Postales de una ciudad balnearia
Por Maricruz Gareca
Villa Gesell es, entre las ciudades de la costa argentina, uno de los destinos preferidos por los veraneantes, en particular jóvenes y adolescentes que eligen sus playas para vacacionar. Es probable, sin embargo, que muchos de ellos –acaso la mayoría- desconozca gran parte de su historia, una historia que empieza a comienzos de la década del ’30 cuando Carlos Gesell, su fundador, adquirió las tierras donde hoy se emplaza la Villa.
Los treinta relatos que componen Historias de Villa Gesell atraviesan, bajo la forma de pequeñas crónicas, la historia de la ciudad balnearia desde su pasado más remoto, cuando era solamente arena y mar, hasta la actualidad, convirtiéndose así en un interesante material de archivo que no deja espacios, sucesos ni personajes por explorar.
APU: ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?
Juan Ignacio Provéndola: En realidad, el libro comenzó como una serie de notas que se publicaban en un semanario de Villa Gesell que se llama El Fundador, bajo ese mismo nombre: Historias de Villa Gesell. Eran una serie de notas que iban por fuera de la agenda cotidiana, porque el problema que tienen casi todos los medios del interior, sobre todo de ciudades chicas o de pueblos, es que están atados al financiamiento político que reciben y que les permite subsistir, por lo que les cuesta correrse de la agenda que les impone la coyuntura, por decirlo de alguna manera.
Mi intención era tratar de ir por los márgenes de esas prioridades y así empezaron a salir estas notas, primero creo que hubo una lista de cinco, después fueron apareciendo más y como tenían una repercusión piola entre la gente de Gesell porque eran cosas que algunos conocían o muy tangencialmente o ignoraban, así que terminamos haciendo veintipico a lo largo de todo ese año, que fue 2012. Después, viendo que había un conjunto de historias que dialogaban entre sí y que tenían un hilo que las emparentaba, se me ocurrió ver si las podía reunir en un libro porque uno de los auspiciantes de esa sección era el dueño de una pequeña editorial que se llama Alfonsina, que es con quien lo hicimos.
Así que quedaron dieciocho historias de las publicadas, a las cuales les agregué doce, que fueron escritas exclusivamente para esto; de ahí, salió este libro que son treinta capítulos a modo de microrrelatos, relativamente cortos, para que se puedan leer de manera continua porque tienen cierto orden cronológico, o salteada, viendo los capítulos en los que hay de todo: hay música, política, urbanismo, arte, y policiales también –el libro cierra con una historia de una chica que desapareció.
APU: En relación a su estructura, ¿desde qué formato pensaste el abordaje de estas historias?
JIP: Creo que el libro tiene un registro más periodístico que literario, aunque el periodismo tiene mucho de literatura, pero partiendo de una base periodística en el sentido de hacer pie en hechos reales y no en ficcionalizarlos, como uno a veces suele hacer, sobre todo cuando habla de cosas pasadas, viejas o que uno no pudo vivir, al proyectarse en el tiempo termina poniendo firuletes y como ficcionalizando. Yo traté todo lo posible de apartarme de eso y de que el fuerte sea la información, los datos, las referencias y crecer de ese lado.
Por eso, lo podes leer como un libro o lo podes leer como una serie de artículos periodísticos que es lo que me parece que es la identidad que tienen. Como algunas fueron escritas en un año y otras, en el otro, y también uno escribe de acuerdo a como se levanta en el día, a lo mejor algunas tienen como un poquito más de vuelo literario, y otras son más duras como el capítulo de la chica que se llama Agustina Sorich, una nena de doce años que un día desapareció y nunca más se supo nada; ésta es una nota bien dura, bien periodística con mucha información de expedientes, de fuentes oficiales.
APU: Ya en el plano de los relatos, resulta evidente que el libro está bien documentado, con fechas, con trabajo de archivo, es decir, se nota que hay una búsqueda de archivo y de que los datos sean lo más fidedignos posibles de lo que estas contando.
JIP: A veces, tenía miedo de dejar afuera a alguien, porque lo podía leer alguien de Villa Gesell o alguien que va a veranear, y no es el mismo vínculo el que tiene uno o el otro. Tenía ese temor, pero me interesa saber que el lector pueda sentirse involucrado porque, en realidad, no son más que historias que transcurrieron en lugares por los que uno transitó comúnmente. Digamos, Gesell es un pueblo chico, tiene de largo unas sesenta cuadras y de ancho, otras sesenta, no es muy grande, es como un barrio grande.
