Tu corazón es un tambor: Asociación Misibamba

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Tu corazón es un tambor: Asociación Misibamba

08 Noviembre 2020

Por Martín Tesouro | Fot: Ramiro Comes

Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo.

Si quiero hablar de Misibamba tengo que hablar de una familia, porque esa es la impresión que me imbuyó la primera reunión en la que pude participar. Una familia que se alegra de compartir su amor y su historia, que ha tomado conciencia del dolor histórico que ha padecido, lo trabaja y lo canaliza por medio del arte y la comunicación.

Si hay algo que no falta son palabras, como tampoco faltan sentimientos y a resumidas cuentas eso es, simplemente, porque lo que sobra es historia. Quizás, si nos dejamos arrastrar por la vorágine podamos sentir que nos falta el tiempo para poder interiorizar la historia, que su tamaño no pasa por la puerta del reloj digital, pero creyendo firmemente en lo que canta el corazón, podemos saltar sin miedo al manantial de saberes que se encuentra velado.

Cuando la suerte nos toca el hombro, nos pasa el mate, nos pregunta qué nos parece, ahí se corre el velo de la historia y empieza a ser visible una constelación preciosa y energizante. Cuando la suerte nos tiende la mano, además del calor hermoso y sincero, también nos deja la llave para entrar a la historia como nunca antes: nuestro territorio es resultado de la mixtura entre tres continentes. Sabemos que en 1492 se inicia el proceso de invasión, exterminio y esclavización de los pueblos americanos por la corona española y la Iglesia Católica, luego se extendería el dominio a coronas como la inglesa, portuguesa, francesa. Esto es lo que la historia oficial no pudo ocultar. Sin embargo, más allá de nuestro nivel académico, la historia permanece privada de un componente indispensable para la comprensión y el análisis de la realidad (o las realidades) de nuestro territorio: la presencia afro. Mediante el poder del discurso, que no podemos dejar de mencionar que siempre está ligado al poder económico y su capacidad para imponer mediante el poder de la fuerza su cosmovisión. En nuestro país se ha hecho discurso oficial la noción de que en la Argentina la presencia afro se extinguió como resultado de las guerras de la Independencia. Luego fue a causa de las batallas entre unitarios y federales, después por la guerra contra el indio, más tarde por la triple traición contra el Paraguay, luego la fiebre amarilla, y a todo este discurso además se le adhiere el edulcorante de que, a diferencia de otros territorios, en la Argentina los afrodescendientes esclavizados gozaban de buen trato. Sí, a pesar de que no es muy difícil imaginar la realidad que le tocara las personas esclavizadas, en el discurso institucional priman las falacias y el blanqueamiento. Así es cómo creemos que desde la Asamblea de 1813 la esclavitud ya no existe entre nosotres. Sin embargo, al ver la luz del Tambor Abuelo, hallamos que la verdad es otra y que en Buenos Aires recién en 1862, tras modificarse la constitución de 1853, queda abolida la esclavitud. Cuarenta y siete años pasaron para que la letra se convirtiera en verdad. En el medio quedaron miles de familias bajo el yugo esclavizador, a merced de los vericuetos que siempre saben imponer los hombres que dictan las leyes, siempre blancos, hasta la actualidad (la mención de este problema tiene por objeto exponer la importante falta de presencia afro y originaria en los puestos decisivos y representativos).

El Tambor Abuelo nos ha llamado, ha abierto las puertas y compartido la voz. En ella está la parte que no se quiso incluir y que por dignidad se ha mantenido en un largo silencio hacia el exterior. Además de padecer la esclavización, el aniquilamiento y la expulsión hacia los suburbios, la hermandad afrodescendiente es víctima del ocultamiento, blanqueamiento y de la extranjerización. El discurso escolar mantiene cautiva la presencia afro en la historia del pueblo argentino, habitualmente mencionado en la semana de mayo de 1810 en actividades incluidas en lo que hoy llamamos economía informal, siempre fuera del Cabildo.

En memoria de uno de los revolucionarios más importantes de nuestro continente, Bernardo de Monteagudo, afrodescendiente nacido en Tucumán. De esa Argentina central viene también la familia Lamadrid, elemento imprescindible en la voz del tambor. La familia Lamadrid cuenta con siete generaciones en estas tierras, sus ancestros fueron esclavizados en propiedad de la familia del General Araoz de Lamadrid. Con el fin de evitar posibles reclamos legales, quienes de encontraban en situación de esclavitud se inscribían con alguna deformación en el apellido del amo.

