Unpopular opinion: no está mal destacar la identidad sexual de Ayelén Mazzina

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    Ayelén Mazzina
    Ayelén Mazzina, militante feminista y por las diversidades
OPINIÓN

Unpopular opinion: no está mal destacar la identidad sexual de Ayelén Mazzina

12 Octubre 2022

El lunes 10 de octubre se anunció la reemplazante de Elizabeth Gomez Alcorta en el ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad: Ayelén Mazzina, puntana y lesbiana de 32 años. Y más allá de su nombramiento en el cargo, también fue noticia la manera en que distintos medios la nombraron.

En particular, una nota escrita por la editora de género de TN Marina Abiuso en la que se la nombra como “una joven lesbiana y peronista” despertó centenares de comentarios negativos en redes sociales, en muchos casos sosteniendo que era innecesario remarcar la sexualidad de la nueva ministra, y en algunos casos incluso aduciendo mala fe.

Sin embargo, en general esas voces vinieron de aliades heterosexuales y cisgénero, mientras que en general la propia militancia por la diversidad sexual y de género estuvo de acuerdo en la mención a la identidad de la ministra. ¿Pero por qué esa confusión? ¿Por qué es importante nombrar las identidades disidentes?

Si bien nuestro país vive en democracia desde el 10 de diciembre de 1983, para la población LGBT la pesadilla no terminó ese día. Durante décadas la amenaza de la violencia estatal siguió pendiendo sobre nuestras cabezas cual espada de Damocles. Durante los 80s y 90s la Policía Federal siguió efectuando razzias en boliches de gays y lesbianas. Entrado el siglo XXI todavía seguían vigentes en distintas provincias códigos contravencionales y de faltas que criminalizaban el travestismo público. Cuando el activismo travesti-trans grita “Al calabozo no volvemos nunca más”, no es en sentido figurado: muchas de sus integrantes vivieron la represión policial en carne propia.

En la lucha contra esa persecución estatal, una de las estrategias principales fue la visibilización. Hacer públicas nuestras identidades es simultáneamente una acción de normalización y una forma de constituir un sujeto político. Tal vez la mejor síntesis haya sido la célebre frase de Carlos Jáuregui: “En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política.”

La ministra Mazzina no pierde oportunidad de embanderarse en su identidad. Nombrarla lesbiana no es una falta de respeto ni mucho menos una acusación: es un reconocimiento. No es equiparable a, por ejemplo, nombrar así a una funcionaria que nunca hizo pública su sexualidad. En ese caso sería violento desclosetarla - celebrar y reconocer a quienes se sienten en condiciones de mostrarse es una cosa, violentar la intimidad de quienes por el motivo que sea no quieren hacerlo es otra muy distinta.

Incluso en casos en los que una persona ha hecho pública su orientación sexual, no necesariamente quiere decir que esté eligiéndola como bandera de lucha. Por dar un ejemplo: Lali Espósito ha dicho públicamente que le gustan las mujeres, y sin embargo no tendría sentido nombrarla como “la cantante bisexual Lali Espósito” fuera de contexto. En el caso de Mazzina, sin embargo, estamos ante una militante que no desperdicia ninguna chance de recordarle al mundo que es lesbiana. 

Incluso desde espacios institucionales avanza esta política. Por ejemplo, el fin de semana se realizó el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries. La enumeración de identidades disidentes en el nombre oficial del Encuentro es una lucha de la militancia desde hace años. Algo similar sucede con la convocatoria a actividades del 8M.

La diferencia puede parecer sutil desde afuera, pero existe. Si una persona no ha hecho pública su sexualidad disidente, exponerla es violento. Si lo hizo pero no es una parte central de su persona pública, mencionarla fuera de contexto es por lo menos cuestionable. Pero cuando la identidad es parte de una militancia y tomada como bandera de lucha, nombrarla no sólo es admisible sino hasta deseado: esconderla sería una forma de invisibilización, de re-enclosetamiento. Y al armario, como al calabozo, tampoco volvemos nunca más.

"La ministra Mazzina no pierde oportunidad de embanderarse en su identidad. Nombrarla lesbiana no es una falta de respeto ni mucho menos una acusación: es un reconocimiento".