El golpe a Evo es un mensaje para toda la región

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El golpe a Evo es un mensaje para toda la región

12 Noviembre 2019

Por Iván Di Sábato

América Latina ha vuelto a ser puesta en el centro del tablero mundial. En los últimos meses, la región se ha convertido en la fábrica diaria de las noticias internacionales, tomando como insumos a los diferentes hechos políticos que llegan desde cada rincón del cono sur.

Claro que esto no es casual, sino más bien causal. Pues, lo que está en juego no es otra cosa que la lucha por el sentido. Esto implica, nada más y nada menos, que la construcción por parte de las elites económicas, de una “ideósfera” de control ante lo que viene quemando desde los subsuelos, y que amenaza con propagarse nuevamente por el continente.

Es imperioso subrayar “nuevamente”, porque es allí específicamente donde radica el principal temor que sobrecoge a las clases dominantes de Latinoamérica: la derecha no está dispuesta a ver avanzar una nueva oleada popular a lo largo y ancho de la Patria Grande.

Casa tomada, otra vez

Tras los positivos resultados arrojados por la aplicación del Plan Cóndor y la transmutación del capitalismo a secas en neoliberalismo financiero, la pinza que apretaba a América Latica con Ronald Reagan por un lado y Margaret Thatcher por el otro, creyó equivocadamente que era hora de posar la atención en Medio Oriente. Así fue cómo, por descuido y omisión, el principio del nuevo milenio fue encontrando poco a poco, a toda la región encolumnada tras líderes populares que organizaron el malestar de las calles y lo convirtieron en sujeto político.

Luego de más de una década de gobiernos con perspectivas de distribución de la riqueza, finalmente se abrió cause a una restauración conservadora que, decidida a aprender de sus propios errores, puso en marcha una feroz guerra judicial con el propósito de hacer de la Justicia, ese brazo ejecutor que neutralizara el poder de aquellos dirigentes que antaño habían desafiado el mandato de las corporaciones.

Ese mecanismo de difamación y castigo pareció implacable hasta que, con el tiempo, fue dejando ver sus fisuras. El abuso y la insustentabilidad jurídica de ese recurso, abonaron por ejemplo al reencuentro de fuerzas que por rencillas pasadas, habían tomado caminos políticos diferentes. Este es el caso de lo ocurrido en Argentina, donde sectores que antes habían puesto el acento en contradicciones secundarias, resolvieron dejar de lado tales tensiones, para dar paso a la construcción de una fuerza que le pusiera un freno de mano a la avanzada de la derecha en el país.

A no comerse la curva

La resistencia a las políticas de Moreno en Ecuador, la conquista masiva de las calles en Chile, el triunfo electoral en Argentina, y la liberación transitoria de Lula en Brasil, pueden servir de alimento para análisis lineales que lleguen a la conclusión de que Latinoamérica está a las puertas de vivir una nueva oleada protagonizada por sus pueblos.

El error de llegar a tal deducción puede ser pagado muy caro. Pues, confiar el futuro de la región a un “proceso inevitable”, puede llevar a bajar la guardia y a descuidar lo avanzado, dando paso una vez más a las contradicciones secundarias.

La mala noticia no es que se haya consumado el golpe de Estado contra Evo en Bolivia; hechos como ese lamentablemente siguen siendo la regla y no la excepción. En todo caso, la mala noticia es que la Patria Grande aun no se encuentra en condición de avanzada. Esto se desprende de que, por el momento, las distintas fuerzas que protagonizaron las experiencias de gobierno, salvo por Argentina, todavía están lamiendo sus heridas y recomponiéndose de más de una década de durísimas disputas, internas y externas. Ergo, no están en condiciones aun de conformar una correlación de fuerzas y una construcción política que trascienda fronteras, emulando con las diferencias propias del nuevo contexto mundial, lo hecho a principios del dos mil.

Sin embargo, algo es cierto, y sí puede considerarse una buena noticia: si en Bolivia la derecha se vio obligada a volver a golpear las puertas de los cuarteles para destituir a un Presidente, eso significa que los pasos afirmados por los movimientos populares causaron dolor, e incluso lastimaron. El error sería creer que fueron heridas de muerte.

Las oligarquías nunca terminan de asumirse derrotadas, ni mucho menos. Por el contrario, buscan la manera de resurgir en nuevas formas para seguir resguardando sus privilegios. En este sentido, la derecha redoblará la apuesta, entrando en una peligrosa escalada de mayor radicalización. Porque, ante la ausencia de hechos y propuestas para mostrar, solo le quedará aferrarse a su identidad; que en el caso de las élites, es su profundo odio de clase.

En efecto, para los tiempos que se avecinan, resultará imprescindible de la responsabilidad de la dirigencia política toda, y el compromiso de la ciudadanía para colocar el acento en puntos de acuerdos comunes sobre los cuales comenzar a construir un futuro que, sin lugar a dudas, vendrá acompañado de muchísimos desafíos.