Krugman y quién llora por quién, por Mario Rapoport

Krugman y quién llora por quién, por Mario Rapoport

10 Agosto 2011

 

¿Cuál es la razón que tienen aquellos que no quieren abandonar las viejas recetas ya vencidas? La solución que ofrece el Congreso norteamericano es, en palabras de Paul Krugman “un desastre, y no sólo para el presidente Obama y su partido. Esto dañará la ya deprimida economía norteamericana...”A largo plazo hará que el problema del déficit empeore, llevará a Estados Unidos al estatus de una “república bananera”.

 

En un valioso artículo de enero de 2002, titulado “Llorar por la Argentina” el mismo Krugman decía casi de manera premonitoria: “Pese a que las imágenes de las revueltas en Argentina han pasado por las pantallas de nuestros televisores, en Estados Unidos a casi nadie le importan … La política económica argentina llevaba el sello ”made in Washington impreso en todas partes. El fracaso catastrófico de esa política es, en primer lugar, un desastre para los argentinos, pero también para la política exterior de Estados Unidos …Argentina, más que cualquier otro país en vías de desarrollo, se adhirió a las promesas del ‘neoliberalismo’ que promocionó Estados Unidos”. La respuesta que daba Krugman entonces estaba clara: “La mejor solución para que la Argentina de un giro en redondo sería la de una devaluación ordenada…el nuevo gobierno de Argentina –cuando exista– hará retroceder el reloj. Impondrá cuotas de importación, con lo que dará la espalda a los mercados mundiales: no se sorprenda si también vuelve a la antigua retórica antinorteamericana”. “Permítame –continuaba- hacer una predicción: esa política retrógrada funcionará, en el sentido de que generará un mejoría transitoria de la situación económica, al igual que lo hicieron estrategias similares en la década de 1930”. “A largo plazo como decía Keynes –concluía– estamos todos muertos”. Pero ocho años de crecimiento -ahora lo reconoce- y en medio de una crisis mundial, ya no significa sólo resolver una emergencia.

De todos modos, esta no era sólo una predicción que venía del norte. El 23 de diciembre de 2001, en una entrevista para un diario de Río Negro, el que esto escribe decía: “a fin de lograr la tranquilidad de los ahorristas es conveniente que la economía marche a una pesificación y luego a una flotación cambiaria. Obviamente hay que salir de la convertibilidad…Si se desdolariza la economía se vuelve a recobrar una política monetaria” Y agregaba “En este momento la gente necesita trabajo, tener poder adquisitivo, esto es lo principal…” Tiene que haber “… una política cambiaria que privilegie al sector comercial, que detenga cualquier tipo de fuga de capitales.” “La salida de la convertibilidad no es la única solución, también es preciso –continuaba– “…una reactivación productiva en donde los diversos sectores tengan que participar plenamente, comenzar a reindustrializar el país y volver a pensar en el mercado interno. Acá se vivió la fantasía de que la Argentina podía ser un país exportador para aprovechar un mercado de 6.000 millones de consumidores y mató de hambre a 14 millones.” Los resultados de haber realizado la política que nos sacó de la crisis están a la vista. La casa se derrumbó y se empezó a construir otra.

Es claro que siempre tenemos nuestros enemigos internos. Uno de ellos sublevó al mismo Krugman, cuando afirmó que la Argentina no era un país serio. Esto llevó al economista estadounidense a escribir un artículo en el New York Times, donde después de demostrar con un gráfico contundente el notable crecimiento argentino luego del default, decía en forma irónica que cuando éramos serios, de acuerdo al criterio de los organismos internacionales, nos fue muy mal, ahora que habíamos dejado de serlo otros deberían tomar nuestro ejemplo, como en el caso de Grecia, pero también el de los propios Estados Unidos.

Ya desde los comienzos de la actual crisis mundial Krugman pensaba en una solución para el conjunto de la economía mundial, sin ser demasiado oído. En un libro reciente, reafirmado luego en una carta pública al presidente Obama, el renombrado economista sostenía: “El mundo requiere cambios importantes en sus políticas públicas […} Su objetivo debería ser completar el trabajo del New Deal”. Pero más que completar, lo que quiere expresar Krugman es la necesidad de “retomar” los puntos de partida de aquella experiencia, borrada luego por posteriores gobiernos estadounidenses.

No por casualidad, una revista económica europea hace una “extraña” comparación económica de la situación de Estados Unidos, cuando su deuda federal autorizada por el Congreso estaba por superar el 100% de su PIB, con la de la Argentina del 2001-2002. Pero el país del norte parece no haber aprendido nada de su propio pasado. Para no caer en default, la solución tomada es, como se suponía, un mayor endeudamiento y la reducción del gasto público sin tocar los intereses de los más pudientes. Al igual que lo que sucede en Europa.

Esto nos hace recordar las políticas de Hoover en 1929, que condujeron a una profunda depresión de la economía del norte. Sólo cabe preguntarse si se trata de políticas suicidas, si un mal de alzheimer afecta a la sociedad norteamericana o si, al menos, para algunos, esas medidas tienen algún sentido. En este caso el exterminio económico no es general sino selectivo. Los sectores de más altos ingresos quedan a salvo porque no se toca el sistema tributario, es decir que no aportan más a la comunidad para ayudar a solventar la crisis. Sí se afecta en lo inmediato a los sectores de mas bajos recursos; a los que se les reduce la ayuda social, se les niega el seguro médico, se les bajan salarios y jubilaciones o se los separa del sistema productivo condenándolo, por lo general, por el resto de sus vidas, a la desocupación.

Mientras tanto, la Argentina y los países sudamericanos que han sabido sobrellevar la crisis aplicando políticas contracíclicas –las que alaba Krugman-, ahora reunidos en la Unasur, hablan de blindar las economías de la región para evitar lo que ocurrió en los años 70 o 90, cuando los poderosos de entonces volcaron sus excedentes poco rentables en la periferia provocando pocos años más tarde la formidable crisis de la deuda externa. Pero los países del sur del continente, vacunados de la experiencia de esos capitales que van y vienen como tsunamis dejando tierras arrasadas, han decidido tomar medidas comunes en las políticas económicas y productivas, para lo cual se convocó a una reunión urgente de los ministros de economía de la región. No es cuestión de transformar otra vez las lágrimas ajenas en propias.

El autor es historiador. (Agencia Paco Urondo, publicado en BAE)