El caso Nicole, o “la rubia peronista”

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El caso Nicole, o “la rubia peronista”

29 Mayo 2018

Por Daniel Mundo

Como esto es una nota periodística, no voy a chequear la información. Aceptaré por lo tanto que Nicole González, la trans- platense que “engañó” a todos sus compañeros de oficina y en tiempo récord hizo una carrera tachonada de éxitos, existe. Sin duda existe: le hicieron entrevistas, fue a la tele, tiene miles de seguidores en Instragram, en fin: existe. La cuestión es ¿dónde? ¿En Facebook? ¿En la tele? ¿O en una realidad que lo que quiere es normalizarla? Al periodismo le resulta de lo más natural decir que “mide 94-62-90, con una altura de 1,80 metros y 58 kilos”. Puro morbo.

A un amigo le había llegado por Whatsapp el video de Nicole que comentaré en un momento. Él había consumido ese video como el discurso de una mujer. Y el tema es que es el discurso de una mujer —sólo que si fuera una mujer o una cis mujer yo no estaría escribiendo esta nota y ella no tendría los miles de seguidores que tiene. Este hiato es para mí el espacio de existencia en el que vive Nicole.

Lo que ella recomienda en ese video, que te hagas unas buenas tetas para que cuando te la metan hasta el fondo no sea sin conocimiento de causa, es la mejor definición de la cultura argentina que leí en mucho tiempo (probablemente algún frecuentador de travestis debe estar pensando que falta saber el tamaño de su “cosita”, tal el grado de nuestra discriminación). Ni Borges ni Mallea ni Martínez Estrada dieron una definición tan real del ser nacional. Se ve que la “cultura” no acepta pensar en estos términos. Por eso estamos donde estamos. En Argentina las tetas funcionan como un abracadabra que abre cerrojos inviolables. Igual, aceptar esto es más fácil que aceptar que un pedazo de carne que cuelga debajo de nuestra cintura no es tan importante como creemos.

Otra cosa por la que pongo en duda la existencia de Nicole es toda la secuencia de la historia, y su final provisorio, lo que llamo el éxito espectacular. La manera en la que el periodismo le hace narrar su vida, las opciones que eligió y el plan que tenía, que sólo alcanzado un punto determinado de su carrera —ingresar a la planta permanente del Estado provincial— revelaría la verdad, dan cuenta sin duda de la inteligencia y la voluntad de Nicole. Tal como está narrado, esta inteligencia y esta voluntad superan la de la media social, sobre todo la de la media machopatriarcal. Un dato secundario que me interesó cuenta que para sus compañeros de trabajo era una vergüenza que un travestido trabajara allí, decían eso; lo significativo radica en que tenía una jefa, no un jefe, como si para ser machopatriarcal no hiciera falta tener una pija que de vez en cuando se para. Tengo para mí que la lucha feminista que recorre nuestra sociedad colabora en negar esta transferencia psíquica y la masculinización concomitante.

Su reivindicación como “rubia peronista” corre un poco el eje de su travestismo, pero no lo borra ni lo resuelve. Ella insiste y se la pasa subrayando que se define como mujer, aunque es consciente que la dicotomía que nos impone el estado (hombre o mujer) es reduccionista y en el fondo falsa: sirve para aplacar los terrores que nos da jugar con nuestra sexualidad. El gran problema del argentino es el ano.

Ella apostó al factor sorpresa: de un día para otro llegar a la oficina siendo otra. Esto sucedió hace más de una década. En esa década el Estado argentino dio un giro casi revolucionario sobre el tema de la identidad de género, y se puso al frente de la sociedad, que aún hoy lo estigmatiza. Nicole recurrió a la famosa estructura del “tapado”: el pibe que sale a la cancha en los últimos minutos y da vuelta el resultado del partido; la vemos corriendo en cámara lenta y saltando con el puño apretado imitando a su ídolo del momento. A esto llamo éxito espectacular. A cumplir su “sueño”, y que ese sueño encarne los valores más altos de la sociedad progresista y tolerante, que esa sociedad, sin embargo, intentará frustrar con todo el arsenal que tenga a su alcance. 

Nicole sabe de lo que hablo. La voluntad del individuo contra los miedos y traumas sociales. Sólo estos traumas y fobias logran explicar un poco lo que Nicole “sufrió” cuando decidió tomar una decisión soberana sobre su vida y cambiar de género: rechazo, expulsión, bullying, suspensión laboral: “llegaron a ofrecerme un sueldo a perpetuidad con tal de que renunciara”. Uno lee esto y dice: es imposible. Y sin embargo sabe que es rereal. Para el imaginario argentino las travestis y los/las/lxxxs trans- tienen adjudicado un único destino. Llevo más de veinte años dando clase en la universidad y nunca tuve una alumna trans-. ¿Casualidad?

