde, ajena a la línea sucesoria y con la virtuosa capacidad para ejercer consistentemente como dique de contención político, ¿no hubiese sido Bergoglio, quizás, la última autoridad moral y social con la capacidad y el reconocimiento necesarios para ejercer un liderazgo transicional, que nos desviara del abismo hacia el cual nos dirigíamos como Nación?
#02> ‘El Papa de los dos Tiempos’
No pretendemos abordar aquí a Jorge Bergoglio como argentino. Tampoco como ‘persona universal’. Nuestro foco de análisis serán, poliédricamente, todos ‘los Franciscos’. Empezando por la ‘interfaz’: el avatar pontificio global proyectado sobre las pantallas de plasma y las retinas de 1.400 millones de feligreses, creyentes, folkloristas y hasta cosplayers de la fe. Un Francisco que lideró, inspiró y a más de uno indignó, de entre estos 1.400 millones ‘propios’.
Al igual que lo hizo con tantísimos otros millones de personas ajenas a su prédica religiosa. En virtud de su ateísmo, lejanía cultural, e incluso enajenamiento respecto de la Iglesia o el clericalismo. Sin embargo, no es esta condición la que lo convierte en uno de los seis mayores líderes geopolíticos del mundo, aquéllos con asiento permanente en el ‘Consejo de Seguridad y Rediseño de la OCR [Organización de las Civilizaciones Reunidas’]. Además de ser el único, como si estar ahí fuera poco, con dicho asiento garantizado de forma vitalicia.
Precisamente por esta relevancia global vaticana, el análisis que sigue aborda su figura no tanto como pastor sino como lo que poliédricamente representa: Papa, Jefe del Estado Vaticano y… Obispo de Roma, ergo Pontifex maximus: uno de los tres grandes títulos imperiales romanos de Augusto en adelante. En suma, este análisis abordará el pontificado de Francisco en clave romana. Lo cual abarcará también, aunque no sea nuestra prioridad, diversos aspectos de su liderazgo religioso al frente de la Iglesia de Roma.
Más allá de esta deriva crítica respecto al Papa, en cuanto líder de la Iglesia Católica y ‘súper influencer’ de alcance global, ‘nobleza obliga’ destacar la importancia que tuvo para la Argentina y el fin de la década kirchnerista: su figura fue fundamental para sostener los dos años finales del último gobierno de Cristina. Ya en clave latinoamericana, tampoco se pueden obviar sus notables aportes en cuestiones tan delicadas como las negociaciones [incluso secretas] entre Cuba y EEUU, devenidas en ‘defrost’. O las negociaciones por la paz en Colombia, entre las FARC y el gobierno de Santos, devenidas en Acuerdo de Paz definitivo para finales de 2016.
Respecto a Venezuela sólo decir que fue injustamente minusvalorado, desde nuestra Patria Grande, el hecho de que Francisco mantuviese empoderado a Pietro Parolin como su muy cercano Secretario de Estado, hecho que le valió durísimas y persistentes críticas. Un Parolin que venía de ser el Nuncio Apostólico de Venezuela [2009~2013]. Enviado allí por Ratzinger para una ‘misión imposible’: evitar el naufragio diplomático definitivo entre el Comandante Chávez y la Santa Sede, y a ser posible para mediar entre el gobierno y la oposición. Misión que Parolín, para sorpresa de muchos, cumplió con creces.
Finalmente, destacar que todos estos muy relevantes logros se corresponden con sus primeros y primaverales años de pontificado. Pues ya lo insinúa el título: Francisco tuvo dos grandes etapas muy disímiles, de ahí que se le pueda llamar ‘El Papa de los dos Tiempos’. Las cuales resultan no solamente diferenciables sino también contrastantes, por su asimetría, y que serán tratadas a continuación.
#03> ‘El Papa de los dos Tiempos’ y su tetrarquía temporal
‘Todo tiene que ver con todo’, reza el refranero popular del siglo XXI. Veamos: la Tetrarquía fue un sistema romano de gobierno imperial, creado por Diocleciano en el 293dC. El quid del invento era que el poder romano, a partir de entonces, se dividiría entre dos Augustos [emperadores senior] y dos Césares [sucesores designados]. Este novedoso invento le permitiría al Emperador contener los alejados intereses de la nunca estabilizada frontera con los ‘bárbaros’, al noreste; con las demás geografías menos tensionadas de un imperio que claramente ‘moría de éxito’.
Años más tarde, un señor de nombre Constantino fue designado César, según las jerarquías tetrárquicas. Sin embargo, tras una serie de guerras civiles [306\324 dC], sería el propio Constantino quien acabaría aboliendo el sistema. Pudiendo así gobernar como único emperador; centralizando nuevamente la suma del poder imperial. Como más de uno habrá advertido, resulta ser que este señor fue ni más ni menos que el ‘fundador’ de la Iglesia de Roma, tras supuestamente convertirse después de tener una visión.
