“El Paraguay de Solano López llegó a poseer una temprana expansión de las vías férreas y de las industrias metalúrgicas”

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DOSSIER GUERRA DE LA TRIPLE INFAMIA

“El Paraguay de Solano López llegó a poseer una temprana expansión de las vías férreas y de las industrias metalúrgicas”

02 Diciembre 2023

El historiador Germán Ibáñez, ex Rector Organizador del IUNMa y actual docente en Historia Argentina de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre la figura de Francisco Solano López, de su incidencia en un proyecto emancipador para el Paraguay del siglo XIX y del plan de Gran Bretaña para detenerlo, que decantara, finalmente, en la llamada Guerra de la Triple Alianza.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Quién fue Francisco Solano López?

German Ibáñez: Francisco Solano López era el gobernante paraguayo al momento del estallido de la llamada Guerra de la Triple Alianza. Formó parte de una saga de gobernantes de Paraguay que se inicia con José Gaspar Rodríguez de Francia, en los inicios del ciclo independentista iberoamericano, y que luego continúa con Carlos Antonio López, padre de Francisco Solano López. Fueron los constructores del Paraguay soberano, en el largo ciclo que va desde las independencias de las ex colonias españolas en Sudamérica, hasta la década de 1860, cuando se desata el conflicto armado con Brasil, Uruguay y Argentina, que pone fin de modo trágico al experimento autonomista paraguayo.

Como a sus dos antecesores, a Francisco Solano López sus adversarios y enemigos le reprochaban el poco apego a las formas liberales de régimen político y económico, hasta que en el in crescendo del antagonismo regional previo al inicio de la guerra, es finalmente caracterizado como “tirano” y “enemigo de la civilización”.

Lo cierto es que el camino de transformación capitalista del Paraguay desde la década de 1810 (bajo el estricto control del “jacobino” Rodríguez de Francia) había tomado características distintivas con respecto a las regiones colindantes de Sudamérica.

En primer término, una celosa defensa de la autonomía paraguaya respecto de la injerencia colonialista de potencias extra regionales (como Inglaterra) y de los conflictos políticos y armados de la cuenca del Plata. En segundo término, la dominante presencia del Estado en la transformación económica de esas décadas.

El Estado tenía un control hegemónico en el comercio exterior paraguayo, reemplazando a una casi inexistente burguesía comercial y ofreciendo un frente más sólido ante las exigencias del capital extranjero que aquel que podían erigir otros gobiernos de la región (más dependientes de burguesías comerciales o clases terratenientes). Asimismo, el Estado estaba presente en la misma esfera de producción, a través de empresas agropecuarias estatales y el patrocinio al desarrollo industrial manufacturero.

El Paraguay de los López llegó a poseer una temprana expansión de las vías férreas y de las industrias metalúrgicas. El gobierno incorporó a técnicos e ingenieros extranjeros para nutrir a los nuevos directores de las nacientes manufacturas, e impulsó los estudios en Europa de jóvenes paraguayos, a fin de que volvieran a la tierra natal con modernos conocimientos y habilidades que sostuvieran un desarrollo capitalista nacional.

Francisco Solano López, en particular, gobierna en un período en que el propio crecimiento capitalista paraguayo exigía una apertura “controlada” (abandonando el insostenible aislamiento del período de Rodríguez de Francia), al tiempo que otros países de la región estaban atravesando ciclos de conflicto armado o guerra civil, que terminaron definiendo el rumbo de los estados (en las décadas de 1870 y 1880) hacia formas oligárquicas y de crecimiento capitalista “extrovertido” y dependiente de las potencias industriales de Europa.

La Guerra de la Triple Alianza tuvo que ver en parte con esa puja entre proyectos de transformación económica y política antagónicos: con mayor autonomía y asentado en el crecimiento de la actividad manufacturera y el peso de los mercados interiores, o dependiente del flujo de capitales y la demanda de materias primas por parte de las potencias industriales, con “mínima” autonomía frente a sus injerencias.

El Paraguay autonomista cayó derrotado en una cruenta guerra “civil”, como la caracterizó Juan Bautista Alberdi, pues más que un enfrentamiento interestatal, se trató de un conflicto entre bloques regionales de clases y proyectos posibles de transformación capitalista. El bloque que expresaba el ajuste de las potencialidades de las jóvenes naciones sudamericanas a los requerimientos de la potencia hegemónica del momento (Inglaterra) resultó triunfador, provocando el arrasamiento del capitalismo nacional paraguayo.

Solano López morirá batallando, en el combate de Cerró Corá, en marzo de 1870, cerrándose de manera trágica un experimento de desarrollo regional autonómico.

APU: ¿Qué implicaba su proyecto para nuestra América?

GI: El proyecto desplegado durante décadas por el Paraguay autonomista del siglo XIX nos permite ver diferentes derroteros para la transformación capitalista.

