Galasso: "El amor y el anarquismo (1934)"

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Galasso: "El amor y el anarquismo (1934)"

24 Julio 2012

Agradecemos especialmente a Editorial Colihue, por habernos cedido este fragmento del libro La compañera Evita, de Norberto Galasso.

El amor y el anarquismo (1934)

En la casi totalidad de las biografías sobre Evita no se menciona ningún otro posible vínculo amoroso en esa etapa de su vida. Probablemente juegue aquí un rol importante la mojigatería de los biógrafos, pues existen indicios suficientes para conjeturar que hubo un hombre de trabajo con quien mantuvo un estrecho vínculo y que fue él quien por primera vez le habló de la injusticia social.

Años después, en La razón de mi vida, Eva hace alguna referencia al respecto: “He tenido que remontarme hacia atrás en el curso de mi vida para hallar la primera razón de todo lo que ahora (1951) me está ocurriendo [...] Tuve que ir a buscar, en mis primeros años, los primeros sentimientos que hacen razonable o por lo menos explicable todo lo que es, para mis supercríticos, ‘un incomprensible sacrificio’, que para mí, ni es sacrificio, ni es incomprensible. He hallado en mi corazón, un sentimiento fundamental que domina desde allí, en forma total, mi espíritu y mi vida: ese sentimiento es mi indignación frente a la injusticia. Desde que yo me acuerdo, cada injusticia me hace doler el alma como si me clavase algo en ella. De cada edad guardo el recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente. Recuerdo muy bien que estuve triste muchos días cuando me enteré de que en el mundo había pobres y había ricos; y lo extraño es que no me doliese tanto la existencia de los pobres como el saber que al mismo tiempo había ricos [...] Un día, oí por primera vez de labios de un hombre de trabajo que había pobres porque los ricos eran demasiado ricos; y aquella revelación me produjo una impresión muy fuerte [...] Aquel hombre tenía razón. Más que creerlo por un razonamiento ‘sentí’ que era verdad”33.

Eva no menciona quién era aquel hombre, pero existen otros datos significativos. La escritora Libertad Demitrópulos, en su biografía de Eva, refiere, al pasar, que “Evita, en Junín, conoció a algunos sindicalistas del gremio ferroviario”34 por tratarse esa localidad de un nudo de la red ferroviaria. Sin embargo no avanza más allá ni explica por qué razón menciona ese posible vínculo.

Asimismo, en su novela histórica Juan y Eva, Jorge Coscia se refiere a la adolescencia de Eva en Junín cuando “escuchaba a su primer amor, un joven anarquista que arengaba a los obreros ferroviarios del lugar”35 y páginas después insiste: “también el recuerdo de su primer amor, el joven anarquista ferroviario”36.

Indagando acerca de esta cuestión, aparecen otros testimonios y ese muchachito de Junín que le habló por vez primera de la injusticia social adquiere nombre y apellido: se llamaba Damián Gómez. Un funcionario del primer gobierno del General Perón, de nombre Martín Prieto, conocía la verdad y se la relató al periodista peronista Enrique Oliva, fallecido hace poco tiempo, quien, a su vez, le informó al escritor Abel Posse cuando este buscaba datos para su libro La pasión según Eva y donde volcó ese relato, sin que fuera desmentido por los familiares más cercanos a Eva.

