Volver a Malvinas

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    Los pibes de Malvinas
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DÍA DE MALVINAS

Volver a Malvinas

02 Abril 2024

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El pasado 11 de febrero con mi mujer, cumplimos un viejo anhelo: visitar nuestras Islas Malvinas. No fue al estilo de Dardo Cabo y los muchachos del Comando Cóndor en un avión secuestrado; ni tampoco en un lanchón de desembarco militar, fue en un barco de turismo que tiene como escala Malvinas. Nos habíamos propuesto visitar el cementerio argentino y dejar allí una pequeña ofrenda, un rosario bendecido por Francisco y cartas de nuestros nietos.

Cuarenta y dos años atrás

Repudiamos enérgicamente la inhumana y artera agresión de Gran Bretaña, contra nuestras FFAA acantonadas en las Georgias del Sur. Llamamos a toda la población a movilizarse para expresar su solidaridad con nuestros soldados. Exigimos al gobierno nacional la derogación del estado de sitio y toda legislación represiva; el inmediato cambio del equipo económico y el establecimiento de un plan económico de emergencia que garantice la defensa nacional”. El comunicado del 3 de abril de 1982 del Ateneo Arturo Jauretche de Neuquén lleva las firmas de Oscar Parrilli y Aldo Duzdevich.

La mayoría de la dirigencia política y sindical de nuestro país, manifestó el apoyo total a la recuperación de Malvinas. Incluso la CGT Brasil encabezada por Saúl Ubaldini que el 30 de marzo (tres días antes) había liderado un importante movilización contra la dictadura, no solo manifestó su apoyo, sino que viajaron el 7 de abril a la asunción de Menéndez como gobernador de Malvinas.

Entre otros dirigentes llegaron a Puerto Argentino: Saúl Ubaldini y Fernando Donaires (CGT-Brasil), Jorge Triacca y Ramón Baldassini (CNT-20), Deolindo Bittel (presidente del PJ) Carlos Contín (presidente de la UCR), Rufino Inda (socialista popular), Francisco Cerro (demócrata cristiano), Jorge Abelardo Ramos (FIP), Julio Amoedo (conservador popular), Américo García (desarrollista) junto a empresarios y otras personalidades como René Favaloro.

La entonces muy menguada organización Montoneros, apoyó el desembarco y sus presos se ofrecieron de voluntarios para ir a la guerra. También grupos de jóvenes de la ex JP Guardia de Hierro, se enrolaron como voluntarios, algunos como Javier Mouriño conservan un diploma de reconocimiento que les dieron.

El 29 de mayo ya en plena guerra, Luis Sapag por la juventud del MPN, Horacio “Pechi” Quiroga por la UCR, y los miembros del Ateneo Jauretche expresaban: “nuestra mas sincera solidaridad y apoyo a nuestros jóvenes soldados que hoy defienden la soberanía en el Atlantico Sur.”

El 17 de junio, tres días después de la rendición, las Juventudes Políticas dicen: “la batalla de Malvinas constituye el reinicio de la gesta de liberación nacional con un profundo contenido anti-imperialista de todo el pueblo argentino, contra los invasores ingleses, pero fundamentalmente contra la agresión norteamericana.(….) Sino esta allí nuestra bandera, queda en su suelo la sangre de nuestra juventud gloriosa.”

En agosto de 1982 en la revista “Patria Sí” los jóvenes del Jauretche reflexionábamos: “Terminada la batalla de Malvinas, las Fuerzas Armadas entraron en profunda crisis motivando la culminación apresurada de la dictadura y el resquebrajamiento de la unidad entre ellas. Como el mismo producto de la acción del enemigo los medios de comunicación cargaron sobre sus espaldas el precio de la derrota, como si nuestros soldados no los hubieran matado los ingleses con armas e información norteamericana; como si la recuperación de Malvinas hubiera sido un error de cálculo y no producto de la usurpación y el colonialismo de nuestro territorio.”

