La Risa del Carnaval

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La Risa del Carnaval

15 Febrero 2012

 

Bajtín ha expuesto con su reconocida lucidez y perspicacia el carácter totalizador de la risa en el Medioevo y el Renacimiento (rasgo que cambió a partir del siglo XVII); implica un sentido universal del mundo y de la vida. Esta risa ritual se ríe de los mismos que se ríen. Nada ni nadie es inmune a sus burlas y carcajadas. Ella quita seriedad al mundo, lo “nadifica” o aniquila.

Por eso fue chocante para el severo y estricto hombre moderno. Lo importante, lo esencial para este, no puede ser cómico: cree que sólo el tono serio es el que le cuadra. Seriedad que, como dije, fue el tono de gobernantes y militares, hombres de iglesia y de negocios, de empresas y mafiosos, de educadores y de críticos de arte, de académicos, de científicos, de intelectuales… Se les hizo difícil, aún se les hace difícil, entender la risotada, la farsa burlona y sin prejuicios de los carnavaleros que no se cuida de los discursos que se juzgan apropiados a una “política correcta”.

Risa extraña, ambivalente, porque no perdona a nadie y sin embargo está destinada a la absolución de todos y a ser fuente de vida. Una risa a veces desaforada hasta ver ridículo su propio grotesco y se ríe entonces de sus propios desafueros: se burla de sí misma. En esta mofa exuberante, magnánima, desenfrenada, se manifiesta una de las peculiaridades del carnaval: no esta siquiera atado a su propia bufonada, ni a sus bromas ni a sus chanzas.

Por eso se burla así. Absuelto de todo, se absuelve a sí mismo. Bajo esta perspectiva, es el perdón universal, ¡aun de aquellos que ridiculiza y condena! Una vez que ha sancionado, se sanciona a sí con la muerte- el Rey Momo ha de ser sacrificado y enterrado-liberando de esta forma a sus condenados y devolviéndoles la vida. Por este reírse de todo y de todos, por este estar libre de sí mismo y de reírse de su propia payasada, cualquier cosa que se diga de su risa según códigos ajenos al festejo, según pautas y maneras de hablar propias del tiempo ordinario, puede ser eventualmente objeto de ludibrio y volverse ridículo. Esta ambigüedad absoluta de la risa y de la máscara carnavalesca la vuelve inasible para la teoría.

Por eso el carnaval es un fenómeno resbaladizo que se escabulle continuamente de ser apresado por la mirada del teórico. Está dominado por las creaciones dramáticas, que a veces son acontecimientos únicos e instantáneos, por la multiplicación confusa e inclasificable de las máscaras y de los papeles, por las conductas astutas y sutiles, por los gestos y los guiños de ojos imperceptibles a los extraños, por los sobreentendidos que implican una historia carnavalesca inmemorial.

La risa del carnaval, al quitar temporalmente seriedad al mundo entero no sólo es universal sino también crítica. Enjuicia, si lo cree oportuno, las iniquidades, injusticias y estupideces del diario vivir. Sabe que es capaz de conocer y experimentar lo que el bien-pensantes desconocen, niegan, ocultan o rechazan. Puede ridiculizar a quienes se oponen y combaten al carnaval con discursos y moralinas que no corresponden al sentido autónomo que posee la fiesta para sus participantes. Y es avezada en mofarse de quienes creen entenderlo todo acerca de sus acciones festivas con sesudas interpretaciones intelectuales.

Pero como he dicho: esa crítica universal es al mismo tiempo benevolente: perdona a los mismos que condena o pone en ridículo. Y sus enjuiciamientos tiene una vigencia ocasional, corta y pasajera: sólo durante la época del festejo y dentro de sus códigos y cautelas rituales.

En realidad, la risa del carnaval es heredera de la risa sacrílega del payaso ceremonial.

Romeo César es Licenciado en Filosofía y Doctor en Antropología. Actualmente es Investigador y Profesor Titular de Filosofía en la Universidad Nacional de la Patagonia, en Comodoro Rivadavia.

En El Corsito, publicación de divulgación y consulta sobre el carnaval.
Dirección: Coco Romero
Producción: Centro Cultural Rector Ricardo Rojas