"Perdimos nuestros nombres en África", explica Carlos Lamadrid: ”La historia que relata mi familia es que por nuestro apellido, hemos sido esclavos de la familia Aráoz de Lamadrid. Somos muchos los Lamadrid, eso nos hace pensar que haya habido un criadero de esclavos en Tucumán. Entonces ¿cómo puede ser que no nos reconozcan en la historia? Ahora tratamos, junto con los jóvenes, que a esta parte de la historia se la conozca y se la valore”.

Misibamba se formó en 2008, su nombre proviene de la memoria de la presidenta y fundadora, María Elena Lamadrid. Ella recuerda que en la calle Argerich 350 se hacían bailes una vez por mes, donde se bailaba tango, milonga, algo de folclore, y candombe. Era una casa grande, donde vivía parte de su familia.

“De repente aparece un tío llamado Alexander (a las personas mayores, si hay afecto, se le dice tío) que era africano, cantaba y bailaba con mucho sentimiento y placer el candombe `Misibamba´, con tanta ancestralidad, con tanta energía que a mi hermana le quedó grabado esto, y por como le representaba la música de su África, le puso Misibamba. Si lo dijo mi hermana, estamos todos de acuerdo. Hablando con un lingüista afro llegamos a saber que Misibamba significa algo así como Nosotros los bamba”. 

Asociación Misibamba

Tengo la posibilidad de conocer a la Asociación Misibamba y apreciar que las actividades están fundadas en la comunicación y el cariño, en una resistencia ancestral. La autoridad está basada en el amor, tal como lo aclara Carlos: “Si no hay afecto no puede haber respeto; si no, es temor, no respeto”.

Para “Don Tío”, como lo llaman a Carlos Lamadrid quienes se integran a la familia (sus seres queridos consideran que tío le queda chico a una persona con tal corazón), un paso importantísimo para acercase a la justicia histórica es que la presencia afro como constituyente de la identidad argentina sea enseñada en las escuelas, promovida en las aulas e integrada a los programas escolares con el fin primero de evitar que más niñes sufran el racismo normal de la Argentina. La importancia de este problema ha llegado a Don Tío desde su propia mesa. En una charla familiar acerca de las raíces, el Tío escuchó a su hija menor contar la violencia racista sufrida en la escuela y esto tocó en él una fibra que no se había hecho antes. Se preguntó y cuestionó cómo no lo había advertido, cómo pudo permitir que eso le sucediera. En buena parte, del dolor que esto produjo ha crecido Asociación Misibamba y lo tiene a él como Secretario y una de las voces más queridas y continentes de historia. Carlos Lamadrid (72 años) es hermano de María Elena Lamadrid, de 86 años, presidenta de la organización que desde el 2008 representa a los afroargentinos del tronco colonial en Buenos Aires y Capital Federal, e integra la Red Federal de Afrodescendientes del Tronco Colonial Reconociendo al Tambor Abuelo. Carlos nació en pleno barrio de San Telmo y conoce cabalmente las políticas que el Estado Argentino ha ejecutado como tradición en relación a los afrodescendientes.

“Si vamos a reivindicar, vamos a reivindicar toda la historia. Comidas, arte, militares, poetas, pintores, payadores. La mayoría de las mujeres negras eran matronas, amas de leche, las mismas personas que eran amamantadas por estas mujeres, cuando crecían, eran quienes les quitaban derechos. Los mismos derechos que nos quitan hasta el día de hoy. Cada logro que conseguimos los afroargentinos es una lucha de años. Supuestamente nos han dado la libertad pero no nos han la igualdad. Si vos fuiste cochero, te dijeron chau, vendieron el carro, vendieron el caballo y a dónde vas, a las orillas de la urbanización. Así se formó San Telmo, Monserrat, después por un tema inmobiliario, los empiezan a sacar y van hacia Flores, Soldati, Lacarra. En el año 72 a La Matanza, a Merlo, Valentín Alsina; y así nos fueron alejando de la ciudad. Entonces, hoy en día, cuando se habla de candombe, barrio de candombe, Monserrat, y escuchás candombe uruguayo, vos decís, nos sacaron a nosotros para comprar lo de afuera; y eso le vendemos a los turistas. Las distintas autoridades nos quitan derechos, nos reconocen pequeños derechos, como el 8 de noviembre, pero si viene alguien de afuera con la piel muy oscura son capaces de darle la llave de la ciudad. No nos dan la entidad que nos meremos como afroargentinos. Están ocultando una parte de la historia de la Argentina”.

El tío Carlos comprende que entre los afrodescendientes se ha producido un fenómeno muy complejo, la mimetización, la renuncia a las tradiciones y a la identidad para intentar integrarse a esa sociedad que los segregaba con cuanto modo pudiese.

