Los últimos serán los primeros: Perón y la devolución al Paraguay de los trofeos de la Guerra de la Triple Alianza

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DOSSIER GUERRA DE LA TRIPLE INFAMIA

Los últimos serán los primeros: Perón y la devolución al Paraguay de los trofeos de la Guerra de la Triple Alianza

02 Diciembre 2023

“Los símbolos, que emanan de la misma raíz de la nacionalidad, eran para la Argentina testimonio de un pasado, y Argentina, por inspiración de Perón y por resolución de su pueblo, ha querido que esos símbolos vuelvan al Paraguay”, escribía el diario El Mundo, el 14 de agosto de 1954, horas antes de la llegada de Perón a la capital paraguaya, con el noble objetivo de efectuar la devolución de los trofeos de la Guerra de la Triple Alianza, y agregaba: “A su gestión de gobernante se debe la dignificación de los argentinos humildes, a su visión de estadista, se debe la independencia económica del pueblo argentino y a su corazón de patriota, la clara reafirmación de los principios, que aplicados en el orden internacional, los ha brindado, en clara ofrenda, al pueblo hermano del Paraguay.”

La cálida bienvenida de otro pueblo que lo ama

Meses después de sancionar por decreto, y con fuerza de ley, la devolución de los trofeos de guerra, Perón arribará a la ciudad de Clorinda y posteriormente se trasladará hacia Asunción a bordo del buque rastreador Murature, de la Armada Argentina. El cálido recibimiento del pueblo paraguayo será la antesala de una jornada repleta de homenajes y actividades que reafirmaran la fraternidad entre ambos pueblos.

Escoltado por numerosas embarcaciones paraguayas que hacían sonar sus sirenas, el Mature amarró en el Puerto Nuevo. Una multitud aguardaba por Perón y en esa atmósfera de total entusiasmo, la banda de la Escuela MIlitar Francisco Solano Lopez ejecutó los himnos nacionales de ambos países. 

Posteriormente, el Intendente de Asunción expresará, como primeras palabras oficiales de bienvenida a Perón: “ya no necesito poner en vuestras manos las llaves de la ciudad para que entréis, sois dueño de ella, como lo sois también merecedor de nuestra simpatía y reconocimiento”, y agregó: “Asunción está de fiesta y lo está todo Paraguay. La inmensa muchedumbre que ha venido a recibirlo os aclama, vibrante de un profundo reconocimiento. El día de hoy quedará como uno de los aniversarios más inolvidables y vuestro nombre vinculado para siempre a nuestra admiración y gratitud”.

Investido ya con los honores de Ciudadano Paraguayo y de General del Ejército Paraguayo, Perón se dirige, a bordo de un descapotable en el que viajará de pie, y junto al presidente del Paraguay, el General Stroessner, hacia la Residencia Presidencial. 

El grito de clamor del pueblo paraguayo será brevemente interrumpido por un vehículo de la Radio Oficial que, a través de poderosos altavoces, dió protagonismo a la voz del sacerdote salesiano, Juan Casanova, quien pronunció una plegaria de paz, que, según cuentan, conmovió mucho a Perón: “Haz, Señor, que todos nos unamos en un solo haz de paz y de hermandad, para que nuestras fronteras sean expresión de unión y de confraternidad”, fueron algunas de sus palabras.

Durante la noche se celebró en el Estadio Cerro Porteño una fiesta folklórica en homenaje al presidente argentino. Las palabras del General Stroessner, quien aún no se había pronunciado en público, sin dudas calaron profundamente el corazón de Perón y de todo el pueblo argentino: “Llega hoy a nuestra tierra, este nuevo abanderado sanmartiniano, para quién se abren de par en par todas las puertas del corazón del pueblo de Paraguay. Llega hoy este elegido por el destino para el cumplimiento de la evangélica jornada de la hermandad, como portador de las reliquias que llevan sobre sí todo el peso de la sangre de nuestros mayores y la impresión digital de las generación de nuestro pueblo sacrificadas en la hora tremenda de una guerra de cinco años. Este ilustre gobernante argentino, ante un pueblo como el nuestro, que jamás pide el pago de su noble consideración, se siente en el deber de dar una prueba de hidalguía, sin que esa prueba obligue a otra cosa que no sea el fuerte y puro estrechar de la mano de una inconmovible amistad.”

Con estas palabras, y con el agradecimiento de Perón a todo el pueblo guaraní, finalizaba entonces el primer día de su visita al país hermano. A la mañana siguiente, celebrará el esperado acto de devolución de los trofeos.

