Pornodemia

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Pornodemia

05 Abril 2020

Foto: cuadro Marta MInujín, frozen sex 05

Por Daniel Mundo

 

 

Que toda la sociedad global esté obligatoriamente encerrada por tiempo indeterminado es una experiencia insólita e inigualable. Hay que aprovecharla. Les digo algo: menos mal que internet no colapsó (por ahora). La exposición a la pantalla se incrementó, sin duda. Y esto generará nuevos hábitos, tal vez. El porno tiene algo que enseñarnos acá.

Ya sé, están esperando que promocione (o sancione) el consumo de porno. O les recomiende alguna peli (más en estos días de cuarentena). Ya hablar de ver UNA porno o pensar al porno como una película da cuenta de lo anacrónico del análisis. El fenómeno porno, entre otros rasgos, implica este: signos audiovisuales que actúan como shocks en nuestro deseo, que a su vez enhebra un relato que jamás se podrá reconstruir. Amnesia y exploración. Bueno, igual, no hablaré de nada de esto. Lo que haré es reflexionar sobre algunas cuestiones a las que la pandemia nos enfrentó y nos seguirá enfrentando por un tiempo. Soy pornólogo pero también filósofo.

Es posible, como leí por ahí, que el capitalismo esté conociendo uno de sus límites, y tal vez nosotros también. No creo, igual, que después de esta catástrofe social y económica el capitalismo desaparezca o algo así, ni que nosotros cambiemos. Es más probable que la sociedad global se reordene en otro sistema de producción y explotación, que nuestra psique se rebele a la virtualización. En la sociedad del futuro cercano vamos a tener que replantear nuestras relaciones de sometimiento, así como nuestros vínculos afectivos y sexuales. Se virtualizarán aún más. ¿Es bueno esto? Para una sociedad que confía tanto en el ser humano, en su voluntad y en sus intenciones, no creo. Para mí, ¿es bueno esto? Depende de cómo estemos preparados para enfrentarlo.

Leo a las estrellas de la filosofía contemporánea, y ¿qué encuentro? Proyecciones de sus propios deseos o sus propios miedos, más o menos acomodados a lo que quiere escuchar la audiencia. Dos posturas: los que imaginan que la humanidad madurará con todo esto y fundará otra sociedad más justa: comunismo orgánico. Y los que saben que los controles y vigilancias sobre los individuos se incrementarán y que estos perderán las pocas libertades que le quedaban. Todo es posible. Desde el presidente de la nación hasta L. Majul aseguran que nada será igual cuando todo esto termine.

Para mí, el día después, para bien y para mal, será en todo caso un agigantamiento de lo que éramos antes de la cuarentena, como si con una lupa emocional todo nuestro aparato físico se trasformara. Los mismos, pero otros. Hoy más que nunca sabemos que no existen los milagros. No vamos a ser otros, salvo que la ciencia y las leyes nos obliguen a cambiar nuestras costumbres, lo que es muy probable que suceda. De hecho, ya sucedió. Veremos si dura y cuánto.

No puedo explicar qué es el porno en cinco líneas (quién no lo sabe, además). Voy a plantear un par de cuestiones que vienen diciendo los especialistas en el género. No sé si vieron esa publicidad de G. Francella llamando a mantener la distancia reglamentaria con el vecino en pos de cuidarnos, es de Quilmes creo (qué velocidad las marcas en adaptarse a los tiempos, por dios). Lo que más me gusta es el énfasis que pone en el día después, donde nos vamos a encontrar y "a rompernos los huesos" de tanto que abrazarnos. Lo relaciono con algo que A. Fantino le decía a S. Berni. Fantino se imagina que el día que levanten la cuarentena va a ser igual al día en que terminó la Segunda Guerra Mundial, todos en la plaza llorando de la emoción y abrazándonos. Me parece peligroso crear estas fantasías. Es muy posible que los controles sobre el individuo se acrecienten.

Evidentemente el concepto de salud pública vino para quedarse. El tema para mí no tiene que ver con más o menos libertad (tal vez sea imprescindible cambiar el significado de esa palabrita tan importante), sino con lo que siempre somos capaces de experimentar con el margen o resto de libertad que tengamos. Hasta ahora se hizo muy poco en ese sentido, más bien al revés: cada vez tenemos que obedecer más los protocolos sociales y nos sometemos sin pensar a los imperativos colectivos, tanto políticos como científicos, estéticos o sexuales. Lo que sucedió con la pandemia es un excelente ejemplo.

