Estamos

  • Imagen

Estamos

24 Noviembre 2017

Por Cristian Secul Giusti*

Nos quedamos mudos tras el cierre de los comicios y miramos la nada cuando nos enteramos que no había forma de revertirlo. Un domingo cínico y jodido. Habíamos hecho todo lo posible, y hasta le cantamos las cuarenta a varios compañerxs desenfocados. Pateamos las calles, nos chocamos contra el viento y nos quemamos con el sol de la primavera y el ballotage 2015.

Por momentos sentíamos que se podía dar y en otros sabíamos que estaba muy picante el asunto. Explicamos, desarrollamos y volvimos a exponer las palabras clave que hoy nos atormentan: endeudamiento, congelamiento, Estado policial, complicidad mediática, engaños, estrategia publicitaria... Recibimos distintas atenciones, pero no alcanzó. No nos alcanzó, y ese 22 de noviembre de las elecciones presidenciales terminamos sentados en el cordón de una calle asfaltada y fría.

Horas, días y meses después, nos multiplicamos en las charlas personales o por WhatsApp, Twitter y otros medios. En estos momentos, sin ir más lejos, el Facebook anda con el puñal en la mano pinchando y pinchando sobre nuestros ardores. Nos recuerda un pasado reciente en el que muchxs de nosotros estábamos devastados y conmovidos. Y no era para menos. Tratamos de evitar todo esto que sucede ahora. Todo, todo. Le habremos errado a los modos y a las velocidades, pero no nos equivocamos en el contenido.

No obstante, hay algo notable en todo esto que resulta necesario marcarlo para que no nos gane la ansiedad y la depresión: decir, reconocer y saber que estamos. En mayúscula: ESTAMOS. Esto no sólo implica un presente, sino también un futuro porque hay una excelente idea de no claudicación. El enojo y la bronca, desde ya, está a la orden del día y la noche.  No se trata de negar eso, sino de expresar que existe una continuidad que nos arrasa. En ese tránsito, revisamos explicaciones, seguimos pensando a nuestro modo, desde nuestro campo de lucha y con unas armas discursivas un tanto escuetas, pero no menos potentes.

Por tanto, estamos. Cansados, hartos, podridos y cada tanto al borde de la locura, pero estamos. Sabemos cómo es, lo identificamos y lo enfrentamos. Del otro lado, los verdugos atacan, pegan por abajo, empujan, empiojan, enturbian y todo lo que se nos ocurra. Y sin embargo, estamos. Respiramos, buscamos refugio ante la tormenta y nos amuchamos para aguantar. Hurgamos a nuestro modo y como podemos. Nos buscamos intensamente en los pasillos y en los huecos. Nos reímos con amor y nos entristecemos apretando los dientes.

No es menor, la escena actual despliega lógicas que vienen de tiempos oscuros y contienen discursos desquiciados que resucitan con la fuerza del viento. Lo sufrimos, lo discutimos y le damos pelea como podemos. Por esta razón, estamos y, además, pensamos. Nos reunimos e inclusive avanzamos con un andar que vamos reconfigurando de a poco. Jugamos con nuestro corazón al filo, a punto caramelo y nos repetimos con enjundia que esto no puede ser. Nunca hablamos en cuentagotas y siempre vamos a más.

Nosotros, más inquietos que inertes, más urgente que calmos, más dolientes que impasibles, así andamos. Nos alegramos y nos entristecemos con la misma velocidad. Estamos en carne viva y sufrimos el avasallamiento del modelo económico actual y la saturación mediática. Vamos y venimos. Un día decidimos encontrar el espacio de la paz y al otro día salimos a buscar a lxs compañerxs que andan heridos. No podemos con nuestro genio y ayudamos, buscamos, le damos la vuelta al asunto.

Por ello, nos hacen sentir que estamos en el lugar de lxs equivocadxs. Casi que nos obligan a pedir perdón por ser sensibles o por reclamar. Con gestos, muecas o movimientos nos invitan -livianamente y/o a la fuerza- a mirar para el costado. Nos dicen que relajemos, que no estemos tan al tanto de lo que sucede porque las cosas pasan porque pasan. Y porque así debe ser: “por algo será” y “algo habrá hecho”. Las miradas y las respuestas de estos otros construidos son crueles, frías, nefastas. Entonces nosotrxs -los aparentemente errados y desalineados- estamos con la mochila de días y de noches a cuestas. Nos quedamos como locxs tonteando en una orquesta antibalas y en una sociedad que está en un momento triste de enunciación.

Para contraponer esas nociones nefastas, es importante que disfrutemos los logros colectivos y también personales que se suceden en estos contextos arremolinados e impasibles, propios del neoliberalismo. Ya sea desde una instancia íntima y privada hasta la más pública (la publicación de un libro, un artículo, una foto, un post, o la participación en una charla, la organización de espacios de debate, una recibida, entre otros) necesitamos compartirlo entre compañerxs para no perder el halo poético de nuestra estadía en este escenario complejo.

Y existe algo que nos distingue y nos enaltece: a pesar de tanta pena y tanta herida, buscamos la fraternidad. Por este motivo, nuestro camino nos obliga a desplegar perspectivas nobles y sinceras. Son tiempos crueles que debemos reconfigurar para felicitarnos y acompañarnos. Darse ánimo, sacar las palabras del placard y decirlas, enunciarlas para que, de a puchito, podamos romper el cerco entre todxs. Intentar ser mejores en ese aspecto, que es el que nos distingue del plástico corporativo y simulado. Debemos quitarnos ciertas anteojeras e interpretar que a este contexto se le gana colectivamente y con franqueza, cariño y paciencia. Estamos. Estamos y seguimos.

Dr. en Comunicación / Docente (FPyCS-UNLP)