Respecto al primer capítulo que habla del siglo XIX era una intención mía, porque todos los libros, o la mayoría de los que he leído sobre ciudades balnearias, siempre arrancan desde el momento de la fundación, porque antes de eso no había nada, era solo arena. Pero, bueno, era solamente arena por algo, porque los estancieros ignoraban estos territorios porque no les permitía explotarlos con fines comerciales, para tener ganado, o para sembrar algo, pero a pesar de eso en esos montes había historias de gauchos que se escondían, de los indios querandíes que iban en caballo hasta el mar, digo, uno no tiene mucho la historia de un indio yendo al mar, es como algo nuevo. Tampoco a los gauchos, por eso ese primer capítulo de los gauchos que se esconden en esos montes que están atrás de los médanos. En Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, hay una parte muy piola en la que el gaucho llega hasta el mar, y para él el mar es un terreno desconocido, está acostumbrado a ver un horizonte plano, de campo, y es piola porque el tipo se expresa hablando del “mar como un cielo debajo del cielo”; siempre me quedó esa frase y me intrigó mucho ver realmente qué veían los indios y los gauchos en ese siglo XIX sobre esas tierras que, en ese momento, no sabían que iban a ser destino turístico. Ir a la playa era algo de una aristocracia europea, en Argentina no existía, recién empezó a mediados del siglo XX con el peronismo y el turismo social.
APU: A lo largo de Historias de Villa Gesell, el lector se encuentra con un variado abanico de personajes: hippies, actores y actrices, mimos, creadores de los panqueques más famosos –y agrego, más ricos- e, incluso, hasta un ex presidente que llega a pie desde tierras vecinas. Y músicos, sobre todo de rock. En varios de los relatos, el autor recupera la presencia de personajes tan célebres como míticos del rock nacional, como Luca Prodan, Sui Generis, Los Tipitos, Los Auténticos Decadentes y Luis Alberto Spinetta, del que rescata una verdadera joyita audiovisual que ningún lector apasionado por sus melodías puede dejar de ver. Es fácil advertir sin embargo, ya desde el índice, la ausencia de una figura en particular: los escritores. ¿Por qué tomaste esta decisión?
JIP: La no inclusión de escritores no fue por nada en especial, me hubiera gustado incluir la historia de Saccomanno en Gesell, pero lo que pasa es que él sacó una novela hace un poco más de un año, que se llama Cámara Gesell. Su defensa acerca de la novela es que el libro no está inspirado en Gesell, que es una ficción, pero cualquier gesellino sabe que habla de gente de ahí, y fue muy criticado allá. A mí, el libro me gustó mucho y a lo mejor me parece que si yo lo llegaba a incluir iba a despertar alguna polémica que no estaba buena, entonces a lo mejor lo más saludable para honrar su catadura literaria era esperar que pasara un poquito el tiempo porque a mí me gustaría reivindicarlo.
Saccomanno, antes de este libro, publicó otro que se llama El viejo Gesell –por esta misma editorial por la que sacamos Historias de Villa Gesell- y lo que hizo con este libro que publicó hace veinte años fue hacer una especie de resumen de otros libros que salieron, todos vinculados con Carlos Gesell, uno financiado por él, otro que escribió la hija, que era como una historia oficial y le agregó algunos datos que fue encontrando él, por ejemplo: habló con el sepulturero del cementerio, una historia muy loca. Ese es un aporte muy bueno, después algunos capítulos los sacó de manera seriada en Página 12, lo que permitió otro público conocer la historia de Gesell que no es la de los hippies, la del Viejo Gesell tirando semillas entre los médanos, de un patriarca que aparece de la nada.
Preferí, entonces, esperar un poco, me gustaría hacer un segundo volumen o una edición más ampliada de ésta donde poder incluir un capitulo con todos los escritores, aunque ellos tampoco se referencian mucho con la ciudad, no es que le atribuyen a Gesell ninguna inspiración mágica.
Historias de Villa Gesell se consigue en Librería de las Luces, Av. de Mayo 979