"Tratamos de difundir esto no sólo hacia afuera sino también hacia adentro. Mi tía, Lucía Lamadrid, fue la primera modelo afro que posó para los estudiantes de Bellas Artes. En el año 1956 formó el Sindicato de Modelos junto a otra mujer afrobrasilera. Por ser pocas, debieron asociarse al sindicato de maestranza. Yo me puedo sentir orgulloso de mi tía, de mi familia, pero también estoy orgulloso de un Gabino, de un Cabral, de María Remedios, de Monteagudo, de Josefa Tenorio, Ventura Feijoo. Tenemos que unirnos, empezar a identificarnos; hay familias que conocen poesías, otras comidas, otras poesías, entonces entre todos armar esa historia que nos han ocultado. Empezar a auto-reconocernos: yo mismo, como quiero que me vea el resto de la sociedad, y no como la sociedad quiere verme. Yo formar mi personalidad, y decir: este soy yo”.

Misibamba viene viajando generación tras generación sobre el arte de los cueros, las voces y los relatos que llevan en sí el poder de trascender la crueldad y olvido al que el poder los ha condenado, privando no sólo a les afroargentines de vivir su identidad con plenitud sino a todo el resto del pueblo que andamos queriendo comprender una historia de tres partes a la que no le hallamos un lado. Gracias a la gran solidaridad de Misibamba y el Tambor Abuelo, estamos en condiciones de comunicar la historia y el presente de nuestro pueblo asumiéndolo en su carácter de triada, comprendiendo que nuestra cultura es resultado de la fusión (con todos sus aspectos negativos y también positivos) de la comunión americana, africana y europea. El desconocimiento sólo puede deparar angustia y odio, la incomprensión sume a los pueblos en la dinámica impuesta por la hegemonía.

“Estamos en desequilibrio y a él tratamos de amoldarnos; la tercera raíz fue ocultada, no tercera por su importancia sino por el orden en que llega al continente. Estamos perdiendo el sentirnos argentinos, considerando que todo lo bueno viene de afuera, dejamos de respetar nuestra historia, nos convertimos en satélite de una potencia, nos negamos al lenguaje inclusivo, que a mí, a esta altura, voy a decir verdad, me cuesta, pero hablamos de fast food, fake news. Tratemos de ser un poco argentinos; un poco, no mucho. Nosotros tenemos valores, de parte de los pueblos originarios, con una cultura increíble, respeto por la tierra y sus mayores, también de los europeos y africanos. Valorémonos. Son esas cosas que uno ve y piensa que el mundo está dado vuelta, está al revés. Los valores que son valores, la familia, la unión, podernos juntar un domingo con los tíos, las tías; se está perdiendo, y le estamos inculcando a los jóvenes que cuanto más consuman más felices van a ser y es al contrario. Nos estamos sometiendo al gusto y al mandato de afuera”.

La misión es difundir la cultura afrodescendiente y eso no puede suceder realmente si en simultáneo no se desmitifica o desmiente lo que el Estado argentino, sin razón y por la fuerza, ha impuesto en el imaginario y en la currícula institucional. Además de la extinción, refutable a simple vista, existe el discurso que plantea que en nuestro territorio les esclavizades eran bien tratades. La esclavización existía y ese comentario no hace más que exponer la falta de sensibilidad sobre la condición de aquellas hermanas y hermanos. Quizás, si el sentido común se ocupara de cosas comunes, esas ideas no serían ni un eco. Es prima mentira de la olla con aceite hirviendo que la señora patricia arrojó en las invasiones inglesas de 1806, que no fue aceite sino grasa, ni la subió ninguna señora de tertulias sino una esclavizada que servía en esa casa.

"Si estoy vivo y sé que mis ancestros fueron parte activa de la historia, entonces somos parte, cómo pueden decir que desaparecimos. Si nosotros estamos acá todavía, presentes, cómo pueden los libros de historia seguir diciendo nuestros antepasados vivían bien y que nosotros no existimos porque antes del siglo XX ya no había negros”.

Las palabras del tío nos enseñan que, como aclaró Voltaire, “el sentido común es el menos común de los sentidos”, y que para desarmar la estructura racista que niega, oculta, criminaliza, extranjeriza y somete al conjunto al desconocimiento de su identidad, con su amplitud y pluralidad, debemos trabajar en la difusión de la verdad, con todas sus aristas, sin segregaciones ni idealizaciones.

