¿Putear a la CGT o putear a la conducción de la CGT?

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¿Putear a la CGT o putear a la conducción de la CGT?

29 Agosto 2016

Por José Cornejo

El sábado 27 fue la tormenta de Santa Rosa. Esto mermó un poco el caudal de asistentes a la marcha de la resistencia que reinauguró Hebe de Bonafini. El último orador fue Máximo Kirchner. Una vez más, el análisis cuantitativo no puede desmerecer la radicalización del Frente para la Victoria. Se consolida el eje programático Cristina – Hebe – Milagro (1).

Ahora este giro discursivo que trasciende el antimacrismo debe ser bien entendido. El Frente para la Victoria es una fuerza de masas, que ha gobernado el Estado nacional durante 12 años. Si no queremos ser el Partido Obrero, tenemos que escuchar a Máximo. “Hay que tener los brazos bien abiertos para enfrentar el neoliberalismo” subrayó el sábado.

En este sentido, es incomprensible que su exposición haya sido interrumpida por cánticos contra la CGT. “¿A dónde está? Que no se ve, esa famosa Cegeté”. Prudentemente, Máximo hace un paso hacia atrás y no alienta el agite. Hagamos un repaso rápido. La CGT es el principal marco organizativo de la clase trabajadora argentina. Fue confundadora del peronismo (aunque llamó a parar el 18 de octubre de 1945, no el 17), sustento de los gobiernos de Juan Perón y columna vertebral de la resistencia durante los gobierno militares y radicales títeres. Después de la última dictadura cívico militar, el secretario de la CGT Saúl Ubaldini enfrentó las medidas más antipopulares de Alfonsín (que se multiplicaron hacia finales de los 80s) y fue derrotado por la coalición Menem – patronales nacionales y trasnacionales – EE.UU.

Ahora bien, Hugo Moyano la cara del MTA, quien sostuvo la antorcha de la resistencia al menemismo. Llamó a un paro impositivo contra De la Rúa. Y bancó durante la primera mitad del kirchnerismo, 125 mediante. Hizo la movilización para las elecciones de 2009, la más grande del movimiento obrero de los tiempos posdictatoriales. Medio millón de trabajadores de todos los colores frente al edificio de Evita en la 9 de Julio.

Después se peleó con CFK y desbarrancó. Sus pergaminos no justifican haber hecho campaña por Mauricio Macri, conduciendo una suerte de suicidio de la clase obrera. Ante el descalabro que representa el nuevo Ejecutivo, Moyano ha comenzado una tibia corrección movilizando a la CGT, promoviendo una nueva jefatura de la CGT y, por fin, retirándose a Independiente. Allí intentó frenar la Superliga, potencial privatización del fútbol que promueve el macrismo. ¿El paro general? Bien, gracias.

El movimiento obrero construye sus recambios. La tríada de Moyano expresa al macrismo sindical de Luis Barrionuevo pero no a los sectores más combativos. Entre ellos, el viejo Masa: los gremios más consecuentes que dieron volumen y línea al MTA. En buenos y malos tiempos, Molineros (UOMA) y Docentes Privados (SADOP) han henchido el orgullo de todos los que apostamos a la construcción gremial. Estos han podido rearmar un espacio con el flamante Bancario Sergio Palazzo (2) a la cabeza.

Pero el acierto de los gremios coherentes no se ha limitado a constituir una CGT dura. Han logrado enhebrar su lucha con la fuerza política más indudablemente opositora del país: el kirchnerismo. CFK se ha reunido con la Corriente Político Sindical Federal, lo que representa un punto de inflexión en el desencuentro kirchnerismo – sindicalismo.

Ahora, hay que remarcar esto: los mismos gremios que abandonaron la nueva tríada cegetista siguen perteneciendo a la CGT. No van a regalarle toda esta hermosa historia de lucha del movimiento obrero a un personero de Barrionuevo. También integran la CGT una mayúscula cantidad de comisiones de base que enfrenta al macrismo, como la delegación de UPCN de INDEC (3). Si cantamos contra la CGT, cantamos contra los compañeros que están al frente de la crisis laboral, el corazón de la lucha de clases en Argentina. Si cantamos contra la CGT, cantamos contra los pibes que hicieron el 45 y los que resistieron contra Onganía y Videla.

El vergonzoso zigzag de Moyano responderá a la andropausia que afecta a los varones de cierta edad, al malestar de los trabajadores mejor pagos o a nuestros errores como fuerza popular. Pero no vamos a volver si vamos contra el movimiento obrero organizado. Escuchemos más a Máximo y menos a nuestros prejuicios de clase.

(1) La primera en señalarme esta consigna fue la diputada bonaerense Karina Nazabal.

(2) Palazzo reemplazó a José Zanola allá por 2009. Digo “flamante” porque su perfil combativo emergió en plenitud este año. Fue en 2016 donde derrotó en toda la línea las políticas antilaborales de Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central. La lucha de clases tira.  

(3) Tomo este ejemplo por el último programa de Jorge Lanata y Ernesto Tenembaum. Trabajadores de base son demonizados por el principal canal del país y por periodistas que centuplican sus salarios. La prueba es una toma celular detrás de un biombo, y audios confusos que deben ser subtitulados.