"El derecho a la salud es una construcción colectiva"
Durante muchos años la concepción de tener “buena salud”, poco tenía que ver con las condiciones de vida. Es más, durante muchos años, la OMS, definió a la Salud, como ausencia de enfermedad. Sobre esta concepción los únicos que podían reparar la enfermedad, eran los médicos y los medicamentos. Así, surgió la relación conocida como “médico-paciente” donde se limitaba el accionar al ámbito individual y privado. En fin, la salud como reparación de daño instalado, limitado a un hecho individual y respondido desde una profesión liberal y en estrecha relación con el complejo tecnológico industrial de laboratorios de medicamentos y aparatologias.
Este modelo iniciado en EE.UU, fue preponderante en gran parte de siglo XX en muchos países Latinoamericanos y la Argentina no estuvo exenta. Los pobres, terminaban en los hospitales de beneficencia o simplemente sin posibilidad de acceder a una atención.
Pero en la Argentina hubo un proceso político y social que les dio dignidad a los trabajadores y a partir de ello se constituyeron los derechos sociales fundamentales y dentro de ellos la Salud, fue uno de las más importantes. Es así que a partir de la gestión del Dr. Ramón Carrillo al frente del Ministerio de salud este derecho se tradujo en mejor acceso a la atención de la salud en los hospitales, construidos por la Fundación Eva Perón, la posibilidad de atención más cerca de los barrios con la creación de centros de salud, la eliminación de algunas enfermedades como paludismo y la fiebre amarilla. El avance en la producción nacional de medicamentos, entre tantos hechos de soberanía y mejora en las condiciones de salud. El estado se hacía cargo manteniendo el principio de justicia. La medicina dejaba de ser un hecho liberal para constituirse en una profesión más al servicio de las necesidades del pueblo.
En el mundo, nace la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de la Organización de Naciones Unidas en 1948 y aquí desde hacía 3 años formaba parte de las concreciones del Gobierno Justicialista. Es más, la salud de las familias, de la mujer y del hombre que trabaja, de la niñez y de la ancianidad, de la mujer embarazada, entre otras, encuentre expresión constitucional a sólo un año de aquella Declaración en la Constitución Nacional de 1949, derogada por la Revolución fusiladora. El derecho a la salud en Argentina recién vuelve a tener estatuto constitucional desde la reforma de 1994. No como hecho explicito en esa reforma sino por la incorporación de once pactos y convenciones internacionales, entre las cuales se halla la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de la Organización de Naciones Unidas de 1948.
Ahora la pregunta es: Si la salud es un derecho, ¿por qué no es igualitario el acceso a la misma? Como desde las organizaciones políticas y sociales podemos aportar para consolidar este derecho?
Tal cual lo manifestó nuestro Primer Ministro de Salud y Gran filósofo del Sanitarismo Argentino, el Doctor Ramón Carillo, tener buena salud no depende de los servicios médicos únicamente. Depende también y además de las condiciones de vida. La buena vida, depende del trabajo, de una remuneración justa, una educación de calidad, una vivienda digna, el acceso a la cultura, al esparcimiento y a un medio ambiente seguro, entre otras circunstancias.
Porque esto es la salud, en el año 2003 con Néstor Kirchner y Cristina después, se dio un trabajo basado en políticas sociales y sanitarias inclusivas que dieron como resultado la mejora en muchos indicadores sanitarios. Se ha trabajado sobre las condiciones de vida de la gente, sobre los servicios sanitarios, sobre la prevención. Sólo un ejemplo para graficar lo que se hizo en prevención, es que las vacunas del calendario nacional pasaron de 7 a 16 en 8 años. Esto ha significado una mejora en la morbimortalidad de muchas enfermedades prevenibles.
Sin embargo, ante estos grandes avances, somos concientes que aún queda mucho por hacer con la atención propiamente dicha. Necesitamos más profesionales, más técnicos, en nuestros barrios comprometidos con este proceso. Necesitamos de los hospitales abiertos a la comunidad, integrados en red y con la participación de las organizaciones sociales y políticas en su conducción que ponga énfasis en los sujetos de derechos como primera cuestión. Que pongas énfasis en la prevención y promoción de la salud más que en la enfermedad.
También somos concientes que el subsector de las obras sociales tiene mucho por mejorar en el acceso y las condiciones de atención de los trabajadores formales. En muchos casos, los convenios con el subsector privado responden a la lógica del mercado de la salud y no a las necesidades concretas, dando como resultado alto gastos e insatisfacción de los usuarios en este sistema. Esto se ve reflejado en el acceso a medicamentos con pagos importantes del bolsillo, diferenciados para estudios o mecanismos burocráticos que impiden un acceso igualitario a la atención de la salud. Demás está decir, el poco desarrollo de programas orientados a la prevención de enfermedades y la promoción hábitos de vida saludables que existe es ese subsector.
Hay dos maneras de entender el derecho a la salud. O el Estado es el principal garante y es quien define el modelo de atención, integrando las políticas sociales y sanitarias en el marco de la inclusión social o es un derecho a la atención médica, brindada bajo el modelo de acuerdos corporativos con clara orientación hacia la reparación de la enfermedad en donde el negocio es lo que prima.
Es aquí donde surge una pregunta ¿Es posible construir un sistema de salud más igualitario, integrado, accesible y con participación popular? No caben dudas que la respuesta es un gran SI.
El trabajo es posible, así lo demostramos a partir del año 2005 cuando nos incorporamos como organización a la estructura del estado de la provincia de Buenos Aires y pudimos en pocos meses iniciar un proceso de construcción colectiva a partir de las necesidades en salud de nuestros barrios. Así surgió una de las políticas que han significado un cambio paradigmático en términos de entender el proceso de salud enfermedad desde el estado; la integración de los sectores populares en las decisiones. La participación fue el instrumento como estrategia así se conformo esta extensa red de promotores comunitarios en salud, que hoy son parte activa de las políticas de salud en los barrios más postergados. Ellos son parte fundamental en esa lectura de las necesidades concretas y a partir de ahí trabajan sobre el derecho de acceso a los servicios de salud, también son parte de la organización del barrio en cuestiones que hacen a la calidad de vida, el trabajo, la educación como complementar los estudios, erradicar el analfabetismo, terminar la primaria o secundaria, erradicar un basural, hacer el seguimiento de un niño en riesgo que padece una bronquiolitis, entre otras actividades. Ellos entendieron que acceder a una buena salud es un derecho como ciudadano y una obligación de estado garantizarlo, pero sobre todas las cosas creen que en este proceso, son parte del estado porque hay una clara identificación con un gobierno que les está devolviendo la dignidad como habitantes sujetos de derecho. Ellos también pelean para que cada vez haya menos pobres en esta Argentina.
Este es el gran desafío de todo el campo popular, reconstruir ese modelo sanitario que supimos tener con Carrillo y que como en aquellos años fue parte de un proceso de justicia social y reparación de derechos. Contamos con algunas herramientas: un vasto conocimiento adquirido, una organización nacional que nos aglutina, un Proyecto Nacional y Popular en marcha, una presidenta que nos convoca a profundizar este modelo, pero por sobre todas las cosas, el dolor que aun nos pega en el pecho por las cosas aún pendientes y por las que dieron su vida, Nestor y los 30 mil compañeros detenidos desaparecidos. No es poco.