Feminismo y pensamiento políticamente correcto

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Feminismo y pensamiento políticamente correcto

08 Marzo 2018

Por Daniel Mundo*

Cualquier efeméride puede ser una buena excusa para empezar a pensar algunas cosas que socialmente se van volviendo difíciles de decir y de escuchar. Posiblemente algunas opiniones que se lean a continuación sean criticadas o parezcan aberrantes, ya que vivimos en una sociedad que sólo acepta los textos que repiten literalmente el protocolo. O quizás el protocolo se haya fisurado y habilite preguntas como éstas. No lo sé.

Como siempre, la solidaridad con el paro es indiscutida, pero como siempre también, nos exigimos una comprensión. No voy a plantear aquí qué significa un paro masivo de un género o algo por el estilo. Cualquier intento de deslegitimar el paro queda desplazado por los siglos de opresión y discriminación que vienen sufriendo las mujeres, y que siguen sufriendo ahora. En un punto resulta increíble que en casi 100 años las mujeres hayan ganado el protagonismo que ganaron, el lugar de relevancia que ocupan y la potencialidad de crecer de todo lo que han conquistado. Evidentemente en las décadas del 50 y del 60, principalmente en Estados Unidos y en algunos países de Europa, la irrupción de la mujer en la vida pública sucedió de un modo arrollador. Considero que eso es un gran paso hacia la abolición de la desigualdad y la opresión. Por otro lado, también es cierto que esta opresión vertebra toda la historia de Occidente. Podríamos decir que acompaña todo el desarrollo de la metafísica, si no lo antecede. Como sea, el feminismo dominante en ese momento particular, liberador, declaró una guerra a los hombres. Y los hombres, como toda respuesta, nos hicimos los boludos, los desentendidos, lo tomamos como un chiste, o como algo que iba a pasar en cuanto consiguieran alguien con quien coger —esta es una opinión bien macha, digna de un hombre; por otro lado, considero que pertenezco a ese conjunto de seres humanos que denominamos “hombre” básicamente porque todo mi entorno me ve como hombre, pero no sé bien qué ven los otros/as/xxxs en mí, ni tampoco por qué me resulta tan natural pensar esto: ¿será porque tengo colgado un pedazo de carne entre las piernas? ¿Será porque disfruto de los beneficios de pertenecer a los "ganadores", a los "conquistadores", a los que conducen el mundo? Posiblemente ya no sea un hombre. No me siento un hombre --sin saber igual qué siente un hombre: ¿ganas de correr carreras con el auto? ¿Ganas de contar chistes homofóbicos? ¿Ganas de hacer el mejor fuego para el asado? ¿Ganas de ser obedecido en la casa cuando da una orden? ¿Ganas de tener la pija bien parada y meterla donde se pueda? ¡Quién sabe!

Esta opresión no debe seguir naturalizándose, por supuesto; pero esto no significa que yo vaya por ahí con un cartelito pintado con marcador pidiéndole perdón a las mujeres por lo que les hicieron otros (en cada marcha hay más de uno de estos cartelitos; por suerte en ésta no los dejaron entrar). Voy a ser franco: tampoco voy a pedir perdón por lo que hice y hago yo. O lo pediré según las circunstancias, cuando pueda reflexionar y advertir mi error, mi violencia simbólica, el gesto hostil, etc. Ingresamos en la selva auténtica de los signos y su polinterpretación. Estamos hechos de violencia, el tema es cómo canaliza cada sociedad su cuota: fiestas dionisíacas, sacrificios multitudinarios, combates a muerte en el teatro de la ciudad, películas de guerra, noticias, etc. La sociedad moderna en general y la clase media en particular sueñan una sociedad sin violencia, una sociedad en la que los sujetos seamos tan obedientes que ni siquiera adviertamos la violencia que ejercemos sobre nosotros nosotros mismos para reprimir y castigar toda violencia. Bueno, por algún lado esa violencia se va a canalizar. Nuestras cabezas estallarán como meteoritos. Nuestros sexos explotarán en el cielo como bengalas pidiendo auxilio. Si son las mujeres en este momento histórico las encargadas de conducir esa energía destructiva a su consumación, pues bien: ¡adelante! ¡Destruyan todo! Los hombres hemos sido derrotados. Esta es mi conclusión. No tenemos argumentos. Nuestro ideal se feminizó, porque es el ideal de hombre de clase media: el que se encarga de las tareas del hogar, de cambiar los pañales, de subir fotos de sus hijos a fb, de comprarles ropa, etc. Es un hombre que elige la remera que se quiere poner, que va de compras al shopping, que se preocupa por el tamaño de su pene, que lee libros mientras anda en la bicicleta fija que puso en el living. Tampoco vaya a ser cosa de estar abriéndoles las puertas de los autos y los restoranes a las damas. Caballero sí, boludo no. ¡Cuánto miedo!

