Un amor real es como dormir y estar despierto

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Un amor real es como dormir y estar despierto

25 Noviembre 2017

Por Lucas Canale

Años 80, Francia. Nelly, una típica burguesa en relación con André comienza a salir con el forzudo, libertino y desempleado Loulou. Isabelle Huppert, Guy Marchand y Gérard Depardieu, respectivamente, encarnan cada personaje: todxs jóvenes, todxs hermosxs. Con una particularidad: el elemento central que adquiere esta tríada es la peculiar construcción amorosa que desarrollan. Existe una cosmovisión predilecta por la libertad y la exploración sexual por parte del dueto amoroso, mientras que el relato de André no se cercena a la expresión de sus celos sino que incluye la reconversión de su relación con Nelly e incluso con Loulou.

La inclusión de una sección para el revisionismo cinematográfico como "Focos y perspectivasresulta acertada para observar y pensar los trabajos audiovisuales de la actualidad. La película dirigida por Maurice Pialat —fallecido en 2003— fue presentada por su esposa Sylvie, destacada productora independiente que también participó junto a Peter Scarlet —director artístico del Festival— del ciclo “Charlas con Maestros”. Condenado a una relación fluctuante con la industria cultural, Pialat supo introducir elementos originales y valiosos a lo largo de su carrera cinematográfica. Loulou se caracteriza por su realismo palpable mediante el cual puede uno acercarse a las especificidades y profundidades de cada personaje. En consonancia contemporánea con el movimiento de la nouvelle vague, en este filme las situaciones cotidianas son representadas con un halo de aparente sencillez que esconde los complejos procesos bajo los cuales se monta el producto final. “Lo que entiendo como realismo va más allá de la realidad… El cine transforma lo sórdido en algo maravilloso, convierte lo ordinario en excepcional”, mencionaba Pialat en una entrevista a Cahiers du Cinéma.

Para seguir con las citas, vale recordar una poética: "un amor real es como dormir y estar despierto". Charly García habla —si se permite la interpretación— de un sentimiento de contradicción productiva, un ensimismamiento a partir del cual no se puede —ni se quiere— definir la situación con precisión. Es este, entonces, el sentimiento general que atraviesa la película, donde se reflejan con claridad las constantes contradicciones que afectan y mediante las cuales se desarrolla una relación, ya no digamos amorosa, puesto que la descripción hace justicia a todo tipo de vínculo que plantee una cercanía media: ni siquiera los celos, ni las peleas ni los entredichos son enteramente negativos, sino que se reformulan en una constante susceptible de fluctuaciones. El largometraje, que por entonces fue nominado a la mención Palma de Oro para el Cannes de 1980, expone cristalinamente estas dinámicas. Años más tarde, en 1987, Pialat ganaría este premio con Sous le soleil de Satan. Entre aplausos, abucheos y silbidos sus palabras al recibir el galardón serían: “Si no me quieren, puedo decirles que yo tampoco los quiero a ustedes”. Un personaje controvertido, como dijimos, pero también —y con mayor importancia— un maestro del cual siempre se puede aprender.