Pichón Reyna: referente de cultura diversa

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Pichón Reyna: referente de cultura diversa

19 Agosto 2018

Por Franco Muñoz

 

Clase de FilosoSexo

Iván Reyna. Etiqueta impuesta por los progenitores de la entrevistada que, lejos de definir su identidad, han logrado que la deconstruya y reconstruya con años de saliva y dilatación, militancia y lucha anal ¿Su interior va mutando? En ese viaje el nombre que eligió es Pichón Reyna. Pichón Queen. La Pichón. Trabajadora sexual, profesora de Ciencias de la Educación y luchadora por vocación.
Indagar más sobre sexualidad, trabajo sexual, placer y deseo me llevaron directo a ella, una referente clave en San Juan. Dueña de una lucidez sobrehumana, sus diversos análisis de la realidad me dejaron boquiabierto desde la previa hasta el clímax, mientras compartíamos en su departamento mates con sabor a resaca. Dejemos entonces que el coito hable por sí mismo y que en ese juego revele sus secretos.     

¿Trabajador o trabajadora?

Para Pichón la diferencia no es etimológica sino política. Define su identidad de género como no binaria: no se identifica como varón o mujer y cree que ambas son opresiones. Cuando hace trabajo de territorio o en la militancia sexual es ‘La Pichona’: su identidad de género está ahí. Sin embargo, en el momento del trabajo sexual, actúa como masculino: “El mercado sexual es un rubro en el que tenés ciertas cosas para vender. A la mayoría de mis clientes, esto (uñas pintadas, ojos delineados o como vivo o habito mi cuerpo o mí no binariedad), no les cabe. Ellos quieren un chongo que les parta el orto o partirle el orto a un putito. Entonces, en el marco del trabajo, soy Pichón. Vendo masculinidad”. ¿En ese momento transa? Pichón decide vender eso y cuestiona las ideas de transacción y pérdida: “¿Pensarías que transa una piba que por la noche se monta para trabajar y durante el día vive de gay? No. No es que transa. Resiste. Sobrevive. Decido la masculinidad porque es lo más fácil. Dentro de la carta de opresiones y privilegios utilizo el privilegio de la masculinidad y vendo eso. Es una estrategia para resistir”.

Experiencia en el rubro

Desde el 2014 empezó a trabajar con su sexualidad en forma sistemática, siendo su mayor ingreso y forma de vida. A los diecisiete era una changa y hace cuatro años lo sistematizó: “Trabajaba para salir a bailar y comprarme ropa. Cuando empiezo la facultad y a vivir solo, me digo ‘Tengo que sobrevivir porque nadie me va a estar pagando todo’. Y ahí lo hice más sistemático”.
Pichón tiene sexo desde los trece con varones de su edad o mayores. Polémica desde joven, reconoce que es muy común para las maricas comenzar desde muy chicas: “En aquel momento se usaba el sitio Manhunt. Entro, aparece un tipo y quedamos en que me buscaba. Vamos a culear y cuando volvemos me agarra la mano (En ese momento Pichón me toma la mano y hace la mímica de darme algo pequeño) y me deja un billete. Tenía 13 y el tipo 40”. A esa edad tuvo su primer sugar daddy, quien al principio le regalaba plata y luego ropa y más cosas: “Era puta de chiquita, solamente que no estaba siendo consciente de eso”, comenta. 
¿No estamos ante un caso de estupro? Frente a las posibles reacciones de la adultez, Pichón responde que los niños y niñas sí tienen sexo o desean hacerlo, y también con mayores. Para ella, si existe decisión de la persona, no se trata de violencia sexual: “Para mí esas cuestiones hay que ponerlas en tensión. La gente se horroriza. Andá a preguntarle a cualquier piba si no está cogiendo con personas de su edad o adultas y lo decide. Las relaciones intergeneracionales existen desde siempre y que en los últimos años se haya legislado sobre niñez implica mayor disciplina para ellxs y que no se respeten sus propias voces”, dispara. La entrevistada no apela a la justicia, al código penal y al punitivismo a la hora de pensar estas situaciones y siente que el planteo legal es adultocéntrico: “El drama de la violencia sexual es el consentimiento. Y el consentimiento no tiene que ver con la edad. El tema cuando alguien es un violín, un acosador o un denso, es el consentimiento porque esa persona ejerce violencia sin el consentimiento del otro. Y el consentimiento es algo que se media entre todas las partes que actúen. Eso siempre me encanta decirlo porque la gente tiene como un pánico moral y sexual muy grande y piensa que les niñes no cogen. La edad, el género, la clase, la etnia, los saberes y la experiencia implican en sí mismos una desigualdad de poder en cómo habitamos el mundo, pero eso no implica perder nuestro poder de agencia incluso como niñes”, sentencia.
 
