Qué hacer con los setenta

Qué hacer con los setenta

06 Julio 2013

Por Juan Ciucci

APU: En principio, nos gustaría que nos cuentes cómo surgen estos textos, ¿cuál era tu intención con ellos?

Claudia Hilb: Los textos fueron surgiendo uno tras otro y el libro surge de una propuesta de la editorial. Por un lado, siempre imaginariamente reuní estos textos que formaban un volumen, pero son textos escritos, el primero creo que en el año 2000 y el último el año pasado. Responden siempre, o creo que casi siempre, a estímulos muy puntuales: cosas que pasan, que me hacen pensar sobre aquello que pasa y a partir de eso decido escribir o hacer una intervención; muchas veces son resultado de intervenciones orales. Para mí tienen obviamente una unidad muy grande que es mi manera de enfrentar cierto modo de volver de convicciones de los ’70, que se reproducen en los debates académicos, en los acontecimientos, esto es en la manera en que nosotros miramos cosas que pasan hoy a través del prisma de convicciones básicamente de raigambre setentista.

Tengo una formación en Sociología, en Ciencias Políticas, en Filosofía y Filosofía Política y como siempre, tengo dos líneas en las que voy trabajando, que me van interesando: por un lado teorías políticas puras, siglo XX y también un poco más atrás y, por otro lado, y donde creo que siento más pasión, es en tratar de pensar en acontecimientos políticos con una fuerte carga también de teoría política.

Como digo en la primera frase del libro, yo tenía 20 años el 24 de marzo del 1976, y formé parte de esa historia y también te diría desde bastante temprano, empecé a tener una mirada bastante crítica sobre esa historia. Entonces, mi intención con el libro fue contribuir a que proliferen los relatos. Yo estoy muy poco a favor de las historias oficiales, sean de donde sean y creo que se fue construyendo respecto de los años ’70 una historia oficial por parte de quienes participaron que, a mi modo de ver, tienen un defecto muy fuerte que es el que se sostiene sobre clichés. Yo creo que hay que  re-interrogar todo. Hay una frase de Hannah Arendt  en un artículo que se llama “La crisis de la educación”  que ante una crisis, lo peor que podemos hacer es responder con clichés o respuestas congeladas. Tal vez, una vez que hayamos desecho los clichés y hayamos descongelado las respuestas, es decir que hagamos resurgir las preguntas, tal vez la respuesta a la que lleguemos se parezca mucho a la que teníamos, pero no va a ser como cliché, va a ser como consecuencia de una reflexión.

Si hay algo que a mí me gustaría que este libro pudiera producir es eso: desarmar los clichés y que quienes no están de acuerdo conmigo - y yo ni siquiera muchas veces sé si hay algo en lo que se puede estar en acuerdo o en  desacuerdo, o sea a quienes mi libro les produce una reacción negativa-  es que tengan que volver a pensar aquello que ya es en ellos clichés, frases congeladas y no producto de una verdadera reflexión.
Yo creo que lo que pasó en los años ’70 es suficientemente terrible como para que esa responsabilidad la asumamos también quienes fuimos parte del lado de las fuerzas insurreccionales de esa historia y que no podamos contentarnos de clichés o frases congeladas regodeándonos de nuestras buenas conciencias y nuestras bellas artes.

APU: Ese es uno de los puntos conflictivos del libro, la responsabilidad de las fuerzas insurreccionales. Me parecía que al partir solo de los ’70, falta considerar el pasado que generó ésa violencia, por poner una fecha puntual, el '55 como origen de ese terror.

CH: Yo creo que hay diferentes maneras de escribir la historia, una es hacerla arrancar en el ’55, otra es hacerla arrancar desde el impacto en fuerzas insurreccionales de la Revolución Cubana, de todos los movimientos de las fuerzas revolucionarias, sobre todo en el continente latinoamericano. Creo que hay muchas maneras de escribir esa historia. Nuevamente, lo que yo te diría, lo que yo podría pensar es que lo mejor es que no proliferaran los relatos. Pero yo no aceptaría decir “hay un origen de esto”, porque pienso que hay muchas maneras posibles de leernos. Entonces, yo no soy historiadora, no hago historia, si querés un poco me desintereso de las causas y me intereso en los fenómenos, es otra manera de aproximarte al problema.