Malvinas en clave de liberación o dependencia

Releyendo estas ideas, que algunos expresamos hace más de cuarenta años, hoy, en otro contexto, y ya con “el diario del lunes”, no podríamos suscribir cada una de nuestras palabras. Pero, en lo esencial sigo compartiendo la misma opinión. Malvinas significó un quiebre político cultural dentro de las Fuerzas Armadas y el fin del proceso militar.

Las Fuerzas Armadas desde 1955 en adelante se habían alineado con EEUU en la llamada Guerra Fría, y en términos económicos habían comprado el catecismo liberal de: "da lo mismo producir acero que caramelos, como sostenía Alejandro Estrada, secretario de Comercio de José Alfredo Martínez de Hoz, para bajarle el precio a la industria pesada.

Galtieri que había sido catalogado como “un general majestuoso” por la prensa norteamericana, descubrió de golpe que, entre el “majestuoso” y sus amigos ingleses, Reagan obviamente dio su apoyo político y logístico a los ingleses. El Canciller argentino Costa Méndez, descubrió que existía la solidaridad latinoamericana y de los países del Tercer Mundo. Terminó abrazando a Fidel Castro, y recibiendo misiles de Muammar el Gadafi.

Y los militares argentinos que habían renegado de la herencia industrialista de Savio, Mosconi y el Brigadier San Martín, descubrieron que la soberanía militar se asienta sobre la independencia económica, sobre el desarrollo tecnológico e industrial nacional, y que a la fragatas inglesas no le podían tirar caramelos, sino que necesitaban acero argentino.

Para los militantes del campo nacional, esas consignas y propuestas no eran novedad. Las habíamos defendido toda la vida: unidad latinoamericana, lucha contra las potencias imperiales, desarrollo científico e industrial nacional. Eran banderas nuestras, que por obra, de su error e improvisación los militares argentinos, descubrían pagando con su sangre en el campo de batalla.

La batalla de Malvinas, aunque mal calculada y mal dirigida política y militarmente, condensaba las mismas banderas que habíamos levantado desde la Vuelta de Obligado, liberación o dependencia.

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Aldo Duzdevich en Malvinas
Aldo Duzdevich en Malvinas
"Si en Malvinas ellos tuvieron 255 bajas y los argentinos 315, no fue un paseo, ni una paliza, sino la guerra mas importante que enfrentó Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial"

Las tumbas de los caídos

Históricamente, los ingleses han enterrado a sus muertos en el lugar en el que cayeron. Esto explica por qué, en casi todos los continentes, hay cementerios con bandera británica. Sin embargo, en el caso de Malvinas, (supuestamente para minimizar sus bajas) el Reino Unido decidió enterrar en San Carlos sólo a 14 de sus 255 muertos.

Fue el poeta y novelista británico Rudyard Kipling quien en su obra “Las tumbas de los caídos” rindió homenaje y planteó la importancia de que los muertos fueran enterrados en los lugares en los que cayeron combatiendo. “Esto serviría para recordarles a las poblaciones locales, y a las futuras generaciones la firme voluntad del Imperio Británico, y que por allí pasaron y combatieron sus súbditos y que, por lo tanto, algún día podrían regresar.”

Así como para el Reino Unido es dogma enterrar a sus caídos en los lugares que combatieron, resulta claro que no reconocen el mismo derecho para quienes los enfrentaron. El potente peso simbólico, que expresan esas tumbas de soldados argentinos enterrados en Malvinas, no podía ser admitido, por lo cual, el Foreign Office, desde 1982 hizo repetidos intentos de “repatriar” al continente los restos de los soldados argentinos. La mayoría de los familiares de los caídos se negaron con la convicción de que "No hay nada que repatriar, porque están en su patria".