Por si esto fuera poco, resulta ser que Constantino es también el ‘compilador de la Biblia’ católica como la conocemos. Luego, por definición, la Biblia fue compilada según criterios político~imperiales y no religiosos. El punto es que Constantino llamó al Primer Concilio, el de Nicea del 325dC, precisamente para definir quiénes de entre los cristianos de la época eran de los suyos [ según lo pormenorizadamente establecido en aquel ‘innovador’ credo niceno], y quiénes no. Lo cual implicaba dejar afuera multiplicidad de creencias, prácticas y Evangelios, como por caso los dos citados al inicio del artículo. Caramba. Bien podrían empezar la catequesis por aquí.
Pero, ¿por qué sucedió esto? Más allá de cuentos de hadas, Constantino ni siquiera se convirtió. Sin embargo, conocía la clandestinidad cristiana y sus cuitas bien de cerca: pues su progenitora, hoy Santa Helena, se había convertido a la fe cristiana siendo éste ya Emperador. Esto le permitió detectar algunas peculiaridades estratégicas para su gobierno: la composición interna del cristianismo romano era policlasista, no extranjera y no hegemónica [+\- 15% de la población]; tenían un liderazgo unificado y jerarquizado; su ordenamiento territorial era exactamente el del imperio; y se diferenciaban claramente del ‘cristianismo de los bárbaros’, quienes también se habían convertido ya a ‘su’ cristianismo [desde Nicea] bárbaro y hereje: el arrianismo.
Volviendo a Francisco: su pontificado se despliega, cualitativa y cronológicamente, en una suerte de tetrarquía temporal segmentable en cuatro fases; distintivas según la forma de ‘2T+2f’. Esta composición comprende los dos grandes Tiempos ya mencionados [2T]; mediadas por una fase transicional y cerradas por una última fase testamentaria [2f].
El primer Tiempo o ‘Primavera de Francisco’, abarca desde el comienzo de su papado hasta inicios de 2018. El punto de inflexión y fase de transición comprende aproximadamente un año y medio, desde principios de 2018 hasta finales de 2019. A continuación, el segundo Tiempo de o ‘Francisco pragmático’, se extiende desde finales de 2019 hasta finales de 2023. Y por último, la fase testamentaria o de ‘Descuento’, desde finales del 2023 hasta su fallecimiento, a las 07:35 del 21 de abril último.
## El primer Tiempo [2013 \ 2017]: el ‘Papa Revolucionario’ en su ‘Primavera de la Esperanza’
Francisco irrumpió en el Vaticano como un outsider. Un auténtico terremoto cultural cuya elección quebrantó múltiples tradiciones seculares: primer jesuita; primer latinoamericano; primer Francisco; y primer Papa procedente del hemisferio sur. Además de claramente orientado hacia ese Sur [geopolíticamente] Global. Término que por aquel entonces ni siquiera se utilizaba.
Francisco trajo consigo también una de las dos perspectivas teológicas post Concilio Vaticano II más innovadoras: la Teología del Pueblo, argentina [Scannone] y latinoamericana [Casaldáliga]. Libre de toda impureza materialista y marxista, aunque igualmente revolucionaria para el Vaticano y la Curia, pues su sujeto político no puede ser más plebeyo: el Pueblo. Pero no el Pueblo de Dios según la lógica vaticana clásica; sino el de carne y huesos, el Pueblo sociodemográfico y culturalmente real. Todo esto marcó un contraste radical con sus predecesores y, por ende, desató una inmensa ola de esperanza global.
La ‘Primavera de Francisco’ floreció en un contexto global marcado por el auge progresista en América Latina; la crisis estructural del neoliberalismo occidental tras el colapso financiero de 2008; y la era post Wikileaks, que había expuesto implacablemente las entrañas del poder imperial real. Su discurso inicial fue [al menos desde la óptica de aquel momento] cuasi revolucionario: una Iglesia ‘en salida’, cercana a las periferias existenciales y geográficas. Un ‘hospital de campaña’.
Sus primeros escritos magisteriales reflejaron esta orientación transformadora. Documentos como ‘Evangelii Gaudium’ [2013] y ‘Laudato Si' [2015] redefinieron radicalmente la Doctrina Social de la Iglesia [DSI], criticando sin ambages el ‘capitalismo salvaje’, la ‘globalización de la indiferencia’, el ‘dios dinero’. Vinculando intrínsecamente, además, la justicia social con la ecológica, en una síntesis nunca antes articulada desde la cátedra petrina.
Su llegada despertó esperanzas genuinas de transformación radical; en el seno de una institución milenaria percibida como distante e insensible a las problemáticas contemporáneas más acuciantes. Durante este primer lustro, el discurso papal fue tan resonante para un momento mundial de orfandad generalizada [incluida la muerte del Comandante Chávez apenas unos días antes de su asunción], que el fenómeno excedió por mucho a los católicos del mundo
Sus pronunciamientos sobre la ‘economía que mata’ y sus críticas abiertas al capitalismo financiarizado sacudieron los cimientos de un orden económico que ya presentaba fisuras estructurales evidentes. Su denuncia se extendió frontalmente al ‘dinero que gobierna en lugar de servir’ y a la ‘inequidad que genera violencia’, configurando así un magisterio social de inusitada contundencia.