APU: Me parecía que faltaban raíces para analizar el imaginario de la violencia presente en ese marco social. Falta para pensar la responsabilidad de esos jóvenes que asumían un discurso violento sin despegarlo de una sociedad que venía de una violencia, que decimos del ´55 por rastrear un momento puntual con el bombardeo de la Plaza de Mayo.

CH: Me parece que hay muchas maneras de explicar, no es lo que yo intento hacer. Entre las múltiples maneras de explicar, hasta te diría yo cuando tenía 30 años co-escribí un librito sobre la violencia en los años ’60 que tiene mucho más que ver con ese sentido. Esto no lo digo para responder a tu pregunta porque ni siquiera sé, hace mucho que por suerte no lo releo a ese librito, ni siquiera sé si seguiría pensando lo mismo porque era un relato mucho más histórico. Pero frente a estos fenómenos, a mí realmente no me interesa explicar, me interesa suscitar el pensamiento y es otra cosa. Yo no estoy tratando acá de explicar por qué pasó ni cómo pasó, sino estoy diciendo: “pasó esto, frente a este hecho que pasó hay cosas para pensar”.

Una cosa para pensar, desde mi punto de vista respecto al artículo al que te estabas refiriendo de la responsabilidad como legado, es qué significa adherir a la violencia en una generación. Ahí una de las dificultades con las que me encontré cuando escribí ese artículo –creo que lo digo al principio- es que es muy difícil pensar la violencia. A veces es un fenómeno, y leí bastante alrededor de eso, es como un fenómeno impenetrable, y yo no quería que lo mío fuera simplemente una condena de la violencia, no es un texto moral. Sino una reflexión sobre la relación entre  violencia y política, qué le pasa a la política cuando uno se acerca a la política desde una idea instrumental de la política con las armas de la violencia. Que fue una de las maneras en la que yo creo que puede describirse aquello que pasó en ese momento e, incluso, traté de pensar en ese texto también a contramano de las heroizaciones. Esto también lo sabemos, que a mí me pone francamente de mal humor, la exaltación del carácter heroico de mi generación.

Siempre hay heroísmo pero si vamos a eso, los militares se van a parar a rescatar esos héroes que tienen ellos y eso tampoco me parece interesante para nada. No me parece que sea lo que hay que hacer con acontecimientos que llevaron a tanta muerte. Entonces, esta participación, sin duda, quien a los veinte años participa en una gesta revolucionaria tiene la sensación de plenitud extraordinaria; ahora, la exaltación de eso cuando uno ya tiene el diario del día después me parece desastrosa, realmente me parece irresponsable.

APU: Eso lo marcas con La Voluntad, ¿no?

CH: Sí, es una nota al pie, porque me pasó eso. Además, conozco a muchos de los entrevistados de La Voluntad pero hay una cuestión para mí, si queres, que es ético-estética ahí, ¿no?  Yo creo que más allá de que eso sea cierto, digo no es ahí donde yo creo que por una cuestión ética tenemos que poner el acento cuando pensamos en esa época.

APU: ¿Y qué pasa con el contexto? Porque La Voluntad significó, al menos para mi generación, un espacio en el cual discutir con una otra verdad de los años ’70 que no veíamos hasta ese momento. Hoy podemos pensar que está institucionalizada, si se quiere, pero en el ’98 hablar de ese modo de la militancia política era un gesto novedoso. Nos significó en ese contexto particular re-descubrir los ’70 ¿Cómo sería esta posibilidad de acercarse de un modo más ético, pero cómo lo relacionas con un contexto histórico?

CH: Sí bueno, nuevamente digo: yo creo que cuando uno escribe, uno no puede hacer todo. Uno elige un ángulo y uno elige una manera. Nuevamente, yo  me devoré el primer tomo de La Voluntad, pero tenía esta incomodidad probablemente porque, a diferencia tuya y de tu generación, yo formé parte de eso, entonces mi elección es: yo no voy por ese lado, voy por otro lado, voy por el lado de la responsabilidad.

APU: ¿Y no te parecía necesario en ese momento ese discurso?

CH: No sé si es necesario o no es necesario, casi te diría a mi me parece bueno que existan muchos discursos y es más, te voy a decir que estuve a punto de sacarla a esa nota en la re-edición y después la deje porque en un punto sigo bastante de acuerdo. Esa nota la escribí, si queres, mucho más en caliente, cuando yo escribí mi texto era mucho más cercano a la aparición de La Voluntad. Estuve a punto de sacarla y no me parece mal que exista ese texto, pero lo que yo trato de discutir es: yo quiero discutir con la estetización de la experiencia de los ’70. Decir eso nomás.