“Yo le diría –relató Prieto– que fue, por entonces, en aquel clima de huelgas, silencio peligroso y persecución de dirigentes sindicales, cuando Eva conoció a Damián, un personaje quizás decisivo para su vida secreta”37. Ese encuentro parece haber ocurrido en 1934 cuando Eva ya ha cumplido los 15 años. “Ella ya no tenía que ir al colegio –pues había desechado la idea de proseguir en el secundario–. Tenía todo su tiempo para ir y venir por la ciudad [...] Probablemente ya en Los Toldos, la familia Duarte habría tenido algún contacto con él, pues era trabajador de los ferrocarriles [...] Poco antes de morir, Martín Prieto contó la historia de este Damián, un hombrecito increíblemente tenaz en su carrera hacia la fatalidad y la muerte. Treinta y tres o treinta y cinco años, flaco, austero, con barba siempre de dos días [...] vestido invariablemente con traje de fajina del que usaban los peones de los talleres ferroviarios [...] Admirador de Simón Radowitsky, quien había sobrevivido veinte años en las heladas mazmorras de Ushuaia, le parecía indecoroso el lujo de estar refugiado en los vagones abandonados y poder comer salteado, interrumpiendo su casi eterna dieta de mate con galleta de campo [...] Era anarquista. Se había iniciado en la FORA [...] Había militado cuando la feroz represión patagónica en tiempos de Yrigoyen [...] Había sido enviado para preparar el levantamiento de los ferroviarios de Junín. Repartía o leía artículos de La Protesta y de la Antorcha [...] Sus ardientes monólogos estaban encaminados a denunciar la farsa del capitalismo, el opio religioso y las mentiras convencionales de la humanidad. Creía con la pureza de un niño [...] Los días de Damián Gómez estaban contados, como los de todos los anarquistas de acción, después del fusilamiento de Severino Di Giovanni en la penitenciaría de la calle Las Heras, en la madrugada del 1° de febrero de 1931. Huía de las requisas policiales pasando de un vagón abandonado a otro. Eva seguramente se deslizó en alguno de esos vagones, mientras Damián aleccionaba a trabajadores con sus overoles manchados [...] que escuchaban a su redentor rojo. Seguramente, Damián mechó pasajes de Di Giovanni y de Reclus: ‘Vivir monótonamente las horas grises de la gente común, de los resignados, de los acomodados, no es vivir. Eso es solamente vegetar. Eso es sólo arrastrar una masa de carne y huesos. ¡A la vida hay que ofrecerle la exquisita elevación de la rebelión del brazo y de la mente! ¡Agitar las almas! ¡Vengar a los caídos debe ser la orden de todo revolucionario, hoy, mañana y siempre! ¡Podemos triturar la prepotencia burguesa con nuestra santa ira y arrastrarla en la avalancha de nuestra rebelión incontenible! ¡A la acción, rebelarse, levántense! ¡Sean implacables! ¡El que perdona se condena! ¡No caigan en cristianismos de ninguna especie!”38.

Seguramente, según el relato de Prieto, “fue allí, en ese sórdido vagón del Ferrocarril Oeste, iluminado por un exánime candil a querosén, cuando Eva escuchó por primera vez las palabras explotación, revolución, represión, Marx, rebeldía, pan y trabajo, burguesía, Sorel, capitalismo, etcétera. Aunque no entendería el contenido de esas palabras –como seguramente apenas las comprenderían esos obreros inmóviles y mudos, fascinados por la furia santa de Damián–, Evita debió sentir por primera vez que estaba ante la presencia de lo justo. Y por primera vez debió de haber experimentado la fuerza del poder, la atracción, el carisma de ese hombre que inventaba la libertad y la vida ante esos entes fatigados que lo rodeaban mudos”39.

“Tal vez, como analizaba Prieto, hubo en esa chiquilina (de quince años) que le llevaba cosas a escondidas, una extraña confusión entre la primera atracción (física) y la fascinación de ese poder del subversivo que ya se sabe derrotado de antemano”40. O quizás, las arengas de Damián la alejaban de la monotonía y el gris predominante de ese Junín agropecuario y entroncaban, de un modo u otro, con sus sueños de otra existencia donde hubiese lucha, liderazgos... y quizás, especialmente, justicia. Justicia para los discriminados por ser hijos naturales, justicia para los marginados por su condición de género, justicia para los pobres que sólo tenían una muñeca renga como regalo de Reyes Magos.

Prieto sostiene que ella le llevó ropa zurcida y algunas provisiones y que “en algún momento en que estuvieran enfrentados y solos, ella, como haría casi siempre, se decidió a pegar el salto superando sus terrores y desafiando a Junín, a su madre y a todo el Universo, y sin que él haya dejado de mirarla, en silencio, le debe haber dicho ‘Sí, quiero, sí’. [Y comenta el relator] Para mí, ese solo acto me hubiese bastado para admirarla toda la vida. En ese instante tuvo el coraje de saltar el Rubicón del mito de la virginidad. Tal vez la chiquilina se dijo: –Bueno, ya he cometido lo peor, lo que tanto se teme, la desgracia. Ahora que se guarden la gracia para ellos. Ya soy libre porque me zambullí en lo peor”41.

Martín Prieto agrega: “Todo eso debió de ocurrir por octubre de 1934. Damián fue detenido, a finales de diciembre, e inmediatamente transferido a Buenos Aires. Los hombres de Orden Social se ensañaron brutalmente con él. Fue espantosamente torturado para que delatase a sus cómplices. Se acababa de estrenar el sistema de la picana eléctrica, usando como fuente energética baterías de camiones. Aquellos toscos obreros, subrepticias sombras azules que se deslizaban por las vías muertas, seguramente informaron a Evita lo ocurrido y le pidieron que desapareciera y callara para siempre. Nunca hubo un comentario. Nadie puede saber lo que sintió al verse despojada, arrancada de esa incipiente relación”42.