El pastor de las periferias se manifestó también en gestos simbólicos de alto impacto: el lavado de pies a presos [incluyendo mujeres y musulmanes, rompiendo protocolos litúrgicos centenarios]; la renuncia a habitar el Palacio Apostólico; o el uso de un vehículo utilitario en lugar de la limusina papal blindada. Estos actos performativos cristalizaron su concepto de ‘Iglesia en salida’, cuya misión primordial consistía en alcanzar las periferias existenciales y geográficas, alejándose decisivamente del ensimismamiento institucional que había caracterizado épocas anteriores.
Como ‘reformador optimista’, Francisco prometió una transparencia sin precedentes en las históricamente opacas finanzas vaticanas; ‘decretó’ la ‘tolerancia cero’ frente a los abusos sexuales en la Iglesia; y propuso una descentralización administrativa que devolviera protagonismo a las conferencias episcopales locales. Estableció el ‘C9’, un consejo asesor de nueve cardenales encargado de rediseñar integralmente la Curia Romana, y afrontó la compleja reforma del Instituto para las Obras de Religión [IOR, comúnmente conocido como ‘Banco Vaticano’], epicentro de numerosos escándalos financieros durante décadas.
Su papel como mediador global alcanzó su cénit con la histórica normalización de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ya mencionada. Sus viajes apostólicos priorizaron deliberadamente destinos tradicionalmente marginados en la geopolítica vaticana: como la República Centroafricana, Sri Lanka o Myanmar; evidenciando su preocupación más allá de lo discursivo por territorios periféricos históricamente ignorados por las potencias hegemónicas.
La publicación de la encíclica ‘Laudato Si’ [2015] consagró definitivamente su perfil de ecologista radical. Este documento, sin precedentes en el magisterio pontificio por su enfoque interdisciplinar y su contundencia científica, vinculó indisolublemente la degradación ambiental con la injusticia social y la pobreza estructural. La encíclica introdujo el concepto revolucionario de ‘ecología integral’, y denunció el ‘paradigma tecnocrático dominante’. Confrontando abiertamente los intereses de las corporaciones extractivistas; y, en general, los modelos depredadores, agentes de devastación en ecosistemas y comunidades.
## 2018: Odisea en el Vaticano. El annus horribilis de Francisco
Como ya hemos dicho, 2018 fue un punto de inflexión para el pontificado de Francisco. Un parteaguas sin retorno para un Papa octogenario y enfrentado a múltiples frentes simultáneos. La convergencia de diversas crisis [aunque esto no implique necesariamente causalidad directa] debilitaron el capital moral, político y reformador de Francisco. Lo cual acabó siendo justificación de posteriores resistencias y contraofensivas por parte de sus detractores.
Este ataque frontal, sin precedentes en la historia moderna del papado, visibilizó los puntos ciegos del ‘escudo antibalas’ de un Papa que, hasta entonces, había contado con el favor masivo de los pueblos. Legitimó así a una oposición conservadora que, por vez primera, se sintió autorizada para iniciar operaciones continuadas de acoso y derribo. Este movimiento logró trascender círculos tradicionalistas más o menos marginales, hasta conformar un frente anti Francisco notoriamente organizado, con fuerte respaldo mediático y una sugestiva masa crítica de aportantes financieros.
Paralelamente, la reforma financiera vaticana [pieza angular del proyecto bergogliano] sufrió un colapso estructural, ante la resistencia burocrática interna y la inesperada caída en desgracia del cardenal George Pell [procesado por abusos sexuales en Australia]. Esta caída, aunque no sea explicación suficiente, resulta por demás sugerente, en este contexto general de resistencias institucionales.
El factor acumulativo del ‘llueve sobre mojado’, generó sinergias de mutuo refuerzo: como la concatenación de estos casos con la renuncia forzada del auditor general Libero Milone, bajo acusaciones posteriormente desmentidas y refutadas. Se evidenciaron así las formidables resistencias internas de la Curia, contra cualquier tipo de medida que osara mejorar la transparencia económica vaticana, históricamente opaca.
Finalmente, el contexto geopolítico consumó el fin de ciclo progresista y popular latinoamericano [ya iniciado con la victoria de Macri a finales de 2015]: coronado por la emergencia de un desbocado Bolsonaro, cuya impunidad despótica alcanzó nuevas e insospechadas fronteras en el discurso político continental. A lo cual cabía sumar nada menos que a un outsider, como lo era Donald Trump, al frente de la Casa Blanca… Cuyo consultor y ‘hacedor’, Steve Bannon, no sólo era católico sino que pretendía conformar una nueva Iglesia cismática frente al ‘Papa comunista’.