APU: Me pasó también con otro artículo, cuando se habla de la verdad y la justicia y la posibilidad de encontrar verdad a partir de esa justicia, como el caso sudafricano, canjear verdad por disminución de penas. Que también me incomoda en este contexto, hace poco De la Sota hizo alguna mención parecida.

CH: Sí, esa es mi desgracia.

APU: Ahí me generaba la discusión de, bueno, un planteo ético moral, pero que en un contexto es muy inconveniente, si se quiere.

CH: Ese es un riesgo del pensamiento, el modo inconveniente es un riesgo del pensamiento, eso yo lo tengo clarísimo, y yo siempre digo al final parece que yo termino siendo un amigo entre mis enemigos, y enemigo entre mis amigos. Lo asumo absolutamente porque si no, nos queda el cliché. Nos queda alinearnos y punto y yo, realmente, si hay algo que defiendo es el esfuerzo de pensamiento. A partir del acontecimiento, no a partir de ideas previas o de como son las cosas, a partir de categorías pre-definidas. Sí defiendo a rajatabla que ante el acontecimiento, estamos cada uno de nosotros puestos con la obligación de juzgar. Después, efectivamente, qué pasa con esto sale de nuestro control. Juzguemos para un lado o juzguemos para el otro.

Respecto de la contrastación entre Sudáfrica y Argentina, yo ahí te voy a decir con toda franqueza, en el año 2004 cuando se reabren los juicios, yo tuve una sensación muy encontrada respecto de la manera en que esa reapertura cristaliza. Por un lado no me embarga de tristeza el hecho de que se juzgue a una caterva de tipos que son asesinos, aún no probados pero luego sí probados. Por otro lado me parece que para la salud de las instituciones argentinas, declarar que una ley del parlamento de 1987 simplemente no existió, porque, claro, había que declarar que nunca había existido porque no se podía derogar … Entonces también pienso: en nombre de valores destruimos algo que también a la Argentina le costó mucho adquirir que es el respeto a la ley. Como una ley no nos gusta rescindimos, como no la podemos derogar porque no existe, decimos que no existió esta ley. Yo, ahí, la verdad fui muy crítica. El otro día se lo contaba a alguien y me decía “y eso porque no lo escribiste”; y dije que estaba haciendo mi tesis en ese momento y entonces estaba en otra, pero si no lo habría escrito.

¿Qué pasa? Una vez abierta esa instancia de la cual en sí yo soy bastante crítica, pero nunca estudie el tema pero te digo lo que me pasó, así, casi más inmediatamente: se perdió la gran oportunidad, desde mi punto de vista, para pensar una solución donde se intercambiara verdad contra una reducción de penas. En el ’85, eso yo creo que era impensable, que no hubiese sido bueno y que a nadie se le podía ocurrir, y me parece que  está bien que fuera así y fue extraordinario lo que se hizo. En el año 2005, veinte años después, con el  precedente de Sudáfrica, creo que habría sido extraordinario que sí se hiciera. Si vas a los familiares y les preguntas: a cambio de recuperar a tus nietos no estarías de acuerdo en que se le rebajaran la pena a su secuestrador, todos te van a decir que sí en privado, públicamente no lo van a poder decir. Toda la gente con la que he hablado que tiene familiares desaparecidos habrían negociado reducciones de penas con los asesinos, los desaparecedores de sus familiares a cambio de saber dónde estaban los restos. Porque tienen que poder cerrar las historias, ahora públicamente esto nadie lo dice o muy poca gente lo dice.

Yo había sido favorable a esto, creo que habría sido muy bueno en todo sentido y tengo mi interpretación de por qué esto no puede decirse en voz alta, entre ellas creo que es mucho más tranquilizador para las buenas conciencias de quienes participamos en el movimiento insurreccional que de acá no salgamos de los discursos oficiales. Que nadie hable, que no hablen los militares, que no tengan que cambiar los discursos de quienes piden castigo y condena y nada más, entonces estamos en una situación donde nada se mueve. Yo de eso soy bastante crítica y por eso en ese artículo y en otro que tengo que anda circulando por las redes, que incluso te diría va un poco más lejos de eso.