Incluso en la gente que investiga el porno hay como un resabio de buena conciencia que me parece peligroso. Lo que se quiere es "mejorar" al ser humano. Volverlo más tolerante. Convencerlo que vino a esta vida para ser feliz y cosas por el estilo. “El porno es divertido, chiques”, gritan los proporno. Yo tengo mis dudas. El porno es muy peligroso, dicen en cambio los que se preocupan por la salud sexual. Y acá coincido, pero le doy un significado diferente al que le dan estos especialistas: no es peligroso porque objetive los cuerpos, reduzca el sexo a zonas erógenas inamovibles o nos aliene de los seres reales, etc. Es peligroso porque tal vez nos enfrente a perfiles de nuestra subjetividad a los que no tenemos acceso de otra manera, y a los que tal vez no queramos acceder. ¿El ejemplo empírico? En el porno nos permitimos ver escenas sexuales que no quisiéramos vivir en la realidad, ponele (obvio que hay otro consumo de porno que sólo reafirma y tachona prejuicios muy asentados, pero es otro cantar). El tema es que al verlas ya las estamos viviendo. Ver es participar, lo sabe cualquiera que haya leído una revista de chimentos. Esto, la consustanciación con la pantalla no es privativo del porno, obvio, sucede con todos los signos audiovisuales (Ch. Metz dixit), sólo que en el porno esa participación o imbricación es más intensa, más total. Ver porno implica un grado de compromiso psíquico y de transferencia emocional mucho más grande que ver una serie de Netflix. Pero si el producto es bueno, es decir si hace clic o conexión con nosotros, el resultado es el mismo en el cine que en el porno: la secreción de una sustancia, sea semen o transpiración. Nos guste o lo aborrezcamos, contamos lo muertos como esperando la grande de navidad. Me interesa que quede esta idea: la experiencia de ver porno, que para la sociedad es traumática y súper individualista, es exactamente la misma que cuando vemos una serie de Netflix. No es un problema de sustancia, sino de grado.

La pandemia sin duda va a incrementar el consumo de porno como también de otros productos mediáticos. Ver más porno es posible que genere nuevos hábitos. OK. Pornohub liberó su línea premium. Cualquiera. Ahora, ¿esto va a atentar contra el sexo presencial (para llamarlo de alguna manera)? ¿Estás diciendo que no vamos a "rompernos los huesos" el día después? Estas preguntas me parecen erróneas. Lo repito: no existen los milagros y no vamos a salir de esta experiencia extrema siendo diferentes. Por supuesto que me encantaría que fuera así, pero hay que ser realistas.

El tema es cómo y por qué obedecemos cómo lo hacemos, de manera masiva y casi unánime. Cuando podamos comprender eso tal vez podamos responder lo otro, si es que merece respuesta. Respondimos como respondimos tanto por deber cívico como por terror a la muerte. Ahora habría que pensar cuál de estas dos fuerzas fue la preponderante.

Me encanta eso de que cuando está en peligro la especie humana ya no importan las diferencias partidistas y todos debemos luchar unidos contra el enemigo. Hace rato que la especie humana está en peligro. Se hace obvio cuando simplemente vemos lo que sucedió en el último siglo. Calentamiento global, industrialización de la matanza de animales, clonación de especies y tantas otras catástrofes masivas en la naturaleza, todas cosas obvias, habría que interpretarlas como la punta de un iceberg que está pariendo nuestro futuro.

De este virus vamos a salir, la comunidad científica cada vez responde más rápido a las exigencias que se le proponen. El tema es que el conocimiento científico, o para ser más exactos, los experimentos que la ciencia está llevando a cabo, y de los cuales nosotros somos sus "conejitos de indias", son en gran medida el problema. La ciencia va a dar una solución (ponele que mañana sale la vacuna y listo, de nuevo todo a la “normalidad”). Lo que no creo que acepte, y la sociedad tampoco, es que ella, la ciencia, y los modos de vida organizados por ella, son el problema principal.

Mientras añoremos una vida distinta a la que tenemos, la frustración va a ser nuestra constante. La tan cacareada ansiedad a la que se refieren muchos hoy, en realidad es una respuesta a la sensación de frustración en la que vivimos. La ansiedad va de la mano con muchas cosas, una de ellas es la intensificación de nuestros estímulos. Necesitamos intensificar los estímulos porque la realidad es muy insulsa al lado de lo que nosotros nos merecemos. Es un loop divertido. La vida natural técnicamente fabricada en serie, intensinficada. No advertimos a veces lo pegado que están el cuidado y la desconfianza. En estas cosas tenemos que estar atentos a lo que deseamos. La humanidad en general y cada uno de nosotros en particular tiene miedo de llevar a cabo la virtualización en la que estamos embarcados, y es lógico: la añoranza de un pasado que no existió (donde el ser humano era bueno y colaboraba con la felicidad del otro) sumada a la esperanza de que vuelva hacen un cóctel complicado de desarmar.