Desde muy piba reconoció su erotismo y empezó a utilizarlo como herramienta: no coger gratis, por amor o por placer. Pichón milita desde los veintidós los deseos sexuales y la libertad sexo-afectiva, sin dejar de cuestionarlos: “Placer y amor son dos herramientas gigantes, dos dispositivos de captura que nos hacen creer que somos más libres cuando en realidad no lo somos”. A partir que sistematiza su sexualidad, empieza a militar y a tener otras visiones respecto al trabajo en sí, englobando prejuicios y poniéndolos en cuestión: “La realidad es que la mayoría de las personas trabajan desde que son menores. Pero parece que nos escandaliza cuando es una puta, pero no cuando es un pibe que está levantando una gamela en Zonda. Anda a ver a cuántos pibes de 13 años tienen ahí laburando. El problema es la explotación y de ella no se escapa dejando sin laburo a la gente, tenga la edad que tenga”.

Para Pichón la mayoría de los cuerpos feminizados deberían utilizar su capital erótico para su propio beneficio. Frente a esta situación, Pichón también responde en forma filosa: “Las mujeres y los cuerpos feminizados estamos re acostumbradas a hacer un montón de trabajo gratis no pago: cuidamos a los niños, cogemos sin orgasmos, limpiamos la casa, damos atención psicológica, escuchamos a los chongos. El capitalismo no se sostiene por el obrero, como nos hacen creer los marxistas. El capitalismo se sostiene por la piba que le plancha la camisa al obrero para que vaya a la fábrica”. Polémica y audaz todo el tiempo.

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Foto: Taller en Festi Asker (https://www.facebook.com/Festi-Asker-412903425821854/)

Sindicalismo del Culo, Organización y Sororidad

Pichón está afiliada a la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) pero ya no milita en ella. La asociación está en San Juan hace cinco años y Pichón estuvo en los últimos tres, ayudando a poner en discusión varios temas: “Los ambientes políticos, académicos y de militancia son ambientes de mierda. Ya los había transitado y cuando venía la puta, la negra, la pobre, la sin dientes, obviamente no te daban cabida”. Desde AMMAR hacen un gran trabajo territorial en San Juan y en el 2015 presentan el Frente de Unidad Emancipatorio por el reconocimiento de los Derechos de Trabajadorxs Sexuales en Argentina (FUERTSA) como una manera de abrirse hacia más aliades. Pichón usó sus herramientas como marica, su conocimiento de la calle y de la academia para aportar a AMMAR desde varias perspectivas. Su trabajo, enfocado en territorio, era caminar junto a otras compañeras por las zonas rojas, repartir preservativos a las trabajadoras, preguntarles cómo estaban y si la policía las había hostigado e intervenir cada vez que la violencia institucional, el punitivismo y el calabozo actuaban por sobre ellas. Su militancia siempre estuvo con las putas y cree necesario al sindicalismo: “Sigo creyendo en la lucha desde las bases y en el sindicalismo. El trabajo sexual abre aguas para la clase obrera y para el movimiento de mujeres porque es trabajo y es sexual. La mayoría de las que estamos somos cuerpas feminizadas. Tuve la oportunidad de trabajar desde cargos a nivel provincial y nacional, pero los rechacé porque me asusta la verticalidad. Me pinta el laburo de territorio y acuerdo con el debate político y filosófico que involucra el trabajo sexual pero cuando todo se institucionalizó mucho, decidí irme”. Para Pichón trabajar en, desde y con AMMAR significó crecer desde lo sindical y afianzar su consciencia de clase.