APU: El problema con eso es cierto momento de impunidad en nuestro país, en el que tampoco aportaron información. Porque ahí hay un planteo desde la familia militar.

CH: Claro, pero nunca se les plantea una situación: si vos me contas todo te doy tres años, si no me contas nada te doy perpetua.

APU: Pero en ese momento estaban libres, a partir de los indultos, y no contaron nunca nada.

CH: Pero yo no digo que lo hagan por tus bellos ojos ni por los míos, ni porque son gente que tienen muchas ganas de decirnos qué han hecho. En Sudáfrica fue, como yo digo, una economía del perdón, digo: te perdono, sí, hay un precio.

APU: Y ahí, ¿el planteo ético no entraría en negociar con genocidas?

CH: Pero yo ahí digo, creo que no hay, desgraciadamente ante las situaciones de salida de regímenes criminales, no hay salidas perfectas, esto me parece que es evidente. Es la experiencia histórica contemporánea y es el resultado al que llega cualquiera que puede pensar sobre esto; esto es indudable. Yo lo que pienso es: frente a una salida que es necesariamente imperfecta, dónde siento yo que esto favorece de la mejor manera a la vez a la no impunidad, a la vez la posibilidad de que proliferen relatos que deshagan los discursos demasiado cristalizados; y a la vez la restitución en términos fácticos que permiten a las víctimas y a los familiares de las víctimas seguir para adelante. Y también que permite a una comunidad política encontrar los discursos para seguir para adelante. Obviamente, esto no tiene una respuesta única.

APU: Y en algún punto la actual está socialmente aceptada e internacionalmente convalidada

CH: Que yo no crea que las circunstancias actuales sean ni la única ni necesariamente la que a mí me parece la mejor no quiere decir que no reconozca, por un lado, que resulta inédito que en Argentina a partir de 1985 se hayan juzgado a los principales responsables de las Fuerzas Armadas. Inédito, increíble y que a partir de 2004 se hayan re abierto los juicios. Aunque yo pueda ser crítica de eso, no niego. Por un lado, entiendo perfectamente que a mucha gente le parezca la mejor opción, no niego el impacto absolutamente positivo en muchos aspectos, pero bueno, tengo una posición ligeramente, como decían los estoicos, “clinamen”, los átomos que van cayendo y se corren un poquito. Yo le imprimo un “clinamen” a esa solución.

APU: Como verás, es una entrevista crítica ésta. Otro de los puntos que me habían hecho ruido, es la idea de “captura” que planteas de un pensamiento militante, si se quiere, un tipo de organización y cómo el sujeto ante esa reunión social, o ante esos conceptos que se comparten, permite que sucedan cosas o baja sus niveles de crítica hacia eso.

CH: No querría abusar del argumento del diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo, pero creo que es una experiencia de un tipo de militancia de la que mi generación participó de manera fortísima, de la que toda la experiencia revolucionaria participó de manera muy, muy intensa y cuya expresión yo diría en última instancia más dramática es lo que yo describo en La Tablada. O sea, cómo podes explicar que los chicos que fueron a La Tablada pudieran creer que eso que estaban haciendo tenía un sentido y además podía resultar como ellos creían que resultaba; si uno no piensa que de algún modo han perdido un sentido, el sentido común. En el sentido yo diría más tradicional del término que es el sentido que te permite a vos mismo juzgar de lo que adviene del mundo sin tener ya la respuesta antes de la pregunta. La idea de la captura que yo saco de Lefort, la verdad es que no tengo demasiado empacho en sostenerla fuertemente. Te diría la experimenté en mí, la experimenté en otros y después la vi de afuera; y  no me parece que es denigrar  a aquellos por los que pasamos por ahí. Porque creo que fue efectivamente más o menos así que se puede explicar el hecho de que tuviéramos siempre las respuestas de todo antes de las preguntas. O sea, había una respuesta para todo.

APU: ¿No es un discurso anti político éste?

CH: ¿El que tengo yo? No, yo creo que lo que era antipolítico era el modo en que pensábamos en ese momento.

APU: En un punto, ese pensamiento que lo conectas con La Tablada; uno lo lee como la lógica de la organización política, la lógica de la militancia.

