Psiquedélia y subversión del sujeto: una experiencia política… de éxtasis

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Psiquedélia y subversión del sujeto: una experiencia política… de éxtasis

19 Enero 2018

Por Rodrigo Lugones

La experiencia psicodélica no sólo se caracteriza por la denominada “trascendencia del ego”, el más allá del Yo al que él o la sujeto se exponen en el viaje, sino, también, por la apertura de un nuevo tipo de relación del ser humano consigo mismo y con el entorno que lx rodea. Huxley anticipó, hace ya muchos años, que una sesión de LSD podía ser tan o más potente que años de psicoanálisis. En mi caso, en éste tema particular, no avanzo por oposición, sino que por síntesis. La experiencia psiquedélica logra, además, derribar la falsa contradicción “Cultura Vs. Naturaleza”, el ser humano re-establece su relación con el BIOS, reconociéndose como una vida inmersa en un sistema total, donde todo vive y llega, por añadidura, a una nueva mirada del mundo, de la vida, del cosmos. La muerte, el deathtrip, o mal viaje, es el reverso (puede que necesario) de una experiencia que enciende los cables más finos que alimentan el espíritu inquieto del o la psiconauta. El ser y el tiempo se ven en perspectiva, y los traumas se reactivan, pero pensados desde el efecto que  el tiempo les imprime (sabemos que el tiempo es la distancia que necesitan ciertos sueños). En mi caso personal el LSD no fue experimentado como una droga recreativa, sino, más bien, como un sacramento bendito en una cultura maldita (la doctrina del show que vive en las pantallas de nuestra época donde una tecnológica orgía de muerte se cocina en invisibles escritorios siniestros).

El sacramento de la vida, de la paz y de la trascendencia subjetiva, un paso superior al razonamiento de las fenomenologías perceptivas. El horror en carne viva, el pánico (ese saber repentino e intolerable que nos dice que todo está vivo, tal cual lo decía el Capitán Mission, en la pluma de Burroughs) es, como dije, un reverso necesario de un viaje que se enfrenta con las resistencias del Yo, del EGO, que, desde luego, se niega a aceptar la finitud como una idea equivocada porque implica negarse a sí mismo como momento contenido y superado por una totalidad que lo comprende y lo integra más allá de los límites del individualismo neo-liberal.

La cogitación del pánico es la negación de la muerte en la cultura de la muerte del afecto, de la expulsión de lo otro. Logré poderosas visiones y me conecté con la existencia desde un lugar diferente. La experiencia no es recreativa, sino que sustancialmente trascendental; mística. Una de las maneras en las que lo sagrado penetra y logramos hacerle un lugar a, al menos, un dios posible, un dios que es menos que cero y más que todo. El LSD es apenas una llave química. Todo está en el interior del ser que alberga esas posibilidades subjetivas. Quienes aceptamos “activar, sintonizar, y desertar” (Turn on, tune in, drop out) ya no fuimos los mismos, y puede que la experiencia nos siga “dando descargas”, aunque la palabra científica niegue los “resultados residuales”, lo cierto es que ver la vida, ver la muerte, ver el sol y ver las tinieblas nos posiciona en otro lugar, y es imposible que eso no deje rastros en la carne del alma (la ciencia no piensa... que necesita palabras para sostener aquello que “descubre” con su método).

Actualmente, lo que reina en el mercado es una variante del LSD, que se vende en secantes: el 25-i NBOMe, que fue sintetizado en el año 2003. Es un derivado de la feniletinamina. Su resultado es pseudo anfetaminoso y pseudo psicodélico. Peligroso y complejo. Pequeñas dosis de ansiedad panicosa se inyectan en la conciencia del viajero. Sustancia oscura que es síntoma de la rapidez que caracteriza al “aroma de nuestro tiempo”. Tendremos que aprender a sostener la serenidad ante las cosas. Serenidad y psique-delia son dos caminos por transitar, el problema es cuando la palabra científica, la técnica, que pretende devorarlo todo, construye como posible, únicamente, su discurso totalitario. La experiencia psique-délica, se revela, entonces, como una política del Yo, de la relación de o la sujeto consigo mismo y su contexto, que trasciende las construcciones subjetivas del neo-liberalismo, la experiencia es trans-individual, en el sentido de que trasciende el individualismo y conecta al ser humano con todo lo vivo. El ser humano se reconoce como un ser más entre otrxs seres. Lejos de la dominación, co-existe y co-habita como unx más.

La experiencia psique-délica es una forma de transitar una nueva posición subjetiva, una posición abierta a lo colectivo que entiende al planeta como casa común. Es una experiencia política que no tiene que ver con las materias del mercado.