Por último, el Papa tomó la decisión pragmática de firmar un acuerdo provisional con China para el nombramiento de obispos, lo cual parecía cuanto menos justificable, desde una perspectiva pastoral de largo plazo. Sin embargo, en la praxis política eclesial, acabó operando como factor alienador definitivo para los sectores más conservadores. Consolidándose así tanto las grietas y fracturas internas como las externas. Persistencias que acompañarían el pontificado de Francisco hasta su conclusión.

## El segundo Tiempo [2019 \ 2023]: el Papa Pragmático
El Tiempo pragmático de su pontificado nos muestra a un Francisco convertido en gestor ineludible de diversas y simultáneas crisis institucionales non sanctas. Trasladándose el orden de prioridades estratégicas, desde la transformación estructural de la Iglesia, hacia la contención efectiva de daños. La diplomacia vaticana adoptó, consecuentemente, un enfoque de realpolitik en diversos asuntos espinosos: por caso la relación con China, o la compleja respuesta a la guerra en Ucrania.
Las críticas sistémicas al orden económico global se suavizaron sustancialmente. El discurso contundente de la primera etapa evolucionó hacia propuestas más conciliadoras como ‘La economía de Francisco’. Iniciativa que buscó el ‘diálogo constructivo’ con la institucionalidad financiera internacional, como el FMI o el Banco Mundial. Así como también con el Foro Económico Mundial de Davos [anteriormente señalados, todos ellos, como corresponsables de la desigualdad global].
Las reformas estructurales prometidas se estancaron o adquirieron un carácter cosmético, como evidenció la constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’ [2022], que reorganizó la Curia Romana aunque sin alterar sustancialmente su funcionamiento jerárquico. O las moderadas conclusiones del Sínodo para la Amazonía [2019], que finalmente eludió cuestiones centrales como la ordenación de hombres casados.
## Palo y adentro: Francisco y su ‘Gol de Oro’ en el Descuento
En su fase testamentaria, Francisco intenta un último golpe de timón, quién sabe si con nostalgia, con rumbo a la impronta de sus primeros y primaverales años. Este cambio de dirección puede verificarse en varias matizaciones públicas respecto de su propio accionar, en años inmediatamente previos a la propia autocrítica.
Más allá de esto, el punto en el que su reposicionamiento estratégico se manifestó con una potente luz propia, fue en todo lo referido a Palestina. Erigiéndose como la única voz occidental con la legitimidad moral y el liderazgo mundial suficientes, para exigir el fin del cruel genocidio palestino.
Su postura se materializó en dos aristas concretas: en primer lugar, la denuncia explícita y valiente del genocidio gazatí, sin subterfugios verbales sino todo lo contrario. En vergonzante contraste con tantas otras voces institucionales del orbe, refugiadas ad eternum en la ambigüedad diplomática, cuando no en afirmaciones directamente ininteligibles.
En segundo término, a través de su defensa irrenunciable de la solución de dos Estados, el de Palestina y el de Israel, reconocidos internacionalmente como el propio Vaticano hizo en 2015. Posición prácticamente abandonada por la ‘comunidad internacional’ [es decir EEUU y sus aliados], en el baúl de las miserias del subconsciente occidental.
Sea como fuere, esta defensa irrestricta del Pueblo Palestino puede condensarse en un hecho poco conocido, y que ha tomado notoriedad tras su fallecimiento: de forma diaria, Francisco se comunicó por videoconferencia con la sufrida comunidad católica gazatí, incluida su postrera etapa de internación, hasta el final de sus días.
#04> Los Poderes fácticos que operaron contra el Papa [y los que no]
Cada intento de reforma en el Vaticano tropieza desde sus principios con la lógica defensiva de una institución bimilenaria; un organismo que metaboliza los impulsos de cambio y los hace circular por su sistema inmunitario de inercias, salvaguardando un delicado equilibrio de poder.
Sobre ese telón de fondo emerge, en primer lugar, la dimensión de la ‘geopolítica negra’: la Santa Sede, provista de una de las redes diplomáticas más extensas del planeta, actúa a la vez como observatorio privilegiado y como campo de maniobras para los principales servicios de inteligencia. La necesidad de proteger su soberanía y la confidencialidad de sus comunicaciones condiciona, desde la política exterior hasta la prudencia con que se ventilan los expedientes internos.
En segundo término aparece la ‘burocracia curial’, auténtico Deep State del catolicismo. Sus dicasterios dominan el arte de la dilación: informes sin fin, consultas circulares y silencios estratégicos que convierten los decretos pontificios en procesos casi geológicos. Esa resistencia pasiva no es siempre malicia, sino el reflejo de una cultura que asocia estabilidad institucional con la parsimonia del cambio.