CH: Yo, en ningún lado digo, y tampoco lo pienso, que sea la lógica de la organización política ni de la militancia. Creo que la política es otra cosa, que la “captura” en una organización, creo que en los años '70 existió fuertemente y tuvo un desarrollo letal que estuvo unido a la utilización de la violencia. Creo que tiene que ver, para elevarlo a otro terreno,  con el pensamiento de las sectas, pero no creo de ninguna manera que esto sea propio ni de la militancia política ni del compromiso político en general. Ahí si me rebelo fuertemente contra esa generalización.

APU: Lo pensas más en la lógica de los '70 y por eso lo unís después a La Tablada, una especie de continuación de ese pensamiento.

CH: Claro, es que en realidad cuando yo empiezo a investigar La Tablada,  esto me interesa que se entienda como pienso yo estas cosas, no es que yo entro a La Tablada para encontrar la continuación de los '70. Yo entro a investigar La Tablada francamente porque no entiendo y quiero entender. Y a medida que voy investigando encuentro algo ahí que es como la replicación bajo la forma más degradada de la lógica de los '70, por eso se llama "El último acto de la guerrilla setentista",  pero no entro a investigar sabiendo ya que es lo que voy a encontrar. Y efectivamente cito una frase de Mattini que dice algo así como “fue una caricatura”; y creo que es bastante exacto eso. Entonces, te nombraba lo de La Tablada, sacándolo del contexto de los '70 y poniéndolo en un contexto que a vos por ahí te es más familiar, por ahí entendes mejor o más exactamente que quiero decir con captura.

APU: Es problemático y casi estaría en contra de pensarlo así, pensarlo en términos de secta y eso, más allá que sí, la participación…

CH: Ojo, no es que yo lo pienso en términos de secta, digo es un fenómeno que por ahí uno puede asimilar al fenómeno de la manera en que uno está captado en su modo de ver el mundo cuando estás dentro de una secta, es únicamente eso. O sea, para hacerlo como más comprensible.

APU: Me parece que lo relacionaría con lógicas políticas, porque a partir de la militancia y de la construcción de un imaginario común, que es una puesta en común para tratar de entender no solo uno sino con otros la realidad, bueno, es un ciclo que comparte cualquier militancia política.

CH: Claro, pero soporta el desmentido de la realidad, soporta el cuestionamiento y soporta la interrogación. El problema es cuando eso no soporta la refutación de la realidad ni soporta la interrogación ni soporta el debate. Obviamente, cuando vos estas dentro de una organización del tipo que sea, compartís una reflexión sobre el mundo, pero eso no significa que sobre eso vos no tengas posibilidad de opinar críticamente, de entrar en disidencia, de encontrar el desmentido desde tu experiencia.

APU: Y ahí de vuelta, ¿no entraría la historización de las organizaciones armadas en Argentina y lo que fue el MTP? Porque habría características propias de los momentos históricos que ellos van transitando que no permitían esa lógica de discusión.

CH: ¿Qué quiere decir no permitían? Fueron 30 tipos, no fueron tres millones. ¿Porque a los otros dos millones, setecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y .. si pudieron?

APU: El MTP fue un caso particular, aparte es una especie de desagregado de aquella historia. Pero en el caso de lo que fue las organizaciones insurreccionales, ahí vivieron un proceso de persecución que fue impidiendo esa lógica de discusión política democrática si se quiere. O en este término de plantear las respuestas ya, que se relacionan con el militarismo también que tuvo que ver con las organizaciones en momentos históricos y los dirigentes que fueron perdiéndose. Porque si no, me parece que es como englobar toda la situación en un tipo de la peor faceta de lo que pasó en ese momento.

CH: Pero no. Nuevamente, yo te digo el problema es que uno no puede hablar de todo ¿no? y entonces yo no estoy haciendo una historia de Montoneros y del PRT, no estoy haciendo nada de eso. Estoy interrogando una cosa muy precisa que es cómo situarlo frente a la responsabilidad. Entonces, obviamente hay factores históricos, pero yo te diría del mismo modo en que yo me niego absolutamente a entrar en los factores personales y psicológicos, que en una entrevista previa me decían del punto de vista personal. No me interesa, no me importa, no sé si las hay o no las hay, pero no me parece que es lo relevante de este caso. En el caso de la historia, obviamente que hay una enorme relevancia de factores y condiciones, etc.; pero, a ver, eso lo podemos decir ex post facto porque la historia nunca te condena o te condiciona de manera tal que aquello que va a pasar es necesariamente lo que pasa. Cuando algo sucede, uno encuentra, como dicen los historiadores son los mejores profetas del pasado, digo cuando algo sucede entonces uno busca las capas históricas, pero yo no creo que haya en los asuntos humanos ni en los asuntos de los acontecimientos humanos una causalidad mecánica que nos permita explicar todo. Después cuando las cosas suceden uno trata de encontrar ligazones cruzadas pero no más que eso, entonces la explicación por la historia yo no la creo; que la historia me ayude a entender, sí lo creo.