De este relato podría deducirse que el viaje de Evita a Buenos Aires no tuvo por causa su vocación por el teatro, sino que obedeció al propósito de reencontrarse con Damián o acercarle alguna ayuda a su vida de presidiario. Martín Prieto no llega a sustentar esta tesis pero afirma: “...cuando llegó a Buenos Aires, en los primeros días de enero [de 1935], quemados todos los puentes y naves que la unían a Junín y a su familia, Eva se presentó en la cárcel de encausados. Hizo la cola junto a las desdichadas mujeres [...] pero nunca pudo alcanzar a ver a Damián, que aparentemente seguía con vida. Dicen que se presentaba como su hija natural para ser más o menos oída por los carceleros de guardia. Pero ocurría que Damián no tenía ‘causa’. Se lo mantenía detenido por infracciones imaginarias: ebriedad, desorden callejero, por orinar en la vía pública. Y de treinta a treinta días se lo retenía sin defensa alguna. Se sabe que lo mataron a torturas los de Orden Social, que procedían con carta blanca, impulsados por el hijo de Lugones, que había transformado el llamado a ‘la hora de la espada’ de su padre en la hora de la picana eléctrica y del látigo del esbirro. Algún día, en la cola de la cárcel, alguna compañera del anarquista se debe haber acercado a la chica esmirriada, a ‘la hija de Damián’, y le susurraría la verdad del crimen: ‘Lo mataron’”43.

La existencia de Damián Gómez y el relato de Martín Prieto no han podido corroborarse hasta ahora con documentos, pero existen otros testimonios, provenientes de la historia oral, que le otorgan veracidad. Juan Carlos Cena, luchador social y compenetrado de la historia y los problemas de los ferrocarriles en la Argentina, se ha manifestado coincidentemente en “Una historia de viajeros en tren”, Villa Crespo Digital, donde afirma: “Cuentan los ferroviarios que Evita siempre venía corriendo, saltando pastizales. Subía al tren, se recostaba en la ventanilla, después que el jadeo cesara leía poemas. Dicen por esa comarca ferruca que Damián Gómez, joven libertario, le alcanza un ejemplar maltratado de A mi amigo el campesino, de Eliseo Reclus y a veces, otras publicaciones como La Protesta y que discutían denso hasta el límite de la disputa. Antonio Lemagio y Dante Balestro, dos ferroviarios juninenses, cuentan de su avidez por la lectura social. Antes de que me pregunten: No, no leyó nunca a Hegel. Era muy árido y aburrido. Damián Gómez le contaba historias de anarquistas. Así, en cada conversación, Damián le confirmaba sus percepciones acerca de los ricos y de los pobres, de los explotados, de los oprimidos, de los obreros presos. Luego tomaba el tren. Retornando los intercambios, continuaban en el andén”44.

Cena comenta, asimismo, que estos dos ferroviarios (Lemagio y Balestro) aparecen en un documental sobre la historia de los ferrocarriles en Junín, filmado en 2006, y que ambos profesaban gran cariño por Evita, a tal punto que cuando les comenta que un anarquista como Osvaldo Bayer no le manifestaba ningún aprecio, uno de ellos le contesta: “Me importa una mierda lo que piense Bayer. Yo la sigo queriendo”45.

Ese romance de Eva y Damián también es relatado en el libro Vida sentimental de Eva Perón, publicado por María Sucarrat, en la editorial Sudamericana, en el 2006, en la colección Biografías y Testimonios y, probablemente, haya tomado lo sustancial del relato del libro de Abel Posse La pasión según Eva, aparecido en 1994. Sin embargo, Sucarrat agrega algunos datos: “Eva sentía que estaba en el cielo. Había encontrado un rincón en Junín en el que se olvidaba de lo que le hacía mal. Se sentía en el cielo porque a veces, cuando quedaban solos, podía hacer preguntas. Y él le contestaba y le contaba historias de anarquistas. Así oyó hablar de Kurt Wilckens, de Simón Radowitzky, de Severino Di Giovanni y de América Scarfó. Y en cada conversación, Damián le confirmaba sus intuiciones acerca de los ricos y de los pobres, de los explotados, de los oprimidos, de los obreros presos. Sus secretos fueron secretos. Su hermano Juan, el único que podía leer su cara y sus gestos, estaba lejos. Amigas tenía pocas y sus hermanas se hubieran horrorizado con la confesión. Era mejor callar y seguir desapareciendo, por ratos, de la casa. Por primera vez, en sus catorce años, la Duarte admiraba a alguien que no brillaba estático en una foto de revista o en la pantalla del cine. Eva se enamoró de la voz de Damián, de su mechón de pelo caído sobre la frente. Quiso tocarlo y lo tocó. Quiso besarlo y lo besó. Y ya no fue la misma...”46.