Antes de AMMAR participó en numerosas agrupaciones feministas y LGBT. Una de ellas fue La Joroba, de la que salieron sus íntimas amigas y con quienes intervenía lugares públicos desde el arte: “Les gritábamos a las viejas en la calle que aborten, nos parábamos en los semáforos con el cartel ‘Dejá de acosarme, hijo del patriarcado’ y en una marcha hicimos una intervención representando diferentes muertas por negligencia del Estado”. Desde allí pensaban entre todas sobre las ideas en torno a “Lo Personal es Político” (En ese momento me toma la mano para expresarse. Tiene urgencia de hablar y se le escapa por el tacto) y se pone más polémica: “Cuando decimos que lo personal es político no es decir ‘Ay, me pelee con mi novio y todas tienen que pelearse con él’. Hay una construcción feminista muy patética con la que desacuerdo que dice ‘Mira, éste es un violento que me violentó’ y aparentemente todas no podemos ser parte de eso porque somos cómplices. Para mi sigue siendo punitivismo y no voy a jugar esa lógica. Pensar “lo personal es político” es pensar que mis experiencias amorosas y afectivas están atravesadas por la heteronorma, el patriarcado, la misoginia. Y a partir de ahí veamos qué hago con mis amigas. En última instancia el enemigo es el amor romántico”. Pichón agrega que dentro de esa conceptualización también piensa como habita su cuerpo y experiencia vital, qué consume, con quiénes se rodea y de qué acciones es parte: “Se trata de politizar la experiencia singular para devolverla a lo colectivo”. Anteriormente participó en AEqualis - Cultura Diversa (https://www.facebook.com/aequalisculturadiversa/) dictando un Ciclo Queer. Y en La Glorieta – Espacio LGBT (https://www.facebook.com/laglorietalgbt/) participó desde sus acciones de visibilización y adquisición de derechos. De ambos espacios se alejó, arguyendo que lo suyo es la acción: “No digo que esté mal adquirir derechos, pero no creo en una política simplemente de eso. Cuando pienso en la política pienso en la concienciación que podemos tener sobre nuestras opresiones y nuestros privilegios y las resistencias que podemos construir en nuestras manadas y en nuestros sectores, más clasistamente”.

La realidad de lxs trabajadorxs sexuales. Decisiones, estigmatización y precariedad

Frente a los preconceptos sobre ‘caer en la prostitución’, Pichón tiene una postura contundente. Los ve como discursos que el abolicionismo ha construido y que hacen pensar al sujeto y sujeta política como seres alienados. Sin dejar el humor de lado, arremete con todo: “¿Quién no está alienado? ¿Realmente quién elige? Si yo pudiera elegir, elegiría no trabajar, ser Ricardo Fort y estar en una isla llena de chongos que me abaniquen, comiendo chocolate y tomando Whisky”. 
Pichón no niega la precariedad del trabajo, sino que amplía el debate respecto a la violencia institucional, el estigma y la clandestinidad y cómo todo eso las arroja a situaciones más violentas: “La particularidad de nuestra precarización, de nuestra estigmatización, tiene que ver con esto, con que no tenemos absolutamente ningún derecho laboral”. Las quejas entre sus compañeras son moneda corriente pero la desigualdad no es tan diferente respecto a la de otros trabajos. Pichón desmitifica ideas y plantea otras: “La realidad de las compañeras es igual a la de cualquier otro trabajador, con la particularidad que no hay ni un derecho. ¿Hay compañeras que la pasan mal? Si. Pero también hay compañeras que la pasan mal siendo empleadas domésticas o cartoneras. Las pobres tenemos pocas elecciones. Yo vengo de la pobreza y mis elecciones eran ser policía, puta, transa, mulita o chora. Dentro de esas opciones, decidí el trabajo sexual y me pude pagar una carrera, el departamento y mejorar mi calidad de vida”. La polémica es innata en Pichón y arremete contra la alienación de las trabajadoras: “Esa idea de que no tenemos elección es creer que somos estúpidas, alienadas y que no podemos decidir. La puta decidió ser puta entre muy pocas opciones que tenía. Otros tienen un poco más. Si sos clase media podes elegir ser puta y doctora. Pero no me vengan con el discursito de la democratización o la distribución de la riqueza o que ninguna puta elige ser puta. Realmente no hay distribución de la riqueza, la democratización no llegó a todos los sectores y la realidad de las compañeras es una realidad de una clase obrera explotada”.
Para Pichón, otra de las tareas fundamentales en torno a lo sexual es desmitificarlo y sacarlo de su lugar sagrado: “Si seguimos pensando que la genitalidad es sagrada jamás vamos a combatir la heteronorma y frente a eso muches nos alejamos de ese modelo biologicista. Lo mismo si pensamos que la pija es sagrada o que es el enemigo, el eje del mal y el poder fálico. Eso es biologicismo y genitalidad, podríamos hablar de genitocentrismo: pensar que una parte del cuerpo es más importante que otra es heteropatriarcal. Y es solo una herramienta que se utiliza para trabajar. Pretendo alejarme de ese feminismo que cree que la biología es destino y que ciertas partes del cuerpo están determinadas a priori por la biología o por la moral. ¿Las pibas están explotadas? Si. La diferencia es que lo deciden. Es diferente a lxs migrantes que tiene Awada encerradxs. Ahí está la trata y la explotación no decidida. Lo demás es una autoexplotación”. 