Vuelvo a repetir: estos son padres de clase media. ¿Y qué es la clase media? Básicamente es la clase social que se preocupa y defiende los derechos universales de la humanidad. Una clase que está muy lejos de la realidad. Igual, habría que definir bien acá qué entendemos por realidad. La clase media es la que proyecta su forma de vida como la mejor o la única forma de vida digna (salvo la forma de vida de los ricos, pero estos no tienen consciencia ni sentimientos, lo que los descalifica como modelo a seguir; al margen también de que los ricos tienen gustos estéticos, gastronómicos y políticos semejantes a los de la clase media, solo que más caros). Puede ser que este movimiento genérico de masas haya nacido desde las bases, a partir de violencias muy concretas y desbordadas... pero temo que haya caído en las duras manos de la clase media. La solidaridad de clase es muy fuerte. El feminismo puede ser un fiel representante de ella. O tal vez sea la potencia que lo subvierta. Depende del concepto de guerra que elaboremos. Y de que se pueda identificar con claridad al enemigo.
Estoy a favor del paro y a favor de todas las medidas y derechos defendidos por los múltiples colectivos que convocan al paro del 8M. Todo lo que colabore en destruir nuestra amada patria me tendrá en sus filas, incluso aunque me echen. Un paro es una medida político-sindical extrema. Y es posible que no haya otra manera de exigir los derechos que se exigen que convocándolo. Sirve también para publicitar exigencias. Sirve para constituirse como sujeto político. Una manifestación del sujeto político global. Pero como es un paro en el que no se trata de dejar-de-producir una mercancía sino de eliminar una práctica asentada durante siglos este paro podría vivirse como un carnaval, una inversión de toda la lógica de autoridad y una subversión de todas las identidades, hétero, homo, lesbi, femenino, trans, masculino, blanco, negro, etc. Es una idea.  Habrá que esperar unos años para ver la forma final que asume el ritual. Igual, a veces pienso que todo esto ya fue adelantado por la pornografía. Por todos lados veo una misma lógica de funcionamiento. Lo lograron: ahora soy un obseso!
En un punto resulta increíble que en casi 100 años las mujeres hayan ganado el protagonismo que ganaron, el lugar de relevancia que ocupan y la potencialidad de crecer de todo lo que han conquistado. Evidentemente en las décadas del 50 y del 60, principalmente en Estados Unidos y en algunos países de Europa, la irrupción de la mujer en la vida pública sucedió de un modo arrollador. Considero que eso es un gran paso hacia la abolición de la desigualdad y la opresión. Por otro lado, también es cierto que esta opresión vertebra toda la historia de Occidente. Podríamos decir que acompaña todo el desarrollo de la metafísica, si no lo antecede. Como sea, el feminismo dominante en ese momento particular, liberador, declaró una guerra a los hombres. Y los hombres, como toda respuesta, nos hicimos los boludos, los desentendidos, lo tomamos como un chiste, o como algo que iba a pasar en cuanto consiguieran alguien con quien coger —esta es una opinión bien macha, digna de un hombre; por otro lado, considero que pertenezco a ese conjunto de seres humanos que denominamos “hombre” básicamente porque todo mi entorno me ve como hombre, pero no sé bien qué ven los otros/as/xxxs en mí, ni tampoco por qué me resulta tan natural pensar esto: ¿será porque tengo colgado un pedazo de carne entre las piernas? ¿Será porque disfruto de los beneficios de pertenecer a los "ganadores", a los "conquistadores", a los que conducen el mundo? No lo sé. Posiblemente ya no sea un hombre. No me siento un hombre --sin saber igual qué siente un hombre: ganas de correr carreras con el auto? Ganas de contar chistes homofóbicos? Ganas de hacer el mejor fuego para el asado? Ganas de ser obedecido en la casa cuando da una orden? Ganas de tener la pija bien parada y meterla donde se pueda? Quién sabe!

Por último: ¿Quiénes son los/las/lxxxs destinatarios/as/xxxs de este mensaje que es el Paro 8M? En primer lugar la clase políticamente hegemónica (bueno, no la clase auténticamente hegemónica sino la que debería idealmente hegemonizar el campo político, la clase progresista). De la mano de ella se espera que las medidas reivindicatorias, igualitaristas y justas se concreten. Esta estrategia tiene una larga historia, desde el derecho al voto hasta el derecho al goce. Por otro lado, estos mensajes contundentes concretados en el 8M tendrían que dirigirse a aquél género y aquella clase social que ejerce sobre las mujeres violencias injustas e injustificables muy concretas. Temo que estos hombres nunca se enteren tampoco que el 8 de marzo las mujeres paran debido a sus acciones. Unos están sobre-informados, los otros des-informados. Ambos grupos pertenecen al género hombre, de la especie Ser Humano. Los desinformados no hablan porque su lengua es el cuerpo y sus violencias. Los sobreinformados se la pasan hablando porque su lengua mantiene una relación de exterioridad total con respecto a su cuerpo (aprendieron a aceptar la represión).

Sea como sea, la historia nos enseñó que no se puede cambiar algo sin cambiar todo. Tampoco puede ser que los principios revolucionarios provengan de papers académicos o de imágenes publicitarias. Los hombres lo miran por TV.

* El autor se define "pornólogo".