Proyecto de danza “El Solo de la Renga”, de Natalia Tencer

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Proyecto de danza “El Solo de la Renga”, de Natalia Tencer

20 Febrero 2022

Por Adriana Barenstein |​ Foto: Diana Hoffmann

Por decisión de la autora, el artículo contiene lenguaje inclusivo.

Diferentes, los cuerpos son todos algo deformes. Un cuerpo perfectamente formado es un cuerpo molesto, indiscreto en el mundo de los cuerpos, inaceptable. Es un diseño, no es un cuerpo. (Jean-Luc Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo).

Cuando algo en el cuerpo se descarrila, se cancela, se altera, se accidenta, se desvía, suspende las trayectorias programadas, entonces el dolor y la herida se constituyen en los límites a nuestra ilusión de infinito. El cuerpo como drama, narración, suspenso: de eso habla El Solo de la Renga.

“Natalia Tencer es bailarina. Y este es su solo. El solo de la renga. Ella no conoce a la mítica banda de rock argentina. Ella es argentina, aunque su apellido suene a alemán. Ella es renga. Así quedó. Pronto va a operarse. Ahora quiere bailar su Solo de la Renga”, expresa Bel Gatti, actxr, performer, dramaturgx, en el prólogo de El Solo de la Renga.

APU entrevistó a Natalia Tencer. Bailarina, intérprete, creadora, coreógrafa y docente. Actualmente se encuentra en dos proyectos de creación de obra, uno junto a Cristián Jensen y Gulliver Markert y otro junto a Lisi Estarás y Maruja Bustamante. Presentó Episodios de “Ejercicio de Libertad” en los festejos de los 200 años de la UBA, en Tecnópolis, en el CCK y en la próxima edición del Festival Danzafuera (La Plata). Artista becaria del Laboratorio de Acción del Teatro San Martín. Intérprete del Laboratorio de creación III dirigido por Ciro Zorzoli en el Teatro Nacional Cervantes. Trabajó como bailarina –intérprete con Meg Stuart. Boris Charmatz. Diego Velázquez, Eugenia Estévez, Lucas Condro, Diana Szeinblum, Matías Feldman, Juan Pablo Gómez, Osias Yanov, Flor Vecino, Lucia Russo, Adriana Barenstein, Iztok Kovac (entre otros). Recibió invitaciones a workshop de Mark Tompikns y Joao Fiadeiro.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué es, en qué consiste para vos –una bailarina-, ser o estar “renga”?

Natalia Tencer: Es, antes que nada, una situación que me deja perpleja. Una incomprensión. Una condición que ahora existe y antes no, es tal vez la nostalgia de lo que fui sin la renguera. ¿En qué consiste ser renga? En desatenderme, en distanciarme por momentos, en hacer más honda y profunda la pereza de ocuparme, de hacer musculación o algo así. En el apoyo constante en un sostén externo. También ahora soy diferente (no sé si diferente es la palabra), me consideran, me dejan el lugar, tengo prioridades. Ser renga es un lamento, es un dolor que está todo el tiempo. Es subir las escaleras de a un escalón, es ir más despacio, es hacer una cuadra en el tiempo que antes hacía cinco o más. Es caminar despacito, paso a paso, es bajar las escaleras de costado, es pisar con atención, es calcular cada movimiento de mi cuerpo, es un estado. Es ir, sobre todo, más lento.

APU: Todas somos rengas, algunas más visibles, otras más escondidas. Podríamos hablar de los distintos grados de renguera, de dolor, de heridas en todos los cuerpos. En el caso de tu proyecto de solo, la construcción de la obra profundiza en ese estado físico: soy este dolor en mi cadera. La dramaturgia del accidente. ¿Es así?

N.T.: Es así, soy este dolor en mi cadera.

APU: ¿Por qué un solo y por qué El Solo de la Renga?

N.T.: El Solo de la Renga es consecuencia y secuencia y repercusión. Viene de un deseo de hace algunos años, 2018, cuando hice algunos intentos de solo, acompañada en distintas etapas por artistas como Edgardo Castro, Agustina Sario y Matthieu Perpoint. Más tarde vinieron presentaciones de diferentes Episodios (momentos de la investigación) en el Festival de Danza Contemporánea 2018, Ciudanza 2019, Laboratorio de Acción 2019, Galería UV “Perfush” 2019, Maratón de Performance y Gallery Night 2018/2019. El Solo de la Renga pretende ser una obra escénica de improvisación/performance que se vincula con un accidente en mi cuerpo: una artrosis en mi cadera izquierda. Es la puesta en escena de mis pensamientos, sensaciones, afirmaciones, preguntas y necesidades como intérprete- artista y bailarina afectada por esta condición física. Aciertos, creencias y fe, mucha fe sobre todo, en mí misma, en mis delirios, en mis decisiones estéticas. Es un proyecto atravesado por un vasto historial de circunstancias y episodios de mi vida.