El cementerio argentino

En el ahora rebautizado Puerto Stanley, tomamos el servicio de un taxista chileno, quien ofrecía la excursión al cementerio argentino. Nos habían advertido en el barco que no debíamos bajar con ropa con símbolos argentinos. Mi hija, me pidió que lleve puesto su “buzo del Campeón”, que lució Wos cuando canto en River, con imágenes de Messi y la frase “los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”. El buzo que lleva una gran franja celeste y blanca, lo tuve que disimular con una campera, que luego me quite en el cementerio. Fue lo primero que nos advirtió el guía chileno, que los símbolos argentinos no eran bienvenidos.

El cementerio queda a 80 km. del puerto, en medio de la nada y en un lugar apartado del camino principal, porque a los kelpers no ven con agrado su existencia. Es parte del sitio Pradera del Ganso, donde tuvo lugar una batalla en la que murieron 47 argentinos.

En 2009, luego de largas negociaciones, el cementerio se remodeló incorporándole un cenotafio, una gran cruz, y una ermita de la Virgen de Luján. Las tumbas están señaladas con cruces blancas y en placas de granito negro figura el nombre de cada soldado. Por decisión británica no pueden aludir a su condición militar. Solo dos tumbas quedan con la frase “Soldado argentino solo conocido por Dios”.

Además están prohibidos los símbolos patrios. Antes nuestro, alguien había dejado un par de banderas y una camiseta de la selección, que seguramente serían retiradas al día siguiente.

El cementerio luce muy bien, muy cuidado. El diseño aprobado por la Comisión de Familiares de los caídos, fue construido y financiado por el empresario argentino Eduardo Eurnekian, quien además tiene contratado a una persona de forma permanente, para su mantenimiento.

Luego de una hora de viaje por la Isla Soledad, con sol pero con un fuerte y persistente viento, un pequeño cartel anunciaba Argentine Cemetery.

Un cerco de madera semi-circular, le da marco a las 232 cruces blancas que tienen como única ofrenda rosarios colgados y algunas flores plásticas que las va llevando el viento. Todo muy prolijo, muy cuidado.

Es difícil describir la emoción que sentimos al caminar forzados contra el viento los cien metros que separan el estacionamiento de la pequeña puerta de acceso. Fue una experiencia “oceánica” como le gustaba definir a un viejo amigo.

Y recorrer las tumbas, reconociendo algunos nombres, cuyas historias habíamos leído antes de bajar, como la del maestro Julio Cao que cayó combatiendo en la madrugada del 14 de junio en Monte Longdon .

O la de Fabricio Carrascull de 18 años, quien luego de que las balas británicas mataran a sus superiores, gritó: "¡Murió el teniente, murió el cabo! ¡Me hago cargo! Nadie se mueve de su puesto, economicen la munición, apunten bien a los blancos que aparezcan". Fabricio perdió la vida a causa de un disparo en la cabeza, instantes después de haber comunicado por radio la frase: "Los ingleses se repliegan, los hemos detenido y los obligamos a retirarse. ¡Viva la Patria!".

Debajo de cada cruz yace un héroe, que tiene un nombre y una historia, que ya ingresó en la historia grande de la Patria.

La vida en la colonia Falkland

En el acceso a la Catedral Anglicana de Puerto Argentino, un monumento hecho con huesos de ballena azul, lleva una inscripción sobre piedra que dice “en conmemoración del centenario de posesión británica de las Falkland Islands 1833-1933” . Creo que es lo mas infame que vi en Malvinas. Una muestra de la obscenidad colonial. Al estilo de Kipling, el monumento les recuerda a los visitantes de las islas que el Imperio Británico ocupó por las armas estas tierras hace cien años y no piensa dejarlas.

En Malvinas habitan unos 2.400 civiles, la mayoría en la pequeña villa de Puerto Argentino y en las distintas estancias dedicadas a la cría de lanares. Según comentario de nuestro guía, hay muchos chilenos, uruguayos, peruanos e incluso senegaleses que llegan en busca de trabajo. La vida allí es muy dura, el paisaje y el clima son poco amigables, sobre todo para los niños y los jóvenes.