APU: Te preguntaría para ir cerrando, la relación de este tipo de pensamiento con lo político y con lo social. Lo que me pasa es que en varios momentos del libros decís, que a treinta años ya estamos en condiciones de pensar de otra manera. Yo lo pondría en duda en el sentido de que ese partido militar sigue existiendo, ciertos conceptos que vos vertís acá entran en diálogo con alguna de esas manifestaciones del partido militar. O volvamos al caso de De la Sota, por decir. ¿Cómo lo pensas, está presente en tu pensamiento?

CH: Absolutamente, yo una cosa que realmente querría evitar que suceda con mi libro es que entre en el terreno de la disputa K-antiK. Lo que más lamento del momento en que apareció mi libro es que esto es muy probable que pueda suceder como tentación de ambos lados. Yo no voy a hablar de mi situación política pero en ese dualismo K o antiK, que quede muy claro que me niego absolutamente a entrar en ese dualismo. Realmente lo peor para mí que podría pasar con el libro es que quede establecido ahí. Luego, el riesgo de pensar sobre eso que hablamos antes, uno escribe y después no tiene dominio sobre lo que escribe, escriba lo que escriba. Yo lo que te puedo decir respecto de lo político, yo el modo que esperaría que entre en la política es tratando de romper transversalmente con los clichés de un lado y del otro, eso es lo que más podría esperar. Sé que no va a suceder, no tengo demasiadas esperanzas pero, por ahí, en alguna gente, por ahí en la gente más joven de tu generación, u otras, a veces tengo ese tipo de reacciones favorables. Yo, antes de que este, escribí un libro sobre Cuba que se llama Silencio oscuro que también es muy crítico, tuve un diálogo con un chico que debe tener más o menos tu edad, librero de mi barrio que cuando lo vio me dice "no se puede resolver la Revolución Cubana en 100 páginas". Entonces le dije "¿vos leíste el libro?, "No", entonces le digo por qué no lees y después hablamos. Y lo leyó y me dijo "bueno, ya cambié mi opinión, ya no diría lo mismo".

Yo no quiero resolver la historia de la violencia en los '70 en 160 páginas, pero si me encantaría que la gente no tenga una posición a priori - esto es K, esto es antiK-  sino que lea el libro y que le suscite preguntas, que le suscite interrogantes, como te decía hoy, aunque vuelva a elegir las mismas respuestas, que sean porque están obligados a volver a pensar y a volver a elegirlas.

APU: Corriéndonos de lo K o antiK, sino planteando directamente la historia de los '70. ¿Te parece que existe esa distancia, que todavía no están vivos el partido militar, estas tradiciones?

CH: Yo creo que el partido militar, como se decía partido militar en los '70, gracias a los cielos no,  que puede haber y quedar ideología favorable a los militares de los '70, digamos hay, existe y casi te diría no me importa, me tiene sin cuidado. No es para ellos que yo escribo. Lo que hagan ellos, yo me lo tendré que aguantar  pero yo en ese sentido, cuando uno escribe, lo importante es como dice Charly García, "¿Para quién canto yo entonces?". Yo sé para quien canto, yo canto para gente como vos y no para los militares. Entonces, yo no creo que lo que yo esté escribiendo acá tenga el menor peligro para la estabilidad del modelo que tiene Cristina, tenga el menor peligro para desarmar algo que yo creo que es absolutamente necesario  mantener que es la dureza del Nunca Más. Hay un punto -creo que lo digo por ahí- sobre el cual, para mí, no habrá que volver que es el Nunca Más. Ahora, yo no creo que mi libro pueda ni debilitar eso ni nada, lo que sí me gustaría es dialogar con la gente que toma las verdades demasiado cristalizadas, que es la gente con la que a mí me interesa hablar. Con los otros me puede interesar hablar para entrevistarlos y para seguir pensando pero no porque me interese especialmente entrar en diálogo con ellos. Yo sé que es complicado pero estoy dispuesta a asumir esa complicación.