Fueron las luchas sociales y políticas del siglo XIX en toda América Latina las que terminaron por definir una senda económica dependiente o neocolonial.

El Paraguay no sucumbió ante un ajuste “espontáneo” de mercado o una lógica económica unilineal, sino que su desarrollo nacional fue arrasado en una larga guerra con ribetes genocidas. Por cierto, las propias necesidades del crecimiento económico paraguayo ponían en la agenda una “apertura” al exterior. Y esa apertura fue aquella que los gobiernos de los López procuraron pilotear con resguardo de la soberanía y los intereses primordiales del Estado.

Eso implicaba romper el cerco de una cuenca del Plata cada vez más dominada por fuerzas oligárquicas que conducía al ahogamiento del proyecto de desarrollo autónomo del Paraguay: el Brasil imperial y esclavista, la Argentina liberal de Bartolomé Mitre y el Uruguay de los colorados (liberales) que habian derrotado al gobierno popular de los blancos.

Francisco Solano López procuró romper el cerco, y contó con la simpatía activa de fuerzas federales del Interior y del Litoral argentino, así como de los blancos uruguayos.

Los años de la Guerra de la Triple Alianza fueron un periodo de levantamiento armado del Interior mediterráneo argentino: la “revolución de los colorados” y las campañas de Felipe Varela. Por eso estamos más propiamente ante un ciclo de guerra civil que atraviesa las fronteras de los países, que frente a un enfrentamiento interestatal convencional.

En los años de la guerra, la figura de Solano López fue sinónimo de rebeldía y soberanía. Y las fuerzas que se coaligaron en su contra expresaron el ascenso del orden oligárquico que terminaría de consolidarse en las últimas dos décadas del siglo XIX.

APU: ¿Qué legado nos dejó Solano López pensando en un proyecto emancipador?

GI: Aunque la historia no se repite, y las características de este siglo XXI no replican mecánicamente las del siglo XIX, puede de todas maneras sacarse algunas enseñanzas.

La condición de posibilidad de un desarrollo capitalista autónomo, que incremente los márgenes de autodeterminación de los países de América Latina, es la conformación de bloques sociales y alianzas de clase que representen la producción nacional, el mercado interno y el progreso tecnológico propio.

Estamos ante un mundo “globalizado” y eso implica que no es posible una autarquía total. Pero sí es posible la negociación de las estrategias de apertura al exterior. De eso se trata la autodeterminación: la capacidad de darse una estrategia propia de desarrollo nacional, de vinculación internacional y de “ajuste” a los presiones de los centros monopólicos del capitalismo.

El ascenso de la multipolaridad, así como la tradición unionista e integracionista de América Latina, constituyen un escenario favorable. Es absolutamente imprescindible un rol protagónico del Estado y políticas públicas de bienestar social que, en cada coyuntura, favorezcan el fortalecimiento de lo público y el incremento del margen de soberanía.

Sin compromiso democrático y participación popular ese rumbo es imposible, porque en las condiciones civilizatorias actuales, la liberación no es el resultado de la existencia de elites políticas autoreferenciales, sino de la máxima acción democrática de los pueblos. Eso no significa que sean innecesarios los líderes políticos o los partidos populares, sino que el pacto democrático tiene que ser aún más profundo que el alcanzado por las revoluciones nacionales y sociales del siglo XX.

APU: ¿Cuál era el plan de Inglaterra para Paraguay?

GI: La crisis y caída del colonialismo ibérico en las primeras décadas del siglo XIX no significó la “independencia” absoluta y final de Nuestra América, sino que la lucha se prolongó por años de nuevos antagonismos entre las tendencias al autodesarrollo nacional y el neocolonialismo.

Inglaterra fue la potencia neocolonial más fuerte en la cuenca del Plata. No puede olvidarse tampoco que ocupó de manera permanente las islas Malvinas, siendo así un actor permanente en el Atlántico Sur.

A lo largo del siglo XIX, la transformación capitalista a nivel mundial contribuyó a polarizar el mundo en un puñado de potencias industriales y extensas periferias agrarias y mineras. En la cuenca del Plata, Inglaterra pugnó por una apertura económica incondicionada, que favoreciera la colocación aquí de su producción manufacturera y el acceso barato a materias primas y alimentos. También la conformación de un ambiente “favorable” a sus inversiones, es decir a su exceso de capital.

Eso fue parte de una tendencia global que se extendió en otras regiones del mundo. El ajuste de las periferias a la conveniencia de los centros industriales constituyó el contexto general. El acceso barato a materias primas como el algodón y una vía segura para la colocación de sus mercancías industriales en la cuenca del Plata, eran los objetivos específicos de Inglaterra en relación al Paraguay.

Un Estado mediterráneo autonomista se convertía así en un obstáculo a la hegemonía británica en la región. La guerra no era el desenlace inevitable de esta puja, pero los choques interoligárquicos en Argentina, Brasil y Uruguay proyectaron el conflicto al nivel del máximo antagonismo.