Fin de fiesta en Pinamar

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Fin de fiesta en Pinamar

05 Febrero 2018

Por Daniel Mundo

Hay un hecho: cerraron el centro de salud, la Salita, de Valeria del Mar. Esto no solo deja sin asistencia médica a los siete mil habitantes de la localidad, abandona también a su suerte a los miles de turistas que nos visitan todos los veranos. Los turistas no conocen la existencia de la sala hasta que irrumpe el accidente, y el accidente siempre puede irrumpir. Por eso tampoco les interese que se cierre. Es más, ni siquiera se enteran.  Los locales se atienden allí. Esto es muy grave, pero no es todo. Desde la intendencia quieren que se diagnostique en abstracto que la población sufre de “tendencia esquizofrénica”. ¿Por qué? ¿Leyeron a un especialista de turno? No. Es que quieren que el municipio distribuya cierta droga que alivia la “tendencia esquizofrénica”. Parece increíble, pero es real, si es que todavía mi esquizofrenia me permite saber lo que es la realidad.

Si lograra escribir en el español en el que la editorial Bruguera me obligó a leer las novelas de Raymond Chandler, éste podría ser un relato de Chandler: la decadencia imperceptible y brutal de la clase media en una ciudad que hasta hace muy poco tiempo estaba creciendo. ¡Pum! En plena madurez del lugar, estalla la suerte. Quizás haya muchas ciudades así... pero no creo que ninguna sea tan literal como Pinamar. Cuando un lugar llega al pináculo de su crecimiento los habitantes de ese lugar creen vivir en el paraíso. Pinamar fue un paraíso turístico, fiscal, jurídico y legal durante muchos años. No por nada eligieron este destino los ricos. Provoca tanta anestesia este Efecto Paraíso que la psique de los nativos se resiste a aceptar la decadencia cuando la decadencia acaece... y menos aún cuando se la está viviendo... porque ellos mismos colaboraron en desencadenarla. Yo soy un local, o me siento local, por lo que tengo alguna responsabilidad en la suerte de esta ciudad. Lo que pasa es que desencadenamos una decadencia de la que a su vez somos las víctimas. Somos los responsables y las víctimas de lo que, como comunidad, estamos viviendo. Acá la ficción ya trazó por lo menos dos o tres horizontes posibles: el horizonte Ballard, el horizonte Carver, el horizonte Chandler. Tres escritores (debe haber muchos más) que se ocuparon de imaginar diferentes abismos por los que la clase media desbarrancará. Pinamar optó en una primera instancia por la opción Chandler, y está optando ahora por la opción Ballard. Estas elecciones no son racionales y conscientes. La opción Chandler tiene muertos (todas las opciones tienen muertos), pero todo se consume como un vaso de whisky, de manera lenta y a media luz (el sexo es algo suplementario en las tres opciones, pero nunca algo placentero). En la opción Ballard, en cambio, se comienza ingiriendo merca y se termina asolando la cancha de golf y violando al sereno. ¿Deportes típicos del lugar? Golf y tenis. ¿Deportes que practican los turistas que veranean quince días acá? Golf y tenis… Sólo que los turistas juegan con mejores palos, mejores pelotas y mejores caddys (tienen también mejores autos, mejores mujeres y mejores amantes). Pura casualidad.

Todo es igual o muy parecido en la historia real y en la diéresis literaria: los personajes, el diputado corrupto, el sitio (mansiones sin mantenimiento que se alquilan dos meses por año), la policía corrupta, las condiciones de vida cada vez más empobrecidas, los empresarios y comerciantes corruptos, los pobres en aumento... Ahora bien, la distancia entre Los Ángeles y Pinamar no es de 10.240 Km sino de 50 años de atraso.

La  historia ocurre en una de esas localidades balnearias en las que hace un par de décadas turisteaban ricachones anónimos y vedetes de la política. La farándula. En aquella época los comerciantes de la zona nos quejábamos de lo maleducados que eran los adolescentes que orinaban en los jardines o dejaban los preservativos sucios en la playa. Era una zona Tax Free. No digo que los pocos contadores, abogados y escribanos que había en esos años postfundacionales se hayan hecho ricos tan sólo no pagando impuestos, pero no pagarlos sin duda favoreció aún más todos los negociados y tramoyas que hacían y deshacían. Hoy la gran mayoría de los balnearios de la zona pertenecen a sociedades oligopólicas regenteadas por esta gente o sus testaferros. Estas sociedades lograron construir hoteles de varios pisos a metros del mar. No advirtieron hasta que ya fue muy tarde que estaban contaminando las napas de agua. Lo cierto es que la “Punta del Este” argentina se va pareciendo cada vez más a un pueblo con construcciones de cemento pasado de moda.