Un acto solemne

Formados en cuadros, los efectivos argentinos que hacían la guardia de honor a los tanques Carriers en los que se habían colocados los trofeos, y escoltados por el Regimiento de Granaderos a Caballo del General San Martín, dieron inicio a la ceremonia del traslado de los trofeos de guerra hacia la Plaza Salazar, donde se había levantado el altar en honor a los héroes, destinado a recibirlos. 

Puestas las reliquias sobre el altar y en medio de un profundo y respetuoso silencio por parte de las multitudes que acompañaron a la delegación argentina en su recorrido, Perón hizo uso de la palabra y expresó: “Vengo personalmente a cumplir el sagrado mandato encomendado por el pueblo argentino, de hacer entrega de reliquias que aspiramos, sellen para siempre una inquebrantable hermandad entre nuestros países. No podría cumplir cabalmente ese mandato sin hacer presente en esta circunstancia nuestro júbilo y nuestro agradecimiento a la providencia, que nos permite llegar a esta tierra de soñadores y de patriotas, para ofrecerle lo más sagrado que tenemos en nuestra patria: nuestra amistad y nuestro corazón. Representamos a un pueblo que se llama a sí mismo justicialista, y en nombre de esa Nueva Argentina, con la que soñamos y para la que forjamos todos los días nuestro destino: en nombre de esa nueva Argentina que ha reivindicado la justicia para sí, queremos reivindicarla también para todos los hombres de la tierra, alentados por el sentido cristiano de nuestro pueblo y de nuestro país. Y agradezco a Dios, fuente de toda razón y de toda justicia, que me ha permitido en este día, invocandolo desde lo más profundo de mi alma, llegar aquí no como portador, sino como un hombre que viene a rendir homenaje al Paraguay, homenaje que en estas circunstancias, tengo el insigne honor de rendir en el nombre sagrado del mariscal Francisco Solano Lopez”.

Entre las reliquias depositadas en el altar, había estandartes, uniformes, banderas, cañones, cadenas y muebles. Pero sin dudas, el más importante de todos ellos, fue un reloj de oro perteneciente a Francisco Solano Lopez que Perón entregó personalmente al presidente paraguayo: “He querido también traer una prenda de uso personal del Mariscal para entregarla yo mismo, en forma que patentice nuestra admiración por él: es su reloj de oro que pongo en manos del excelentísimo señor presidente, rogando a Dios que marque de horas felices al pueblo paraguayo y de grandeza a la nación hermana”.

Al concluir las palabras de agradecimiento por parte de Stroessner, Peron, en un último gesto de grandeza y entrega, dirá: “Nosotros, los generales argentinos, recibimos de la República, el sable que ciñera sobre su cinto el General San Martín. Desde que ascendí a general he llevado ese sable, que es mi mas grande honra. Se lo dejo hoy al comando en jefe del Ejército Paraguayo, para que si algún día esta nación hermana llegara a necesitar los servicios de un humilde soldado, sepan que he de tomarlo para morir por ustedes.”

La hora de los pueblos, una breve reflexión

Alejandro Francisco Álvarez, en el prólogo de su libro La historia objetiva de una pasión: así se hizo guardia de Hierro, dice que “la historia no comienza con la relación de los hechos del pasado, si no con la exposición de la memoria del pueblo, testigo y actor al mismo tiempo, de esos mismos hechos”, y que “la historia es en razón del recuerdo, semiconfuso, pero verdadero, donde se forja el acuerdo popular y se crea eso que horroriza a esta segunda modernidad, que se llama “Mito” y asi, con mayuscula, comienza la Historia.”

La devolución de los trofeos de guerra se debe comprender no como una reparación histórica, si no como una posición política, ideológica y espiritual hacia el futuro: tiempo que pertenece más que a nadie en el mundo, a las naciones hispanoamericanas. 

Y es por esta razón, y a pesar de que tambien (e injustamente) se derramó sangre argentina sobre los campos de batalla, que la única lectura posible sobre la Guerra de la Triple Alianza, o Guerra Guasú, desde nuestra historia nacional, debe darse por sobre el acto, solemne y profundamente moral, de la devolución de los trofeos al Paraguay por parte del General Perón en representación del pueblo argentino. Porque el pueblo argentino no fue genocida y porque sus enemigos, nuestros enemigos, los enemigos de nuestro pueblo, son los mismos que exterminaron al valiente pueblo paraguayo.

El liberalismo cobarde, invasor del Paraguay, destructor de la Patria Justicialista, negador de las fronteras y las particularidades de cada nación, que ha tildado por igual de tirano y dictador al mariscal Solano Lopez, como a Juan Perón, repite la historia porque todavía existe. Repite la historia porque aun lo mueve el mismo deseo perverso. Repite la historia porque la historia si se repite, aunque no le guste a los historiadores. Sin embargo, en la hora de los pueblos, la Historia, ahora con mayúscula, todavía está por escribirse.