A continuación late la ‘nobleza negra’: viejos linajes romanos cuyo poder formal se ha encogido pero que conservan una tupida red de patronazgos en fundaciones pías, consejos culturales y circuitos financieros. Su ascendiente se ejerce por insinuación: un contacto oportuno, una invitación precisa, la capacidad de hacer que ciertas puertas se abran o se cierren.
Les siguen los ‘lobbies teológicos e ideológicos’ como el Opus Dei, Comunión y Liberación o Camino Neocatecumenal; órdenes religiosas con sólida implantación internacional y círculos tradicionalistas. Dotados de medios, universidades y fieles movilizados, defienden su lectura de la ortodoxia y presionan para modular, o frenar, cada reforma que perciben como una amenaza a su identidad.
Persisten, además, las ‘sombras financieras’. Por más normativas que emanen de la cúpula, subsisten cuentas de trazabilidad imprecisa, sociedades pantalla y circuitos de inversión erigidos sobre décadas de discreción. La transparencia exige aquí no sólo voluntad política, sino un cambio cultural profundo y sistemas de control que aún no logran abarcar el conjunto.
En ese mismo entramado opera el ‘lobby gay’ de la Curia: no como caucus formal, sino como vínculos de apoyo y protección mutua en un contexto que condena oficialmente las relaciones homosexuales. Su opacidad crea vulnerabilidades susceptibles al chantaje, y añade una capa extra de complejidad a la gestión de nombramientos y confidencias.
Por último, la convivencia del Papa en ejercicio con un ‘Papa emérito’ [fenómeno inédito en la era Moderna hasta la renuncia de Benedicto XVI], ofreció a los sectores conservadores un referente simbólico. Cada gesto o texto de Ratzinger, por discreto que fuera, se interpretó como legitimación de la resistencia, alimentando la percepción de un magisterio alterno.
Así pues, la reforma impulsada por Francisco navegó siempre entre un mar de presiones: de la inteligencia internacional, por boicot burocrático~curial, o de los discretos linajes del poder romano; de facciones doctrinales, de los hombres de negro del sector financiero, las redes de afinidad del ‘quiste interno’ [lobby gay de la Curia]. O, ya en el colmo, de un contrapeso nunca antes visto como el de un Papa emérito en la Santa Sede. Luego, auditar su papado exige tanto ponderar la determinación del Pontífice como la densidad de estas fuerzas; que, desde la sombra, velan por la continuidad de la institución.
Adentrándonos ya en la contracara de estos poderes fácticos reales operando en el Vaticano con Francisco, pasaremos a desmentir algunas infamias. Así pues, de forma muy breve [por razones de extensión] se detallan a continuación los bulos conspiranoicos más extendidos, y consistentemente refutados, que circulan en la red sobre el Papa Francisco.
Primero, las supuestas conexiones masónicas del Papa se apoyan en lecturas caprichosas de gestos o vocablos [por ejemplo, su insistencia en la ‘fraternidad universal’] que ciertos entornos ultra tradicionalistas traducen en complicidad con logias. Sin embargo, no existe un solo documento, testimonio o indicio creíble que acredite la pertenencia de Francisco a la masonería; de hecho, el Pontífice mantuvo intacta la prohibición canónica que impide a los católicos afiliarse a logias masónicas.

El segundo bulo más viral le atribuye el improbable nombramiento cardenalicio de Alexander Soros, hijo de George Soros y actual responsable de la Open Society Foundations. La fábula se origina en encuentros reales recientes, por caso el que convocó a Bill Clinto y Alex Soros con el Pontífice. Huelgan mayores aclaraciones respecto a tamaña sandez.
Otro bulo que consiguió propagarse con viralidad inusitada es el de una supuesta connivencia especial entre Francisco y los Rothschild, aderezada con imágenes adulteradas en las que el Papa parecería besar las manos de banqueros legendarios. Las fotografías genuinas proceden, en realidad, de su visita a Yad Vashem en 2014, cuando saludó a sobrevivientes del Holocausto.
Cabe señalar, por honestidad intelectual, que la trazabilidad de estas narrativas contaminantes y alienadoras conduce, inexorable, hasta las Agencias de Inteligencia de EEUU e Israel, como las cocinas creativas de estas bizarras piezas de desinformación en la práctica totalidad de teorías delirantes del internet en esta ‘era de la boludez’.
El objetivo excluyente de las mismas pasa por desinformar a las sociedades de forma masiva, como pieza fundamental en la estrategia de guerra cognitiva largamente detalladas y planificadas por las usinas de pensamiento hegemónico imperialista de EEUU. La ausencia de referencias y elementos funcionales para nuestra capacidad de discernimiento reflexivo, es el objetivo último.
#05> Las Reformas Financieras del Papa: un legado forjado más allá de sus dos Tiempos
El pontificado de Francisco comenzó, respecto de las finanzas vaticanas, con un gesto tan simbólico como desafiante: proclamar una ‘Iglesia pobre para los pobres’. Así, en aquel primer Tiempo de avanzada, inauguró una ‘cruzada’ para someter a escrutinio cuentas, inversiones y privilegios que habían prosperado al amparo de la discreción vaticana. La premisa resultaba casi evangélica en su sencillez: Dios no necesita cuentas secretas.