“Que se cuente en la escuela, que es donde se inicia la formación de la persona a nivel social, enseñarle desde ahí que hay una parte que no le contaron, hay una parte que hay que poner en valor, que se ocultó intencionalmente. Se trató de borrar lo que fue un negocio muy importante para las familias patricias argentinas, las cuales hicieron el capital del cual disfrutan ahora con la trata esclavista; y si le damos su justo valor fue un genocidio.  Lo que nosotros compartimos es la participación de los afroargentinos, descendientes de los africanos esclavizados, en la formación de este país, de este continente, desde Canadá a Tierra del Fuego. Supuestamente los españoles fueron invadidos por los moros, y resulta que a nosotros nos descubrieron. Si leemos a Bartolomé de Las Casas vamos a encontrar el exterminio, las aberraciones que hicieron. Posteriormente, la Iglesia, que viene a traer la paz y el perdón, pide que traigan al continente americano, africanos esclavizados. Es ahí donde comienza nuestra historia y esto lo tienen que saber todos los chicos,  que quienes se identifiquen y se vean con rasgos de los pueblos originarios, o con rasgos africanos, se sientan orgullosos del papel de sus ancestros en la historia. Hay que valorizar las tres etnias que conviven en ese continente”.

La resistencia también está en el modo en el que se vive el arte. La poesía, el canto, la danza, el tambor, no son como en la sociedad de consumo, instrumentos para la evasión sino, por el contrario, son canales que conectan con la Tierra, con los ancestros, con la vitalidad que está integrada por la historia y sus componentes, de orgullo y horror.

“Nos quedó este candombe que supimos conservar. No existe una coreografía, de la forma que se mueva el cuerpo está bien, se lo canta a todo pulmón, con una lágrima en los ojos. Sacamos el candombe que estuvo guardado para ver si alguno más se identifica, reconoce y siente con esto que estuvo guardado tanto tiempo, no lo sacamos a la calle, porque sacarlo a la calle sería ponerlo de moda y que en algún momento pase. No, el candombe porteño va junto con la historia, por eso va los lugares que puede haber cultura, educación, arte. Para nuestros mayores, el candombe significó tortura, azotes, barranco, cepo. Fueron castigados por la policía, por la iglesia. La iglesia decía que había que prohibir eso porque podrían volver sus prácticas ancestrales lujuriosas, satánicas; nuestro baile podía producir en las niñas y niños ideas pecaminosas, entonces lo prohibían. Eso sufrió nuestra gente. La música no es sólo percutir el tambor y cantar para divertirse y pasar el rato, estamos compartiendo un sentimiento, se lo canta con plena garganta, con una lágrima en el ojo, compartimos alegrías, tristezas, momentos; no es entretenernos".

El tío Carlos tiene seguridad de que la palabra es la herramienta mediante la cual el pueblo podrá  sanar sus heridas, demostrar su protagonismo en la construcción de esta país tan abundante (y desigual), y trabajar con constancia y fe en la lucha y la resistencia, para que nunca más las personas padezcan violencia de ningún tipo por cuestiones étnicas, religiosas, políticas, y de ninguna clase.

“¿Por qué no estamos en la historia? La tarea de Misibamba es reivindicar la presencia afro en la historia de nuestro país. El diferenciarnos por el aspecto nos crea infelicidad. Cuando empezamos con Pablo Cirio, me acerqué a dos mujeres de unos noventa años y ellas no podían contar de esos temas porque era muy doloroso. Una barbaridad. Hablemos de que se sufrió, para no repetir esa historia. Hay chicos  que van a sufrir en el futuro por ignorar esa historia".

Un elemento que no podemos dejar sin mencionar y compartir es la bandera que representa a la Asociación Misibamba. La componen fuertes presencias: su base es la bandera argentina y en el centro hay un círculo que tiene tres componentes.

“Dentro de ese círculo hallamos una cruz, la Cruz del Sur: la parte de abajo de la cruz es la tierra, la parte de arriba es el cielo, la parte más corta somos nosotros y la parte más extensa son nuestros ancestros. La tierra, el cielo, nosotros, nuestros ancestros; en la Cruz del Sur. Lo rojo es la sangre derramada por ellos, no sólo por los que vinieron y murieron en la travesía, en el barco, sino por los que vivieron y lucharon por nuestro país, en la batalla de San Lorenzo, en Los Andes, en el Ejército del Norte, en la liberación de Chile y Perú. Y el Sol que asoma con sus rayos, es nuestra esperanza de ser tratados como igual y que nos reconozcan, tenemos esa esperanza, que nos reconozcan nuestra identidad como argentinos y como parte de esta historia”.    

El tío Carlos es un hermoso ejemplo de que la maestría no se adquiere a través de un título otorgado por una academia sino a través de la autoridad obtenida en base a una vida transitada en el cariño y la búsqueda del saber y la identidad, compartiendo para ser, con plena conciencia en la importancia que tiene la transmisión de una cultura que se hace más profunda cuanto más se la indaga.