Marcha por la soberanía: la historia del contador que cruzó a nado las aguas frías de Lago Escondido

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Crónica de las jornadas en el feudo de Joe Lewis

Marcha por la soberanía: la historia del contador que cruzó a nado las aguas frías de Lago Escondido

24 Febrero 2023

Un contador, especialista en nadar en aguas abiertas, logró la hazaña de ser el primer argentino que cruza a nado el lago Escondido, a pesar de las agresiones físicas, verbales y psicológicas que aplicaron los peones del empresario inglés que usurpó esas aguas.

La mañana del 1° de febrero, al pie de la montaña y a orillas del lago Escondido, sesenta montañistas prepararon los kayaks para cruzar el espejo de agua. Fue imposible descansar durante la noche, por el asedio constante de los peones del empresario Joe Lewis, el inglés que se considera dueño del lago. Los agresores usaron reflectores alumbrando las carpas, altoparlantes que pasaban música a todo volumen, a veces piedrazos y gritos, y de golpe el sonido de una motosierra que se acercaba al vivac como para cortar a alguien, en la búsqueda de generar terror psicológico. Los caminantes, después de higienizarse en las aguas heladas y desayunar con el sol apenas tibio, levantaron sus carpas, se higienizaron y prepararon los kayaks. Todos menos uno: Ricardo Capdevila.

La Séptima Marcha por la Soberanía de Lago Escondido llevó a caminar por los senderos a más de sesenta montañistas, entre ellos 16 mujeres, en una brigada que bautizaron Juana Azurduy. Partieron de Warton, cerca del río Azul, en la zona de El Bolsón, con el objetivo de llegar a orillas del lago apropiado por un millonario extranjero en zona de frontera. El cierre sería atravesar de punta a punta el Escondido, y salir por el camino de Tacuifí a la ruta 40, si es que la peonada del británico lo permitía. En el 2022 las agresiones fueron tan brutales que los obligaron a regresar por el mismo camino, pero esta vez los hombres de Lewis se vieron desbordado por la cantidad de senderistas, y se dedicaron a molestarlos de manera violenta, como para que desistieran del intento de llegar a orillas del lago en disputa. Lo que no sospechaba la peonada de Joe Lewis era que los 60 caminantes no solo iban a cruzar el lago navegando, sino que uno de ellos lo iba a realizar de una manera ingeniosa y con sabor a hazaña.

Algunos de los escaladores sabían la “travesura” que preparaba Ricardo, porque en otras marchas lo intentó, pero los mercenarios no lo dejaron acercarse al Escondido. Otros sospecharon de su osadía el día anterior cuando con José “Pepe” Sbatella, semidesnudos, se tiraron a nadar al lago Soberanía. “Yo dejo que estos se metan, los vigilo y si hay alguna emergencia llamo a otro para que los salve. Ni loco me meto en el agua helada”, decía el padre Paco Olveira, muerto de risa mientras Richard y Pepe se alejaban dando brazadas en las aguas transparentes. Cuando esa mañana, junto al lago, Ricardo se puso su traje de neoprene todos comprendieron que no iba a subirse a ningún kayak, sino que los iba a acompañar nadando.

Para este contador de 62 años y tres hijas, cruzar a nado el Escondido no sería una hazaña porque es un especialista nadador en aguas abiertas, tanto de río como mar y lagunas. Su principal marca es el cruce del Paraná a lo largo de 66 kilómetros, y espera hacer la travesía Hernandarias – Paraná, de 88 kilómetros. Lo extraordinario es que su cruce sería la primera travesía a nado de un argentino en lago Escondido, una manera de ejercer soberanía a brazo partido, a través de las aguas más puras del mundo, buscando bocanadas del oxígeno limpio de los Andes. Si bien el cuerpo de Capdevila está entrenado, y siempre compitió luego de una buena noche de descanso, esta vez lleva cuatro días de marcha por montaña, cargando una mochila de 32 kilos y varias noches agotadoras por el asedio de los mercenarios del empresario inglés.

A brazo partido

Capdevila sabía del reclamo por la soberanía del lago, pero supo de las marchas luego de una charla con un combatiente de Malvinas. Se integró a FIPCA (Fundación Interactiva para la Cultura del Agua), conoció a su presidente, Julio César Urien, impulsor de las marchas al Escondido, y decidió sumarse a la travesía patagónica. Desde el principio estuvo en su cabeza la idea de cruzar el lago a nado de punta a punta, pero no quiso acelerar los tiempos, y así como la primera vez fue como uno más del contingente, en la segunda marcha que participó no se dieron las condiciones, porque llegar al lugar es una tarea ciclópea, no solo por la naturaleza, sino por los rigores que imponen la peonada de Lewis que lucha para poner mil trabas para que no se pise el lago. La tercera es la vencida, y así fue como Ricardo llegó, junto a sus compañeros, a la orilla tan deseada y por fin se dio el lujo de ser el primer argentino en cruzar a nado el Escondido, un trayecto de 10 kilómetros en aguas de muy baja temperatura, a veces con vientos fuertes en superficie y un oleaje que dificultan las brazadas.

