Sexus de Henry Miller o el sexo como vocación existencial

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Sexus de Henry Miller o el sexo como vocación existencial

01 Marzo 2015

Por Santiago Asorey y Luciana Sousa

Publicada en 1949, y envuelta en cuantiosos episodios de censura, Sexus de Henry Miller será recordada como una de las grandes novelas del siglo XX; en parte por instalar una prosa desprejuiciada y provocadora para la pacata sociedad norteamericana de posguerra. Pero fundamentalmente por inaugurar una tradición literaria en la que el sexo se configura como vocación existencial.

Sexus, que junto a Nexus y Plexus integra la  trilogía “La crucifixión rosa”, narra la devastadora relación entre un escritor y una bailarina, Mara. El relato va avanzando en boca del protagonista, que deja a su esposa Maude por esta joven, y que luego se enreda con otras mujeres, Mona y Miriam. El sexo, como las mujeres, se configura en esta novela como el recurso iterativo en el plano existencial que le permite a Miller ir tejiendo reflexiones filosóficas sobre el amor, el arte, el destino del escritor, la felicidad, entre otras.

Con frecuencia señalada como una autobiografía, Sexus recurre a descripciones aberrantes de los encuentros sexuales del protagonista; son actos inevitables, mecánicos, que se imponen sin preámbulos y que acaban en orgasmos desbordados. Los seres se consumen, se vacían, y allí se propicia el espacio para la verdadera búsqueda de Miller: la de una novela total.

Miller escribe con la violencia de Hemingway y el ritmo de Faulkner, y conforma de este modo una prosa poderosa y expresiva que solo puede sostener en Sexus. La virtud de esta obra monumental radica en la habilidad de desarrollar la escritura como experiencia, sin más pretensiones formales que narrar con la fuerza de la existencia. Esa es la clave de la ingeniería de la novela de Miller; nada es solo lo que se presenta en la superficie del lenguaje.