Foto: Jazmín Tesone

APU: El cuerpo es también un relato, una narración. ¿Cómo sentís esta herida, este dolor, esta circunstancia - vértigo en tu cuerpo?

N.T.: La artrosis que aqueja a mi cadera, dolorosísima, cada día me toma un poco más. Hace tres años me va invadiendo, pero es un límite que no me limita y que en la adrenalina de la experiencia escénica, pareciera irse y dejarme el camino libre para hacer movimientos impensados en el cotidiano. En la experiencia artística, escénica, ese dolor se desvanece bastante. Es extraño, pero te aseguro que es así.

APU: Te creo. ¿El arte como apertura frente a situaciones de extrema incertidumbre?

N.T.: Uh, podríamos hablar horas de este tema. El arte, sanador. Los ensayos, las clases, los proyectos, el escenario.

APU: ¿Qué hay en el origen (¿podemos hablar de origen?) de este relato de vida?

N.T.: Me parece que el origen de esta artrosis es a mis 15 años, con mi accidente. Fue unos días antes de irnos con mi familia de vacaciones-el primer viaje en avión los cuatro juntos a Ecuador - saliendo de la psicóloga y con la obsesiva idea de conseguir en algún negocio semillas de girasol saladas. Porque esa mañana, en clase, en el secundario, Solange (mi hermosa y amada amiga de la secundaria) se negó (voy a sostener siempre que a propósito, por ganas de contradecirme) se negó a convidarme semillas de girasol saladas. Por eso, al salir de la psicóloga y escuchando en el walkman a Fito Páez, concentrada en la música y en las semillas de girasol, al cruzar la calle en la esquina de Güemes y Aráoz -cuando Güemes corría en dirección del centro hacia Pacífico, en Palermo- fui sorprendida por un colectivo de la línea 36, que literalmente se paró arriba de mi pie izquierdo. En ese momento me dije: "Creo que algo extraño está ocurriendo" y acto seguido fue estar tirada en el piso, rodeada de gente desconocida con caras de amabilidad, temor, susto y amor. A mi izquierda veo a mi papá, desesperado, corriendo de acá para allá, y ya estaba la ambulancia.

Al rato, después de ser trasladada en ambulancia, por primera y espero única vez en mi vida, ya en el Hospital Fernández, mi mamá le pregunta al médico que me cosió el pie - sin anestesia, recuerdo (cuál es, entonces, me pregunto hoy, el umbral del dolor que soy capaz de soportar y resistir)-, mi mamá le pregunta: ¿Va a poder seguir bailando, doctor?. El médico muy suelto de espíritu y cuerpo dijo: “Solo Dios lo sabrá”. ¡Y claro que pude seguir y sigo bailando! Haciendo honor a mi apellido, Tencer, que hasta hace poco pensaba que quería decir bailarín en alemán. Eso creía, aunque bailarín es Tänzer en alemán, pero al pronunciarlo suena muy parecido a Tencer (vecindad sonora). Tal vez eso me ayudó, me alentó. La recuperación la hice en Villa Gesell, caminatas en la arena, después de meses de silla de ruedas y con unas muletas que obviamente hasta el día de hoy conservo, porque soy obsesiva compulsiva y guardo muchas cosas.

APU: ¿Cómo te atraviesa hoy aquel accidente a tus 15 años?

N.T.: Hoy, muchísimos años después (cumplí 46 el veintidós de enero) estoy atravesada por la experiencia física de una artrosis en mi cadera izquierda. Soy zurda, a los veinte años me operé porque mi teta izquierda era muy muy grande, gorda, pesada, y caía, literalmente colgaba.

APU: ¿Todo del lado izquierdo de tu cuerpo?

N.T.: Todo ocurre en el lado izquierdo de mi cuerpo. Y hoy, después de todos esos años, uso y necesito para poder caminar y trasladarme, ir a dar clases, ensayar, moverme, una de esas mismas muletas. La amo. Quizás no debería amarla tanto… Para algunas cosas me sirve. Cuando vuelvo de la calle la limpio con agua en el patio, la lavo, la cuido. Las dos veces que me fui a hisopar a La Rural, que por suerte vengo invicta, llego a la puerta y me hacen pasar: “Pase señora por acá, ahí en la primera fila espere, ¿le traigo una silla?" (Risas).

APU: ¿En qué momento surge El Solo de la Renga como performance-obra?

N.T.: El Solo de la Renga nace durante la pandemia. A partir de dos talleres. Uno fue con Maruja Bustamante y el otro con Alejandro Cervera. A partir de diálogos y ensayos realizados junto a Lucas Condro y Belén Gatti. A partir de la experiencia en relación al umbral soportable del dolor en mi cadera. A partir de la creencia de que este límite, lejos de ser un límite, es una apertura y una posibilidad hacia el encuentro de una verdadera nueva danza que puede acontecer en mi cuerpo. Cuando digo nueva es por la posibilidad de ir al encuentro de una danza enrarecida, distinta, desconocida. Y esa danza puede estar alojada en mi cuerpo de hoy, dolorido y limitado como está. No es poco.