Esta relación entre Eva y Damián no surge de ningún documento, ni de ninguna declaración de Eva, aunque esa referencia a que alguien le enseñó, en su adolescencia, acerca de la injusticia social, en La razón de mi vida, podría hacerlo presumir. En ningún momento de su vida, ella recordó aquel romance que habría durado pocos meses y habría concluido trágicamente. Ningún otro de los contemporáneos se ha referido a él, aunque Prieto dio a entender que el hermano, Juan, tenía conocimiento de esos hechos.

Sin embargo, podría relacionárselo con la carta que Evita le envía a Perón, poco antes de iniciar su viaje a Europa, en 1947, temiendo un accidente de aviación. Allí afirma: “De Rudi (Rudolf Freude, secretario privado de Perón por entonces), cuidado, le gustan los negocios. Castro [Juan Francisco Castro, jefe de la Casa Militar y luego secretario de Transportes] me lo dijo y puede perjudicarte mucho. Yo lo que quiero es tu nombre limpio como tú eres: además, es doloroso, pero debes saber lo que mandó hacer en Junín, Castro lo sabe. Te juro que es una infamia (mi pasado me pertenece, por eso en la hora de mi muerte debes saberlo, es todo mentira), es doloroso querer a los amigos y que lo paguen así. Yo salí de Junín cuando tenía trece años. ¡Qué canallada pensar de una chica esa bajeza! Es totalmente falso. Yo a ti no te puedo dejar engañado; no te lo dije al partir porque ya tenía bastante pena al separarme de ti para aumentar aún ésta, pero puedes estar orgulloso de tu mujer, pues cuidé tu nombre y te adoro”47.

En algunas biografías, en torno a esta carta se ha tejido una historia acerca de que Evita y una amiga habrían aceptado una invitación de dos jóvenes cajetillas, engañadas, presumiblemente acosadas y hasta habrían sufrido un intento de violación en una estancia, quedando abandonadas en la ruta casi sin ropas48. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿por qué Rudolf Freude investigaría aquel hecho y se lo informaría a Perón tratándose de un suceso producido diez años antes de que ellos se conocieran? Si bien una violación o una relación extramatrimonial no era bien vista en aquellos tiempos, parece exagerado que un funcionario se preocupase por denigrar a Evita por una humillación o un episodio sexual ocurrido doce años atrás. Distinta sería la cuestión si la preocupación de Freude apuntara al carácter anarquista del seductor de Evita, en cuyo caso él justificaría la investigación para alertar al presidente acerca de tendencias ideológicas de Eva que Freude estimara “peligrosas” para el gobierno. Entonces, cabe el interrogante: ¿se refería Freude –y se defendía Evita en su carta– no a una humillación sexual a manos de un joven oligarca, sino a una vinculación con un joven militante que sostenía postulados considerados extremistas y que ponían en riesgo el orden social?


31  Testimonio de Julio Otero, en Otelo Borroni y Roberto Vacca: ob. cit., p. 29.

32  Alfonso Crespo: Eva Perón, viva o muerta, Lima, Studium S. A., 1978, p. 42.

33  Eva Perón: La razón de mi vida, ob. cit., pp. 15-18.

34  Libertad Demitrópulos: Eva Perón, Buenos Aires, CEAL, 1984, p. 29.

35 Jorge Coscia: Juan y Eva. El amor, el odio y la revolución, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 179.

36 Ibídem, p. 247.

37 Abel Posse: La pasión según Eva, Buenos Aires, Emecé, 1994, p. 87.

38 Ibídem, pp. 87-89.

39  Ibídem, p. 89.

40 Ibídem, p. 90.

41 Ibídem, p. 90.

42  Ibídem, pp. 90 y 91.

43  Íbidem, p. 91.

44  Juan Carlos Cena: “Una historia de viajeros en tren”, Villa Crespo Digital, 26/7/2010 en

http://www.villacrespomibarrio.com.ar.

45 Testimonio de Juan Carlos Cena al autor.

46 María Sucarrat: La vida sentimental de Eva Perón, Buenos Aires, Sudamericana, 2006, p. 23.

47  Carta de Eva a Juan Domingo Perón, del 9/7/1947 en Vera Pichel: ob. cit., pp. 116 y 117.

48 Alicia Dujovne Ortiz: ob. cit., p. 34.