Repudio al hackeo sufrido por la poeta Liliana Ancalao

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Repudio al hackeo sufrido por la poeta Liliana Ancalao

01 Noviembre 2020

Liliana Ancalao, gran poeta y docente nacida en Comodoro Rivadavia, Chubut, pertenece a la comunidad mapuce-tehuelche Ñamkulawen, es profesora en Letras e integró un grupo universitario de investigación del mapuzungun. El sábado pasado a las 19:00h era la invitada especial en una reunión del Café literario del Centro Cultural Virla de la Universidad Nacional de Tucumán que contaba con 54 participantes. Liliana leyó un poema en su lengua originaria y en castellano. Al empezar a leer el segundo poema aparecieron interferencias visuales y auditivas en Zoom, música con alto volumen, gritos, amenazas y también insultos por chat. La transmisión tuvo que ser suspendida.

La Confederación Mapuche de Neuquén manifestó en sus redes: “Nos solidarizamos con nuestra lamgen Liliana Ancalao y repudiamos el acto de censura racista que vivió la tarde de ayer cuando intentaba leer en mapuzugun (idioma del Pueblo Nación Mapuce) un poema de su autoría”. Y agregaron: “No creemos que sea un hecho aislado, sino que se enmarca en el racismo que en estos momentos es fogoneado por los medios masivos de comunicación y los sectores de poder, quienes pretenden negar la fuerza histórica de nuestras reivindicaciones, estigmatizando nuestra causa y nuestra cultura. El mapuzugun es la vigencia de nuestro pueblo, el arte es una forma más de reivindicar y proyectar nuestra cultura. En este sentido la visibilización del trabajo de Liliana Ancalao y otras expresiones artísticas mapuce vienen creciendo y fortaleciendo a nuestro pueblo. Abrazamos desde acá a nuestra lamgen, repudiamos las acciones racistas invitamos a difundir su trabajo literario”.

Luego de los hechos Ancalao manifestó en su muro de Facebook: “¿Acallar al mapuzungun, el idioma de la tierra? no creo. ¿Silenciar a la poesía? tampoco. Tal vez, y por un rato, mi pequeña voz. Ayer, se me quedó este poema sin leer. Si pueden leerlo en voz alta, pongan: logrado, por la memoria”.

El violento accionar fue repudiado por numerosos escritores, artistas e instituciones. Nos sumamos al repudio y en solidaridad con Liliana compartimos el poema que intentó ser silenciado en el evento literario:

La tarde del sábado para lavar la ropa

Entre los peones, que cayeron fusilados en las huelgas rurales de 1920 y 1921, seguramente había hombres de los pueblos originarios que cuarenta años antes habían recorrido libres los territorios del sur

La tarde del sábado para lavar la ropa

pedían los

peones

que ahora les llamaban así a los empobrecidos

williches pikunches ahonikenk shelknam

yagan kaweskar y kamollfunche

Cuarenta años después

un rato de ser wentru pedían

aunque los alambrados

No les dijeron no, a su pedido

siempre fueron afables

tampoco sí:

a las ventanas de brisa en el galpón cerrado

un suspiro limpio que ventile el pecho

y se lleve el olor de los corrales

lo desparrame

como el agua enjabonada

el sábado a la tarde en el patio de la estancia

Un respiro de aire sin

patrones

que ahora debían llamarle así

a los muy enriquecidos

no les dijeron no, los muy prolijos

hicieron venir a los milicos

Y no les dieron:

tiempo para lavar su cara y su cabello

que el agua corra hasta sus pies

el sábado a la tarde

para lavar sus calzoncillos la camisa

la roña de los puños la mugre del cuello

los sudores de la espalda

Salir del ciclo de la lana por un rato

que la parición

que cortarles los huevitos a las crías

y la señal del patrón en las orejas.

que la pelada del ojo que la esquila

que los fardos de lana trepándose hasta el techo

No tuvieron:

los bancos que pedían

para sentarse descansar el cuerpo

armar el círculo de la conversa

y el silencio

y que en los puestos esa distancia alambrada

en la inmensidad del latifundio

el hombre no esté solo condenado a estar impar

Eso pedían a cambio de volver

a producirles las ganancias

Y los ataron como hacía cuarenta años

a sus parientes allá por el chubut

en el corral de sacamata

como a animales

los milicos obedientes de los muy enriquecidos

No les dijeron no, tampoco sí:

al sábado a la tarde

para volver a ser wentru por un rato

para lavarse

bancos

velas

aire

no estar solos en los puestos

no más pedían

Balas

les dieron los milicos obedientes

primero los pusieron paraditos

y en fila como los postes del alambre

A los peones que se habían atrevido

les apuntaron ahí

a la memoria

y fueron cayendo

las camisas con sangre

que ningún jabón refregará el sábado a la tarde

y vuelve a gotear el dolor

mierda

vuelve.