El abastecimiento de alimentos y otros, viene en barco desde Montevideo o Gran Bretaña. Antes lo recibían de Punta Arenas, Chile, pero se cortó, por las restricciones de paso por el Beagle que impone Argentina. Un solo vuelo semanal desde Punta Arenas los conecta con el continente.

A 45 km de Puerto Argentino por camino pavimentado, está la base militar Mount Pleasant (Monte Agradable) que incluye una base naval, una base aérea y una base de lanzamiento de misiles, además del centro de comunicaciones y monitoreo. Es el centro militar más importante de toda América Latina e integra el dispositivo de seguridad global montado por la OTAN. Hay más de mil soldados en forma permanente, que rotan cada seis meses.

El discurso de la política y diplomacia británica

Inglaterra no puede asumir que está en un territorio ocupado por la fuerza y convertido en su colonia. Por lo tanto no admite que su legítimo dueño, la Nación Argentina, intente recuperar lo que ellos tomaron por la fuerza.

El relato inglés es bastante simple: “En 1982, un dictador borracho tuvo la mala idea de desafiar a su Real Majestad, invadiendo una colonia que le pertenece desde hace más de 150 años. La señora Thatcher se vio obligada responder la agresión de un dictador que envió un hato de chiquillos mal armados, a combatir con la Royal Navy y el mejor ejército de occidente”.

El relato de la prensa y diplomacia inglesa es que la invasión fue un absoluto disparate producto de la mente afiebrada de los militares, que mandaron a morir a sus jóvenes soldados, mal armados y mal alimentados convirtiéndolos en nuevas víctimas de la dictadura.

Nuestro guía chileno (ya con nacionalidad británica) nos repitió el libreto que tiene para los turistas: “Acá vienen muchos ex-combatientes y cuentan que la primera ducha y la primera comida caliente, fue cuando los tomaron prisioneros los ingleses. Pasaron hambre, frío, estaban mal armados, ni botas tenían.” Léase, el mejor momento de “los chicos de la guerra” fue cuando se rindieron y se entregaron a los ingleses.

El primer relato de Malvinas en clave de “víctimas de la dictadura” fue del gobierno de Margaret Thatcher. La dictadura argentina con la invasión violó los derechos humanos de los kelpers, y de los soldados argentinos que envió a las islas a una muerte segura. De ese modo los responsables del hundimiento del Belgrano y de los 315 muertos en Malvinas no fueron las balas inglesas, sino de la dictadura, que tuvo la mala idea de desafiar a su Real Majestad.

Lamentablemente años después ciertos sectores del progresismo argentino asumieron como propio ese relato asimilando que los muertos de Malvinas son víctimas del Terrorismo de Estado, al igual que los 30 mil desaparecidos.

Los jefes militares ingleses tienen otra versión

Un excelente trabajo publicado por Ciencias Sociales de la UBA titulado “Si quieres saber cómo te fue en la guerra, pregúntale a tu enemigo” que tiene como referencias centrales las memorias del general de división Julian Thompson (al mando de la 3° Brigada de Comandos de Infantería de Marina) y del almirante John Forster “Sandy” Woodward (comandante de la flota británica), dan una versión muy diferente a la que se creó en el imaginario social, desmintiendo incluso a la versión de su gobierno. ¿Por qué lo hacen? Supongo, en parte, por ese perfil profesionalista de militar inglés, y en parte porque tienen que explicar que si en Malvinas ellos tuvieron 255 bajas y los argentinos 315, no fue un paseo, ni una paliza, sino la guerra más importante que enfrentó Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial.

Para el almirante, Woodward, la batalla naval contra la Argentina fue “una de las más terribles. Y los argentinos podrían haberla ganado”, incluso en el transcurso de la guerra afirmó en su diario que en el enfrentamiento entre la flota británica y la aviación argentina ésta última “iba ganando”. Ya en el cuarto día de combate, Woodward sentenció que “la Royal Navy no había vivido un conflicto en el agua de esta magnitud desde la Segunda Guerra Mundial”.