Por mejores condiciones de trabajo

¿La solución es legalizar el trabajo sexual y regularlo desde el Estado? Ante ello Pichón asevera que necesitan despenalización y descriminalización. Sacar el punitivismo sobre sus cuerpos: “El marco legal que esperamos va más por despenalización y descriminalización. Es decir, que no tengamos el aparato jurídico y punitivo sobre nosotras, sino que podamos tener más libertad para acceder a nuestro trabajo, a una obra social, a ser monotributistas como trabajadoras sexuales, a jubilación. Cuestiones que otros ciudadanes tienen”. Como siempre, la lucha va más allá del prejuicio social y Pichón arremete contra todas: “En el 2013, desde AMMAR se hizo un proyecto de ley porque las abolicionistas, ‘en defensa de las mujeres en situación de prostitución’ (porque para ellas somos prostitutas que no elegimos) hicieron toda esta ley divina que Cristina se las apoyó, como también apoyó eliminar el rubro 59 (prohibición de avisos de oferta sexual) y nos dejó aún más clandestinas. Bancando a Cristina en un montón de cosas su gobierno fue fuertemente prohibicionista y planificó toda una red de clandestinidad para quienes ejercemos el trabajo sexual. Nos dejó sin opciones en un montón de cosas y cerró nuestros espacios de laburo. Hoy, porque soy activista y militante es porque no estoy presa. Tener mi departamento y trabajar acá y que otras amigas también trabajen, para la ley soy víctima de trata o proxeneta. La ley de trata es dicotómica y supone que ninguna mujer puede consentir su propia explotación. En el proyecto de ley de trabajo sexual autónomo que presentamos tuvimos varios errores porque lo publicamos en forma apresurada: las abolicionistas planificaban toda una industria del rescate que hace de todo menos rescatar a las pibas y les da trabajo en blanco a varias feministas burguesas”. 

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Pichón agrega que también se ponen en tensión ciertas miradas anarcosindicalistas y la adquisición de derechos laborales, porque al entender al Estado como aparato represivo le piden mayor distribución de la riqueza: “No vamos a negar la necesidad de políticas sociales para los sectores más marginales como nosotras. Tampoco dejamos de pensar en otras construcciones más territoriales, autogestivas y redes entre compañerxs”.

Pichón se comunica con toda su corporalidad, desde sus ademanes pasando por sus gestos y las veces en que me tomaba la mano para expresarse mejor. Es como si sufriera espasmos de oratoria que no puede controlar. Ni tampoco tendría sentido hacerlo. Muchas dudas me quedaron sobre sexualidad, deseo, placer, autogestión, consciencia de clase y su propia sexualidad. ¿Cómo vive todo esto una trabajadora sexual? En el próximo número lo sabremos.

Devenir Puta: Narrativas intempestivas, Pichón Reyna

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