Solo digo Compañero...

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Solo digo Compañero...

05 Noviembre 2017

Por Mariano Molina

Los combates de la vida
son tantos, tantos y tantos
por ellos canto...

Probablemente algunos que lean estas líneas no tengan mucha idea de lo que estamos hablando y otros tantos tengan su propia historia en cuestión. Lo cierto es que en este instante uno siente que vale la pena contar algunas cosas.

Corría el año 1998 y un atrevido grupo de autodenominados guevaristas, entre muchos otras identidades, decidimos hacer un homenaje al Che. Quizás el primer acto en el espacio público de un grupo de “independientes”. Un año antes ya habíamos creado la Cátedra Libre Che Guevara, que luego daría marco a un empoderamiento de muchos y muchas en diversos lugares del país.

Para ese evento planificamos actividades artísticas acompañadas de algunas charlas. Por nuestra militancia, ya habíamos conocido a algunos integrantes del MLN - Tupamaros y se nos ocurrió que podíamos invitar a Daniel Viglietti, referente ineludible de la canción de protesta de nuestro continente. Una amiga de la otra orilla nos consigue un correo y le escribimos. Hay que confesar que sin mucha esperanza.

A los días recibimos la respuesta. Nuestro asombro era total. El hombre no nos conocía y se comprometía a venir al homenaje. Así, de pura palabra nomás. Sólo juntar unos pesos para pagarle el viaje.

- ¿Será cierto?
- El representante nos dijo que podíamos anunciarlo.

Y eso mismo hicimos. Otro gran compañero nos imprimió afiches y allá fuimos, a pegar su nombre al lado del Che tomando mate y convocando para un sábado de octubre por la tarde al Parque Centenario. Y el hombre vino. Obviamente. Llegó con su boina, su guitarra, hablando bajito y pausado. Probó sonido y después cantó para una enorme multitud reunida para homenajear al Che y, también, escucharlo a él. Compartió escenario con Diego Boris y unos ignotos Lumumba encabezados por Fidel Nadal. Luego se fue dando un pequeño abrazo o un apretón de manos. Así de sencillo. Así de grande.

Nosotros nos mirábamos sin poder creer mucho lo sucedido: Daniel Viglietti había participado de nuestro homenaje al Che Guevara.

Luego pudimos ir atando otros cabos. Su cercanía al MLN, su antidogmatismo, su eterno apoyo a los movimientos de liberación nacional de nuestro continente y su siempre corazón rojo y negro. Algo de eso explica acercarse a unos desconocidos jóvenes en los años 90 de este lado del charco.

Creo que la primera vez que lo escuché fue en ese histórico recital por la paz en Nicaragua, a través de un pequeño reproductor de cassettes que supieron tener mis viejos. "Dale tu mano al indio" y "Declaración de amor a Nicaragua" fueron mis primeros acercamientos. Más tarde, obviamente, "A Desalambrar", "Camilo Torres", "El Chueco Maciel" y tantas otras.

Siempre lo vi gratis, porque como buen trovador de protesta, su lugar estaba al lado de las luchas y tantas otras formas de acercar el arte donde habita el pueblo. Entonces, fue la Carpa Blanca, algunos balnearios del Uruguay, Chiapas, otros actos en Buenos Aires, Montevideo y la querida Valizas. Hay tres escenas más que ahora se me vienen rápidamente a la memoria.

En Chiapas unas compañeras le piden cantar "Hasta Siempre", de Carlos Puebla. tenía mala memoria para las letras, pero se mostró predispuesto. En una suerte de transmisión generacional al revés, las compañeras se sentaron con él y se la escribieron. Y así cerró su concierto en territorio zapatista.

En Montevideo faltaban unas horas para que asuma el primer gobierno de izquierda en Uruguay y él estaba ahí, cantando esta vez para un pequeño grupo de compañeros y compañeras de diversas latitudes del continente. Cantaba emocionado y nos emocionaba a todos y todas las presentes.

“Las cosas que están pasando
es cosa de no creer,
y eso que estuve esperando
toda mi vida pa' ver…”

La tercera es en otro marzo, cinco años más tarde y nuevamente en Montevideo. Pepe Mujica se convertía en presidente y él no podía estar ausente. En el concierto que se realizó en la Plaza Libertad volvió a decir presente y mientras cantaba “Sólo digo Compañeros” iba nombrando a Salerno, Cultelli, Zabalza (los mártires de Pando) y otros caídos o asesinados. Un guiño inolvidable a una generación y un sector político siempre relegado.

Así las cosas. Ese era el flaco Viglietti. Trovador, juglar, compañero, siempre al lado de las causas populares, poniendo el cuerpo, la guitarra y su canto.

Creo que desde ese lejano 1998 nunca más conversamos, pero también nos unieron amistades en común y hermosas personas a las que le ha dedicado sus propios temas, pero eso ya es otra historia y pertenece al mundo todavía existente de la intimidad.

Fue enorme. De los imprescindibles que nunca vamos a olvidar. Tan enorme que es imposible que estas y otras palabras puedan dar cuenta de su grandeza. Por eso también es indescriptible la tristeza.

Quedan esas infinitas historias, la magia de haber podido ser de alguna manera contemporáneo, su voz, su canto, la guitarra y esa alma libertaria por siempre.