A la vez, recuerda que casi la mitad de las bombas lanzadas por aviones argentinos, al menos en catorce ocasiones, no estallaron. Por ello, Woodward aseguró que si “hubiesen explotado nos hubiesen derrotado. Si las espoletas de las bombas hubiesen sido correctamente armadas, no me cabe ninguna duda de que hubiésemos perdido”.

Contradiciendo esa versión que nuestros soldados estaban calzados con zapatillas Flecha, dice Thompson: “Los borceguíes argentinos eran superiores a los británicos en tanto los primeros estaban pegados y cosidos, con lo cual eran más resistentes a la turba que los de los británicos (…) quizás el artículo más preciado entre los despojos de guerra dejados por los argentinos hayan sido los excelentes borceguíes que sirvieron para reemplazar al gastado y húmedo calzado que tenía la mayor parte de la Brigada de Comandos.”

Respecto el armamento dice Thompson: “Tenían más cañones, un transporte en helicóptero por lo menos tan bueno como el nuestro” y, por ejemplo, “en la batalla de la colina de Darwin el 28 de mayo, todos los soldados [ingleses] armados con metralletas Sterling las arrojaban para recoger los SRL de los que estaban fuera de combate o, mejor aún, se apoderaban de los FAL argentinos que disparaban ráfagas y suministraban así más poder de fuego.”

Sobre la batalla de Monte Longdon, que fue la más cruenta de toda la guerra y en la que se llevó a cabo un “largo y encarnizado combate cuerpo a cuerpo y a bayoneta calada”, Thompson señaló: “Estuve a punto de sacar a mis muchachos de ahí. No podía creer que esos adolescentes disfrazados de soldados nos estuvieran causando tantas bajas”.

Bueno, solo reproduje algunos párrafos del extenso trabajo, y me quedo con esta frase del general inglés: “Estuve a punto de sacar a mis muchachos de ahí. No podía creer que esos adolescentes disfrazados de soldados nos estuvieran causando tantas bajas”.

La causa de Malvinas

En estos días que está tan sensible el debate sobre dictadura y derechos humanos, es fácil entrar en la trampa del discurso binario, buenos y malos, blanco o negro. Y pretender analizar Malvinas desde la perspectiva de derechos humanos o desde la perspectiva de género que está muy en boga, es desdibujar y perder de vista que Malvinas, expresa claramente nuestra contradicción histórica principal que es, liberación o dependencia.

Si queremos que nuestras Fuerzas Armadas, recuperen un pensamiento nacional, nada mas importante que reinvindiquen a su rol combatiente en Malvinas, que reivindiquen y hagan honor a sus héroes enterrados en Darwin - parafraseando a Kipling - para recordarles a las poblaciones locales, y a las futuras generaciones la firme voluntad del pueblo argentino, que por allí pasaron y combatieron sus jóvenes soldados y que, por lo tanto, algún día podrían regresar.

De una de las trincheras de Monte Tumbledown que pudimos visitar, cavé y llene una pequeña bolsa con turba malvinense. Dejamos nuestra ofrenda y una oración en las tumbas de nuestros héroes, y traje conmigo una mínima porción de nuestro suelo malvinense, que fracciono y reparto entre amigos, para que sus hijos y nietos tengan presente esta parte de nuestra historia.

Para cerrar, cito a Rubén Pablos, ex combatiente de Río Negro: “Nosotros, la gran mayoría de los Veteranos de Guerra de Malvinas, no nos sentimos víctimas de la dictadura, por el contrario, estamos orgullosos de haber ido a defender a la Patria. Fuimos a Malvinas por mandato popular con el uniforme de San Martín a defender la Bandera de Belgrano, no fuimos pensando en Galtieri, y fuimos a combatir contra un enemigo externo, el imperio y su aliado.”