Metro y Medio de machismo

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Metro y Medio de machismo

28 Agosto 2017

Por Lucía Cholakian Herrera

El viernes por la tarde, durante el programa “Metro y Medio” de la FM 95.1 —conducido por Sebastián Wainraich y Julieta Pink, y que esa tarde tenía de invitada a Tamara Petinatto— sucedió algo que prendió las alarmas entre las oyentes: un varón llamó para “confesar” un engaño a su mujer durante unas vacaciones en Cancún, en las que “tacleó” y violó a una mujer canadiense. 

La sección, llamada “Taller de engaño”, a la que los oyentes llaman para contar anécdotas y que se defina al aire, mediante el juicio de las/os conductores, si lo suyo fue una infidelidad o no; fue el marco de esta conversación que derivó en la confesión absolutamente impune de un delito penal como es el de la violencia sexual contra la mujer. 

El relato, contado entre risas y chistes entre el violador y las/os conductores, dejó entrever una vez más cómo la violencia hacia las mujeres continúa naturalizada en todas sus formas y es reproducida sistemáticamente en los medios comerciales. Por un lado, se festejó al aire lo que fue una violación a una mujer en estado inconsciente y, además, se hicieron chistes acerca de la infidelidad cometida por el varón, ridiculizando a su pareja y exponiendo un maltrato esencial radicado en el engaño y la manipulación. 

Más allá de las reiteradas discusiones que se dan a partir de que determinadas radios comerciales continúen habilitando espacios donde se reproduzcan estereotipos sobre las mujeres y se reivindique a varones violentos, cabe destacar este caso como uno en el que las/os conductores tuvieron una actitud profundamente cómplice con un varón que —repetimos— violó a otra mujer y llamó para contarlo al aire. Esto vuelve urgente un debate respecto a qué sucede en los medios comerciales que hace que toda supuesta ideología sea tirada por la borda a la hora de mantener el rating: ¿Cuántos puntos de rating vale la exposición de una violación? ¿Cuántos retweets vale el reírse públicamente de un delito penal que afecta a miles de mujeres por año en Argentina? ¿Cuántos “me gusta” vale, en todo caso, el burlarse de una consigna que busca terminar con la violencia machista de una vez? 

¿Qué deberían haber hecho? ¿Qué podría haber pasado? Tal vez la intervención de las y los conductores del programa no hubiera derivado en un enjuiciamiento al violador. Pero, sin dudas, hubiera problematizado la cultura de la violación en vivo y para todas y todos los oyentes del programa. Hay una cosa que es certera: no lo hicieron, y se rieron. La risa no es un desliz de una actitud patriarcal: es un gesto de complicidad. 

Porque, de verdad, no es tan difícil no reírse de una violación.