Las primeras medidas fueron audaces. Surgió la Secretaría para la Economía, concebida como un ministerio tecnocrático que, por primera vez, confiaba a laicos responsabilidades de peso. Se definieron protocolos de auditoría externa y se impusieron normativas antimicro lavado alineadas con los estándares de Moneyval [supervisor europeo].
Sin embargo, el empeño pronto reveló su ingenuidad intrínseca: no bastaba con decretar la transparencia, había que doblegar una burocracia curtida en milenios de autonomía y acostumbrada al privilegio de la reserva. Surgió así una suerte de ‘resistencia pasiva~proactiva’, valga el aparente y paradojal oxímoron. Obra y gracia de dicha burocracia y su maraña de demoras, filigranas legales y pequeños sabotajes administrativos.
El punto de inflexión llegó con la desastrosa operación inmobiliaria de Sloane Avenue, Londres. La compra y posterior venta forzada de aquel edificio, saldada con pérdidas multimillonarias, expuso ante la opinión pública la magnitud y arraigo de la corrupción en la Iglesia de Roma. No era un descuido aislado: evocaba la sombra del Banco Ambrosiano y los enredos del Instituto para las Obras de Religión [IOR].
Así fue como el escándalo se volvió catarsis. La Santa Sede se vio obligada a reconocer que su estatus soberano ya no podía justificar un régimen de opacidad que contradecía la doctrina que predicaba. Nacía así, la única ‘política de Estado’ de Francisco. Entendiendo por esto último aquellas políticas que trascienden la pendularidad de los tiempos. Luego, en este caso, nos referimos a la única política dura que Francisco sostuvo desde el inicio de su papado, hasta el final del mismo.
Volviendo a la crónica, este fue el contexto por el cual el IOR fue sometido a una depuración sin precedentes: miles de cuentas fueron revisadas una a una y se cerraron aquellas ligadas a actividades dudosas. La publicación anual de balances, impensable apenas una década antes, se convirtió en práctica habitual, aunque todavía limitada por la reticencia de algunos dicasterios a compartir información sensible. Aun así, el mensaje se consolidó: la banca vaticana debía servir a la misión religiosa y caritativa, no funcionar como refugio de capitales inconfesables.
En paralelo, el caso del cardenal Angelo Becciu marcó una ruptura simbólica aún más potente. Ver a un purpurado sentado en el banquillo por delitos financieros demostró que la justicia vaticana podía—si la voluntad política existía—alcanzar las cumbres de la jerarquía. Ese precedente, reforzado por la reforma procesal que autoriza juzgar a cardenales en tribunales ordinarios de la Santa Sede, erosionó la sensación de impunidad que durante siglos había protegido a los ‘intocables’.
Pero la transparencia tiene un precio contable… y moral. Los déficits no cedieron, golpeados también por un descenso significativo en las donaciones del Óbolo de San Pedro. El desplome, alimentado por la indignación frente a los abusos sexuales del clero, reveló que la credibilidad financiera y la credibilidad moral son vasos comunicantes. Francisco respondió con gestos de apertura [balances más detallados, comunicados públicos sobre gastos], pero reparar la confianza herida resultó una tarea más lenta que cualquier reforma administrativa.
Dentro de los muros apostólicos se libraba, además, una batalla cultural. Para algunos curiales, someterse a criterios contables ‘seculares’ equivalía a ceder soberanía; para otros, la presencia de laicos en puestos directivos diluía una identidad clerical celosamente custodiada.

El Papa del fin del mundo intentó desmontar esa inercia con la constitución ‘Praedicate Evangelium’, que modernizó la Curia y relativizó el principio de carrera exclusivamente eclesiástica. Sin embargo, la vieja guardia conservó espacios de influencia. Los suficientes como para acotar la plenitud cabal del viraje.
¿Dónde queda, entonces, el legado financiero de Francisco? La mayoría de vaticanistas reconocen progresos tangibles: mayor transparencia, alineación con estándares internacionales y un claro precedente judicial contra la corrupción. No obstante, subsisten demasiadas áreas grises, déficits estructurales y la carencia de una cultura de rendición de cuentas que apenas ¿empieza? a arraigar. El tiempo y el nuevo Papa dictaminarán.
#06> El Opus Dei y Francisco: una radiografía del dolor
Tras el naufragio del Banco Ambrosiano en 1982, el Opus Dei estadounidense emergió como sostén decisivo de las finanzas pontificias. Con Juan Pablo II y Benedicto XVI halló terreno fértil: articuló un sistema de gestión trabado a circuitos bursátiles neoyorquinos y a fondos conservadores que, a cambio de estabilidad, obtuvieron ascendiente sobre los despachos más sensibles de la Curia durante tres décadas.