Escribo “las travestis” y me siento culpable porque Nicole insiste en su autopercepción como mujer. Y no puedo dejar de preguntarme por qué. Tal vez porque ser mujer es normal, mientras que ser trans- no. Pero obviamente a Nicole no le importa ser normal. Es más, subiría la apuesta: la lucha es por derrocar esa normalidad, que si bien está resquebrajada por todos lados, seguimos sosteniendo con parches, discriminaciones y violencias. Algún medio asegura que se quiere operar. Invención mediática, ya que ella es muy reservada sobre el pasado y el futuro de su genitalidad. Es más, lo puede querer o no, lo que me pregunto es por qué eso sería una noticia. Lo sería porque nuestra sociedad rechaza al trans- en la misma medida en que se siente fascinada por él/ella. La “operación” nos tranquilizaría. En algún lado llegan a decir que es virgen, para advertir lo desfachatado del periodismo. De nuevo, el problema es el ano.

No resulta llamativo que el periodismo invente noticias sobre Nicole. Me había llamado la atención que una nota dijera que Nicole quería ser modelo. El periodismo borra los matices. Una cosa es que Nicole, hace diez años, se presentara a un concurso que organizó la revista Papparazi, que en el medio de la votación la excluyó porque se enteró de que era —como dice ella— “un trava de La Plata”, y otra decir que ella quiere ser modelo (el concepto “un trava” encierra todo lo despreciativo y lo despectivo que puede ser una palabra). Tal vez lo quería en aquella época, cuando estaba segura de lo que ella era pero que para serlo tenía que sobreponerse a todos los estigmas sociales, y otra cosa es decir que lo quiere en el presente, cuando es abogada y Magister en Derechos Humanos. ¿Por qué hace esto el periodismo? Por muchos motivos. El que me gustaría indicar ahora es uno: lo hace porque tiene que espectacularizar cualquier hecho. Así lo domestica. El sueño social: el reconocimiento y la fama. Entonces lo pone en la serie de Florencia de la V. Es más, quiere armar un “escándalo” entre la “rubia peronista” y la vedete para sofrenar cualquier pregunta sobre las opciones sexuales. Todo es lo mismo. Miren qué progresistas somos.

Cuando leí las notas que se consiguen en la web pensé: esta piba no es como las trans- que yo conozco, que son inteligentes, que lograron terminar el secundario y luego, mal que bien, insertarse, algunas, pocas, en la municipalidad de CABA. La abogada no está en la línea de la realidad, está en la línea del espectáculo. A mí no es que me importe salvar la realidad. Lo que sí estoy seguro es que el espectáculo es más dañino que ella. Primero, como un reflejo automático, como quiere el periodismo que la sociedad la perciba, pensé en la ambición de Nicole. Es verosímil que busque el éxito del espectáculo. Pero es falso. O por lo menos no es el objetivo primordial. Si el periodismo intenta ubicar a Nicole en la serie de Florencia de la V y exhibirla en diferentes pantallas es porque así logra la excusa perfecta para asegurar una y otra vez los cimientos de nuestra sociedad heteronormada. Nicole tal vez tenga razón cuando afirma que Flor de la V no quiere competencia y que tapona la emergencia de cualquier otra “chica”. Pero Nicole no está compitiendo con ella.

Nicole tampoco dice: Miren qué inteligentes podemos ser las personas trans-, aunque el periodismo también la ponga en ese lugar. Esta función es la misma que la del “negrito” pobre que llega a un lugar de poder (o a tener guita, que es casi lo mismo). Individuos que por su voluntad y sus capacidades logran emergen de la ciénaga de la marginación. Son el testimonio vivo de la intolerancia radical de los republicanos liberales que se la pasan hablando de la igualdad de derechos. Lo que Nicole pretende, creo, es revelar esta hipocresía que tiñe nuestra realidad bien argentina, bien macha. No conozco nada de su vida, pero puedo imaginar que ésta acompañó y “evolucionó” al ritmo de la ampliación de derechos que vivimos durante la década K. No es la primera mujer trans-, pero sí me parece la primera mujer trans- con un discurso articulado para desarmar los aprietes y las chicanas que las y los trans- vivimos de manera cotidiana.