Doce kayaks fueron parte del contingente, los que trasladaron al grupo en dos etapas, cinco kilómetros en la primera etapa (hasta la isla de los Patriotas), y cinco kilómetros hasta las playas de la cabecera este del lago. Fue una cuestión táctica, porque de esa manera podían llegar y acampar en un lugar que no figura en los mapas, que no es propiedad privada desde ninguna perspectiva, y que permitiría un segundo cruce y así llegar a orillas de la mansión de Lewis. El nadador se adecuó al plan general y realizó, él también, el cruce en dos etapas, la primera el miércoles. La temperatura del lago no era helada, alcanzaba los 16 grados, pero por precaución se colocó el traje de neoprene y salió con el primer grupo de kayaks, a las 9.30. Dos horas más tarde, antes del mediodía, llegaron a la isla de los Patriotas, donde esperaron los otros dos grupos. No fue una jornada fácil, porque las condiciones en el lago, pasado el mediodía, no fueron las mejores. Los doce kayaks volvieron a la cabecera oeste a buscar el segundo grupo y fue difícil remar en contra del viento. La tercera tanda fue la más difícil, porque el sol se escondía, el ataque de los hombres de Lewis se hizo cada vez más intenso, con lanchas, luces y ruidos, y los últimos en llegar lo hicieron de noche, la mayoría mojados y con mucho frío. El armado de carpas no fue fácil, porque es una zona gredosa y húmeda, pero mucho más molestó fue el hostigamiento de los hombres de Hidden Lake, tal el nombre de la empresa que administra el lugar. A pesar de ser una isla pequeña y alejada de la costa, los esbirros de Lewis llegaron a cumplir su tarea maliciosa.

A primera hora del jueves se levantaron los sesenta, izaron una bandera, acomodaron otra que estaba enredada en un poste y, mientras el sol asomaba, cantaron el Himno Nacional con un nudo en la garganta por la emoción. Luego levantaron campamento y alistaron los kayaks para un nuevo cruce, esta vez de algo menos de cinco kilómetros, rumbo al final del camino de Tacuifí, justo donde Lewis levantó su vivienda.

El primer grupo, integrado por más de veinte personas, tardo una hora y media en llegar, y diez minutos después arribó Ricardo, recibido por los compañeros con aplausos y vivas que lo sorprendieron. Pero más lo sorprendió ver a la peonada de Lewis, que no salía de su asombro y no pudo resistirse al impulso de aplaudir al nadador que venció la naturaleza, superó el cansancio y no flaqueó ante el hostigamiento que ellos mismos le infringieron y lo seguirían haciendo. Ricardo Capdevila, el primer argentino en cruzar a nado el lago Escondido, piso la playa pedregosa, algunos lo buscaron para ayudarlo a dar los primeros pasos y de fondo se veía la casona inmensa que el usurpador del lago construyó para reunirse con empresarios, políticos, jueces, fiscales, espías y dueños de grandes medios de comunicación.

El dueño de las aguas

Mientras el segundo grupo se alistaba para cruzar el lago, una lancha llegó a la isla. Era la misma lancha que los siguió y agredió el día anterior, con la diferencia que esta vez trasladaban policías de la provincia de Río Negro. El grupo pensó que los uniformados venían a ofrecerles protección de las agresiones, pero los antecedentes de ser una fuerza servil al inglés los hizo sospechar de las intenciones. Apenas bajaron, los uniformados se acercaron a preguntar que estaban haciendo en el lugar, por qué acamparon allí, sin entender que se trata de un lago público, de una isla que no tiene un dueño y que por lo tanto se puede circular de manera libre. Cuando uno de los senderistas, que además es abogado, le preguntó al policía quién le ordenó que los interpelara, el hombre de azul respondió con plena seguridad que recibió un pedido del Lago. El abogado le pregunto el nombre del superior que le dio la orden, de su jefe directo, y el policía insistió que la orden venía del Lago, que es como denominan a la empresa Hidden Lake los lugareños. Lewis demostraba una vez más ser amo y señor de las instituciones de la Comarca Andina, donde estableció una cabecera de playa inglesa, con influencia decisiva en la provincia de Río Negro, .

Ricardo Capdevila está convencido que las acciones para ratificar la soberanía sobre el lago son esenciales para ejercer un derecho que tienen todos los argentinos, y que él podía aportar con su especialidad de nadar en aguas abiertas y marcar un hito para que se repita en el futuro. Su sueño es volver al lago Escondido y nadarlo de punta a punta, sin etapas, acción para la que está preparado. Tal vez la próxima no esté solo y otros nadadores se sumen en la travesía.