La llegada de Jorge Bergoglio alteró ese equilibrio. Desde los primeros meses, su gobierno ensayó una toma de distancia tan gradual como inexorable. La creación del Consejo de Economía en 2014 [con la sorpresiva inclusión de voces ajenas al círculo opusino, como Jeffrey Sachs] evidenció el deseo de ‘abrir ventanas’ a otras corrientes de asesoramiento. Y alimentó la sospecha de una disputa soterrada.
Cinco años después, la reforma del Instituto para las Obras de Religión [IOR] confirmó el viraje: la designación de Jean~Baptiste de Franssu, banquero ligado a capitales europeos pero sin vinculación conocida con la prelatura, dejó claro que el Papa buscaba socios distintos para la arquitectura financiera vaticana.
El distanciamiento devino ruptura en julio de 2022, cuando el motu proprio Ad charisma tuendum despojaba al Opus Dei del rango excepcional que había preservado desde 1982. La supervisión pasó del ala doctrinal al Dicasterio para el Clero y el prelado perdió su condición de ‘obispo titular’, obligado ahora a rendir informes anuales sobre la marcha interna de la institución. No se trataba sólo de una poda burocrática: con aquella resolución, Francisco reescribía el mapa de poder e insinuaba que la Santa Sede ya no se resignaría a depender de un único pilar económico, por sólido que pareciera.
#07> Amistades peligrosas
Frente a esta situación, se abre una duda cuanto menos razonable: ¿el innegable distanciamiento que hubo entre el Francisco y el Opus Dei, era apenas la punta de un iceberg desconocido para el gran público? Las reformas financieras limitadas y el acercamiento programático e institucional a las élites globalistas, ciertamente coinciden con el enfriamiento de las relaciones con el Opus Dei. Lo cual, per se, no llega a ser prueba de nada. Aunque sin dudas resuena como interpelación sugerente.
En cualquier caso, es evidente que a partir de 2019, se observan hostilidades rupturistas entre Francisco y el Opus Dei, cuya temporalidad se despliega hasta bien avanzado 2022, es del segundo Tiempo papal. Y que, a partir de entonces, se aceleraron también exponencialmente las interacciones de Francisco con el ‘orbe globalista’ del gran capital mundial.
A razón de este viraje, surgen iniciativas como el ‘Consejo para el Capitalismo Inclusivo’, un ‘teatro corporativo’ en toda regla. Particularmente polémica fue la colaboración del Papa con Lynn Forester de Rothschild, fundadora de dicho Consejo [2020]. Cuya iniciativa vinculó la Doctrina Social de la Iglesia [DSI] con corporaciones como Bank of America, Mastercard, Johnson & Johnson y la Rockefeller Foundation… en pos de ‘promover’ reformas éticas en el sistema económico global.
Asimismo, el novedoso brío sistémico alcanzó a la relación con instituciones financieras multilaterales, evidenciando una de las transformaciones más significativas de su pontificado. Francisco transitó desde su postura como crítico que denunciaba una 'economía que mata' en 2013, hacia la colaboración estratégica con el FMI y el Banco Mundial, especialmente tras la pandemia.
En 2020, Francisco respaldó explícitamente iniciativas de alivio de deuda para países empobrecidos, coincidiendo con propuestas de Kristalina Georgieva del FMI. Esta convergencia se materializó en la participación vaticana en cumbres como 'Finanzas en Común' [2021], donde se promovieron modelos de inversión con impacto social positivo.
La aproximación a entidades como Goldman Sachs y el Foro Económico Mundial también refleja este reposicionamiento estratégico. Peter Sutherland, ex presidente de Goldman Sachs International, fue elegido miembro de la prestigiosa Academia Pontificia de las Ciencias Sociales. Y la conferencia 'Vatican Impact Investing Conference', contó con representantes de Goldman Sachs entre sus participantes.
Otro caso polémico es el del recientemente renunciado Klaus Schwab, fundador y ex presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial [WEF]. El Papa Francisco y Schwab interactuaron en diversas ocasiones. Incluidos mensajes a Schwab y al Foro de Davos, expresando preocupación por la situación global y la necesidad de mayor compromiso humanitario.
En definitiva, la hipótesis de un cambio de patrocinadores , ya fuese buscado o forzado, para explicar al menos en parte estos giros ‘sorprendentes’ a este respecto, resulta sugerente y encuentra respaldo en una muy abundante evidencia. No definitiva pero por demás indicativa.
Sea como fuere, queda meridianamente claro que desde finales de 2018 en adelante, el Vaticano profundizó en un reposicionamiento estratégico sobre el escenario geoeconómico global: más alineado con organismos internacionales, y menos dependiente de estructuras católicas como el Opus Dei.
