Desafíos para la unidad nacional

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    Sergio Massa en el bunker del FDT 2021_Ezequiel Morales
    Foto: Ezequiel Morales
ELECCIONES 2023

Desafíos para la unidad nacional

25 Octubre 2023

El sorprendente resultado electoral configura un escenario paradójico. Un gobierno en crisis tiene la oportunidad de salir del laberinto por arriba. La principal respuesta se encuentra, quizá como pocas veces, en el contraste de las campañas electorales y los candidatos. La oposición llevó adelante una campaña errática y centrífuga que prometía hacer estallar todo y lo único que estalló fueron los puentes entre ellos. Del otro lado, el candidato oficialista se encargó desde el comienzo de llevar adelante una cuidada construcción de redes, de articulación de distintos segmentos electorales, de elaborar una propuesta amplia y coherente en cada etapa de la elección. De "no van a escuchar de mí agresiones a mis rivales" hasta la insistencia en un gobierno de "unidad nacional".

La carrera hacia al balotaje parte de esta foto y de lo que varios consultores definieron como "el sentimiento del miedo le ganó al sentimiento de la ira". El miedo a lo desconocido, a las propuestas delirantes, a la agresión permanente, al ataque a las raíces culturales, a los acuerdos básicos, le ganó a la bronca por la situación actual y a la casta. La figura de Javier Milei es la que puso en carrera al oficialismo.

Sin embargo, pese a lo delirante que pueda ser su propuesta, pese a lo ridículo que pueda parecer su intento de reconstruir puentes destruidos ayer nomás, hay una serie de preguntas que mantienen el escenario expectante. ¿Qué van a hacer los votantes de los partidos que quedaron fuera, sobre todo los votantes de Juntos por el Cambio? ¿Se pueden juntar los viejos meados con los tinchos libertarios? ¿Es posible un frente antikirchnerista, un frente opositor?

Esas preguntas ya las viene anticipando la campaña de Sergio Massa. En su misma figura se encuentran algunos anticuerpos que se fueron reafirmando en la campaña. No es tan fácil atacarlo por kirchnerista ya que fue quien lo enfrentó varias veces. Ahora están juntos, pero la pregunta por quién tiene mayor capacidad de diluir al kirchnerismo no es tan fácil de responder. Y si bien es protagonista del actual gobierno, el jingle hitero de esta campaña “yo no soy Alberto Fernández” resulta verosímil en la figura del tigrense. Su capacidad de liderazgo, su hambre de poder y sus diferencias respecto al kirchnerismo lo hacen una figura incómoda para la unidad opositora. Pero estos atributos no alcanzan. No sólo Massa es el Ministro de Economía del final de la crisis, sino que sigue expresando únicamente al peronismo. Las limitaciones de Milei para reconstruir puentes deben tener como contrapartida puentes más sólidos en la otra orilla.

La propuesta de un gobierno de unidad nacional es la carta principal, sin embargo su desarrollo presenta varios desafíos. En primer lugar, hay un problema en el discurso, de enunciado y de enunciador. “Pacto social", “acuerdos básicos”, “terminar con la grieta”, son palabras gastadas que perdieron su valor por carencer de sustancia. Y si el enunciador es alguien señalado como “ventajita”, “camaleón” o “fullero”, el círculo de la incredulidad se cierra. El camino de la campaña hasta ahora recorrió el sendero de la sustentabilidad de la figura. Quien mejor lo sintetizó fue La One: “Massá es un diplomático, habla con todos, pero tiene sus ideas”. Falta darle mayor carnadura a la sustancia del enunciado, entrar en lo concreto. ¿Cuál es el plan del gobierno de unidad nacional? ¿Cómo se baja la inflación y se aumentan los ingresos? ¿Cómo se ordena la economía? ¿Qué medidas mejorarán la seguridad, la educación y la salud? Números, etapas, nombres, para ganar credibilidad.

Otro desafío para la construcción de un gobierno de unidad nacional se encuentra en la expresión política del mismo. Muchas veces escuchamos a Cristina hablar de construir un acuerdo social, pero resultaba impracticable ya que en acciones concretas su propuesta no podía incorporar a nadie por fuera del peronismo. Massa viene señalando su intención de sumar a los mejores de distintos espacios políticos, pero no parece suficiente con la distribución de cargos. ¿Qué puede atraer a radicales, al peronismo cordobés y hasta algunas figuras del PRO? Un proyecto que no sólo sea viable, sino que también los contenga. La demanda de un país normal por varios años, que ordene la economía, que planifique un desarrollo con un fuerte componente exportador, que incorpore a los sectores excluidos, que simplifique el sistema impositivo, que mejore la calidad educativa, es una propuesta que puede acercar a distintos dirigentes de otras fuerzas políticas, aunque puede llevar al descontento en sectores del frente interno.

Es en el frente interno donde quizá se encuentre uno de los mayores desafíos. El frente de todos contra todos quedará en el recuerdo como el peor experimento del peronismo. Un presidente que no quiso liderar, ineficiente, bombardeos públicos, trabas internas y un contexto internacional letal son la pesadilla que queremos borrar de nuestra memoria. Massa no es Alberto Fernández. Queda por transformar hacia adentro lo que expresa el cambio de nombre. Salir de un frente de todos, que hablaba más de la diversidad interna sin un rumbo preciso, para ser una unión por la patria, una propuesta de recuperación del país. ¿Qué elementos tiene esa unión? ¿Cuáles son los pasos que hay que dar para recuperar la patria? Preguntas que contienen debates que no se dieron en 2019. Hay representaciones sectoriales diversas, demandas particulares que se van a sostener y expresar, pero el rumbo político no puede discutirse a cielo abierto otra vez. Es momento de profundizar la reflexión, de acordar un rumbo. No alcanza con el loteo del gobierno que traen vetos cruzados, no alcanza con distribuir el poder, no alcanza con proclamar la unidad nacional y después no aceptar las propuestas de los sectores que se pretenden incorporar. El peronismo no puede ser sólo un acuerdo electoral.

En definitiva, en este mes que queda tiene que empezar a construirse, no sólo proclamarse, el gobierno de unidad nacional. Al borde del abismo social, al borde de la hiperinflación, sin un dólar en el bolsillo, aparece la oportunidad de una nueva gesta. Casi como un momento pre-kirchnerista. En el fondo del pozo, pero cerca del fin de la crisis, ya sin sequía y camino hacia el fin de la restricción externa. El gobierno de unidad nacional es posible porque el antagonista se parece al del 2003: los neoliberales y defensores de la dictadura. Sólo ellos afuera; y adentro los peronistas no kirchneristas, los radicales y hasta algunos liberales. Sin embargo, a diferencia de aquel entonces, la crisis no terminó de estallar y la está experimentando el propio peronismo, y por eso la salida es distinta. El cambio hoy es estabilidad, orden, seriedad. Estuvimos a punto de discutir la desaparición del Estado por su ineficiencia. Desde el domingo está la oportunidad de discutir cómo se construye un Estado eficiente y un modelo de desarrollo para varios años. Hay un mes para darle verosimilitud, carnadura al nuevo rumbo. Si sucede, la victoria está asegurada.