La fiesta pinamarense duró hasta que llegó la infaltable tragedia. A unos matones de cuarta se les "fue la mano" y mataron a un fotógrafo que había sacado una foto indebida. Ese asesinato condenó al lugar a una lenta decadencia, en la que todavía estamos naufragando. Muchos piensan que la decadencia se debe a motivos globales de la economía, o a los gustos atrofiados de la clase media, que se volvió loca y quiere viajar en avión a toda costa, y pagar en cuotas un hotel all inclusive en el Caribe. En el fondo de su psique creen que el tiempo y la historia son reversibles y que volverán a la prosperidad que prometía este lugar cuando gobernaba esta casta de malditos. La decadencia se debe a estos y a otros muchos motivos, sin duda, pero ahora quiero referirme brevemente a los motivos morales. Cuando escribo "morales" lo hago con mucha consciencia y desconfianza, porque es una palabra que no me gusta, una palabra bastardeada y banalizada (tampoco me gusta su sentido etimológico: a la moral le contrapongo la ética). Pero en este caso creo que funciona casi a la perfección. En general no creo en los juicios morales porque me parecen montados sobre una estructura falsa en la que el denunciador se salva de la condena, mientras el denunciado es acusado y vilipendiado a troche y moche. Ellos son malos, nosotros buenos, para simplificarlo. Los habitantes de esta pequeña ciudad, que nunca dejó de ser un pueblo, siempre despreciaron a los turistas, que invadían sus noches, ocupaban sus estacionamientos, ensuciaban sus playas, etc. Sólo que es una ciudad que vive básicamente de lo que gastan estos personajes despreciables, los turistas. A los habitantes locales también les molestaban la clase política y los ricos que veraneaban acá y la cohorte de periodistas que se instalaba entre bambalinas para conseguir noticias. Si ahora encontramos en los medios alguna noticia de Pinamar o Cariló por lo general se refiere a los robos de las casas millonarias o a los precios carísimos con los que los comerciantes pretendemos estafar a los desprevenidos turistas. No hace falta ni detenerse en la idiotez que encierra este tipo de noticias.

Pero lo cierto es que Pinamar Centro (es muy gracioso decir Pinamar Centro porque ese lugar al que todos reconocemos de inmediato no tiene una materialidad física real) fue abandonado. Primero lo abandonó la clase media alta, que se inventó un cuasi barrio cerrado en el norte de Pinamar. Luego lo abandonó la clase media-media, que se instala en Pinamar pero consume en Cariló. Los que se apropiaron de ese Centro simbólico son en gran medida nativos de la zona, con los que los turistas no quieren mantener ningún tipo de relación diferente al contrato de servicios: te pago/me servís. Muchos habitantes de Pinamar se creían y aún se creen contagiados por una especie de ósmosis con la riqueza de los ricachones. Su intendente histórico, un patriarca que gobernó durante veinte años, se povoneaba con la crem de la crem del menemismo.  Se amparaba en su pasado comunal. Luego de la muerte de Cabezas todo el Partido estuvo como en una especie de acefalía durante 10 años, con el patriarca gobernando desde las sombras (o mejor dicho, impidiendo gobernar). El poder circulaba entre los actores del momento y no coagulaba en ninguna figura superadora. Los sucesivos intendentes fueron licuados por la misma cloaca de corrupción chatarra que caracteriza la riqueza de la localidad. Bueno, ahora volvieron a gobernar los que durante mucho tiempo se desinteresaron de la política, porque para ellos lo principal es el lucro individual: su propia riqueza. Para este fin le pretenden practicar una lobotomía general a la población.

Hay muchas otras características del Partido de Pinamar que dejaré para otro momento. Lo que quería informar es un hecho muy doloroso y de mucha trascendencia: el cierre de un centro de salud, la Salita, en la localidad de Valeria del Mar. La Salita llegó a tener una ambulancia, que tardaba entre quince y veinte minutos en llegar a donde se hubiera producido un accidente. La Salita no solo atiende a los siete mil habitantes de Valeria y Ostende, atiende también a los miles de turistas que todos los años llegan hasta estas playas. Los turistas no lo saben, porque nadie está fijándose qué centros de salud hay en el lugar al que va de vacaciones (a lo sumo se fijará dónde puede ser tratado con su prepaga, es lo máximo que le importa). Acá llega antes el servicio público que la atención privada. Esa Salita se cerró. ¿Los motivos? Son obvios: mucho gasto.

Mientras tanto, el intendente sigue poniendo flores en el centro simbólico de la ciudad y subiendo las fotos a Facebook. Lo que no se sabe es si esas flores son un festejo o los ramos que acompañan un funeral.