#08> Conjeturas de un porqué: entre la realpolitik y el globalismo rampante
Respecto a las causas últimas que den cuenta del porqué de este giro copernicano de Francisco, sólo una cosa queda clara per se: semejante pirueta, a priori, sólo puede ser forzada. A partir de aquí, a continuación hilamos conjeturas plausibles, no una exégesis de los hechos. Aunque, advertimos desde ya, nos ahorraremos la condicionalidad constante respecto del carácter conjetural de todo lo aquí dicho. Para eso, precisamente, lo estamos aclarando ex ante.
Con la autoridad mellada y las arcas vacías, la Secretaría para la Economía alertó en 2018 de una brecha que la pandemia agrandó hasta un déficit anual de 83 millones de euros: apenas uno de cada diez euros sostenía la caridad, los otros nueve tapaban agujeros. Así nació en Roma la idea de una ‘multipolaridad del portafolio’: si los benefactores conservadores cerraban el grifo, habría que buscar capital en otros horizontes ideológicos.
El primer viraje apuntó a Washington, pero no a los donantes católicos tradicionales, sino al ala liberal~globalista orbitada por el Partido Demócrata. Los memorandos internos de Open Society Foundations [OSF], filtrados en 2016, proponían ‘construir masa crítica’ de obispos aliados.
La alianza se consolidó a finales de 2020 con el lanzamiento del ‘Council for Inclusive Capitalism with the Vatican’, presidido por Lynn Forester de Rothschild. Alrededor del Papa se congregaron un grupo de ejecutivos [cuya suma de patrimonios gestionados asciende a unos 10,5 billones de dólares] en busca de un distintivo ético. Sin tener, obviamente, que renunciar al lucro. Roma, por su parte, ganaba aire financiero y un altavoz mundial para su agenda social. Y las corporaciones, la bendición del sucesor de Pedro a un coste reputacional razonable.
Pero cada abrazo nuevo tensaba el viejo. El catolicismo estadounidense conservador, arraigado en el Napa Institute y alineado con el trumpismo, respondió con un ultimátum: podían reunir hasta mil millones de dólares… siempre que el próximo cónclave eligiera un Papa dispuesto a revertir las reformas de Francisco. El dinero se convirtió en munición doctrinal y la Curia empezó a caminar sobre el filo que separa la independencia misionera del vasallaje financiero.
Fue entonces cuando Roma ¿tanteó?, también a la República Popular China, en una presumible ’Operación Yuan’, de andarivel paralelo pero complementario al acuerdo para el nombramiento de obispos. Acuerdo que viene prorrogándose rutinariamente [2018, 2022, 2024].
Moneyval recordó en 2021 que las fundaciones vaticanas seguían siendo vulnerables a sanciones y opacidad. El déficit operativo cercena la autonomía real de la Curia, y cada nueva entrada de liquidez llega con cláusulas escritas o tácitas. El Vaticano es ahora un funambulista financiero acreditado: suscribe alianzas con la filantropía sistémica globalista para amortiguar la presión conservadora; mientras recuerda a esos mismos globalistas que puede pivotar hacia Pekín si le niegan respaldo.
Sea como fuere, a su sucesor le dejará una peliaguda decisión: continuar su política de ‘multipolaridad financiera’… O aventurarse a la reconstrucción de un modelo menos expuesto a las grandes potencias y magnates globalistas. Más abroquelado, en suma, hacia un conservadurismo católico noratlántico.
El próximo balance, no sólo el contable, dictará sentencia: o la diversificación asegura la soberanía de la Sede Apostólica, o los hilos que cada sponsor sujeta acaban tejiendo una red donde la sotana papal quede atrapada. Porque, en última instancia, lo crucial no será quién paga las cuentas, sino quién escribe la partitura moral que la Iglesia canta al mundo.
La Iglesia de Roma, a día de hoy está en extremo riesgo de pasar; de su condición todavía imponente, poderosa e influyente de reinado transnacional, a simple peón de un escenario que durante tantos siglos supo dominar. En este marco, Francisco y savoir faire del ‘ser y parecerlo’, hizo peripecias no siempre acertadas pero que, en suma, le permitió sentarse con holgura en mesas antagónicas.
Un shock insuficiente para una institución atrapada entre su vocación universal y sus intereses corporativos. Delineándose así un Francisco apesadumbrado, cual desconsolado Jim Carrey en el final de ‘El Show de Truman’, descubriendo, con sus propias manos, la ‘insoportable realidad del ser’.
Dijo Jesús:
> ‘Al César lo que es del César.’ [Marcos 12:17].
Y Pedro soñó con convertir toda Roma hasta el triunfo final.
> ‘Y os digo de nuevo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el Reino de Dios.’ [Mateo 19:24].
Y los herederos jerarquizados de Pedro el negador acumularon oro, despilfarraron abundancia y se embriagaron de suntuosidad.
> ‘Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque es de ellos el Reino de los Cielos.’ [Mateo 19:14].
Y los herederos jerarquizados de Pedro el negador se aventuraron en abominables prácticas de pederastia.