Construimos y convidamos feminismo para la justicia social

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Construimos y convidamos feminismo para la justicia social

28 Agosto 2018

Forografía: Soledad Allende

Por Laura Sotelo*

Hacer historia. La posibilidad de transformar es y se construye todos los días. Sabernos en esa posibilidad nos da la fuerza y el sentido inclaudicable para seguir. Sin embargo, hay días en que la historia se juega a fondo, definitiva en la alteración del orden "dado"; días en que la historia es ruptura e invento, otra historia, otros paradigmas que empujan, que conmocionan.

Y eso fuimos el 13 de junio, y eso seguimos siendo el 8 de agosto, y eso seguiremos siendo: protagonistas. Transversales, intergeneracionales. Conciencia colectiva en el cuerpo de cada una extendida en la otra y en el ágora irrumpida (¡y  feminista!). Trazo de otra geografía contra viento y lluvia, contra vallas, sorderas y mármol de un poder que no representa, puesto en jaque  por otro modo manifiesto de hacer la política. Como nunca antes para nuestros cuerpos domesticados, invisibilizados en el mandato ancestral que nos desechó de lo público (esfera por excelencia de lo masculino que decide por los  destinos colectivos) y nos reservó como único lugar las casas, ahí donde suceden  las tareas de la reproducción que asean y mueven al mundo, ahí donde nadie ve y el silencio es sustancia y abrigo de violencias, del saqueo de nuestra fuerza de trabajo e identidad tallada en la obligatoriedad de ser madres, o cuidadoras naturales, "sensibles, instintivas, dispuestas".

Irrumpimos y la sociedad ya no es la misma, decimos y repetimos desbordando lo imaginado. Ni los vínculos, ni lo masculino, ni lo femenino, ni les hijes, ni la calle, ni nuestras organizaciones, ni la representación política pueden ser como eran. Del primer "NI una menos" donde el grito límite fue el horror del femicidio que las mujeres y todo cuerpo disidente no podamos siquiera decidir por nuestra propia muerte, a los paros internacionales con el sindicalismo puesto a realizar y ampliar su herramienta, donde el grito gritó más fuerte aún y puso en agenda ineludible la trama de desigualdad estructural entre los géneros, que no es ni más ni menos que desigualdad en la distribución de la riqueza entre unos y otrxs como base de habilitación de las formas de la violencia machista como producción y reproducción de  pobreza para el conjunto.

 Y en este punto, la inflexión: saldar la deuda de la democracia que ya no puede ser sin nosotras. Será ley, así lo escribió la calle, el ágora sin fronteras y se hizo realidad al descubierto. Es legal o clandestino. El aborto sucede y nunca más se dejará de saber.

La masividad irreversible de un feminismo popular capaz de vertebrar resistencia al neoliberalismo, donde resuena el murmullo estridente de tantas otras compañeras imprescindibles que empezaron esta lucha y, también  acaso, el murmullo de los años anteriores en los que  la recuperación de la política como herramienta de emancipación nos inscribió en la ampliación de derechos, la  participación y movilización colectiva;  logró sacar alaborto del clóset, habló de voluntad  y expuso sin dudarlo que cuando discutimos aborto (y esa discusión fue en todos  lados, como cuando recuperamos la política) discutimos un sistema económico y las relaciones de poder  que  sostienen  al aborto como castigo y pena en el cuerpo de las mujeres y personas gestantes.

El 8 de agosto se jugó (y trazó memoria para siempre) que la representación política, el Estado, la sociedad en su conjunto, dejaran de considerarnos de su propiedad, meros  vientres, fuerza de trabajo gratis. El corazón de un sistema que a través de esa expropiación de nuestra fuerza de trabajo (y con ella de nuestros deseos, autonomía, nuestro goce y dignidad) hace y ejerce la explotación del mundo, es lo que la marea verde develó y desobedeció sin vuelta atrás.

Se trata  de acabar con la más cruel hipocresía. Ese sistema de desigualdad estructural, que tiene a la maternidad y las tareas de la reproducción asociadas a la función del género femenino como corazón y núcleo (tareas invisibles, naturalizadas, no reconocidas, no remuneradas y menos aún garantizadas por un verdadero sistema integral de cuidados que incluya  Estado, comunidad y familias) nos obliga a ser madres y por la misma razón nos eyecta  del mercado laboral. Lisa y llanamente nos hace pobres.

Poder decidir cómo y cuándo queremos o no ser madres incide en nuestras biografías laborales y, un poco  más allá, en cómo se organiza la sociedad en sus dos ejes de producción de valor: trabajo y géneros.  En este  corazón-núcleo logramos lo que nunca antes también en lo sindical, precisamente,  que el aborto sea agenda sindical.

Imprescindible y estratégica alianza entre el sindicalismo y el feminismo, es lo que vamos recorriendo en unidad y convicción. Ahí estuvimos con nuestros carpones en gran bloque sindical ATE Capital, La CTA de lxs Trabajadorxs y la Autónoma de Capital, a la altura de la historia, conmovidas y fuertes por nuestro abrazo impermeable que convida a creer, que más temprano que tarde rescribirá las leyes y las estructuras para quepan todas los mundos.

Por último, cuando el gobierno apuesta muerte en el cuerpo de Milagro Sala presa política, en el de Santiago Maldonado; cuando la desidia planificada se cobra la vida de Sandra y de Rubén; cuando acaba de morir otra mujer por aborto clandestino; cuando la apuesta es al saqueo de nuestros bolsillos y la posibilidad de pueblos libres,  cuando la seguridad social y el futuro se remata y se entrega a la timba financiera y la deuda es otra vez impagable; cuando nuestras organizaciones sindicales están en riesgo porque es el trabajo y el modo de las relaciones laborales lo que peligra, en el punto de inflexión donde nosotras ya no queremos ser la mano de obra gratis, el pacto de la división sexual del trabajo estalla, se rompe por decisión,  entonces , surgen otras dialécticas,  otrxs sujetxs  de emancipación al fin desujetadxs, construimos  y convidamos feminismo para la justicia social.

El 8 de agosto y el 13 de junio, están cargados en la memoria y apuntan futuro. Jugamos la historia toda.  Ruptura y creación. Protagonistas de otro centro tal vez sin centro y tal vez por eso sin arriba y abajo, mundo más habitable con nosotras,  por todxs y para todxs.

Llegó la hora. Se va a caer porque lo vamos a empujar.

*Secretaria de Géneros de Ate Capital